viernes, 26 de noviembre de 2010

YA ES HORA DE DESPERTAROS DEL SUEÑO


1 Domingo de Adviento A


Otro año más. No otro Adviento más, no.
ADVIENTO: TODOS AMAMOS ESTE TIEMPO PORQUE SE ACERCA LA NAVIDAD.
Hay mensajes en las lecturas de la Palabra de Dios muy directos:

- Ven, caminemos a la luz del Señor.
-«La paz contigo».
-Ya es hora de despertaros del sueño,
-Conduzcámonos como en pleno día, con dignidad.
-Estad en vela, porque no sabéis qué día vendrá vuestro Señor.
-Estad también vosotros preparados, porque a la hora que menos penséis viene el Hijo del hombre.


En esta oración, hay suficiente riqueza en la Palabra como para no tener que leer ningún comentario. De todas formas, hay algunos muy elocuentes, como el de Pagola. Nos interpela fuertemente.

En estos días personalmente estoy con toda mi familia a la espera de la pascua de un familiar muy querido. También de una monja estupenda. Nuestra actitud está vigilante ante este acontecimiento. El Señor viene … quiere que celebren ya el encuentro con el Señor en el cielo nuevo y la tierra nueva. Y estamos pendientes de ellas como el centinela espera la aurora.

Este tiempo se nos manda (no se nos invita, nos dice Concha Morata en su comentario) a la Iglesia, a la Comunidad grande, a la pequeña, a la familia cristiana a CONVERTIRNOS, a ESTAR DESPIERTOS. Y es clara esta interpelación.

Nuestro mundo necesita más que nunca de nuestro testimonio y de nuestra PALABRA de salvación y de amor. Muchos se han ido de nuestras comunidades sin hacer ruido.

En este tiempo podíamos ser creativ@s y buscar la manera de acercarnos a personas concretas que se han ido de la Iglesia o que están con nosotros pero no quieren escuchar ya esa Palabra de salvación. El lenguaje, la forma, la falta de coherencia... hacen que no descubran atractivo el mensaje de Jesús.

Asia Bibi, la joven paquistání cristiana, madre de cinco hijos, está dispuesta a dar la vida por el Evangelio.

"Yo no soy una criminal, no hice nada malo. He sido juzgada por ser cristiana. Creo en Dios y en su enorme amor. Si el juez me ha condenado a muerte por amar a Dios, estaré orgullosa de sacrificar mi vida por él", dijo la mujer a su abogado.

¿Qué hago yo HOY para dar testimonio de Jesús en nuestro mundo concreto?
¿Qué signo puede dar esperanza a los que nos rodean del amor de Dios?

En la oración de hoy me dejo interpelar por Jesús mismo, me sitúo cerca de Él y le escucho lo que me dice al corazón.

Luego... “Ve y di a los hermanos” “Es tiempo de salvación”, Camina a la luz del Señor... Haz lo que el Señor te inspire. Pero concrétalo.
¡Hasta la semana que viene!  Un fuerte abrazo
M. Luisa

M. Celeste  -siglo XVIII-  nos dice HOY:

¡Oh vida de mi corazón! 
Sin ti estoy ciega y muerta a la vida de la gracia.
Tú eres mi salvación y sin ti soy tinieblas y oscuridad. 
TÚ ERES MI SOL Y EL GOZO DE MI CORAZÓN.
Haz que de verdad te ame. 
Dame tú ese amor puro para que no ame nada más que a ti. 
Destruye con el fuego de la caridad todo lo impuro. 
Consume en mi todo lo que no eres tú 
pues solo tú eres la vida de mi corazón 
y mi único bien, el solo bien 
y la sola vida de mi alma, 
Jesús, amor mío. 
M. Celeste Crostarosa,
 Meditaciones de Adviento, Navidad y Cuaresma, 
pág. 112 




TESTIMONIO:
ASIA BIBI: 


ORACIÓN

Oh Dios del tiempo y de la eternidad:

Tú nos has confiado a nosotros, a tu pueblo, 

tu proyecto de amor sobre la gente y el mundo.
No permitas que hagamos retrasar tus planes
por nuestras propias limitaciones.
Haznos conscientes de que lo único que podemos hacer
es ser levadura, y ser un signo 
de que la planta que tú has sembrado crecerá.
Consérvanos esperando con paciencia 
que la integridad, el amor y la justicia
lleguen como don tuyo, 
cuando tú quieras, al tiempo por ti designado,
por medio de Jesucristo nuestro Señor.




Primera lectura
Lectura del libro de Isaías (2,1-5):

Visión de Isaías, hijo de Amós, acerca de Judá y de Jerusalén: Al final de los días estará firme el monte de la casa del Señor en la cima de los montes, encumbrado sobre las montañas. Hacia él confluirán los gentiles, caminarán pueblos numerosos. Dirán: «Venid, subamos al monte del Señor, a la casa del Dios de Jacob: él nos instruirá en sus caminos y marcharemos por sus sendas; porque de Sión saldrá la ley, de Jerusalén la palabra del Señor.» Será el árbitro de las naciones, el juez de pueblos numerosos. De las espadas forjarán arados, de las lanzas, podaderas. No alzará la espada pueblo contra pueblo, no se adiestrarán para la guerra. Casa de Jacob, ven, caminemos a la luz del Señor.



Salmo
Sal 121

R/. Vamos alegres a la casa del Señor


Qué alegría cuando me dijeron:

«Vamos a la casa del Señor»!
Ya están pisando nuestros pies
tus umbrales, Jerusalén. R/.



Allá suben las tribus,

las tribus del Señor
según la costumbre de Israel,
a celebrar el nombre Señor;
en ella están los tribunales de justicia,
en el palacio de David. R/.



Desead la paz a Jerusalén:

«Vivan seguros los que te aman,
haya paz dentro de tus muros,
seguridad en tus palacios». R/.



Por mis hermanos y compañeros,

voy a decir: «La paz contigo».
Por la casa del Señor, nuestro Dios,
te deseo todo bien. R/.


Segunda lectura

Lectura de la carta del apóstol San Pablo a los Romanos (13,11-14):

Daos cuenta del momento en que vivís; ya es hora de despertaros del sueño, porque ahora nuestra salvación está más cerca que cuando empezamos a creer. La noche está avanzada, el día se echa encima: dejemos las actividades de las tinieblas y pertrechémonos con las armas de la luz. Conduzcámonos como en pleno día, con dignidad. Nada de comilonas ni borracheras, nada de lujuria ni desenfreno, nada de riñas ni pendencias. Vestíos del Señor Jesucristo.


Evangelio
Lectura del santo Evangelio según san Mateo (24,37-44):


En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: «Cuando venga el Hijo del hombre, pasará como en tiempo de Noé. Antes del diluvio, la gente comía y bebía y se casaba, hasta el día en que Noé entró en el arca; y cuando menos lo esperaban llegó el diluvio y se los llevó a todos; lo mismo sucederá cuando venga el Hijo del hombre: Dos hombres estarán en el campo: a uno se lo llevarán y a otro lo dejarán; dos mujeres estarán moliendo: a una se la llevarán y a otra la dejarán. Por lo tanto, estad en vela, porque no sabéis qué día vendrá vuestro Señor. Comprended que si supiera el dueño de casa a qué hora de la noche viene el ladrón estaría en vela y no dejaría abrir un boquete en su casa. Por eso, estad también vosotros preparados, porque a la hora que menos penséis viene el Hijo del hombre.»



Comentarios  

¿Qué alimento han recibido de nosotros?
Los evangelios han recogido de diversas formas la llamada insistente de Jesús a vivir despiertos y vigilantes, muy atentos a los signos de los tiempos. Al principio, los primeros cristianos dieron mucha importancia a esta "vigilancia" para estar preparados ante la venida inminente del Señor. Más tarde, se tomó conciencia de que vivir con lucidez, atentos a los signos de cada época, es imprescindible para mantenernos fieles a Jesús a lo largo de la historia.

Así recoge el Vaticano II esta preocupación: "Es deber permanente de la Iglesia escrutar a fondo los signos de esta época e interpretarlos a la luz del Evangelio, de forma que, acomodándose a cada generación, pueda responder a los perennes interrogantes de la humanidad sobre el sentido de la vida presente y futura...".

Entre los signos de estos tiempos, el Concilio señala un hecho doloroso: "Crece de día en día el fenómeno de masas que, prácticamente, se desentienden de la religión". ¿Cómo estamos leyendo este grave signo? ¿Somos conscientes de lo que está sucediendo? ¿Es suficiente atribuirlo al materialismo, la secularización o el rechazo social a Dios? ¿No hemos de escuchar en el interior de la Iglesia una llamada a la conversión?

La mayoría se ha ido marchando silenciosamente, sin sacar ruido alguno. Siempre han estado mudos en la Iglesia. Nadie les ha preguntado nada importante. Nunca han pensado que podían tener algo que decir. Ahora se marchan calladamente. ¿Qué hay en el fondo de su silencio? ¿Quién los escucha? ¿Se han sentido alguna vez acogidos, escuchados y acompañados en nuestras comunidades?

Muchos de los que se van eran cristianos sencillos, acostumbrados a cumplir por costumbre sus deberes religiosos. La religión que habían recibido se ha desmoronado. No han encontrado en ella la fuerza que necesitaban para enfrentarse a los nuevos tiempos. ¿Qué alimento han recibido de nosotros?

¿Dónde podrán ahora escuchar el Evangelio? ¿Dónde podrán encontrarse con Cristo?

Otros se van decepcionados. Cansados de escuchar palabras que no tocan su corazón ni responden a sus interrogantes. Apenados al descubrir el "escándalo permanente" de la Iglesia. Algunos siguen buscando a tientas. ¿Quién les hará creíble la Buena Noticia de Jesús?

Benedicto XVI viene insistiendo en que el mayor peligro para la Iglesia no viene de fuera, sino que está dentro de ella misma, en su pecado e infidelidad. Es el momento de reaccionar. La conversión de la Iglesia es posible, pero empieza por nuestra conversión, la de cada uno. (Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).
JOSÉ ANTONIO PAGOLA, vgentza@euskalnet.net
SAN SEBASTIÁN (GUIPUZCOA).
ECLESALIA, 24/11/10.-
 ELLA HA VISTO A DIOS

Jesús es la luz. Es el camino hacia la luz y es la luz.
Andamos como perdidos, desorientados, sin camino concreto y, la mayoría de las veces, a tientas, como en la oscuridad.
Nos dejamos asustar por las sombras, nos paraliza el miedo, nos alarman los destellos y nos acomodamos en la penumbra de nuestra pobre luz personal.
Algunos buscamos la luz; ocasionalmente vemos su resplandor al fondo del camino, iluminando con claridad la belleza de otra senda. Pero nos falta valor, nos falta confianza,… nos falta fe. Volvemos la vista y nos sentimos atraídos por la seguridad de nuestra ya conocida penumbra: templada y discreta, cómoda y conocida, cerrada y segura.

Las lecturas de hoy no son hechos vagos, oraciones sentidas o alabanzas pomposas. Las lecturas de hoy son mandatos,
imperativos que no nos invitan, nos ordenan: “caminaremos a la luz del Señor”, “…pertrechémonos con las armas de la luz. Conduzcámonos como en pleno día…”  El discípulo de Jesús debe avanzar, vivir sabiendo hacia donde camina.
Primer domingo de Adviento. Comenzamos la espera de la luz. ¿Vamos a acogerla?, ¿o seguiremos instalados en la penumbra?
En el evangelio Jesús nos exhorta:
“estad en vela”; otro mandato, no una propuesta: “podríais estar en vela, alerta”. Si no acogemos la luz, ¿quién iluminará nuestra penumbra? ¿Quién nos enseñará el camino a Dios? ¿Quién encenderá nuestro corazón oscuro?
Él viene.

Hace unos días nos visitó Pilar Gilaberte, misionera Comboniana. Vino al colegio con motivo del DOMUND a contarles a los chavales su larga y asombrosa experiencia en misiones de África y Sudamérica.
Primero nos explicó el cartel de este año donde aparece una joven misionera haciendo cosquillas a una niña que ríe en sus brazos. Nos dijo que la labor del misionero es
hacer ver el rostro de Dios y que, a su vez, ellos contemplan el rostro de Dios en los más pobres: “Sólo quien sabe amar es capaz de ver a Dios en el rostro de los más indefensos, como esa niña del cartel.”
Yo miraba a aquella mujer mayor, gruesa, con su austera y peculiar vestimenta “monjil”, desbordar ternura, alegría, comprensión… AMOR.
Ella ha visto a Dios y yo lo vi habitando en ella. Toda ella era luz y camino, no había penumbra, ni miedo, ni conformismo, ni inseguridad. Lleva toda una vida acogiendo al Dios que viene, dejándose habitar por Él y transformando el camino de muchas personas.
¿Es única?, ¿sólo los misioneros avanzan en la luz?
¿Cuántas personas anónimas y cercanas conocéis así? Una vida de entrega a un padre anciano, dedicación a los hijos, trabajos voluntarios sociales y de solidaridad, grupos de parroquia que se dedican a la evangelización de sus vecinos, cooperantes de Cruz Roja, Payasos sin Fronteras,… personas que visitan y consuelan a enfermos en hospitales o a ancianos solos, vocaciones laborales de servicio: bomberos, policías, sanitarios,… o cualquier acto engendrado y vivido desde el amor.
¿No podemos todos, en un momento u otro, actuar en las labores más cotidianas movidos por la luz que nos habita?
Él viene.

Abramos el corazón, acojamos la luz, salgamos de la penumbra y caminemos a la luz del Señor.


CONCHA MORATA
concha@dabar.net
Publicado por DABAR

De la angustia a la esperanza

      Hay esperas y esperas. No es lo mismo la espera del padre que en la sala de espera del hospital aguarda que le comuniquen el nacimiento de su hijo que la del soldado que en la trinchera aguarda el comienzo de la batalla. No es lo mismo el adviento que el espíritu de las lecturas de estos últimos domingos que nos hablaban casi del fin del mundo con imágenes terroríficas de destrucción y cataclismos cósmicos. 
      Es que ya hemos comenzado el Adviento. Comienza un nuevo año litúrgico, la oportunidad de domingo a domingo volver a meditar los grandes misterios de la vida de nuestro señor Jesucristo, el centro, el Alfa y la Omega, el principio y el fin de nuestra fe. Si seguimos aquí, si somos miembros de la comunidad creyentes es porque la figura de Jesús sigue estando en el centro de nuestros pensamientos. Y su reino es el sueño que anima nuestro compromiso. Y su Padre nos hace sentirnos miembros de la misma familia de Jesús y hermanos de todos los hombres y mujeres de nuestro mundo. Y su Espíritu lo sentimos dentro de nosotros, animando nuestra vida, impulsando nuestros esfuerzos por crear fraternidad y vencer al odio y la violencia que demasiadas veces nos hacen hundirnos en el barro de la historia. 

Comienza el Adviento

      Y el primer misterio que hay que celebrar es el nacimiento de Jesús. No es un nacimiento más. Nos habla de la encarnación del Hijo de Dios. Nada es accidental en ese nacimiento. Todos los detalles tienen un poderoso significado para nuestra fe. Por eso no podemos llegar a celebrar la Navidad sin una adecuada preparación. El Adviento es ese tiempo que nos dispone para celebrar la Navidad, para darnos cuenta de lo que celebramos y vivimos, para que llegue a lo más hondo de nuestro corazón y entendimiento el misterio de un Dios hecho niño en un pesebre. 

      Adviento es tiempo de espera alegre. Lo que se nos viene encima no es una amenaza sino una gracia. La invitación a estar en vela no es para estar preparados ante el desastre final sino  para disfrutar en comunidad de una espera que es casi tan alegre y gozosa como la misma celebración del hecho. En la espera anticipamos la realidad que viene, la presencia de Dios entre nosotros. En la espera nos permitimos soñar con un mundo diferente. Y ese sueño transforma ya nuestra manera de comportarnos, nos hace vivir de otra manera. 
      En la espera, volvemos a leer los textos de los antiguos profetas y sus palabras resuenan en nuestro corazón y pintan una sonrisa en nuestro rostro. Leemos y releemos las palabras de Isaías en la primera lectura y nos dan ganas de salir caminando hacia el monte del Señor. Es como si el Espíritu de Dios nos convocará a salir de las iglesias, de nuestras casa, a marchar por la calle anunciando a todos el gozo que se avecina. Por muchas noticias de crisis y desastres de los que están llenos nuestros telediarios, hay una noticia más importante . 

Va a nacer Jesús, será el árbitro de las naciones. De las espadas forjarán arados, de las lanzas, podaderas. Es el más viejo sueño de la humanidad –la paz, la felicidad, el bienestar para todos– que se atisba ya en el horizonte. Y nosotros sabemos que ese sueño se va a hacer realidad. Se ha hecho ya realidad en Jesús, cuyo nacimiento nos preparamos para celebrar.

Tiempo para estar en vela 
      Por eso es hora de despertarnos del sueño. O de las pesadillas en que a veces estamos tan metidos que no vemos la luz del Señor que se atisba ya en el horizonte. La realidad es que la noche está avanzada y el día se echa encima. Hay que levantarse, desperezarse, salir de casa y ponerse trabajar por un mundo mejor, como dice la lectura de la carta de Pablo a los Romanos. 
      Es lo mismo que nos dice el Evangelio: ya está cerca algo tan importante que va a cambiar nuestra vida cotidiana. Hasta ahora la gente comía, bebía y se casaba. Ahora viene algo nuevo. Algo que va a cambiar el color de todo lo que hacemos, que va a dar un nuevo sentido. Lo que viene es la presencia novedosa del Espíritu de Dios, la irrupción de la gracia de Dios que, como un torrente, inunda nuestro presente y nos hace vivir de otra manera: bajo la luz de la misericordia, la reconciliación, el perdón, la comprensión. En definitiva, bajo el inmenso paraguas del amor de Dios que desea la vida de todas sus criaturas. 
      Por eso hay que estar preparados, en vigilia, y ya desde ahora gozar de esa presencia. ¿No se dice siempre que las vísperas de una fiesta son casi mejores que la fiesta misma? Pues ya estamos en las vísperas de la Navidad. Es tiempo de disfrutar y de gozar con la preparación de la fiesta mayor del año: viene Jesús. No es tiempo de angustia sino de esperanza. 
Fernando Torres Pérez cmf



ADVIENTO: RECUPERAR LA TENSIÓN

1. La hora menos esperada
La hora menos esperada podría ser las 25:78 h.
La hora menos esperada es aquella que anuncie que la crisis ha desaparecido, que han sido erradicadas de la faz de la tierra la violencia y la guerra, el hambre y la marginación. Éstas, y otras muchas, son noticias que -lamentablemente- no esperamos.
Pero el Profeta, vocero de un nuevo Adviento que nos encamina hacia la Navidad, nos dice que caminemos hacia el encuentro con el Señor: él nos instruirá en sus caminos y nos revelará cómo llegar al tiempo en que sucede lo inesperado.
2. Como en los días de Noé
La vida sucede como siempre a nuestro alrededor -como en los días previos al diluvio, en que la gente comía y bebía- pero hay señales de un Dios que se revela ante los hombres como la vida verdadera.
San Pablo dice que nada de comilonas y borracheras: el estilo de vida del cristiano se tiene que poner al día en Adviento. Adviento es recuperar la "tensión" en la vida de los que tienen fe. Somos como todos y hacemos lo que todos, aunque no podemos olvidar que "no somos del mundo", sino de Cristo. Y nuestra salvación está más cerca que cuando comenzamos a creer.
3. Señales para llegar a Navidad
Adviento es un tiempo para "leer las señales del cielo", porque en la tierra todo parece seguir su curso: los ricos se hacen ricos y comen, los pobres se hacen cada vez más pobres y no comen, etc. La Navidad de la calle y las tiendas hace tiempo que comenzó (y nos queda tiempo que aguantarla). Y muchas personas ya preparan las comilonas y borracheras, que son el único motivo de su celebración. Pero nosotros estamos invitados a darnos cuenta del momento en que vivimos: momento en el que la fe necesita más que nunca aportar esperanza al mundo.
Laureano Del Otero Sevillano CSSR



MEDIADIORES DE ESPERANZA 



Queridos Amigos de Buenafuente:
El Año Litúrgico se inicia con el tiempo de Adviento. Al contemplar los textos bíblicos que selecciona la Iglesia para proclamarlos en la celebración eucarística, se descubre la intensa llamada a la espera, convertida por gracia en esperanza teologal, fundada en la fidelidad de la Palabra de Dios que nos promete la visita del Señor.
Actualmente, este tiempo litúrgico coincide con circunstancias sociales menesterosas de confianza y de optimismo. Por diversos motivos, de manera especial por la precariedad laboral,  necesitamos el mensaje de los profetas, que en tiempos de angostura se atrevieron a augurar el florecimiento del desierto, la restauración de casas en ruinas, la repoblación de ciudades deshabitadas. Pero sobre todo, anunciaron la compasión de Dios y su opción de venir a nuestro mundo como máxima manifestación de amor. Cada uno podemos convertirnos en mediadores de esperanza con gestos compasivos.
El Adviento es un tiempo permanente, pues todos aguardamos no sólo la venida gloriosa del Señor, sino el encuentro personal con su misericordia, la que esperamos nos conceda el día en que seamos llamados de este mundo y la que cada día necesitamos debido a nuestra debilidad.
Por la fe se nos permite dar crédito a las Sagrada Escritura y a los acontecimientos que cambiaron la historia por el nacimiento de Jesús, el Salvador del mundo, que vino en nuestra carne como mejor forma de redimirla.
Somos llamados a la esperanza cristiana, secreto por el que podemos afrontar toda circunstancia en actitud de abandono confiado, pues desde la opción de Dios de hacerse hombre, tenemos la certeza y la seguridad de su acompañamiento solidario y próximo.
Guarda en tu memoria o reaviva el recuerdo de aquellas palabras, acontecimientos, experiencias que sabes que fueron verdad, y aunque pases por la oscuridad de la fe, por la prueba de fuego, la referencia luminosa te despolarizará de las imágenes negativas y pesimistas.
Te indico tres llamadas:
Espera. Los creyentes han tenido la sagacidad de esperar contra toda esperanza. Espera en silencio la salvación del Señor.
Espera. Nunca los acontecimientos históricos son del todo realización de las hipótesis. Cuando lo imaginado se convierte en historia, siempre cuenta con la ayuda y acompañamiento de Dios.
Espera en el Señor, sé valiente, espera en el Señor, que volverás a alabarlo”.
Ángel de Buenafuente del Sistal






viernes, 19 de noviembre de 2010

DIOS TU CENTRO Y TU AMOR




Aquí tienes como todas las semanas los textos de la Eucaristía del domingo, la oración colecta, varias homilías y alguna pista para reflexionar en grupo.

Como siempre, vas a dejar que Jesús empape tu corazón de amor haciendo silencio.
¿Cómo? Acallando ruidos exteriores e interiores y estando atenta/o a una Presencia que me enamora, me entusiasma y  me ama con locura.

HOY, voy a contemplar a JESÚS QUE SE ME PRESENTA CRUCIFICADO, CORONADO DE ESPINAS, CALLADO, SILENCIOSO…

Voy a dejarme mirar por Él. ¿Qué me dice HOY a mi vida?   ¿A qué me invita?
Con mucho Amor nos anunció que podíamos vivir de otra manera… HOY también nos lo dice.

Nos anuncia un reino, un proyecto de vida nuevo, una humanidad nueva donde los últimos son los primeros, los que nada cuentan en la sociedad Jesús los restituye a su lugar, los invita al Banquete,  una humanidad donde los más olvidados son los primeros comprometidos en este mundo de justicia, paz  y amor.  Todo ello porque tenemos un Padre  común con un corazón como el de una madre grande grande que nos invita a todos a la misma mesa.  

Entonces, voy a contemplar nuestro mundo con los ojos de Dios y voy a dejar que Jesús “me instruya internamente” y me diga qué puedo hacer yo HOY para que este proyecto sea de verdad una realidad en camino…

SIEMPRE PUEDO MODIFICAR MI CAMINO. SIEMPRE PUEDO DEJARME SEDUCIR POR SU PRESENCIA Y CONVERTIRME A SU EVANGELIO DE GRACIA Y AMOR.

M. Celeste tuvo una relación muy fuerte con Jesús. He quitado algunos adjetivos del texto porque su lenguaje a veces se hace hoy un poco empalagoso,, según me dicen comoel de una  buena napolitana del siglo XVIII, pero el contenido es VIDA porque es EXPERIENCIA y experiencia DE DIOS.

Otra pista para orar:

Cada día dedica unos minutos más a la oración silenciosa. Verás como poco a poco vas compartiendo más la fe desde la experiencia interna y DIOS VA SIENDO MÁS Y MÁS TU CENTRO Y TU AMOR…

Después "ve y diles"… "lo que has visto y oido".

¡Buena Semana!
M. Luisa


M Celeste Crostarosa nos dice HOY:

¡Dios, amador mío! Te doy infinitas gracias porque te has dignado decir a mi corazón estas dulcísimas palabras llenas de bondad: “Te daré las llaves del reino de los cielos” (Mt. 19 19), queriendo decir con estas palabras que me has dado las llaves de tu amor, que son las llaves del cielo, habiéndome dado a tu Hijo para que viva su vida en mi corazón y yo viva en tu corazón en el cual, Verbo mío, me son revelados los tesoros de tu corazón y el amor de tu Espíritu que habita  en mi seno descubriéndome las verdades divinas.

 Y sigue compartiendo:

El amor mío y mi amor eras tú solo.  D. 9 52
Asia ha sido condenada a muerte a la horca
por el hecho de ser cristiana en Pakistan.
Oremos por ella en este momento crítico de su vida.
 Sus hijos pequeños de 4 y 8 años aún no saben por qué no está en casa.
Su marido no se atreve a decirles el por qué.


Oración

Roguemos para que todo el Pueblo de Dios 

llegue a ser más semejante a Cristo nuestro Rey.

Oh Dios y Padre nuestro, amante de tu pueblo:

Tú quieres que reconozcamos a nuestro Rey en Jesús, 
coronado de espinas y entronizado en una cruz,
como nuestro líder sin ejército  ni poder.
Con y como él, haz que elijamos el amor
como nuestro único poder,
y el servicio humilde como nuestra única grandeza.
Que sea éste el modo cómo su reinado crezca entre nosotros,
hasta que nos lleves a tu alegría y felicidad eternas.
Te lo pedimos por Jesucristo nuestro Señor.

http://porasiabibi.org


Primera lectura
Lectura del segundo libro de Samuel (5,1-3):

En aquellos días, todas las tribus de Israel fueron a Hebrón a ver a David y le dijeron: «Hueso tuyo y carne tuya somos; ya hace tiempo, cuando todavía Saúl era nuestro rey, eras tú quien dirigías las entradas y salidas de Israel. Además el Señor te ha prometido: "Tú serás el pastor de mi pueblo Israel, tú serás el jefe de Israel."»
 
Todos los ancianos de Israel fueron a Hebrón a ver al rey, y el rey David hizo con ellos un pacto en Hebrón, en presencia del Señor, y ellos ungieron a David como rey de Israel.


Salmo
Sal 121,1-2.4-5

R/.
 Vamos alegres a la casa del Señor

Qué alegría cuando me dijeron:
 
«Vamos a la casa del Señor»!
 
Ya están pisando nuestros pies
 
tus umbrales, Jerusalén.
 R/.

Allá suben las tribus,
 
las tribus del Señor,
 
según la costumbre de Israel,
 
a celebrar el nombre del Señor;
 
en ella están los tribunales de justicia,
 
en el palacio de David.
 R/.

Segunda lectura
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Colosenses (1,12-20):

Damos gracias a Dios Padre, que nos ha hecho capaces de compartir la herencia del pueblo santo en la luz. Él nos ha sacado del dominio de las tinieblas, y nos ha trasladado al reino de su Hijo querido, por cuya sangre hemos recibido la redención, el perdón de los pecados. Él es imagen de Dios invisible, primogénito de toda criatura; porque por medio de él fueron creadas todas las cosas: celestes y terrestres, visibles e invisibles, Tronos, Dominaciones, Principados, Potestades; todo fue creado por él y para él. Él es anterior a todo, y todo se mantiene en él. Él es también la cabeza del cuerpo: de la Iglesia. El es el principio, el primogénito de entre los muertos, y así es el primero en todo. Porque en él quiso Dios que residiera toda la plenitud. Y por él quiso reconciliar consigo todos los seres: los del cielo y los de la tierra, haciendo la paz por la sangre de su cruz.


Evangelio
Lectura del santo evangelio según san Lucas (23,35-43):

En aquel tiempo, las autoridades hacían muecas a Jesús, diciendo: «A otros ha salvado; que se salve a sí mismo, si él es el Mesías de Dios, el Elegido.»
 
Se burlaban de él también los soldados, ofreciéndole vinagre y diciendo: «Si eres tú el rey de los judíos, sálvate a ti mismo.»
 
Había encima un letrero en escritura griega, latina y hebrea: «Éste es el rey de los judíos.»
 
Uno de los malhechores crucificados lo insultaba, diciendo: «¿No eres tú el Mesías? Sálvate a ti mismo y a nosotros.»
 
Pero el otro lo increpaba: «¿Ni siquiera temes tú a Dios, estando en el mismo suplicio? Y lo nuestro es justo, porque recibimos el pago de lo que hicimos; en cambio, éste no ha faltado en nada.»
 
Y decía: «Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu reino.»
 
Jesús le respondió: «Te lo aseguro: hoy estarás conmigo en el paraíso.»



 Vivir para el reino de Dios


Una pregunta brota en quien busca sintonizar con Jesús: ¿qué es para él lo más importante, el centro de su vida, la causa a la que se dedicó por entero, su preferencia absoluta? La respuesta no ofrece duda alguna: Jesús vive para el reino de Dios. Es su verdadera pasión. Por esa causa se desvive y lucha; por esa causa es perseguido y ejecutado. Para Jesús, «solo el reino de Dios es absoluto; todo lo demás es relativo».

Lo central en su vida no es Dios simplemente, sino Dios con su proyecto sobre la historia humana. No habla de Dios sin más, sino de Dios y su reino de paz, compasión y justicia. No llama a la gente a hacer penitencia ante Dios, sino a «entrar» en su reino. No invita, sin más, a buscar a Dios, sino a «buscar el reino de Dios y su justicia».

Cuando pone en marcha un movimiento de seguidores que prolonguen su misión, no los envía a organizar una nueva religión, sino a anunciar y promover el reino de Dios.

¿Cómo sería la vida si todos nos pareciéramos un poco más a Dios? Este es el gran anhelo de Jesús: construir la vida tal como la quiere Dios. Habrá que hacer muchas cosas, pero hay tareas que Jesús subraya de manera preferente: introducir en el mundo la compasión de Dios; poner a la humanidad mirando hacia los últimos; construir un mundo más justo, empezando por los más olvidados; sembrar gestos de bondad para aliviar el sufrimiento; enseñar a vivir confiando en Dios Padre, que quiere una vida feliz para sus hijos e hijas.

Desgraciadamente, el reino de Dios es a veces una realidad olvidada por no pocos cristianos. Muchos no han oído hablar de ese proyecto de Dios; no saben que es la única tarea de la Iglesia y de los cristianos.

Ignoran que, para mirar la vida con los ojos de Jesús, hay que mirarla desde la perspectiva del reino de Dios; para vivir como él hay que vivir con su pasión por el reino de Dios.

¿Qué puede haber en estos momentos, para los seguidores de Jesús, más importante que comprometernos en una conversión real del cristianismo al reino de Dios? Ese proyecto de Dios es nuestro objetivo primero. Desde él se nos revela la fe cristiana en su verdad última: amar a Dios es tener hambre y sed de justicia como él; seguir a Jesús es vivir para el reino de Dios como él; pertenecer a la Iglesia es comprometerse por un mundo más justo.




Un rey y un reino diferentes 






      Este no es un reino como los demás ni nuestro rey se parece a ninguno de los que ha habido o habrá en la historia de la humanidad. Ya decía Jesús que estamos acostumbrados a que los poderosos nos exploten u opriman pero que entre nosotros no debía ser así. Lo malo es que las personas tendemos a imaginar lo desconocido a partir de su semejanza mayor o menor con las cosas que conocemos. Por eso, el mismo Jesús habló de reino y nosotros hemos terminado haciéndole a él rey. Y de tanto usar las palabras se nos ha colado de rondón la idea de que su reino es eso: un reino, y de que él es rey como lo son los reyes de este mundo. 
      ¿Cómo son los reyes de este mundo? De muchas maneras. Pero me gusta recordar la introducción de un libro de un sociólogo que leí hace muchos años sobre la política. Comenzaba el libro diciendo que en las sociedades animales de todo tipo siempre había un líder. Decía también que ese líder tenía muchas veces funciones de servicio a la comunidad: proteger a los más débiles, buscar alimento, etc. Pero lo que se daba siempre en esas sociedades animales es que el líder se aprovechaba del grupo. Es decir, tenía a su disposición las mejores hembras, era el primero en comer y tenía derecho, pues, a los mejores bocados, etc. Luego comenzaba el libro propiamente dicho a explicar los mecanismos de organización social que hemos dado en llamar “política”. No hacía falta decir nada más para entender que también en la sociedad humana los políticos muchas veces realizan un servicio a la sociedad pero que son más veces las que se aprovechan de ella, de nosotros, para su propio beneficio. 

El pacto de Hebrón
      Jesús no quería ser un rey de esa manera. Basta con leer el Evangelio detenidamente para entenderlo. Lo suyo es otra forma de comenzar. Posiblemente sea utópica en el sentido de imposible –por eso le costó la vida cuando lo intentó– pero es ciertamente otra forma de organizar la sociedad. Quizá la clave para comprender a Jesús y su idea de lo que era el reino nos la puede dar la primera lectura de este domingo. El segundo libro de Samuel nos cuenta que todas las tribus de Israel fueron a Hebrón y allí el rey David hizo con ellos un “pacto”. Es muy importante subrayar el “pacto”. Un pacto se hace entre iguales. A un pacto no se llega como resultado del poder de uno sobre los demás sino a través del diálogo, del acuerdo, del buen entendimiento. Y todos son responsables de guardar y llevar a la práctica el pacto.
      Lo que Jesús nos ofreció de parte de su Padre fue la firma de un nuevo pacto con la humanidad. Para poder llegar a ese acuerdo, Dios tomó la iniciativa: se abajó, no hizo alarde de su categoría de Dios, se puso a nuestro nivel. En definitiva, se encarnó. 
      Pero no le entendieron. Porque no es fácil. Los judíos tenían, como tantos hoy en día, la idea de un líder, un Mesías, que fuese todopoderoso y les solucionase de un golpe todos los problemas. Los judíos, como nosotros tantas veces, no querían sino volver a ser niños y que papá o mamá les hiciese la vida fácil. 

Ciudadanos libres del Reino de Dios
      Los judíos eliminaron a Jesús porque en lugar de llevarles a la victoria, a la independencia, a un nuevo reino de esplendor, les invitaba a hacer otro camino diferente: el de su reino, el de la fraternidad, el de la acogida a los marginados, a los pobres, a los indefensos, a los enfermos. Porque el reino del que hablaba Jesús era otra cosa. Jesús era peligroso porque invitaba a la gente a pensar, a ser libre y responsable, a madurar como personas, a no dar por supuesto que lo que hacían los poderosos estaba bien sino a ponerse al nivel y discutir y dialogar y sentirse responsable de buscar el bien común. Lo de Jesús era otra cosa. 
      Así que Jesús es nuestro rey pero no al estilo al que estamos habituados. Es un rey que no se siente superior a nosotros, que se abaja. Es un rey que termina muriendo en la cruz. Es un rey que no cree en el poder de las armas sino en la fuerza de la reconciliación, del amor gratuito, de la misericordia. Es un rey que mantiene la esperanza y que, en medio de las dificultades, es capaz de crear esperanza en el corazón de los que están cerca de él, como vemos en el evangelio de hoy. 
      Hoy tenemos la oportunidad de volver a sellar el pacto con nuestro rey. De igual a igual, nos comprometemos a trabajar por el reino. Mejor, por “su” reino. Creemos que vale la pena y que podemos intentar vivir y relacionarnos de otra manera, no basadas en la ley del más fuerte sino en el amor. La jugada es arriesgada. A Jesús le costó la vida. Pero nosotros estamos llenos de esperanza porque sabemos que el Dios de la Vida está de nuestro lado.
Fernando Torres Pérez cmf

Jesús nazareno, rey del universo




La fiesta de Cristo Rey fue establecida por la Iglesia en la época del ocaso de las monarquías con objeto de apoyar a las monarquías y aristocracias, interesadas por la pervivencia del Ancien Régime, y para oponerse a los nacientes regímenes republicanos, que representaban los intereses de los pobres, del liberalismo y de la naciente democracia. Sus orígenes son muy discutibles. Sin embargo, en todo caso, los textos de la liturgia de esta fiesta muestran la manera peculiar en que Cristo sería “Rey”.

Conviene recordar en qué consistían las esperanzas mesiánicas del pueblo judío en el tiempo de Jesús: unos esperaban a un nuevo rey, al estilo de David, tal como se lo presenta en la primera lectura de hoy. Otros, un caudillo militar que fuera capaz de derrotar el poderío romano; otros como un nuevo Sumo Sacerdote, que purificaría el Templo. En los tres casos, se esperaba un Mesías triunfante, poderoso.

El salmo que leemos hoy, también proclama el modelo davídico de “rey”. Jerusalén, la “ciudad santa” es la ciudad del poder, la ciudad del poder.

Eso explica por qué, cuando Jesús anuncia la Pasión a sus seguidores, no logran entender por qué tiene que ir a la muerte.

- El evangelio de hoy nos presenta cómo reina Jesús el Cristo: no desde un trono imperial, sino desde la cruz de los rebeldes. La rebelión de Jesús es la más radical de todas: pretende no sólo eliminar un tipo de poder (el romano, o el sacerdotal) para sustituirlo por otro, con un nombre distinto, pero basado en la misma lógica de dominación y violencia (que era lo que correspondía a las expectativas judías).

Podríamos decir que Jesús es el anti-modelo de rey de los sistemas opresores: no quiere dominar a las demás personas, sino promover, convocar, suscitar, el poder de cada ser humano, de modo que cada una y cada uno de nosotros asumamos responsablemente el peso y el gozo de nuestra libertad.

Uno de los grandes sicólogos del siglo XX, Erich Fromm, plantea, en su libro El miedo a la libertad, que ante la angustia que produce en el ser humano la conciencia de estar separados del resto de la creación, adoptamos dos actitudes igualmente patológicas: dominar a otros, y buscar de quién depender entregándole nuestra libertad. En ambos casos, las personas buscamos cómo, a través de estos mecanismos, disolver esa barrera que nos separa de las otras personas y del resto del universo. El pecado fundamental del ser humano es, según esto, un pecado de poder mal administrado, mal asumido. Y esto es el origen de todos los otros pecados: la avaricia, que conduce a un orden económico injusto; la soberbia, que nos impide ver con claridad nuestros errores y pecados; la mentira, que nos lleva a manipular o a dejarnos manipular; la lujuria, el sexo utilizado como instrumento de poder para “poseer”, oprimir; el miedo, que nos impide levantarnos y caminar sobre nuestros propios pies.

Enmarañados en estas trampas del poder a que nos conduce nuestro “miedo a la libertad”, cuando un régimen opresor de cualquier signo que sea se nos hace insoportable, buscamos como derrocarlo... para sustituirlo por otro que sin embargo funciona sobre la misma lógica. Esa es la lógica que Jesús desarticula de manera total y radical.

Cuando en Getsemaní acuden los soldados y las turbas “de parte de los sumos sacerdotes y ancianos del pueblo” (Mt 26, 47) para prender a Jesús, él no recurre a violencia de ningún tipo. Jesús se niega a ser coronado rey al estilo del “mundo” luego de la multiplicación de los panes y los peces (Jn. 6, 15). La tentación del poder, entendido al estilo de los sistemas opresores persigue a Jesús desde el desierto hasta la cruz. Y desde el desierto hasta la cruz, Jesús rechaza este modelo, denuncia con toda claridad que procede del diablo, del “príncipe de este mundo”, no cae en sus trampas. El costo de esta resistencia no sólo valiente sino lúcida de Jesús es la muerte.

En la cruz Jesús derrota total y radicalmente al demonio del poder concebido como violencia y opresión por una parte y como dependencia, sumisión y alienación por otra. De este modo que inaugura así un nuevo tipo de relaciones entre las personas y con el universo entero, basadas no en la dominación/dependencia, sino en el respeto mutuo, en la armonía, en la valentía para asumir el peso de la propia libertad responsable.

- En la carta a los Colosenses, Pablo señala cómo a través de Jesús el Cristo (primogénito de todas las criaturas, preexistente y co-creador del universo, cabeza de la iglesia, primicia de la plenitud de la Creación entera) se produce la reconciliación de todos los seres con Dios. Esta y otras expresiones paulinas han dado lugar a interpretaciones erróneas, que consideran que la muerte de Jesucristo en la cruz era el precio que había que pagar para que el Padre, enojado y rencoroso, perdonara a la humanidad pecadora.

Sin embargo, los evangelios nos muestran con claridad por qué y cómo es que Jesús nos reconcilia con el Padre: no por que ese Dios, padre y madre, sea un dios rencoroso, sino porque habíamos perdido el rumbo de la auténtica unidad con Dios y con el universo entero: esa que no se hace sucumbiendo a nuestro miedo existencia y escudándonos en posiciones de poder (dominante o dependiente) sino superando nuestros miedos, atreviéndonos a presentarnos tal como somos ante Dios, en total pobreza de espíritu, sin escudos protectores que nos impidan ver su rostro.

Los cristianos/as proclamamos que Cristo es el alfa y omega de los tiempos, Señor de la Historia. Pero -y sobre todo- que su señorío es el de quien libera de toda forma de opresión y sumisión, que nos da la libertad del Espíritu, que nos devuelve la filiación divina oscurecida por nuestros miedos, debilidades y pecados. Cristo Rey es pues el anti-rey a los ojos del “mundo”. Es el Cordero degollado (Ap. 5, 12) quien nos reconcilia con Dios y nos lleva, no de regreso al Paraíso Perdido, sino a la utopía de la Nueva Jerusalén, en la que no habrá rodilla que doblar más que  ante Dios... ¡que nos   libera, y nos manda ponernos en pie!

- Desgraciadamente, ¡cuántas veces en nuestra vida eclesial reproducimos los modelos de “reinado” del mundo, y no los de Dios en Jesucristo! ¡Cuántas veces establecemos relaciones de poder autoritarias en vez de fraternas! ¡Cuántas veces entramos en contubernio con los poderes del sistema, ya sea por acción o por omisión!

El modelo de “reinado” que nos presenta el “Cordero degollado” nos interpela y llama a la conversión. No es necesario ni conveniente subrayar la «realeza» de Jesús si ello conlleva tergiversar su auténtico y efectivo proyecto de vida. Hace daño, sobre todo a los más oprimidos, presentar esa imagen monárquica y principesca de un Jesús que, en verdad, dedicó toda su vida y sus energías a desenmascarar y a luchar contra ese tipo de estructuras.
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El evangelio de hoy es dramatizado en el capítulo 122 de la serie «Un tal Jesús», de los hnos. López Vigil, titulado «Hasta la muerte de cruz». El guión del capítulo, y su comentario, puede ser tomado de aquí: http://www.untaljesus.net/texesp.php?id=1600122
Puede ser escuchado aquí: http://www.untaljesus.net/audios/cap122b.mp3


Para la revisión de vida

A la luz de la fiesta de “Cristo Rey” y del modelo de relaciones entre personas y con la Creación, reflexiones sobre nuestras actitudes en los diversos ámbitos en que nos movemos, y preguntémonos:


¿Cómo son las relaciones de poder en nuestra pareja? ¿Se basan en la dominación/dependencia o en la promoción de la mutua libertad responsable de ambos?


¿Cómo son las relaciones de poder en la familia? ¿Nos valemos de nuestra autoridad como personas adultas para imponernos de manera autoritaria? ¿Justificamos en nombre de la “autoridad” nuestros abusos de poder, maltrato físico, verbal, psicológico? ¿Excusamos los abusos sexuales con algún argumento de poder?


Las relaciones entre los miembros de la Iglesia, siguen el modelo cristiano, o bien siguen el modelo autoritario, represivo, impositivo, excluyente, propio del “príncipe de este mundo?


En el seno de nuestra sociedad, ¿luchamos por nuevas relaciones de poder, según el modelo de Jesucristo, el anti-rey, que nos presentan los evangelios? ¿O nos plegamos a los modelos autoritarios? ¿O nos declaramos impotentes o indiferentes y renunciamos a la lucha?


Para la reunión de grupo

- En Gen. cap. 3 se nos presenta las desigualdades de género y la ruptura con la naturaleza como producto del pecado. ¿De qué manera el “reinado” de Cristo nos libera y nos marca una nueva lógica en las relaciones de poder?

- ¿De qué manera se presenta el pecado del poder en Gen. 4? ¿Qué hacer para revertir esta lógica diabólica?

- En los caps. 6 a 8 del Génesis se nos habla del diluvio que se produce como “castigo” de Dios. ¿Será realmente “castigo” de Dios, o producto de las relaciones de opresión que las personas establecemos sobre la naturaleza?

- En la carta a los Colosenses, ¿cómo interpretar los versículos 19 y 20 a la luz del nuevo “reinado” de Cristo?

- ¿Por qué era preciso que Jesús viviera la “derrota” de la cruz para que se iniciara el Reino de Dios en este mundo?

- Los Evangelios sinópticos (y el texto que leímos hoy en particular) nos presentan a Jesús durante la pasión lleno de humillaciones, dolores, sufrimientos, burlas. El evangelio de Juan en cambio, presenta la cruz como la glorificación del Hijo y del Padre. (Jn 12,23. 28; 17, 1) ¿Cómo explicar esta diferencia de enfoques?

Venga a nosotros tu Reino
Padre nuestro que estás y reinas en el cielo,
que estás también y quieres reinar en la tierra;
ayúdanos a ser y vivir como hermanos.
Que tu nombre sea bendito, santificado, respetado;
que todos te conozcan,
y que nosotros te demos a conocer en nuestra vida.
Que venga tu Reino: que venga la justicia, la solidaridad, la paz;
que nadie muera de hambre, ni de sed, ni de odio;
que nadie sea explotado, oprimido,
que nadie sea excluido, marginado, discriminado.
Que venga tu Reino, tu Espíritu,
y se adueñe de nuestros corazones
y empiece en ellos a reinar con fuerza,
para que nos empeñemos ya en hacer tu voluntad
en la tierra, como se hace en el cielo;
para que anticipemos ya en el suelo
el reino de solidaridad que hay en el cielo.
                                              
José Enrique Galarreta