En el grupo de padres HOY preparé esta oración:
Introducción:
Tres
clases de almas, tres plegarias:
+ Soy un arco de
violín en tus manos Señor.
Táñeme para que
no me pudra.
+ No me tañas
demasiado fuerte, Señor, que puedo quebrarme.
+ Táñeme fuerte
Señor, que más da si me quiebro.
Es importante ser consciente de dónde estoy situado, plantado -diría otro-. En ese momento y en esa situación que estoy Dios me sale a mi encuentro.
Canto:
EN NUESTRA OSCURIDAD ENCIENDE LA LLAMA DE TU AMOR, SEÑOR
Silencio corto
Recuérdales que estén
dispuestos a toda forma de obra buena, sin insultar ni buscar riñas; sean
condescendientes y amables con todo el mundo. Porque antes también nosotros,
con nuestra insensatez y obstinación, íbamos fuera de camino; éramos esclavos
de pasiones y placeres de todo género, nos pasábamos la vida fastidiando y
comidos de envidia, éramos insoportables y nos odiábamos unos a otros. Mas
cuando ha aparecido la bondad de Dios, nuestro Salvador, y su amor al hombre,
no por las obras de justicia que hayamos hecho nosotros, sino que según su
propia misericordia nos ha salvado, con el baño del segundo nacimiento y con la
renovación por el Espíritu Santo; Dios lo
derramó copiosamente sobre nosotros
por
medio de Jesucristo, nuestro Salvador. Así, justificados por su gracia,
somos, en esperanza, herederos de la vida eterna. Tito 3,1-7
El Señor es mi
pastor, nada me falta:
en verdes
praderas me hace recostar;
me conduce hacia
fuentes tranquilas
y repara mis
fuerzas.
Me guía por el
sendero justo,
por el honor de
su nombre.
Aunque camine
por cañadas oscuras,
nada temo,
porque tú vas conmigo:
tu vara y tu
cayado me sosiegan.
Preparas una
mesa ante mí,
enfrente de mis
enemigos;
me unges la
cabeza con perfume,
y mi copa
rebosa.
Tu bondad y tu misericordia
me acompañan
todos los días
de mi vida,
y habitaré en la
casa del Señor
por años sin
término.
Sal 22,1-3a.3b-4.5.6
Evangelio
Yendo Jesús
camino de Jerusalén, pasaba entre Samaria y Galilea. Cuando iba a entrar en un
pueblo, vinieron a su encuentro diez leprosos, que se pararon a lo lejos y a
gritos le decían: «Jesús, maestro, ten compasión de nosotros.»
Al verlos, les
dijo: «ld a presentaros a los sacerdotes.»
Y, mientras iban
de camino, quedaron limpios. Uno de ellos, viendo que estaba curado, se volvió
alabando a Dios a grandes gritos y se echó por tierra a los pies de Jesús,
dándole gracias. Éste era un samaritano.
Jesús tomó la
palabra y dijo: «¿No han quedado
limpios los diez?; los otros nueve, ¿dónde están? ¿No ha vuelto más que este
extranjero para dar gloria a Dios?»
Y le dijo:
«Levántate, vete; tu fe te ha salvado.»
Lc 17,11-19