viernes, 29 de octubre de 2010

HOY EL CIELO Y LA TIERRA SE UNEN

Solemnidad de Todos los Santos


La oración es la vida del corazón nuevo.

El que ha resucitado VIVE-EN-DIOS 
una vida nueva.

ORAR ANTE EL ICONO DE LA TRINIDAD (y III) _ Dios en éxodo y misión _ http://www.redentoristas.org/rinconoracion/orar_iconos.html#trinidad3

Oración Colecta
Oremos al Dios de la vida.
    (Pausa)
Oh Dios, fuente de vida:
Tú nos has creado para la vida, el amor y la alegría.
Ya que tomamos parte también en la cruz de Jesús,
en las penas y dolores de la vida,
mantén viva nuestra esperanza
de que tu amor fiel tendrá la palabra final
y de que la vida vencerá a la muerte
porque tú has resucitado a Cristo de entre los muertos.
Danos un anhelo firme y una fe inquebrantable
en que tú nos resucitarás con él;
y haz que esta convicción sea nuestra fuerza
cada día de nuestra vida.
Te lo pedimos por medio de Cristo nuestro Señor.


Primera lectura
Lectura del libro del Apocalipsis (7,2-4.9-14):

Yo, Juan, vi a otro Ángel que subía del Oriente y tenía el sello de Dios vivo; y gritó con fuerte voz a los cuatro Ángeles a quienes había encomendado causar daño a la tierra y al mar: «No causéis daño ni a la tierra ni al mar ni a los árboles, hasta que marquemos con el sello la frente de los siervos de nuestro Dios.» 
Y oí el número de los marcados con el sello: ciento cuarenta y cuatro mil sellados, de todas las tribus de los hijos de Israel. Después miré y había una muchedumbre inmensa, que nadie podría contar, de toda nación, razas, pueblos y lenguas, de pie delante del trono y el Cordero, vestidos con vestiduras blancas y con palmas en sus manos. 
Y gritan con fuerte voz: «La salvación es de nuestro Dios, que está sentado en el trono, y del Cordero.»
Y todos los Ángeles que estaban en pie alrededor del trono de los Ancianos y de los cuatro Vivientes, se postraron delante del trono, rostro en tierra, y adoraron a Dios diciendo: «Amén, alabanza, gloria, sabiduría, acción de gracias, honor, poder y fuerza, a nuestro Dios por los siglos de los siglos, amén.»
Uno de los Ancianos tomó la palabra y me dijo: «Esos que están vestidos con vestiduras blancas quiénes son y de dónde han venido?»
Yo le respondí: «Señor mío, tu lo sabrás.»
Me respondió: «Esos son los que vienen de la gran tribulación; han lavado sus vestiduras y las han blanqueado con la Sangre del Cordero.»


Salmo
Sal 23,1-2.3-4ab.5-6

R/.
 Este es el grupo que viene de a tu presencia, Señor 

Del Señor es la tierra y cuanto la llena,
el orbe y todos sus habitantes:
él la fundó sobre los mares,
él la afianzó sobre los ríos. R/.

Quién puede subir al monte del Señor?
Quién puede estar en el recinto sacro?
El hombre de manos inocentes y puro corazón,
que no confía en los ídolos. R/.

Ése recibirá la bendición del Señor,
le hará justicia el Dios de salvación.
Éste es el grupo que busca al Señor,
que viene a tu presencia, Dios de Jacob. R/.

Segunda lectura
Lectura de la primera carta del apóstol san Juan (3,1-3):

Mirad qué amor nos ha tenido el Padre para llamarnos hijos de Dios, pues lo somos! El mundo no nos conoce porque no le conoció a él. Queridos, ahora somos hijos de Dios y aún no se ha manifestado lo que seremos. Sabemos que, cuando se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal cual es. Todo el que tiene esta esperanza en él se purificará a sí mismo, como él es puro. 


Evangelio

Lectura del santo Evangelio según san Mateo (5,1-12):

Viendo la muchedumbre, subió al monte, se sentó, y sus discípulos se le acercaron. Y tomando la palabra, les enseñaba diciendo: «Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos. Bienaventurados los mansos, porque ellos poseerán en herencia la tierra. Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados. Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados. Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia. Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios. Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios. Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los Cielos. Bienaventurados seréis cuando os injurien, y os persigan y digan con mentira toda clase de mal contra vosotros por mi causa. Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en los cielos; pues de la misma manera persiguieron a los profetas anteriores a vosotros.» 

COMENTARIOS

El Concilio Vaticano II afirma: “Todos estamos llamados a la santidad”. San Juan nos asegura que Dios Padre nos llama hijos suyos, y cuando lo veamos tal cual es, seremos semejantes a Él.

Hay gritos de guerra y gritos que anuncian la paz; hay gritos por catástrofes y otros que proclaman la victoria; hay gritos de dolor y de gozo. El Apocalipsis nos convoca a fiesta, como fruto y regalo de los que son santos. “Un ángel gritó con voz potente: «No dañéis a la tierra ni al mar ni a los árboles».” Por los siervos de nuestro Dios. “Una muchedumbre inmensa gritaba: «La victoria es de nuestro Dios». Todos los ángeles decían: «La alabanza, y la gloria, y la sabiduría, y la acción de gracias, y el honor, y el poder  y la fuerza son de nuestro Dios».”

El júbilo proviene de la proclamación más solemne que hace Jesús de quiénes son los bienaventurados: “los que lloran, los sufridos, los que tienen hambre y sed de justicia, los misericordiosos, los limpios de corazón, los que trabajan por la paz, los perseguidos… Estad alegres y contentos, porque vuestra recompensa será grande en el cielo”.

Al reflexionar sobre los títulos que hacen felices y bienaventurados, se descubren las paradojas del Evangelio, que a su vez se convierten en claves para alcanzar la bienaventuranza. En la revelación positiva que hace Jesús, descubrimos el secreto de la santidad. Se nos ha revelado el camino por donde subir al Monte Santo.

“El que cree, tiene vida eterna” (Jn  6, 47). El que cree en mí, aunque muera, vivirá (Jn 11, 25). El que cree en el Hijo tiene vida eterna (Jn 3, 36).
“El que me ame, será amado de mi Padre; y yo le amaré y me manifestaré a él» (Jn 14, 21). “El que se declare por mí ante los hombres, también el Hijo del hombre se declarará por él  ante los ángeles de Dios” (Lc 12, 8).
“El que persevere hasta el fin, ése se salvará.” (Mt 10, 22; 24, 13).
“El que pierda su vida por mí, la encontrará”. (Mt 10, 39) “El que quiera llegar a ser grande entre vosotros, será vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros, será vuestro esclavo” (Mt 20, 26-27). “El que se humille, será ensalzado” (Mt 23, 12). «El que reciba a este niño en mi nombre, a mí me recibe; y el que me reciba a mí, recibe a Aquel que me ha enviado; pues el más pequeño de entre vosotros, ése es mayor». (Lc 9, 48).
 “El que obra la verdad, va a la luz” (Jn 3, 21). “El que beba del agua que yo le dé, no tendrá sed jamás, sino que el agua que yo le dé se convertirá en él en fuente de agua que brota para vida eterna» (Jn 4, 14). “El que escucha mi Palabra y cree en el que me ha enviado, tiene vida eterna” (Jn 5, 24)El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna, y yo le resucitaré el último día” (Jn 6, 54). “El que me siga no caminará en la oscuridad, sino que tendrá la luz de la vida» (Jn 8, 12). “El que odia su vida en este mundo, la guardará para una vida eterna” (Jn 12, 25).
No podemos refugiarnos en la ignorancia. Se nos ha mostrado el camino de la santidad.
P. Ángel de Buenafuente del Sistal

Pongo este comentario del  domingo porque los santos son los que buscan a Jesús y, sobre todo, se dejan encontrar por Él que siempre está con los brazos abiertos para acogernos.



31/10/2010: Domingo XXXI T. Ordinario. Ciclo C
Lecturas: Sb 11,22-12,2; Sal 144, 1-2.8-11; 2Tes 1, 11-2,2; Lc 19, 1-10

Una vez se me acercó un niño que acaba de hacer la comunión y me preguntó cómo hablaba Jesús. Me quedé desconcertado, porque después de tres años de catequesis y preparación, comprendí que a lo mejor no le habíamos sabido explicar cómo relacionarse con Dios. Me armé de valor y paciencia, e intenté explicarle cómo podía sentir la voz del Señor en la oración, en el trato íntimo con él, en los sacramentos… la verdad, necesité de varios encuentros, por lo complicado del tema, y por la juventud e inexperiencia del muchacho.
Pero normalmente nosotros sabemos por donde pasa Jesús, como Zaqueo en el Evangelio. Sabemos cuáles son las mejores higueras que sirven de atalaya para verlo pasar por nuestra vida. Lo que pasa es que quizá somos vagos y no nos subimos. La oración, los sacramentos, el hermano que sufre, la comunidad, los acontecimientos de nuestra vida… Pero os puedo asegurar que quien se sube a estos árboles, quien sabe usar todo esto, quien se arriesga a ser visto por el Señor experimenta lo mismo que aquel recaudador.
Se llena de alegría y se lanza a cambiar de vida. Porque el encuentro con Jesús tiene una consecuencia, el cambio radical de vida. Si le dejamos que entre hasta el fondo de nuestra casa, ya no podemos vivir igual que antes. Puede que tú no seas tan “pecador” como Zaqueo, pero todo el mundo necesita que la salvación le llegue, que Jesús (Dios salva, no lo olvidemos) atraviese los umbrales de nuestra inconstancia y nuestra dejadez para transformarnos desde dentro.
Permitámosle a Jesús cumplir con su misión, como dice el versículo final, dejémosle que nos encuentre y nos cambie. En la Eucaristía tenemos la mejor de las higueras, porque Dios mismo nos habla, nos alimenta y nos impulsa a seguir caminando. Cuando hoy salgas por la puerta de la iglesia, mira si has cambiado en algo, ese es el termómetro para ver si has asistido de verdad, si te has puesto a tiro o si por el contrario, sigues debajo de la higuera, tratando de pasar desapercibido ante Dios.
Emilio López Navas, sacerdote

  
M. Celeste celebra  su  314  “cumpleaños”. Nació en Nápoles el 31 de octubre de 1696.

Dice ella en su Autobiografía que  “a la edad de cinco o seis años el Señor comenzó a darle conocimiento de su divinidad pasivamente, tan suave que concibió el deseo de amarlo y servirlo. Habiéndola dotado de buen entendimiento  y del uso de la razón  antes de tiempo de manera que se dirigía a Dios en su ‘respiración’  amorosa muy frecuentemente, tenía deseos y ardor en la voluntad pero no sabía cómo satisfacerlos. Tenia avidez de escuchar las cosas que le eran enseñadas por sus padres a cerca de la fe cristiana… Oía con placer y gusto la vida de los santos   que habían amado mucho a Dios y los tomaba por sus abogados. Y también el Señor le hablaba al corazón diciéndole muchas cosas. De vez en cuando la llamaba y la urgía a amarlo con algunas breves palabras interiores, sin que ella supiera lo que era.  Y caminando así llegó a la edad de 9 años. “

"Era de naturaleza muy viva y sensible" ….

También nos dice en los Diálogos:

¿Cómo podré darte gracias, oh único amante de mi corazón?,
Unidas con Jesús por el deseo tendremos voluntad de ser sacrificadas  en Jesús al divino Padre y satisfacer por los pecados de todos nuestros prójimos y cooperar  a la Redención con Jesús para satisfacer el amor de  nuestro único bien.  M. Celeste Crostarosa - Diálogos del alma, D. 9 p. 173 - editorial  PS.

"¿Cómo puede ser, Señor mío,  que tan cariñosamente  quieras estrecharme contigo?" 
D. 3 


 Oración
Señor de los vivos:
Tú quieres que vivamos incluso después de la muerte
como personas totalmente humanas y completas,
y, sin embargo, hechos totalmente diferentes por tu amor.
En virtud de esta eucaristía danos la gracia de creer,
con una fe tranquila pero firme,
que la vida tiene sentido y vale la pena vivirla,
y que la muerte no es el final,
sino un comienzo totalmente nuevo.
Que esta certeza nos anime a compartir nuestra esperanza
con los que no encuentran sentido a su vida.
Te lo pedimos por Jesucristo nuestro Señor.


miércoles, 27 de octubre de 2010

AQUÍ Y AHORA EXPERIMENTAMOS LA SALVACIÓN

Lectura del santo evangelio según san Lucas (13,22-30):

En aquel tiempo, Jesús, de camino hacia Jerusalén, recorría ciudades y 
aldeas enseñando.

Uno le preguntó: «Señor, ¿serán pocos los que se salven?»

Jesús les dijo: «Esforzaos en entrar por la puerta estrecha. Os digo 
que muchos intentarán entrar y no podrán. Cuando el amo de la casa se 
levante y cierre la puerta, os quedaréis fuera y llamaréis a la 
puerta, diciendo: "Señor, ábrenos"; y él os replicará: "No sé quiénes 
sois." Entonces comenzaréis a decir: "Hemos comido y bebido contigo, y 
tú has enseñado en nuestras plazas." Pero él os replicará: "No sé 
quiénes sois. Alejaos de mí, malvados." Entonces será el llanto y el 
rechinar de dientes, cuando veáis a Abrahán, Isaac y Jacob y a todos 
los profetas en el reino de Dios, y vosotros os veáis echados fuera. Y 
vendrán de oriente y occidente, del norte y del sur, y se sentarán a 
la mesa en el reino de Dios. Mirad: hay últimos que serán primeros, y 
primeros que serán últimos.»

Palabra del Señor

Comentario al Evangelio del Miércoles 27 de Octubre del 2010
Pedro Barranco

Queridos hermanos y hermanas:

Durante años y casi siglos los cristianos anduvimos obsesionados con 
el tema de la salvación. Nos rondaba por la cabeza aquello de “”al 
final, el que se salva sabe y el que no no sabe nada”. No es que el 
tema de la salvación personal no sea importante. Lo es. ¡Cómo no! Pero 
andaba un poco descolocado y mal planteado. Como se buscaba la 
salvación personal, la cuestión se centraba en una especie de concurso 
de méritos para ver quién podía presentar al final de su vida ante el 
tribunal definitivo una lista de acciones (misas, rosarios, 
meditaciones, sacrificios, actos de caridad...) que garantizase la 
entrada en el cielo.

Con ese planteamiento a muchos se les olvidaba que la jugada no estaba 
en la compraventa sino en la gratuidad. Donde se juega la salvación es 
en el amor vivido y experimentado en el aquí y en el ahora de cada 
día. Nos salvamos aquí cuando damos la mano al hermano, cuando 
rescatamos al perdido, cuando levantamos al hundido, cuando liberamos 
al oprimido. Y aquí y ahora experimentamos la salvación cuando nos 
miramos en los ojos del otro y vemos al hermano y juntos nos sentimos 
hijos en el Hijo. A Dios le conocemos en el hermano y Dios nos conoce 
en los hermanos. Y compartimos el pan en torno a la mesa única del 
Padre. La salvación no está arriba sino abajo. No se trata de mirar a 
Dios sino al hermano. No se trata de rezar mucho sino de amar mucho.

Un abrazo en el Señor resucitado.

Pedro Barranco

viernes, 22 de octubre de 2010

NO TENGO MIEDO A DEJARME MIRAR POR JESÚS

Lecturas Domingo 30º del Tiempo Ordinario - Ciclo C

 Domingo 24 de Octubre del 2010

La oración me desenmascara, me coloca  ante el Señor  como soy. No tengo miedo a dejarme mirar por él porque me encuentro con la ternura y con la compasión  de DIOS-AMOR. 

Contempladlo y quedaréis radiantes. Cfr. Salmo 33

Alguien decía que todos llevamos dentro “un fariseo”. El camino de la oración nos va quitando máscaras, actitudes  farisaicas, rollos que nos impiden amar en verdad a  las hermanas y los hermanos.  Nos va haciendo más felices porque nos va haciendo reconocernos pobres en Él, criaturas que todo lo esperan de él.

Te dejo con la Palabra de esta semana para que penetre en tu corazón y te haga TESTIGO DEL AMOR SIN MEDIDA.


Oración Colecta
Oremos a Dios,
pues esperamos de él todo lo bueno.
(Pausa)
Oh Padre amable y misericordioso,
con las manos vacías nos presentamos ante ti.
Perdónanos por las veces que presumimos
por el bien que sólo con tu gracia pudimos hacer.
Llena nuestra pobreza con tus dones,
líbranos de despreciar a ninguno de nuestros hermanos
y danos un corazón agradecido
por todo lo que hemos recibido de ti.
Te lo pedimos por Jesucristo nuestro Señor.

Primera lectura
Lectura del libro del Eclesiástico (35,12-14.16-18):

El Señor es un Dios justo, que no puede ser parcial; no es parcial contra el pobre, escucha las súplicas del oprimido; no desoye los gritos del huérfano o de la viuda cuando repite su queja; sus penas consiguen su favor, y su grito alcanza las nubes; los gritos del pobre atraviesan las nubes y hasta alcanzar a Dios no
descansan; no ceja hasta que Dios le atiende, y el juez justo le hace justicia.


Salmo
Sal 33,2-3.17-18.19.23

R/.
 Si el afligido invoca al Señor, él lo escucha

Bendigo al Señor en todo momento,
su alabanza está siempre en mi boca;
mi alma se gloría en el Señor:
que los humildes lo escuchen y se alegren. R/.

El Señor se enfrenta con los malhechores,
para borrar de la tierra su memoria.
Cuando uno grita, el Señor lo escucha
y lo libra de sus angustias. R/.

El Señor está cerca de los atribulados,
salva a los abatidos.
El Señor redime a sus siervos,
no será castigado quien se acoge a él . R/.

Segunda lectura
Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a Timoteo (4,6-8.16-18):

Estoy a punto de ser sacrificado, y el momento de mi partida es inminente. He combatido bien mi combate, he corrido hasta la meta, he mantenido la fe. Ahora me aguarda la corona merecida, con la que el Señor, juez justo, me premiará en aquel día; y no sólo a mí, sino a todos los que tienen amor a su venida. La primera vez que me defendí, todos me abandonaron, y nadie me asistió. Que Dios los perdone. Pero el Señor me ayudó y me dio fuerzas para anunciar íntegro el mensaje, de modo que lo oyeran todos los gentiles. Él me libró de la boca del león. El Señor seguirá librándome de todo mal, me salvará y me llevará a su reino del cielo. A él la gloria por los siglos de los siglos. Amén.


Evangelio
Lectura del santo evangelio según san Lucas (18,9-14):

En aquel tiempo, a algunos que, teniéndose por justos, se sentían seguros de sí mismos y despreciaban a los demás, dijo Jesús esta parábola: «Dos hombres subieron al templo a orar. Uno era fariseo; el otro, un publicano. El fariseo, erguido, oraba así en su interior: "¡Oh Dios!, te doy gracias, porque no soy como los demás: ladrones, injustos, adúlteros; ni como ese publicano. Ayuno dos veces por semana y pago el diezmo de todo lo que tengo." El publicano, en cambio, se quedó atrás y no se atrevía ni a levantar los ojos al cielo; sólo se golpeaba el pecho, diciendo: "¡Oh Dios!, ten compasión de este pecador." Os digo que éste bajó a su casa justificado, y aquél no. Porque todo el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido.»



Del mercadeo a la gratuidad 

      Uno de los sentimientos más profundos de toda persona humana es el temor frente a la inseguridad, frente a lo desconocido, frente a lo que no controlamos. Por eso, una de las motivaciones más comunes para nuestras decisiones, para nuestros actos, es la búsqueda de una mayor seguridad. Trabajamos para ganarnos el pan de hoy y el de mañana, para estar seguros de que mañana vamos a poder seguir alimentándonos y vivir. Ponemos cerraduras en nuestras casas para estar seguros frente a la amenaza de lo desconocido que está al otro lado del recinto en que nos sentimos seguros. Es la misma razón por la que las naciones tienen ejércitos y policías para proteger sus fronteras. Esa seguridad, a todos los niveles, la pretendemos comprar con nuestro trabajo, con nuestro dinero, con nuestro esfuerzo. 



      Sin darnos cuenta esa misma motivación también funciona en nuestra relación con Dios. Buscamos la seguridad ante él, que Dios no sea una amenaza para nuestra vida. Queremos tenerle de nuestro lado. Y tenemos la tentación de querer comprar la benevolencia de Dios, de asegurarnos de que Dios está a nuestro favor. Más si tenemos en cuenta que Dios lo puede todo y lo sabe todo. Ante él no hay engaño posible. Hay que cumplir fielmente sus normas y condiciones. Sus reglas y mandamientos. Esa es la manera como podemos estar seguros. La idea de la condenación se aleja en la medida en que obedecemos su voluntad. Y nos aseguramos la salvación. 

El fariseo compra la salvación 
      Hay personas que viven así su relación con Dios. Rezan rosarios, van a misa, cumplen con los mandamientos, aman al prójimo. Pero todo no es más que una forma de pagar el precio que cuesta la salvación. Dicho de otra manera, así se sienten seguros de tener la salvación eterna, de tener a Dios de su parte. 
      En el evangelio de este domingo se nos presenta así la figura del fariseo. Cumple con todas las normas y leyes. Hace incluso más de lo que está legalmente exigido. Por eso se siente seguro de poder levantar la cabeza frente a Dios. Él no es como los demás pecadores. Con todo su bagaje de cumplimiento, está convencido de que puede dirigirse a Dios de tú a tú. Y prácticamente exigirle la salvación. Ha pagado su precio. Lo normal es que obtenga a cambio lo que ahora se le debe: la salvación. 


      La verdad es que el fariseo no se ha enterado de nada. Se ha confundido de medio a medio. No se ha dado cuenta de que lo mejor de la vida no se compra sino que se encuentra regalado. Para empezar, Dios nos ha regalado la vida y la libertad y la conciencia. Y, sobre todo, la capacidad de amar y ser amados. Dios nos ha regalado su amor. El amor es el verdadero caldo de cultivo de la vida, de la felicidad, de la salvación. Y el amor siempre se regala. Nunca se compra. Nunca se puede comprar. Ni con todo el oro del mundo. Ni con todos los sacrificios ni misas ni rosarios ni ayunos ni oraciones ni... 

El publicano experimenta la compasión de Dios
      El publicano tiene conciencia de que no merece nada. Es un superviviente de la vida. Ha chapaleado en el barro tratando de mantener la cabeza fuera. No tiene ningún título ni privilegio que poner en la presencia de Dios. Sabe que sólo puede esperar y confiar en la compasión y en la misericordia del que le regaló la vida. Por eso se sitúa atrás, al fondo de la sinagoga y mantiene los ojos bajos. Sólo confía y espera. No tiene nada. Pero, precisamente por eso, sólo él puede experimentar la gratuidad del amor de Dios, que le sigue bendiciendo con la vida y abriéndole caminos de esperanza y de perdón. La paradoja está en que es el fariseo el que encuentra la salvación, la justificación, ante Dios mientras que el fariseo se va con las manos vacías. O mejor, se va con las manos llenas de muchos actos religiosos pero vacías de Dios.
      La experiencia básica de la fe cristiana es el encuentro gratuito con Dios y con su amor manifestado en Cristo. Ese amor transforma la vida de la persona, le capacita para amar y para vivir agradecida. Todo lo que viene luego –cumplir las normas, participar en la eucaristía, orar con la Palabra, ponerse al servicio de los hermanos más necesitados– no es una forma de conseguir méritos ante Dios sino expresión y comunicación del amor sentido y experimentado, del amor recibido de Dios. El publicano volvió a su casa capacitado para amar porque se dejó llenar por la misericordia y la compasión de Dios. El fariseo volvió a su casa dispuesto a seguir cumpliendo normas y leyes que le dejaban siempre en un callejón sin salida en el que nunca se encontraba de verdad con el Dios del Amor y de la Vida.

M. Celeste  Crostarosa nos dice hoy:

¿Quién no se admira de ver  que un Dios de tanta majestad escoja una cosa tan vil como  objeto de su amor? ¿Cómo haces tú Señor una elección tan mala? No te fíes tanto de esta pobre criatura,  que ciertamente hará de las suyas si tú no te empeñas en protegerlo y atarlo a tu lado con cadenas de amor? . Sí, amado mío, tú en este día descubres a mi espíritu  su nada con la inmensidad  de tu ser divino.  Diálogos  6, 81





Oración después de la Comunión

Oh Dios, Padre nuestro misericordioso:

Nos damos cuenta de que somos pecadores,
constantemente necesitados de tu misericordia.
En la pobreza de nuestros corazones
te damos gracias
por habernos permitido tomar parte
en el banquete de Jesús,
a pesar de nuestra poca fe
y de nuestro tibio amor.
Continúa aceptándonos tal como somos,
ayúdanos a ser y a obrar mejor,
y recibe nuestra sincera acción de gracias
por todo el bien que has hecho en favor nuestro
y de nuestros hermanos y hermanas.
Te lo pedimos por Jesucristo nuestro Señor.



Bendición
Hermanos: En esta eucaristía hemos dado gracias a Dios por habernos enriquecido con la gracia de Jesús y su evangelio. Que Dios nos colme con sus buenos dones y con su bendición.
Y así, que la bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo, descienda sobre nosotros y nos acompañe siempre.

sábado, 16 de octubre de 2010

JESÚS, CONTEMPLATIVO EN LA ACCIÓN





XXIX Domingo del Tiempo Ordinario (Lc 18, 1-8) - Ciclo C
Por 
José Enrique Galarreta

Siguiendo también con la lectura continua de Lucas, encontramos hoy una Palabra de Jesús sobre la oración. Es muy interesante reflexionar sobre varios aspectos más bien técnicos de este pasaje.

En primer lugar, el género mismo de las parábolas. Jesús habla en parábolas. Y no es un capricho. Jesús sabe que nuestros conceptos y nuestras ideas se quedan cortos para abarcar a Dios. Por eso, no hace Teología, una construcción racional sistemática para hablar de Dios.

Hace comparaciones. Y las comparaciones tienen una ventaja y un peligro: la ventaja es que "nos ponen en buena dirección" para entender algo de Dios. El agua, la luz, el pastor, el padre... Dios no es agua ni luz ni pastor ni padre... pero pensando lo que son esas cosas para nosotros, entendemos bastante bien lo que es Dios para nosotros.


El peligro es que sacamos a veces consecuencias inapropiadas: por ejemplo en esta parábola se puede sacar la consecuencia de que "hay que cansar a Dios" para forzarle a hacernos caso. Y no es ése el mensaje. El mensaje es: "si hasta un juez malo atiende al que le pide, ¿cómo no os va a atender vuestro padre?".

Esto nos da la oportunidad de recordar que el mensaje de las parábolas, el mensaje de los evangelios e incluso el mensaje de la Biblia entera, es un único mensaje desarrollado en mil fragmentos que se complementan. Un sólo fragmento, aislado del contexto global, no es significativo. Es importante por tanto recordar el mensaje completo de Jesús sobre la oración, sin limitarnos a un solo pasaje.

Encontramos en los evangelios mensajes parecidos al texto de hoy:

"Si vuestro hijo os pide un pez, ¿le daréis una serpiente? O si os pide pan ¿le daréis una piedra? Pues si vosotros, con lo malos que sois, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre de los cielos?" (Mt. 7: 9-11)

En ellos se muestra que hay que orar, incluso en oración de petición: que es nuestra postura lógica de hijos ante un padre en quien confiamos.

Otros pasajes matizan y enfocan correctamente nuestra oración: Mateo, (6:7-8) se nos da un mensaje que parece contradecir al que leemos en la parábola de hoy:

"Cuando oréis, no seáis palabreros como los paganos, que piensan que a fuerza de palabras serán oídos. No los imitéis, pues vuestro Padre sabe lo que necesitáis antes de que se lo pidáis".

Estos mensajes parecen opuestos, pero no son más que complementarios. Lo vamos a desarrollar más ampliamente a continuación.

Lo que Jesús dice sobre la oración es complemento de lo que Jesús hace. Examinemos brevemente la oración de Jesús, norma y modelo de la nuestra.

"Una vez, estaba en un lugar orando. Cuando terminó, uno de los discípulos le pidió:
- Maestro, enséñanos a orar, como Juan enseñó a sus discípulos"
Y les contestó:
- " Cuando oréis, decid:
Padre, santificado sea tu nombre,
venga tu reino,
danos hoy el pan de mañana,
perdónanos nuestros pecados, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden,
no nos dejes sucumbir en la prueba."
(LUCAS 11: 1-4 )

No podemos olvidar que la oración enseñada expresamente por Jesús es el Padre Nuestro.

Podríamos "traducir" el Padre Nuestro, personalizándolo un poco, así:

- PADRE: "Soy tu hijo, necesito decirte todo esto"

- SANTIFICADO SEA TU NOMBRE: "Lo que más me importa, lo que más deseo, lo mejor para todos"

- VENGA TU REINO : "Que venga a mí, ¡conviérteme!. Que venga a todos."

- HÁGASE TU VOLUNTAD: “Ya sé que se hace, lo acepto, vivo fiándome de Ti."

- DANOS HOY NUESTRO PAN: "Que no falte tu Palabra, tu Pan, tu Eucaristía. Que no me falte a mí, que no le falte a nadie"

- PERDONAMOS COMO NOS PERDONAS: "Me instalo en el mundo de la Familia: el Padre y los hermanos vivimos del perdón."

- NO NOS DEJES CAER EN TENTACIÓN: "No me dejes, llévame de la mano, que el mal es más fuerte que yo."

- LÍBRANOS DEL MAL: "De lo que tú sabes que es mal, aunque a mí me parezca bien."

En resumen, en las "peticiones" del Padre Nuestro no hay oración de petición, en el sentido que nosotros damos a esa expresión. Pedir el Reino, su Voluntad, el Perdón, el Pan, la Liberación del mal, es lo mismo que decir, una y otra vez, que aceptamos y deseamos el Reino. Es la realización de aquella frase de Jesús:

Buscad primero el Reino de Dios y su justicia: lo demás, os lo darán por añadidura.

Innumerables veces en los evangelios vemos a Jesús orando. Frecuentemente, Jesús se levantaba temprano y se iba al campo, a orar en soledad. Varias veces se dice que "se pasaba las noches casi enteras en oración".

Pero, a lo largo del día, cuando no está orando expresamente, "tiene levantado el corazón" hacia su Padre, le invoca antes de cada milagro, le da gracias constantemente, le ve en las cosas y en los sucesos. Vive en oración, es contemplativo en la acción.

Y en los peores momentos de su vida, se refugia en la oración, por ejemplo, en la oración del Huerto de Getsemaní, en la que no hace más que quejarse ante el Padre y aceptar su voluntad, y en la Cruz, en la que, en medio de la mayor oscuridad interior, se refugia en la oración vocal. Y muere gritando a su Padre, confiándose a Él.

De esto sacamos varias consecuencias importantes: que Jesús es un hombre, lleno del espíritu, pero un hombre. Y como paradigma de lo humano, de lo humano lleno del Espíritu, nos muestra la actitud básica del ser humano: estar en continua referencia a Dios.

Los humanos alimentamos nuestra fe en la oración. La oración es como respirar. Siempre respiramos, pero a veces nos damos cuenta, lo hacemos expresamente, intensamente, conscientemente. Así es el clima de Jesús: siempre está en las cosas de su Padre, siempre está con Él, y a veces, muchas veces, de una manera expresa: eso alimenta su vida, la vida del Espíritu se alimenta así. Es parte del espíritu de la parábola de hoy. Orad mucho, constantemente.

Jesús ora mucho y pide poco. Cuando pide, suele ser por los otros. Pero hay una vez en que pide, y desesperadamente: "Que pase de mí este cáliz". Y, esa vez, el cáliz no pasará. "Que no se haga mi voluntad sino la tuya". Y, naturalmente, se hizo SU voluntad, no la de Jesús.

Nosotros pedimos mucho y oramos poco. Confiamos en cansar a Dios para que al fin nos haga caso. Pero esto no funciona así: ya sabe nuestro Padre lo que necesitamos. Pero sabe también -y nosotros no- lo que nos conviene.

Cuando pedimos a Dios cosas desesperadamente hacemos bien, porque para eso somos hijos, para poder decirle a nuestro Padre todo. Dios también hace bien cuando nos da o no nos da: Él sí sabe lo que es bueno. Cuando pedimos y no recibimos, dudamos de Dios: ¿no oye, no es bueno...? Pero deberíamos dudar de nosotros: ¿pedimos cosas convenientes?

Generalmente pedimos milagros, pedimos que Dios altere para nosotros el curso normal de los acontecimientos, que intervenga, que me cure, que suceda lo que me interesa...

El mundo no funciona así. Dios no funciona así. Por supuesto que puede haber milagros: Dios puede hacer lo que quiera. Pero no lo suele hacer, ni tenemos por qué pedirlo.

El milagro es que aceptemos la vida y saquemos de ella, sea como sea, un medio de servir a Dios. Es la inversión de la fe: no usar a Dios para lo que me gusta, me conviene, me interesa. Usar la vida, me guste o no, me vaya bien o no, para servir a Dios.


LA FINALIDAD DE LA ORACIÓN ES ORAR 

Solemos orar para conseguir algo, para pedir, para... La oración es su propio fin: estar con Dios, oír a Dios, sentir a Dios, agradecer a Dios, expresarse ante Dios. La oración es el clima normal de un creyente. Oramos porque creemos, porque nos sale de dentro, porque somos así, porque en la esencia de nuestro ser está Él.

Solemos decir que es difícil orar. No es cierto. Es sencillísimo: "levantar el corazón". Como la madre piensa en sus hijos aunque esté haciendo otra cosa. Como un profesional tiene un asunto en la cabeza y le está dando vueltas en el coche, al comer.... Lo tienen dentro, en cuanto no está su mente ocupada en otra cosa, vuelven a ello.

La dificultad no está en la oración, sino en nuestro nivel de fe.


MODOS DE ORAR

Recordemos maneras sencillas de orar.

Leer despacio, degustando. Desde la Sagrada Escritura hasta un libro de viajes. De todo se puede levantar el corazón a Dios. Desde cualquier pista se puede despegar.

Canturrear: muchas canciones, religiosas y no tanto, nos ayudan a levantar el corazón. Esto tiene la ventaja, además, de que vuelven a despertar los sentimientos que tuvimos alguna vez al oírlas o cantarlas. El salmo de hoy (ver al final) tiene una preciosa música. La cantaremos en la Eucaristía del domingo. Tararearla nos recordará lo que sentimos, nos volverá a traer La Palabra.

Recitar fórmulas, jaculatorias, frases, que nos han impresionado alguna vez. Alguna de las lecturas del domingo, frasecitas del evangelio, versos de salmos. Repetirlas muchas veces. Si es en voz alta, mejor, así lo decimos y lo volvemos a oír, y nos llega más adentro.

Quedarse mirando, lo que llamamos contemplar, sin pensar apenas. Que una imagen, vista o imaginada, se nos vaya metiendo dentro. Aquí lo importante es sentir. Podemos sentir gozo al ver colores, admiración al ver el mar, ternura al ver niños, compasión, exaltación, horror... Si estamos viviendo ante Dios, todo eso nos hará sentirle más. Si lo hacemos ante imágenes religiosas, cuadros, escenas, símbolos, es exactamente igual; pero sin pensar mucho, dejándose invadir delante de Dios.

Hablarle a Dios de los otros. Puedo andar por la calle y mirar a la gente, y pedirle a Dios por los que pasan. Así me daré cuenta de cuántos necesitan ayuda, muestran sufrimiento, preocupación, pobreza....

Distraerse ante Dios. "Me distraigo mucho e la oración". Pues cuéntaselo. Si te distraes, es que eso está muy presente en tu mente, te preocupa: piensa en eso delante de Dios, incluso fingiendo un diálogo, incluso hablándoselo en alta voz. Dios no está ausente de nuestras preocupaciones: hagámoslo presente. Cuéntaselo.

Y MIL OTRAS MANERAS QUE A TODOS, A CUALQUIERA, SE OS PUEDEN OCURRIR


LA EUCARISTÍA ES ORACIÓN


Solemos ir a la eucaristía de espectadores. De espectadores aburridos mientras el sacerdote recita fórmulas. De espectadores críticos en la homilía. Pues no: a la eucaristía vamos de actores, de celebrantes. El sacerdote preside: todos celebramos.

En la eucaristía escuchamos y respondemos, rezamos y cantamos, ofrecemos y compartimos... La eucaristía es, ante todo, una gran oración, un lugar de encuentro con Dios en la comunidad de creyentes, un lugar de encuentro con los hermanos creyentes que nos hacen presente a Dios.

Si yo no celebro, si no actúo, asistir a la eucaristía es como ver una película ya vista. Pasan cosas en la pantalla, pero yo estoy fuera. Es como una fiesta, un cumpleaños: si todos van "a ver qué pasa, a ver qué nos dan"... será una triste fiesta. Si todos van "a celebrar", "a felicitar", "a encontrarse con los amigos", "a que salga bien"... saldrá bien, y al salir seremos más amigos.

Vamos a la eucaristía a expresar la fe, a rezar, a renovarnos, a agradecer. La Palabra de la eucaristía puede alimentar nuestra oración de la semana.
en CAMINO MISIONERO- Blog católico de oraciones y reflexiones pastorales sobre la liturgia dominical. Para compartir y difundir el material brindado. Creemos que Dios regala Amor y Liberación gratuita e incondicionalmente.

jueves, 14 de octubre de 2010

ORAR SIEMPRE SIN DESANIMARSE


DOMINGO 29º Tiempo ordinario (C)


Aquí tienes una semana más unos cuantos materiales que me pueden ayudar en tu oración personal o comunitaria. Me quedo ahí donde el Espíritu  me indique, aunque solo sea una Palabra, un sentimiento, un deseo... y si nada me dice lee y releo la Palabra hasta que cale tu corazón. 
Dejo que la Palabra sea en mi viva.... Todo un camino hasta dejar que JESÚS VIVA PLENAMENTE EN MI. 
Nuestro mundo necesita de testigos y sólo si he contemplado la Palabra puedo ser testigo ante el mundo de lo que he visto y oído. 
¡Buena Semana!
mlred-en

Oración Colecta

Oremos,  y pidamos el don de la perseverancia en la oración.
 
Señor Dios nuestro:
Sabemos que tú eres nuestro Padre amoroso,
que nos esperas
y que estás atento a nosotros
en cada momento de nuestras vidas.
Dígnate, pues, aceptar nuestra oración
como un grito de confianza
que surge derecho desde la pobreza de nuestros corazones.
Si tú no atiendes nuestra súplica
cuando pedimos cosas perjudiciales,
concédenos lo que realmente necesitamos
y guarda viva nuestra confianza
de que tú eres bueno y nos amas
ya que tú eres nuestro Padre
en Jesucristo nuestro Señor.


Primera lectura
Lectura del libro del Éxodo (17,8-13):

En aquellos días, Amalec vino y atacó a los israelitas en Rafidín. Moisés dijo a Josué: «Escoge unos cuantos hombres, haz una salida y ataca a Amalec. Mañana yo estaré en pie en la cima del monte, con el bastón maravilloso de Dios en la mano.»
Hizo Josué lo que le decía Moisés, y atacó a Amalec; mientras Moisés, Aarón y Jur subían a la cima del monte. Mientras Moisés tenía en alto la mano, vencía Israel; mientras la tenía baja, vencía Amalec. Y, como le pesaban las manos, sus compañeros cogieron una piedra y se la pusieron debajo, para que se sentase; mientras Aarón y Jur le sostenían los brazos, uno a cada lado. Así sostuvo en alto las manos hasta la puesta del sol. Josué derrotó a Amalec y a su tropa, a filo de espada.

Palabra de Dios

Salmo
Sal 120,1-2.3-4.5-6.7-8

R/.
 El auxilio me viene del Señor, que hizo el cielo y la tierra

Levanto mis ojos a los montes:
¿de dónde me vendrá el auxilio?
El auxilio me viene del Señor,
que hizo el cielo y la tierra. R/.

No permitirá que resbale tu pie,
tu guardián no duerme;
no duerme ni reposa
el guardián de Israel. R/.

El Señor te guarda a su sombra,
está a tu derecha;
de día el sol no te hará daño,
ni la luna de noche. R/.

El Señor te guarda de todo mal,
él guarda tu alma;
el Señor guarda tus entradas y salidas,
ahora y por siempre. R/.

Segunda lectura
Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a Timoteo (3,14–4,2):

Permanece en lo que has aprendido y se te ha confiado, sabiendo de quién lo aprendiste y que desde niño conoces la sagrada Escritura; ella puede darte la sabiduría que, por la fe en Cristo Jesús, conduce a la salvación. Toda Escritura inspirada por Dios es también útil para enseñar, para reprender, para corregir, para educar en la virtud; así el hombre de Dios estará perfectamente equipado para toda obra buena. Ante Dios y ante Cristo Jesús, que ha de juzgar a vivos y muertos, te conjuro por su venida en majestad: proclama la palabra, insiste a tiempo y a destiempo, reprende, reprocha, exhorta, con toda paciencia y deseo de instruir.

Palabra de Dios

Evangelio
Lectura del santo evangelio según san Lucas (18,1-8):

En aquel tiempo, Jesús, para explicar a sus discípulos cómo tenían que orar siempre sin desanimarse, les propuso esta parábola: «Había un juez en una ciudad que ni temía a Dios ni le importaban los hombres. En la misma ciudad había una viuda que solía ir a decirle: "Hazme justicia frente a mi adversario." Por algún tiempo se negó, pero después se dijo: "Aunque ni temo a Dios ni me importan los hombres, como esta viuda me está fastidiando, le haré justicia, no vaya a acabar pegándome en la cara."»
Y el Señor añadió: «Fijaos en lo que dice el juez injusto; pues Dios, ¿no hará justicia a sus elegidos que le gritan día y noche?; ¿o les dará largas? Os digo que les hará justicia sin tardar. Pero, cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará esta fe en la tierra?»

Palabra del Señor


ORAR: TEORÍA Y PRÁCTICA



EL CLAMOR DE LOS QUE SUFREN
J

La parábola de la viuda y el juez sin escrúpulos es, como tantos otros, un relato abierto que puede suscitar en los oyentes diferentes resonancias. Según Lucas, es una llamada a orar sin desanimarse, pero es también una invitación a confiar que Dios hará justicia a quienes le gritan día y noche. ¿Qué resonancia puede tener hoy en nosotros este relato dramático que nos recuerda a tantas víctimas abandonadas injustamente a su suerte?
En la tradición bíblica la viuda es símbolo por excelencia de la persona que vive sola y desamparada. Esta mujer no tiene marido ni hijos que la defiendan. No cuenta con apoyos ni recomendaciones. Sólo tiene adversarios que abusan de ella, y un juez sin religión ni conciencia al que no le importa el sufrimiento de nadie.
Lo que pide la mujer no es un capricho. Sólo reclama justicia. Ésta es su protesta repetida con firmeza ante el juez: «Hazme justicia».Su petición es la de todos los oprimidos injustamente. Un grito que está en la línea de lo que decía Jesús a los suyos: "Buscad el reino de Dios y su justicia".
Es cierto que Dios tiene la última palabra y hará justicia a quienes le gritan día y noche. Ésta es la esperanza que ha encendido en nosotros Cristo, resucitado por el Padre de una muerte injusta. Pero, mientras llega esa hora, el clamor de quienes viven gritando sin que nadie escuche su grito, no cesa.
Para una gran mayoría de la humanidad la vida es una interminable noche de espera. Las religiones predican salvación. El cristianismo proclama la victoria del Amor de Dios encarnado en Jesús crucificado. Mientras tanto, millones de seres humanos sólo experimentan la dureza de sus hermanos y el silencio de Dios. Y, muchas veces, somos los mismos creyentes quienes ocultamos su rostro de Padre velándolo con nuestro egoísmo religioso.
¿Por qué nuestra comunicación con Dios no nos hace escuchar por fin el clamor de los que sufren injustamente y nos gritan de mil formas: "Hacednos justicia"? Si, al orar, nos encontramos de verdad con Dios, ¿cómo no somos capaces de escuchar con más fuerza las exigencias de justicia que llegan hasta su corazón de Padre?
La parábola nos interpela a todos los creyentes. ¿Seguiremos alimentando nuestras devociones privadas olvidando a quienes viven sufriendo? ¿Continuaremos orando a Dios para ponerlo al servicio de nuestros intereses, sin que nos importen mucho las injusticias que hay en el mundo? ¿Y si orar fuese precisamente olvidarnos de nosotros y buscar con Dios un mundo más justo para todos?(Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).JOSÉ ANTONIO PAGOLA, vgentza@euskalnet.net
SAN SEBASTIÁN (GUIPUZCOA).


¿No hará justicia a sus elegidos?

       Leo las lecturas y se me quedan resonando las últimas frases del evangelio. ¿No hará justicia Dios a sus elegidos que le gritan día y noche? Pienso en las mujeres maltratadas o explotadas sexualmente, pienso en los niños a los que se les pone un fusil en las manos y se les envía a la guerra, pienso en las familias que malviven de rebuscar en los basureros de las grandes ciudades de los países pobres, pienso en los refugiados que se han visto obligados a dejar sus casas por la violencia, pienso en los condenados a muerte por la “justicia” de tantos países, pienso en los países donde los homosexuales son tratados como delincuentes, pienso en los que sufren la violencia de las pandillas callejeras, pienso en los que están metidos en el infierno de la droga, pienso en los enfermos que sufren sin siquiera los medios para paliar su dolor o la compañía que les permita superar la soledad, pienso en los que sobreviven trabajando a cambio de salarios de explotación. 


       Se me hace un nudo en la garganta. Algunas voces me dicen que la historia siempre ha sido así y siempre será, que las cosas con como son y que no las vamos a cambiar por más que lo intentemos. Pero de dentro me surge la fe en el Dios de la Vida, del Amor, de la Justicia. Tiene que haber esperanza para todos esos a los que les ha tocado la peor de esta vida. Tiene que haber justicia para ellos. Si no fuese así, Dios sería injusto. Hasta sería mejor pensar que no existe. 
Esperamos en la justicia de Dios
       La fe alienta nuestra esperanza. No puede ser de otra manera. Esperamos que Dios haga la justicia que nosotros no hemos sabido hacer. Porque cuando creemos que hacemos justicia a veces liamos más la madeja. Terminamos pensando que hacer una guerra y derrotar y humillar al enemigo es hacer justicia. Confundimos la venganza con la justicia. Saciamos nuestro deseo de revancha pero lo único que hacemos es alimentar la espiral de la violencia. Y nos vemos metidos en un laberinto en el que no sabemos encontrar la salida. Hasta que no nos queda más que pisar para no ser pisados. Lo malo es que el otro tiene exactamente la misma motivación.
       No puede ser la nuestra, pues, una esperanza en una justicia que se parezca a la de la primera lectura. No podemos ni pensar en derrotar al enemigo como lo hizo Josué: a filo de espada. Se llame Amalec o con cualquier otro nombre. Porque Jesús nos ha descubierto que todos somos hijos de Dios. En consecuencia, a poco que discurramos, nos daremos cuenta de que toda guerra es siempre una guerra civil, fratricida. La justicia de Dios no puede ser como la nuestra. Será diferente. Tendrá que ser diferente.
       
No sabemos como será exactamente la justicia de Dios. Pero con el Evangelio en la mano podemos decir que ciertamente
no estará hecha de venganza ni de odio. Es una justicia que dará a cada uno lo suyo (pero eso “suyo” no se identifica necesariamente con unos títulos de propiedad), lo que necesita para vivir en plenitud, para gozar y disfrutar de este regalo que Dios nos ha dado: la vida, el amor, la libertad, la fraternidad... Es una justicia que estará hecha de perdón y misericordia, de reconciliación. Es una justicia que cura y sana, que nos permite comenzar de nuevo y ver el mundo y a las personas con ojos limpios.
Un nuevo estilo de vivir
       Esperar en esa justicia nos hace comprometernos aquí y ahora. La justicia de Dios que esperamos nos provoca a la fe y nos hace comportarnos de una manera justa, al estilo de Dios, con los hermanos y hermanas, con nuestro mundo, con nuestra tierra. A la pregunta de Jesús al final del evangelio podemos responder que sí, que aquí estamos nosotros creyendo y viviendo la fe en el día a día, en nuestro trabajo, en nuestra familia, con los amigos, a la hora de votar en las elecciones, creando espacios de libertad y diálogo, siendo tolerantes y comprensivos, acompañando al que está sólo y abandonado, compartiendo lo que tenemos...

       La Palabra alienta nuestra fe. Como dice la segunda lectura, es la sabiduría que nos conduce a la salvación. La salvación la esperamos en el futuro. La plenitud de Dios la esperamos en el futuro. Porque Dios es nuestro futuro. Pero ya está incoada en el presente. Y cada vez que tendemos la mano al hermano, que curamos una herida, que perdonamos, que hacemos justicia, la salvación de Dios se va haciendo realidad en nuestro mundo, aquí y ahora. Esta es nuestra fe y nuestra esperanza. 
 Fernando Torres Pérez cmf

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 Hacemos un rato de silencio, para que la Palabra de Dios pueda anidar en nuestros corazones...
Animador(a):
Vamos a descubrir juntos lo que Dios nos quiere decir en este texto:
  1. ¿ Quiénes son las personas que aparecen en el texto? ¿Qué hace y qué dice el fariseo? ¿Qué hace y qué dice el cobrador de impuestos?
  2. ¿ Cómo resulta la oración del fariseo? ¿Cómo resulta la oración del cobrador de impuestos?
  3. ¿ Por qué motivos podríamos dar gracias a Dios como lo hizo el fariseo?
  4. ¿ A qué nos llama este texto, en el día de nuestra vida cristiana?

CELEBREMOS JUNTOS LA PALABRA DE DIOS

Animador(a):
Jesús condenó la autosuficiencia de los fariseos.
Monseñor Romero nos dice: ¨¡Mucho cuidado católicos! Comenzando por nosotros...No creamos que por tener alguna responsabilidad en la iglesia, somos lo mejor del cristianismo. Somos signos, pero puede ser como la campana: es signo, llama, pero se queda fuera¨. (13 de agosto 1977)
¨...Nosotros tenemos que compartir con el pueblo la conversión¨  (22 de mayo, 1977)
Conclusión:
Jesús, te pedimos la gracia de abrir nuestros ojos y nuestro corazón. Te agradecemos por lo bueno que pudimos hacer con tu ayuda. Sobre todo, te pedimos perdón por lo que no hicimos, por no tratar a cada hermano como a tí mismo...
* Nos ponemos todos de rodillas y cada uno dice en voz alta una petición que Dios le inspira ahora en su corazón...
* Podemos rezar el salmo 34 (33) versículos 2 -3, 17 - 19, y 23.
* Escuchamos en este salmo la experiencia de los humildes que no tienen otro apoyo más que El.
* compromiso
Canto Final.
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PULSO A TU MISERICORDIA
  
Señor:
demasiados interrogantes,
dudas y oscuridades;
a veces, demasiados golpes,
heridas y fracasos,
como para no protestar
y plantearte pleito.

Me enfado y quejo,
te reprocho, te increpo
y levanto la voz,
te acuso de ambiguo y tramposo
y me enfrento a ti sin autocensura,
mantengo el pleito.

Y Tú, no te incomodas
ni te impacientas,
ni rompes los lazos de seducción y amor
que un día forjaste;
toleras nuestras impertinencias
aunque se repitan.

Pero no sé si te ríes
o eres todo misericordia
rompiendo nuestros esquemas.

Quizá te agrade nuestra libertad,
frescura y rebeldía,
y temas más el silencio
y la incomunicación de tus hijos
que nuestros cuestionamientos
y salidas de tono.

Sabes que este pulso sucede,
aunque no lo parezca,
en nuestro huerto y bodega;
y que es reflejo de nuestra trayectoria vital
que se asemeja a un arco de tiro
que, al tensarse, une los dos extremos
con los que juega y se manifiesta.

Cuanto más nos tensamos,
más juntos están en nosotros
la rebeldía y la confianza,
la protesta y la obediencia,
el grito y el abrazo,
el no y el amén;
y más veloz sale la flecha
con los anhelos más cálidos y vivos,
dejando las cañadas oscuras,
hacia la tierra prometida
y el regazo de quien le da acogida.

Y después de tantas quejas y protestas,
o en medio de ellas,
la única respuesta que descubrimos
está ya tatuada en la historia
y en la Buena Noticia:
Si tenéis fe,
¡cómo no voy a hacer justicia!
   
Florentino Ulibarri



La plenitud de la justicia está en la entrega absoluta y total.
Esto no tiene nada que ver con nuestra justicia.
La mayor de las injusticias sufrida desde esta perspectiva,
es compatible con la plenitud humana más absoluta.

Jesús en la cruz, llegó a la plenitud humana
porque se identificó totalmente con Dios.
Ahí está su máxima gloria.
Ese es el camino que él ha marcado para todo ser humano.
Darse totalmente es la meta más alta que puede alcanzar el hombre.

Nuestra justicia está siempre mezclada con la venganza.
Mi plenitud no está en la derrota del enemigo
sino en dejarme derrotar por mantenerme en el amor.
Esto es el evangelio. ¿Quién se lo cree?
F. Marcos



M. Celeste nos dice:

Por su sola misericordia VIVE DE AMOR. Todo o que vive es amor. Da lo mismo que recibe de Dios. Respira aquel suavísimo aliento que le es espirado. No hay fatiga, no hay perturbación alguna de ninguna parte. TODO ES AMOR. 'SU CORAZÓN Y SU CARNE SE ALEGRAN EN EL DIOS VIVO'.
Salmo 83, 3 
  1. Celeste Gr. p.77
Para llegar a vivir solo de amor necesitamos tener el corazón desprendido de todo lo que no es Dios y disponible. ¡Estamos en camino!
mlred-en



Bendición
Hermanos: Esta eucaristía nos ha recordado fuertemente que una oración perseverante y confiada debe ser necesariamente una oración de sensibilidad y preocupación por los débiles y por los pobres, y que esa preocupación debe expresarse administrándoles justicia.
Que el Señor nos dé esa fuerza y nos bendiga.
Y así, que la bendición de Dios todopoderoso, Padre, y Espíritu Santo descienda sobre nosotros y nos acompañe siempre.


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Gracias Padre por el Pan y la Palabra;
al despedirnos te pedimos que Jesús sea para nosotros
la única Palabra, el único Pan.
Por el mismo Jesús, tu hijo, nuestro Señor.