viernes, 27 de julio de 2012

LA CRISIS SE ACABA ASÍ: QUE CADA CUAL COMPARTA EL DON RECIBIDO


Lecturas Domingo 17º del Tiempo Ordinario - Ciclo B

              

Oración Colecta


Oh Dios, Padre nuestro:
Tú das a tus hijos en todas partes
el alimento y los dones necesarios
para una vida plenamente humana,
aunque el egoísmo nos impida tantas veces
repartirlos justa y fraternalmente.
Que tu Hijo nos dé bondadosamente
el pan de su palabra, que nutre nuestra fe,
el de su paz, que nos proporciona descanso,
el de su consuelo, que nos da esperanza y alegría,
y también el pan nutritivo “de cada día”,
que nos sustenta en nuestro caminar
hacia ti y hacia los hermanos.
Enséñanos a compartir este pan con todos,
movidos por la justicia y la fraternidad,
como un detalle anticipado del banquete de fiesta
que tú tienes preparado para nosotros en el cielo.
Te lo pedimos por Cristo nuestro Señor. 
R/ Amén

Primera lectura

Lectura del segundo libro de los Reyes (4,42-44):

En aquellos días, uno de Baal-Salisá vino a traer al profeta Eliseo el pan de las primicias, veinte panes de cebada y grano reciente en la alforja.
Eliseo dijo: «Dáselos a la gente, que coman.»
El criado replicó: «¿Qué hago yo con esto para cien personas?»
Eliseo insistió: «Dáselos a la gente, que coman. Porque así dice el Señor: Comerán y sobrará.»
Entonces el criado se los sirvió, comieron y sobró, como había dicho el Señor.

Salmo
Sal 144,10-11.15-16.17-18

R/. Abres tú la mano, Señor, y nos sacias

Que todas tus criaturas te den gracias,
Señor, que te bendigan tus fieles;
que proclamen la gloria de tu reinado,
que hablen de tus hazañas. R/.

Los ojos de todos te están aguardando,
tú les das la comida a su tiempo;
abres tú la mano,
y sacias de favores a todo viviente. R/.

El Señor es justo en todos sus caminos,
cerca está el Señor de los que lo invocan,
de los que lo invocan sinceramente. R/.


Segunda lectura
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Efesios (4,1-6):

Yo, el prisionero por el Señor, os ruego que andéis como pide la vocación a la que habéis sido convocados. Sed siempre humildes y amables, sed comprensivos, sobrelleváos mutuamente con amor; esforzaos en mantener la unidad del Espíritu con el vínculo de la paz. Un solo cuerpo y un solo Espíritu, como una sola es la esperanza de la vocación a la que habéis sido convocados. Un Señor, una fe, un bautismo. Un Dios, Padre de todo, que lo trasciende todo, y lo penetra todo, y lo invade todo.


Evangelio

Lectura del santo evangelio según san Juan (6,1-15):

En aquel tiempo, Jesús se marchó a la otra parte del lago de Galilea (o de Tiberíades). Lo seguía mucha gente, porque habían visto los signos que hacía con los enfermos. Subió Jesús entonces a la montaña y se sentó allí con sus discípulos. Estaba cerca la Pascua, la fiesta de los judíos.
Jesús entonces levantó los ojos, y al ver que acudía mucha gente, dice a Felipe: «¿Con qué compraremos panes para que coman éstos?» Lo decía para tentarlo, pues bien sabía él lo que iba a hacer.

Felipe contestó: «Doscientos denarios de pan no bastan para que a cada uno le toque un pedazo.»

Uno de sus discípulos, Andrés, el hermano de Simón Pedro, le dice: «Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y un par de peces; pero, ¿qué es eso para tantos?»

Jesús dijo: «Decid a la gente que se siente en el suelo.»

Había mucha hierba en aquel sitio. Se sentaron; sólo los hombres eran unos cinco mil. Jesús tomó los panes, dijo la acción de gracias y los repartió a los que estaban sentados, y lo mismo todo lo que quisieron del pescado.

Cuando se saciaron, dice a sus discípulos: «Recoged los pedazos que han sobrado; que nada se desperdicie

Los recogieron y llenaron doce canastas con los pedazos de los cinco panes de cebada, que sobraron a los que habían comido.

La gente entonces, al ver el signo que había hecho, decía: «Éste sí que es el Profeta que tenía que venir al mundo.»

Jesús entonces, sabiendo que iban a llevárselo para proclamarle rey, se retiró otra vez a la montaña él solo.

Para la preparación de la oración puedes escoger algún texto que te ayude a conocer más la Palabra de Dios: 

COMENTARIOS

Este relato se identifica como "milagro de la multiplicación de panes y peces". Sin embargo, creo que el título no se adapta al contenido. Más que de multiplicación, aquí se habla de un problema tremendamente actual, tan actual que podríamos decir eterno: se habla de partir y repartir el pan para que haya para todos y sobre. Se habla no de hacer el "milagro" de la multiplicación de panes y peces, de los alimentos necesarios para la vida –milagro que, por lo demás, ya ha hecho la ciencia moderna, pues ya hay alimentos suficientes para todos los que habitamos el planeta-, sino de una invitación a repartir lo que cada uno tiene entre todos de modo que haya para todos y sobre; se habla de que todos puedan ejercer el derecho de sentarse a la mesa de la vida y participar de los dones que Dios nos ha dado, de modo que se acabe con esta sociedad injusta en la que una minoría vergonzante de familias poderosas y países ricos retiene el capital necesario para que el resto tenga lo suficiente, al menos para vivir. El acaparamiento de los bienes creados por parte de unos pocos, el sentido de propiedad privada insolidaria tan arraigado en nuestra sociedad crea la necesidad y la carencia. Frente a la sociedad injusta que provoca la miseria, propone Jesús su alternativa: la abundancia se consigue rompiendo con el egoísmo acaparador y practicando la solidaridad en el compartir.

El don de todo lo que se tiene, que aparece en el episodio, es una formulación extrema. Con ella señala Jesús que el amor no se pone límite y expresa la disposición a procurar el bien de los hombres sin reservas. Jesús da un ejemplo de solidaridad sin límite para estimular a la solución generosa de los problemas del mundo.

Jesús no usa medios divinos, sino humanos. No hay un maná llovido del cielo procurado milagrosamente, sino pan terrestre, hecho por el ser humano y distribuido por éste. El episodio enseña así que, para solucionar los problemas humanos, no se requiere una extraordinaria intervención divina, sino que basta la acción del la persona humana coordinada con la de Dios.

La dificultad está en que muchos no quieren asumir su parte de responsabilidad en la tarea común. Prefieren una figura de poder que les asegure la vida. La solución a la injusticia, sin embargo, no se encuentra en el poder de uno, sino en el amor y solidaridad de todos".


Jesús, sentado en el monte en medio de su comunidad, les plantea el problema de la comida. Tiene delante de sí una multitud y se siente responsable de ella. Sabe de antemano que la cuestión, aunque es económica, no se resuelve solamente con dinero. Hace falta mucha gente como Andrés que sabe mirar la realidad y descubrir los recursos que tiene la comunidad y ponerlos a disposición de Jesús que sabe
muy bien lo que va a hacer con ellos. Hará que dejen de ser propiedad de unos pocos y pasen a ser compartidos por todos. Jesús es el buen pastor que lleva a su rebaño a los verdes pastos. Es el buen líder que hace sentar a todo el mundo, no como en los festines sociales donde los ricos se sientan y los pobres se quedan de pie. Se preocupa de la buena distribución de los bienes y de que no se desperdicie nada. Hoy en día lo que los pueblos ricos desperdician alcanzaría para saciar el
hambre de la humanidad.
La gente comprende que Jesús tiene un proyecto nuevo y quieren hacerlo rey. Pero Jesús no cae en la tentación. La justicia no brota del poder sino del compartir. Padre Juan Alarcón Cámara S.J.

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Teresa tenía 8 años cuando oyó a sus padres que hablaban de su hermanito Andrés. Todo lo que supo era que su hermanito estaba muy enfermo y que no tenían dinero para la operación.

Teresa oyó decir a su padre: "Sólo un milagro puede salvar a Andrés".


Teresa fue a su habitación y contó cuidadosamente las monedas que había ahorrado. Se fue a la farmacia y le dijo al farmacéutico: "Mi hermano está muy enfermo y quiero comprar un milagro. ¿Cuánto cuesta un milagro?"


"Lo siento, pero aquí no vendemos milagros. No puedo ayudarte", le contestó.


El hermano del farmacéutico que estaba allí en aquel momento se agachó y le preguntó a la niña: "¿Qué clase de milagro necesita tu hermanito?"


No lo sé. Mi madre dice que necesita una operación y quiero pagarla con mi dinero.


"¿Cuánto dinero tienes?" le preguntó.


Tengo un dólar y cinco centavos.


Estupendo, qué coincidencia, sonrió el hombre, eso es exactamente lo que cuesta un milagro para los hermanitos.


Cogió el dinero de la niña y le dijo: "Llévame a tu casa. Veamos si tengo la clase de milagro que necesitas".


Ese hombre, el hermano del farmacéutico, era el Doctor Carltom Armstrong, un cirujano. Y operó al niño gratis.


"Esa operación, susurraba la madre, ha sido un verdadero milagro. Me pregunto cuánto habrá costado."


Teresa sonreía, ella sí sabía lo que había costado, un dólar y cinco centavos , más la fe de una niña.


Un milagro es siempre un acto de amor y de imaginación. No hay milagros en la casa del odio. Sólo el amor da vida y multiplica los favores. El odio es el extintor número uno.


Se dice que todo lo que el rey Midas tocaba se convertía en oro. Nosotros podemos decir hoy y cada vez que predicamos a Jesucristo que todo lo que hizo y toda persona que Él tocó se sanó y se salvó. Su amor fue y es todavía el origen de todos los milagros.


En el evangelio de hoy, Juan 6, 1-15, nos maravillamos con los cinco panes y los dos peces.


Juan nunca usa la palabra milagro. Usa una palabra más sencilla, signo. Jesús y sus obras son los signos de que Dios está presente en nuestro mundo, que el amor de Dios y su poder están trabajando en Jesús y se nos reta a mirar más allá , ver a Dios con cara y corazón humano.


El signo verdadero y visible y para siempre es Jesús.

Jesús es el signo y la flecha que apuntan hacia Dios.

Jesús fue usado por su Padre para satisfacer el hambre de todos sus hijos e hijas.


Y así como Dios necesitó a Jesús para hacer su trabajo, Jesús necesitó aquel muchacho con sus panes y sus peces para producir un picnic increíble.


Este muchacho jugó un papel importantísimo en este glorioso acontecimiento. Estaba en el lugar apropiado, a la hora apropiada, y permitió que Jesús lo usara.


Jesús, el signo del amor, gracias a este muchacho, se convirtió en un signo más visible para todos.


¿Por qué tantas personas alrededor de Jesús ese día? Tal vez tenían hambre de la palabra de Dios o hambre de estar con alguien que les ofrecía esperanza. Le siguieron aquel día despreocupados del hambre física. Pero Jesús lo sabía y los alimentó. Él no tenía nada pero aceptó los panes y peces del muchacho y dijo: con esto nos basta.


"Cuánto dinero tienes" "un dólar y cinco centavos". "Qué coincidencia, ese es el precio exacto de un milagro para los hermanitos."


Un dólar y cinco centavos. Cinco panes y dos peces.


Para dar vida, hacer feliz, alimentar, amar, perdonar, satisfacer, estar en paz, no se necesita mucho: una sonrisa, una buena palabra, un abrazo sincero, una cálida acogida, estar ahí…


En este mundo, no necesitamos milagros, necesitamos signos de amor y de compasión.


Jesús es el signo principal, el único, pero todos nosotros somos llamados a ser signos de una nueva y necesaria reconciliación entre nosotros.


Jesús todavía necesita nuestros cinco panes para alimentar a los hambrientos.


Jesús todavía necesita nuestra inteligencia para enseñar a los que no saben.


Jesús todavía necesita nuestro tiempo para visitar a los abandonados.


Jesús todavía necesita nuestras palabras para consolar a los que sufren.


Jesús todavía necesita nuestro esfuerzo para hacer un mundo más en paz, más fraterno y más justo.


Jesús además de darnos el pan, nos dice que Él es el pan de vida.


En la iglesia, aquí y ahora, multiplicamos su presencia. Aquí vemos los signos de Jesús y le alabamos y seguimos y nos quedamos con Él. Aquí nos recuerda que alimentar a los hambrientos es una responsabilidad de todo cristiano.






Cuando todo parece imposible, Eliseo confía en el milagro. La misma confianza que tiene Jesús cuando manda sentar a la multitud, a pesar de que parece imposible multiplicar la cantidad de comida que le acaba de acercar un muchacho. Porque Jesús sabe, con esa sabiduría que viene de lo alto, que no sólo el dinero y la comida sacian a las personas.

El milagro es una unión: la escasez del ser humano se puede unir a la generosidad de Dios, y así dar como fruto una abundancia impensable, imposible, inaudita.

Y ahora vamos a meternos en el mundo, en la crisis, en el momento que vivimos... ¿qué podemos hacer? Confiar en el milagro de que poco a poco, a nuestro alrededor, las personas vayan uniendo sus frágiles deseos e insatisfacciones al deseo de Dios, que es un modo de vida solidario y libre de todo apego. ¿No es cierto que aún pensamos en acumular, como el hombre que tuvo una gran cosecha? ¿No es verdad que todavía pensamos en almacenar tesoros en la tierra en lugar de hacernos una fortuna en el cielo?
L. Del Otero Sevillano CSSR 

TEXTOS QUE PUEDEN AYUDAR A REFLEXIONAR EN EL CAMINO DE SEGUIMIENTO DE JESÚS: 



APRENDIENDO A ORAR:
http://dadlogratis.blogspot.com.es/2012/04/aprendiendo-orar-2.html

LECTIO DIVINA:
http://ocarm.org/es/content/lectio/lectio-juan-61-15

http://rtireau.unblog.fr/






domingo, 22 de julio de 2012

ORACIÓN ¿ME PODRÍAS AYUDAR?



ESTAMOS DE VACACIONES Y HACEMOS UN ALTO EN EL CAMINO. ALGUIEN  ME ENVIÓ ESTE TEXTO. EN ESTE MOMENTO NO PUEDO ACCEDER A LOS TEXTOS DE LA EUCARISTÍA. NUESTRA ORACIÓN SE VA A CENTRAR EN LA CONTEMPLACIÓN DEL EVANGELIO DE MARCOS 1, 29-39:


Cuando salió de la sinagoga se fue con Santiago y Juan a casa de Simón y Andrés. La suegra de Simón estaba en cama con fiebre; y le hablan de ella. Se acercó y, tomándola de la mano, la levantó. La fiebre la dejó y ella se puso a servirles.

Al atardecer, a la puesta del sol, le trajeron todos los enfermos y endemoniados; la ciudad entera estaba agolpada a la puerta. Jesús curó a muchos que se encontraban mal de diversas enfermedades y expulsó muchos demonios. Y no dejaba hablar a los demonios, pues le conocían.


De madrugada, cuando todavía estaba muy oscuro, se levantó, salió y fue a un lugar solitario y allí se puso a hacer oración. Simón y sus compañeros fueron en su busca; al encontrarle, le dicen: «Todos te buscan.» Él les dice: «Vayamos a otra parte, a los pueblos vecinos, para que también allí predique; pues para eso he salido.» Y recorrió toda Galilea, predicando en sus sinagogas y expulsando los demonios.



Hago silencio y dejo que la Palabra hable en mí o calle. Viviré la experiencia en silencio y con el corazón agradecido anunciaré en silencio o a plena voz esa Palabra que se ha actuado y hecho carne en mi corazón.


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REFLEXIÓN
Hace unos años un joven profesional circulaba por una calle de Harlem. Iba orgulloso en su flamante Mercedes recién estrenado. De repente vio un niño entre dos coches. Y cuando pasaba a su lado un ladrillo se estrelló contra la puerta de su nuevo coche.
Dio un frenazo y salió furioso. Cogió al niño y comenzó a gritarle todo tipo de amenazas.
Perdone, señor, decía el niño, no sabía qué hacer y le tiré el ladrillo porque nadie paraba. El niño lloraba desconsoladamente mientras señalaba el suelo. Es mi hermano, se ha caído de la silla de ruedas y no lo puedo levantar. ¿Me podría ayudar? El joven lo levantó y lo sentó en su silla de ruedas.
El ejecutivo montó en su Mercedes y nunca lo arregló. El impacto del ladrillo le recordaría siempre a no viajar tan rápido y a que le tuvieran que tirar un ladrillo para prestar ayuda al caído en el camino de la vida.
¿Cuántos ladrillos nos tienen que tirar a nosotros para frenar nuestro ritmo y ver a los hermanos caídos?
Nosotros no nos queremos manchar las manos. No queremos denunciar el mal. No queremos correr riesgos y seguimos hacia adelante.
Aquel joven, ese día, recibió la pedrada no en el coche, sino en el corazón y lloró con el niño y sanó una vida humana con un sencillo gesto.
El evangelio de Marcos es el evangelio de las piedras que lanzan a Jesús los necesitados. Jesús frena, se detiene y levanta a los caídos.
Marcos nos narra un día cualquiera de la vida de Jesús, un sábado cualquiera.
Por la mañana en la casa de oración: proclama la palabra, enseña con autoridad y actúa con poder expulsando un espíritu malo.
A mediodía: de la casa de oración a la casa de Simón. Curación y comida. Al atardecer: servicio de sanación.
De madrugada, cuando todavía estaba muy oscuro, se fue a un lugar solitario y se puso a orar.
Así serían la mayoría de los días de Jesús. (No sé la procedencia de este texto. Me ha llegado por internet)





http://www.mercaba.org/DIESDOMINI/T-O/05b/HO-3.htm