domingo, 19 de diciembre de 2010

ALCÁNZAME ESTE DON









ORACIÓN

Pidamos a Dios que nos dé un lugar cálido para su Hijo en nuestros corazones y en nuestras vidas.
Padre de nuestro Señor Jesucristo:
Danos el don de que tu Hijo renazca en nosotros
como la fuente de nuestra vida y de nuestra esperanza.
Que él nos alce de nuestra tristeza y desaliento
y nos traiga su luz.
Que nos dé la gracia de ser justos,
dignos de confianza, y gente de paz.
Que venga él a todas las naciones,
a cada hogar y a cada corazón,
para que juntos con él te demos gloria y alabanza
a ti,
nuestro Dios en las alturas,
ahora y por los siglos de los siglos.
Amen.




PRIMERA LECTURA



Lectura del libro de Isaías 7, 10-14.
En aquél tiempo, el Señor habló a Acaz: «Pide una señal al Señor, tu Dios: en lo hondo del abismo o en lo alto del cielo.»
Respondió Acaz: «No la pido, no quiero tentar al Señor.»
Entonces dijo Dios: «Escucha, casa de David: ¿No os basta cansar a los hombres, que cansáis incluso a mi Dios? Pues el Señor, por su cuenta, os dará una señal: Mirad: la virgen está encinta y da a luz un hijo, y le pondrá por nombre Emmanuel, que significa Dios-con-nosotros.»


SALMO RESPONSORIAL. Salmo 23.



Antífona:
Va a entrar el Señor, él es el Rey de la gloria.
Del Señor es la tierra y cuanto la llena,
el orbe y todos sus habitantes:
él la fundó sobre los mares,
él la afianzó sobre los ríos.
¿Quién puede subir al monte del Señor?
¿Quién puede estar en el recinto sacro?
El hombre de manos inocentes y puro corazón,
que no confía en los ídolos.
Ése recibirá la bendición del Señor,
le hará justicia el Dios de salvación.
Éste es el grupo que busca al Señor,
que viene a tu presencia, Dios de Jacob.




SEGUNDA LECTURA.

 

Lectura de la carta del apóstol San Pablo a los Romanos 1, 1-7.
Pablo, siervo de Cristo Jesús, llamado a ser apóstol, escogido para anunciar el Evangelio de Dios. Este Evangelio, prometido ya por sus profetas en las Escrituras santas, se refiere a su Hijo, nacido, según la carne, de la estirpe de David; constituido, según el Espíritu Santo, Hijo de Dios, con pleno poder por su resurrección de la muerte: Jesucristo, nuestro Señor. Por él hemos recibido este don y esta misión: hacer que todos los gentiles respondan a la fe, para gloria de su nombre. Entre ellos estáis también vosotros, llamados por Cristo Jesús. A todos los de Roma, a quienes Dios ama y ha llamado a formar parte de los santos, os deseo la gracia y la paz de Dios, nuestro Padre, y del Señor Jesucristo.


EVANGELIO.



Lectura del Santo Evangelio según San Mateo 1, 18-24
El nacimiento de Jesucristo fue de esta manera: María, su madre, estaba desposada con José y, antes de vivir juntos, resultó que ella esperaba un hijo por obra del Espíritu Santo.
José, su esposo, que era justo y no quería denunciarla, decidió repudiarla en secreto. Pero, apenas había tomado esta resolución, se le apareció en sueños un ángel del Señor que le dijo: «José, hijo de David, no tengas reparo en llevarte a María, tu mujer, porque la criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de los pecados
Todo esto sucedió para que se cumpliese lo que había dicho el Señor por el Profeta: «Mirad: la Virgen concebirá y dará a luz un hijo y le pondrá por nombre Emmanuel, que significa Dios-con-nosotros
Cuando José se despertó, hizo lo que le había mandado el ángel del Señor y se llevó a casa a su mujer.


Comentarios a la Palabra:

Emmanuel significa

"Dios con nosotros"

El evangelio de san Mateo ha condensado artísticamente en cinco escenas algunos pasos de la infancia de Jesús, que son las estampas o cuadros típicos de la Navidad.  Fue un gran acierto del evangelista, como demuestra la pervivencia de esas cinco viñetas a lo largo de veinte siglos tanto en la inspiración de los artistas como en la facilidad con que pueden representarlas los niños.
Cada escena concluye con un texto del Antiguo Testamento en el cual se intuye una anticipación de los pasos de la infancia de Jesús.  Una anticipación no es una profecía de cuyo cumplimiento sea garante el evangelio.  Son más bien palabras que algo tienen que ver con lo sucedido a Jesús.  Nos dan un trasfondo de espera o de promesa, una orientación que, en circunstancias históricas distintas, llega hasta Jesús.
No hay, pues, equivalencia entre la profecía del libro de Isaías que escuchamos en primer lugar y el relato del nacimiento de Jesús en el evangelio.  El texto de Isaías refleja la situación de la ciudad de Jerusalén sitiada por el rey de Siria coaligado con el rey de Samaría, Pécaj, al que Isaías llama despectivamente “el hijo de Romelía”. El rey de Judá, Acaz, está muerto de miedo, más aún que los habitantes de Jerusalén.
Temblaban más que las ramas del bosque agitadas por el viento”. Isaías le invita a confiar en la promesa de continuidad de la dinastía de David. Y reta al rey cobarde: “Atrévete a pedir una señal”. El rey no se atreve, ya que piensa que todo está perdido.
El oráculo del profeta habla del hijo que espera una joven en edad casadera, pero que aún no ha tenido su primer hijo. Antes de que el niño llegue al uso de razón, la guerra habrá acabado y el niño se encontrará con un mundo en paz. El significado propio del término que en nuestras biblias, por influjo de la antigua traducción griega de los Setenta, se traduce por “virgen”, quizá alude a la madre del hijo de Acaz, Sedecías, o también a toda joven madre que, como sucede en tiempos de guerra y escasez, teme que el hijo que espera se encuentre con un mundo violento y empobrecido. El oráculo de Isaías es en términos concretos una invitación a seguir confiando en el futuro.
El evangelio adapta ese oráculo al nacimiento de Jesús, pero sin llegar a donde llegaría luego la leyenda mariana. Al evangelista le importaba demostrar que Jesús cumplió la primera condición del Mesías esperado por el pueblo de Israel: su pertenencia a la dinastía de David. Esa pertenencia la asegura – mira por dónde – el esposo de María, cuya genealogía demuestra, según una lista amañada al caso, que efectivamente pertenecía a la línea dinástica de los reyes de Judá. Para quienes dan valor a las genealogías, el argumento vale. De hecho los cristianos que oyen este evangelio piensan en otra cosa. Como el texto del libro de Isaías es un marco de referencia, a nadie se le impide escuchar múltiples resonancias. Pero ojalá se tradujera más exactamente el mensaje del ángel, que sonaría así: “José, no tengas reparo en casarte con María, porque, si bien la criatura que ella espera viene de un Espíritu Santo (y por eso se comprende que tú pienses en quitarte de en medio), tienes que ser tú quien le ponga nombre al Niño para que reciba los derechos dinásticos de David”.
Por mucho que hayan avanzado nuestros conocimientos de genética, en toda concepción lograda hay algo de misterioso.  Tiene que darse una conjunción tal de coincidencias que casi podemos considerarnos todos nacidos por azar, esto es, casi de milagro.  En el caso de personas que posteriormente destacarán de forma extraordinaria por sus dotes artísticas o por su personalidad sobre lo normal, buscaremos por instinto algo prodigioso en su mismo nacimiento.
En el caso de Jesús, hijo de David pero sobre todo Hijo de Dios, el prodigio se eleva al grado máximo.  Para los primeros cristianos, destinatarios del evangelio, Jesús era vivido ante todo como “constituido, según el Espíritu Santo, Hijo de Dios, con pleno poder por su resurrección de la muerte, Jesucristo, nuestro Señor”.   Lo recuerda el prólogo de la carta a los Romanos que leemos hoy en segundo lugar.  La manifestación plena de Jesús tiene lugar a partir de la Resurrección.  También los evangelistas escribieron a partir de la Resurrección, hacia atrás, hacia la aparición pública de Jesús en el entorno del Bautista (San Marcos) o hasta su mismo nacimiento (San Mateo y San Lucas).  El Niño que espera la Virgen María, el que nace en Belén, lo contemplamos nosotros envuelto ya en el resplandor de su Resurrección, en la gloria de su Divinidad.
Es provechoso no saltarse estos detalles de lectura de los textos, aunque parezca que estos evangelios hablan por sí solos.  Una y mil veces los escucharemos con pasmo y con agrado.  Pero es bueno saber de qué va, en qué pensaba quien los redactó y qué pudieron entender los primeros destinatarios.
Un año más los volvemos a narrar.  Y, si alguien se limita exclusivamente a contar de nuevo la historia, el texto cumplirá su cometido.  Es nuestro deber principal, sobre todo si no queremos meternos en complicaciones.  Cuando en naciones católicas como España e Italia asoman reservas sobre el despliegue de Belenes en las escuelas o en las plazas de los pueblos, por no molestar a los de otras creencias, nuestro primer deber es seguir narrando y representando estas escenas de encanto y sabor acrisoladoQuienes se resisten están en la línea del rey al que el profeta Isaías reprochaba no solamente volverse de espaldas a Dios, sino además dar la vara a los ciudadanos.
¿Qué mejor regalo podemos ofrecer los cristianos como muestra de nuestra fe?  ¿Qué regalo mejor que una invitación al amor y a la paz que todos comprenden?  ¿A quién puede sentar mal una fiesta en la que se brinda a todos el amor que nace de la Gruta y que se canta en villancicos de paz para el mundo entero, el mundo que Dios ama?




Publicado por DABAR


Dice mi marido, desde la experiencia, que la paternidad del padre sigue siendo la gran olvidada. Hasta la publicidad, fiel receptora de la realidad social, sólo habla de la mamá para recordar las necesidades del bebé. Si esto sucede en estos tiempos de igualdad y modernidad, no puedo evitar preguntarme: ¿cómo vivió José su paternidad?
Sin haber pedido una señal del Señor, sin ni tan siquiera haberlo soñado nunca, “el Señor, por su cuenta” los eligió como portadores de la señal definitiva de su amor por los hombres y en ellos sucedió el misterio. Por la infinita misericordia de Dios llevaban en sus corazones un tesoro muy grande, saber que Dios nos ama hasta tal punto que se desviste de su divinidad para dejarse envolver en pañales y asumir la condición humana, para ser Palabra entendible. Y ello sin que sintieran nunca la tentación del ego, la necesidad de apuntarse el tanto, el pensamiento de: “ha sido gracias a mí”. ¡Cuán distintos de nosotros era esta entrañable pareja de Nazaret!
¿Tuvieron María y José la tentación de ocultar esa señal, la tentación de querer ser como los demás, de abandonar el camino tomado, de dejar a un lado la maravilla que eran por la gracia de Dios, para ocultar y ocultarse lo que Dios había hecho en ellos para aparentar normalidad? Siento que no. Cuántas veces nos ocultamos, no solo nuestra fe, que es la primero que camuflamos porque no corren buenos tiempos para la imagen de la Iglesia, sino que nos avergonzamos también de otras cosas: de nosotros mismos, de los caminos que tomamos, de las decisiones y opciones (de donar dinero, de ser ecológicos, de nuestro entender la paternidad, de cambiar de vida para ser más fieles a quienes somos,…). Nos ocultamos porque sabemos que nos van a juzgar. Y en ese ocultar nuestro ser diferente damos poder al mal, al pensamiento único, al sálvese quien pueda. Y la sal se vuelve sosa, la levadura se vuelve inútil y la mostaza no es capaz de dar sabor. Porque no somos capaces de manifestar nuestra identidad profunda, las opciones en las que somos germen del Reino, en las que ponemos al prójimo por encima de nosotros y nuestra comodidad o egoísmo (la naturaleza, el destino universal de los bienes, los hijos). Y así volvemos invisible a Dios aunque experimentemos que de vez en cuando se encarna en nosotros como realidad transformadora.

Es curioso, cuando somos capaces como María y José de decir sí a Dios,
sí a acoger en nuestras vasijas de barro su tesoro de vida,
sí a asumir opciones comprometidas,
sí a lo que somos porque él nos ha hecho,
lo cual es algo que no pasa muy a menudo, nos asalta un nuevo reto: comunicarlo sin miedo a los juicios de los demás, no temer ser diferentes, mostrar que llevamos un tesoro entre manos y no algo de lo que avergonzarnos y ocultar, y es que quizás, más de lo que creemos, seguimos viviendo en las catacumbas, no nos jugamos la vida pero sí la etiqueta de ser diferentes y eso pesa en seres sociales por naturaleza.

Escuchemos hoy con fuerza la palabra silenciosa de José. José que como bien explica en su exégesis (leedla porque no tiene desperdicio) no se alejó de María por miedo a lo que pensarían los demás si se casaba con una mujer ya embarazada, sino porque se sentía indigno de convivir con María. “José tenía miedo a la cercanía de Dios, a la manifestación de Dios en María. Ante la cercanía de Dios, el justo, consciente de su indignidad y pecado, se alejaba”. José no temía a los hombres y sus juicios, sino a no ser digno del tesoro que Dios le ponía entre manos. No temas José, Dios quiere que tú acompañes a Jesús en su camino, que asumas la tarea de padre, tú has sido elegido para la mayor cercanía con Dios, tú vas a poder acariciarlo y abrazarlo, no temas, está bien así, Yahvé así lo quiere. “Confrontado con el misterio de Dios entre nosotros, José lo acoge aun a riesgo de su propia vida.” ¡Cuán diferente de nosotros! ¡Cuánto tenemos que aprender de él!
ELENA GASCÓN
elena@dabar.net

EXÉGESIS

PRIMERA LECTURA

• Contexto histórico literario -Estos versos de las 'Memorias de Isaías' explican la actividad del profeta en la guerra siro-efraimftica (7,1-9,6). Se abren con un cuadro guerrero y se cierran con otro de paz. ¿Qué ha ocurrido en el entreacto?
-Corren los años 734/733 a.C.; Rasín, rey de Siria, Pecaj, usurpador del trono de Israel, y otros monarcas forman la gran coalición, denominada siro-efraimítica, para combatir a Tiglat-Pileser 111, el coloso surgido en Asiría y que amenaza con someter a vasallaje a los pequeños reinos (cfr. 2 Re 16, 5-9). Acaz, rey de Judá, no quiere entrar en la coalición; prefiere el sometimiento al rey asirio y obtener así su protección. Los aliados tratan de forzarle y, así se dirigen hacia Jerusalén en son de guerra. Ante el peligro inminente, el rey Acaz inspecciona el canal que trae las aguas a la ciudad.
-En su relato de vocación se anunciaba a Isaías que su mensaje no sería aceptado: '... oíd con vuestros oídos, sin entender; mirad con vuestros ojos, sin comprender. Embota el corazón de ese pueblo...' (6,9s); ahora, en el encuentro con su monarca, puede comprobarlo. Es muy humano que Acaz confíe en Asiría, pero equivale a desconfiar de las promesas hechas por Dios a la casa davídica (2 Sm 7,16) y a aceptar los dioses asirios. Sólo la fe en la palabra divina que le sale al encuentro por medio de Isaías, y no los planes humanos, podrán salvar al rey y a su pueblo (v 9b).


Texto -Dios anuncia el fracaso de la coalición: 'no se cumplirá ni sucederá...', 'no temas, no te acobardes...', pero Acaz no se lo cree, Isaías sale de nuevo a su encuentro y le invita a elegir un signo cualquiera (v 1 l), garantía de que las promesas y amenazas divinas siempre se cumplen. El rey, astuto político, no quiere llevar la contraria a los partidarios del profeta y a todos los que desean aliarse con Asiría; por eso afirma: 'no quiero tentar a Dios' (v 12; cfr. Dt 6,16...). Bajo esta respuesta piadosa del rey se esconde su incredulidad, apartándose de su Dios (cfr. 'tu Dios' del v. 11 se cambia en 'mi Dios' del v. 13).
-Ante la falta de riesgo y coraje del monarca, el Señor, por su cuenta, va a dar una señal (vs. 14ss). A la falta de fe de Acaz se le contrapone esta esperanza enigmática, muy difícil de interpretar, como se ve en la historia de la exégesis. Por contexto, el acontecimiento es tan inminente que ya se narra su nacimiento en el cap. 9: la joven encinta no es una virgen, como traducen algunas versiones, sino una mujer (¿la de Acaz? ¿la de Isaías?) en estado núbil, sea o no virgen (significado del lexema hebreo ,alma'); el hijo que va a nacer se refiere a ¿Ezequías, hijo del rey Acaz? ¿a un hijo de Isaías?... El peligro de la coalición desaparece con tal rapidez que la madre puede poner al niño el nombre de Emmanuel (Dios con nosotros) en acción de gracias por haber sido salvado y poder, así, continuar la línea dinástica.


Reflexiones -Dado que el redactor unió estrechamente esta sección (7,1-9,6) con lo que sigue, podemos deducir que ningún ser humano puede llevar a cabo esta esperanza de salvación, tal como se describe. El niño que se anuncia se refiere al personaje descrito en ls 11, 1-9 y que sólo puede ser Jesús de Nazaret. Mateo ha visto en Él el cumplimiento de esa profecía (1,20-23).
-El rey Acaz nada entre dos aguas. Lutero, en su comentario, acusa a este rey de hipócrita: 'así son los hipócritas: cuando no es necesario son muy religiosos, pero cuando deben ser humildes son muy soberbios. Sin embargo, cuando Dios ordena asumir un riesgo, uno debe arriesgarse; pues obedecer a la palabra no es tentar a Dios'. Los cristianos ¿nos arriesgamos en creer en la Palabra, en este Jesús que esperamos durante el Adviento?


SEGUNDA LECTURA

En el saludo de Romanos encontramos, entre otras cosas, una síntesis cristológica muy importante.
Pablo menciona de pasada, en su presentación personal, el tema de la carta: el Evangelio. A este propósito hace algunas importantes afirmaciones sobre la figura del Hijo, Jesucristo, contenido central del mensaje.

Para ello utiliza material anterior que aparece en los vv. 3 y 4 principalmente. Es muy probable que sea de una confesión de fe u otro fragmento litúrgico primitivo. Lo cual indica que Pablo no es el “inventor” de esta forma de considerar y de creer en Cristo, sino que, antes de él, ya existían fórmulas que hablan del Señor con toda profundidad.

El Hijo es presentado en dos series de frases bien diferenciadas : el v. 3 habla de Jesús en cuanto hombre, “nacido de la estirpe de David” y el v. 4 en cuanto Hijo de Dios. Muy en la línea del Nuevo Testamento no se pretende explicar lo inexplicable ni conciliar afirmaciones opuestas, sino que se hacen afirmaciones paralelas sobre la humanidad y la divinidad de Jesucristo. Es un modelo que podemos imitar cuando queremos hablar del Señor, sin olvidar ninguno de los dos aspectos.

Sólo es preciso saber que, dado que se trata de formulaciones muy antiguas y no del todo elaboradas, alguna de ellas puede resultar imperfecta. Sería mucho pedir que en los poco más de 25 años que separan la Carta a los Romanos de los acontecimientos pascuales ya se hubiera alcanzado la perfección y equilibrio de las formulaciones posteriores. Para ello hubieron de pasar varios siglos y no pocas polémicas y controversias.

Ateniéndonos al texto paulino/prepaulino original - la traducción litúrgica evita problemas con una cierta interpretación del mismo, como en otras ocasiones -, es preciso observar que la fórmula “ fué constituido (Jesucristo) Hijo de Dios por la resurrección” puede ciertamente mejorarse y eliminar el cierto regusto adopcionista que tiene. Con todo la Resurrección, mencionada aquí junto con la muerte, es el elemento esencial para la comprensión de Jesús.

En los vv. 5 y 6 Pablo personaliza el evangelio en lo referente a él mismo, hablando de su misión. Y el v. 7 es la conclusión del saludo.
FEDERICO PASTOR
ederico@dabar.net




ANUNCIAR AL JESÚS DE LOS POBRES
Por Pedro Juan Díaz
1.- En este cuarto domingo de adviento queremos tener muy presentes en esta Mesa a los que siempre deben estar presentes, aunque no siempre sea así. De nuevo en Navidad nos acordamos de los más necesitados, pero ¿por qué sólo en Navidad? Aunque también, como dice el refrán, “menos da una piedra”. En la parroquia, durante todo el adviento, estamos haciendo “campaña” a favor de los más pobres, y los visualizamos en dos realidades que nos son cercanas: Caritas interparroquial de Elche y los niños de la Casita de Reposo, de la obra social diocesana San José Obrero. Y, como siempre, queremos buscar luz en la Palabra de Dios, para que nuestra acción hunda sus raíces en el Evangelio. Y el Evangelio nos sigue hablando de esperanza.
2.- Es la tónica de todo el adviento, pero es una esperanza justificada. Hoy más que nunca, frente a tanta crisis y tantas necesidades, queremos apostar desde la fe por la esperanza. La esperanza para el pueblo de Israel en una situación difícil, como cuenta la primera lectura, fueron las palabras del profeta Isaías. Hay una señal de esperanza: “la virgen está encinta y da a luz un hijo… Dios-con-nosotros”. Dios le dice al rey Acaz que pida la señal, ante la amenaza de destrucción que sufre su pueblo. Dios les da la señal para que comprendan que no los abandona, que está con ellos, que les va a salvar, que es el “Dios-con-nosotros”.
3.- Y esa señal y esa profecía se cumplen en Jesús. “Todo esto sucedió para que se cumpliese lo que había dicho el Señor por el profeta… la virgen concebirá y dará a luz un hijo… Dios-con nosotros”. Esa es la gran señal de esperanza para el mundo y para los pobres. La profecía de Isaías se cumple. Dios cumple sus promesas en Jesús, con la colaboración de María y de José, y con la acción del Espíritu Santo. Estos son los protagonistas del Evangelio de hoy. Así nos lo cuenta Mateo, resaltando que Jesús es el Mesías anunciado y esperado. Esta gran señal de esperanza es un gran anuncio que, como cristianos, estamos llamados a propagar por todas partes. En lo más profundo de nuestra vocación está la misión de anunciar el Evangelio, que no es otra cosa que Jesús, “nacido, según la carne, de la estirpe de David; constituido, según el Espíritu Santo, Hijo de Dios”. Así se lo explica Pablo en la segunda lectura a los Romanos. El Evangelio que anunciamos es Jesús. Nuestra salvación viene por la adhesión a su persona. Y el mensaje es para todos, judíos y gentiles, hombres y mujeres, niños y adultos, pero también de una manera especial es mensaje de esperanza y buena noticia para los más pobres, porque ellos son los “preferidos” de Dios.
4.- Si hay alguien que necesita signos de esperanza en su vida, estos son los que Cáritas está ayudando cada día a sobrevivir; y también de manera especial los más pequeños, los niños, los desprotegidos, los desamparados, aquellos a los que la Iglesia acoge y ayuda a través de la obra social diocesana San José Obrero, tanto en la Casita de Reposo, como en el colegio de Orihuela. En ellos ponemos hoy nuestra mirada. A ellos va dirigida nuestra campaña en esta Navidad. Pero no podemos conformarnos con eso. Somos cristianos y tenemos la tarea de anunciar al Jesús de los pobres, al Jesús de los más pequeños, a ese que vino a nacer entre nosotros de la manera más sorprendente, en lo pequeño e inesperado, en lo sencillo y pobre de un pesebre en Belén, un pueblecito insignificante. No podemos dejar de anunciar en Evangelio con nuestras palabras, pero fundamentalmente con nuestros hechos, a los más necesitados de esas palabras, pero fundamentalmente de esos hechos, de gestos como este que hacemos en la campaña de navidad parroquial, pero que no se pueden quedar sólo aquí, porque la vida sigue, porque las necesidades siguen, porque las personas, especialmente los más pobres, siguen necesitando signos de esperanza por nuestra parte. Porque si no se los damos nosotros, nadie se los dará. Porque si nosotros no les anunciamos a Jesús con nuestras palabras, pero fundamentalmente con nuestros gestos y acciones, nadie lo hará. María y José dicen SI a Dios y se ponen en acción para colaborar con su proyecto. Nuestra respuesta quiere ser la misma. Ellos son dos modelos que hoy nos ofrece la Palabra de Dios. Ellos, y nosotros, son y somos esperanza para los más pobres.
5.- Dios viene a nacer en nuestras vidas en el rostro de los más pobres. Al sentarnos a la Mesa de la Eucaristía, hay muchos ausentes y que pasan por dificultades, y no podemos conformarnos con sentarnos sin más. Nuestra preocupación por ellos ha de continuar, porque la Eucaristía no se puede vivir separada de la Caridad. La Eucaristía nos envía permanentemente a los caminos de nuestra sociedad para invitar a todos a la Mesa del Señor, que es la Mesa de la esperanza. No podemos desconfiar ni desfallecer, porque tenemos la certeza de que “lo que nos ha dicho el Señor se cumplirá”. Proclamemos nuestra fe en el Dios que nos convoca a la Mesa y nos envía después a compartirla con los más pobres.


LA HOMILÍA MÁS JOVEN


SUEÑOS, ENSUEÑOS, RIESGOS, VALENTIA… FELICIDAD


Por Pedrojosé Ynaraja
1.- Para que entendáis el contexto del episodio contado en el evangelio de este domingo, mis queridos jóvenes lectores, es preciso conozcáis las costumbres de aquella cultura. (Os advierto que aun hoy, en algunos pueblos siguen vigentes normas semejantes y las estadísticas dicen que el numero de fracasos matrimoniales es inferior al de los que se rigen por las que nos son más comunes. Y no se trata de países tercermundistas, en el Japón también se siguen criterios de estos). Otra advertencia, tema del que ya os he hablado en otras ocasiones. En aquella, como en otras culturas, incluso contemporáneas, no existe la etapa que llamamos adolescencia, tanto en el aspecto biológico como en el espiritual. De la segunda infancia se pasa directamente a la juventud, sin la incómoda “edad del pavo”.
2.- La familia se iniciaba con el matrimonio y a este se llegaba del siguiente modo. Iniciada la pubertad femenina, los padres de la joven se preocupaban de encontrarle un buen marido, exactamente como ahora buscan para los hijos buenos colegios, buenas colonias de vacaciones o buenos clubs deportivos. Hablaban entre ellos, procuraban que hubiera afinidad y posibilidades de convivencia. Un día, puestos de acuerdo, se realizaba el encuentro formal y legal (se supone que ya se conocían ellos, por ser de la misma tribu o vecinos de la misma población). En sencilla ceremonia, la pareja se comprometía en matrimonio. Sabían mucho mejor que la mayoría de los nuestros, lo que suponía este estado de vida. Los ejemplos de las matriarcas, la historia de Ana, madre de Samuel, la leyenda de Judit, la fidelidad de Rut, la Moabita, y muchas otras mujeres que en la sinagoga les contaban, eran buenas enseñanzas. También el precioso poema del Cantar, les introducía en el encanto del enamoramiento con sus contenidos eróticos y sentimentales. Continuando viviendo en el domicilio familiar, iban preparando el ajuar, el domicilio, los enseres, mientras tratándose, crecía el aprecio. Trabajar juntos en un mismo proyecto, crea estrechas y profundas uniones personales. Este periodo de transición, podía durar algunos meses, se supone que nunca superaba el año.
3.- Durante este tiempo… María un día recibió de parte de Dios una confidencia que le ofrecía un privilegio, pero que alteraba sus planes de futuro. Se arriesgó y aceptó. De momento nada turbaría la convivencia. Al poco, la visita a Isabel le permitiría compartir misterios divinos e ilusiones, sin que ninguna mirada la inquietase. Llegó la hora de partir y volver a Nazaret. Los signos del embarazo ya no los podía ocultar, eran evidentes. Patentes para José, que primero se extrañaría, después, recapacitando, se enojaría, mas tarde turbaría la visión y relación que mantenía con su esposa. No podía ignorar lo que en ella veía y debía ser consecuente con ello. Tenía dos soluciones, la más legal y trágica era la denuncia, que acarreaba la sentencia de muerte por lapidación. Siendo norma vigente, no obstante, parece que por lo común, no se acudía a ella, pero recuérdese el episodio de Jesús que nos cuenta el evangelio de Juan (8,3). El otro recurso era el abandono legal. Redactado un documento de repudio, quedaban ambos libres de compromisos personales. Era una salida discreta, pero no por ello menos dolorosa. Suponía prescindir de proyectos y amores iniciales.
4.- Os voy a poner un ejemplo actual. Tal vez a alguno de vosotros, mis queridos jóvenes lectores, os ha ocurrido que en los inicios de un enamoramiento, siendo jóvenes e idealistas, empezando a descubrir el goce del amor y sus misterios, un amor casi oculto, ha resultado que una de las familias debe trasladarse a vivir a un lugar lejano e incomunicado. La situación, la distancia que les separará, exige romper los vínculos sentimentales y se siente el corazón sangrar. La posibilidad de que en el futuro pueda encontrase a otro u otra con quien iniciar nuevo enamoramiento, no consuelan, no disminuye el dolor. Todavía no había regalos ni siquiera promesas, no obstante, la frustración duele. Algo así sentiría José. Que era un buen hombre y, evidentemente, escogió aquello que supusiese menor dolor para su amada. Para Dios esta decisión fue suficiente. Acordaos de Abraham y su disposición a ser fiel a lo que el Señor le pedía, algo semejante fue lo de José.
5.- Dios es comunicativo, no es reservado, como se estila lo sean tantos de entre vosotros hoy en día. Confía en José y se confía a José. Lo que le sucede a María es cosa divina, le dice, nacerá un hijo que debe aceptar y reconocer como fruto familiar, y añade la confidencia: desea que su nombre sea Jesús. La palabra decimos que significa salvador, y no seré yo quien lo niegue, pero tal vez os guste más si os digo vocablos equivalentes: rescatador, socorrista. La paz inundó todo su ser, recibió en el hogar que había preparado a su esposa e intercambiaron experiencias espirituales íntimas, conservando la virginidad. ¿Os imagináis el abrazo y las miradas que se cruzarían, cuando se confiaron que a los dos les había manifestado el Señor, su deseo de que le pusieran a la criatura el mismo nombre?
De la fiesta de la boda, no nos dice nada el evangelio, pero eso no indica que no le explicaran a su hijo la ilusión con que celebraron ese día. La asistencia a la boda en Caná y las referencias que hace el Maestro en su predicación, indican que sus padres le habían hablado entusiasmados de ello. Por cierto, a vosotros, mis queridos jóvenes lectores ¿Os han hablado vuestros padres de su noviazgo y de su boda?



M.Celeste nos dice hoy:


Madre del amor,
Tú que amaste a Jesús como un tesoro,
hasta el punto de que si por ser Madre de Dios
hubieras tenido que perder la pureza, 
no te hubiera importado privarte 
de la dignidad de ser Madre del Verbo ,
alcánzame este don, Madre de pureza.
María Celeste Crostarosa
Meditaciones de Adviento, Navidad, Cuaresma y Pascua.







Aquí páginas para profundizar o encontrar los enlaces de los comentarios. Gracias a todos los que las hacen posibles:

http://www.redentoristas.org/

http://www.acogerycompartir.org/Palabra/2010/1219.html
http://caminomisionero.blogspot.com/


sábado, 11 de diciembre de 2010

SENTARME JUNTO A JESÚS

HOY
Adviento-Navidad 2010

Puedes bajarte el dibujo:
Ya sabes: "Da gratis lo que has recibido gratis".
Haz tú lo mismo, si quieres. 
!Mira cómo MARÍA,
habiendo nacido ya nuestro AMOR:
JESÚS,
lo faja con pañales y lo pone en el pesebre.
Adóralo tú, alma amada,
y pide a la Virgen que le ponga en tu corazón,
ya que en medio del frío
y de la noche nace para iluminar tus tinieblas”.
M. Celeste Crostarosa, mujer de fe y oración. Siglo XVIII


Muy querido amigo, amiga, hermano o hermana en la fe:

Nos volvemos a encontrar, como todos los años, para celebrar a DIOS-CON-NOSOTROS en la fragilidad de un NIÑO y, cada uno releemos su paso, su Pascua , su encarnación, muerte y resurrección nuestras vidas.

Acabamos de vivir un adviento y una pascua con nuestra tía Concha, la última hermana de mi madre que se nos ha ido hacia Dios con 96 años. ¡Fue para muchos de nosotros como una segunda madre entrañable e inteligente, mujer de profunda fe... Siempre más atenta a los otros antes que a ella, siempre al servicio de todos, siempre cariñosa, delicada y atenta. El diácono nos recordó el Juicio Final “Tuve hambre, tuve sed, estuve enfermo o en la cárcel y me visitaste y viniste a verme... Lo que hicisteis a uno de estos mis pequeños a mi me lo hicisteis. En estos días esta Palabra de Dios nos ayuda a situarnos y a releer desde ahí el Nacimiento del Niño Jesús.

Me gusta contemplarle uniendo su ser Dios con su Humanidad, su Proyecto de Amor y Creación con su proyección histórica. ¡Qué gozada! ¡Qué alegría tener a Dios-Amor tan cercano! ¡Y viene a HACERSE UNO-CON-NOSOTROS! Creo que no hay otro camino mejor para humanizarnos que la Encarnación y su proyecto de Amor. ¡FELICES LOS POBRES! Y su mandato nuevo de amarnos como Él nos ha amado primero. Eso es lo único que permanece.

En nuestra realidad concreta nos dice que la muerte y las situaciones de muerte tienen la penúltima palabra porque JESÚS ES LA PALABRA VIVA Y DEFINITIVA.

La crisis económica, la pobreza, el paro, la injusticia, la mentira, el aborto, la crítica destructiva (también a la Iglesia) no tienen la última palabra porque un NIÑO VIENE ATRAERNOS ESPERANZA: la esperanza de otro horizonte de Paz se hace Palabra VIVA. ¡Me conmueve! Por la sangre de su Cruz viene a unirnos a judíos y griegos, españoles y saharauis, esclavos y libres, musulmanes y cristianos, agnósticos y ateos, hombres y mujeres, ancianos y niños de corazón sincero.

Te deseo -como para mí- un paroncillo. ¿Quiero hacerlo en este Adviento-Navidad? Sentarme junto a Jesús y,  silenciando mis ruidos, dejarle que habite en mí, escuchándole con el corazón. Me dice: ¿Qué quieres que haga por ti? En esa acogida HOY renace en el mundo y en mi corazón. ¡FELIZ NAVIDAD! También renace en el tuyo ¿Verdad?

Un fuerte abrazo
Walkingwoman, caminante y hermana MªLuisa  

jueves, 9 de diciembre de 2010

DIOS DE ALEGRÍA Y ESPERANZA

Con la Palabra de Dios del  DOMINGO 3º ADVIENTO A

fotografías de la web
Una semana más. 
Una semana menos.
Según mires verás...
Según te reconozcas mirada/o

HOY... 

JESÚS VIENE PRONTO... 
VA VINIENDO. 

En esta semana  vuelvo a presentar textos para preparar la oración.
Después puedes leer la Palabra de Dios,
fijarte en los verbos... en la respuesta de Jesús a Juan Bautista... 
Y hacer silencio... dejarte mirar por Jesús y dejar también que te diga: ¿Qué quieres que haga por ti?  Si te cuesta centrarte, no temas... vuelve a coger el evangelio... hasta que tu corazón esté "afectado" por algo. 
Si no te dice nada... no te vayas... PERMANECE. es importante. Es como decía el Principito: "El tiempo que perdiste con tu rosa es lo que lo hace importante." 
UNA SOLA COSA ES NECESARIA. PERMANECER EN EL AMOR nos va a dar la clave para seguir comprometiéndonos en la tarea... "Los ciegos ven, los cojos andan, a los pobres se les anuncia la Buena Noticia"...

Oración colecta

Oremos para que nuestros hermanos puedan reconocer en nosotros
que nuestro Dios salvador está aquí entre todos.
(Pausa)

Señor, Dios de alegría y esperanza:
Tú quieres venir hoy y estar cerca de nosotros 
por medio de tu Hijo Jesucristo.
Que se perciba de modo palpable y visible 
que él, Jesús, vive entre nosotros
cuando nos sentimos cercanos unos a otros 
y promovemos paz y justicia, 
especialmente entre los más pobres
y entre todos los que sufren. 
Ojalá nuestros hermanos reconozcan de este modo
que Jesús es quien ha de venir 
y así le reciban con alegría.
Te lo pedimos por medio del mismo Jesucristo, nuestro Señor.


María Celeste Crostarosa (siglo XVIII) nos dice HOY:

¿Quieres saber si te amo? Sí, te amo profundamente porque te colmo de mi gracia;
TE AMO CON TERNURA porque socorro tus necesidades y conforto tu miseria en tus debilidades. Diálogos 8 13


Primera lectura
Lectura del libro de Isaías (35,1-6a.10):

El desierto y el yermo se regocijarán, se alegrarán el páramo y la estepa, florecerá como flor de narciso, se alegrará con gozo y alegría. Tiene la gloria del Líbano, la belleza del Carmelo y del Sarión. Ellos verán la gloria del Señor, la belleza de nuestro Dios. Fortaleced las manos débiles, robusteced las rodillas vacilantes; decid a los cobardes de corazón: «Sed fuertes, no temáis. Mirad a vuestro Dios, que trae el desquite; viene en persona, resarcirá y os salvará.» Se despegarán los ojos del ciego, los oídos del sordo se abrirán, saltará como un ciervo el cojo, la lengua del mudo cantará. Volverán los rescatados del Señor, vendrán a Sión con cánticos: en cabeza, alegría perpetua; siguiéndolos, gozo y alegría. Pena y aflicción se alejarán.



Salmo
Sal 145,7.8-9a.9bc-10

R/. Ven, Señor, a salvarnos

El Señor mantiene su fidelidad perpetuamente, 
hace justicia a los oprimidos, 
da pan a los hambrientos. 
El Señor liberta a los cautivos. R/. 

El Señor abre los ojos al ciego, 
el Señor endereza a los que ya se doblan, 
el Señor ama a los justos, 
el Señor guarda a los peregrinos. R/. 

Sustenta al huérfano y a la viuda 
y trastorna el camino de los malvados. 
El Señor reina eternamente, 
tu Dios, Sión, de edad en edad. R/.


Segunda lectura

Lectura de la carta del apóstol Santiago (5,7-10):

Tened paciencia, hermanos, hasta la venida del Señor. El labrador aguarda paciente el fruto valioso de la tierra, mientras recibe la lluvia temprana y tardía. Tened paciencia también vosotros, manteneos firmes, porque la venida del Señor está cerca. No os quejéis, hermanos, unos de otros, para no ser condenados. Mirad que el juez está ya a la puerta. Tomad, hermanos, como ejemplo de sufrimiento y de paciencia a los profetas, que hablaron en nombre del Señor.



Evangelio

Lectura del santo evangelio según san Mateo (11,2-11):

En aquel tiempo, Juan, que había oído en la cárcel las obras del Mesías, le mandó a preguntar por medio de sus discípulos: «¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro?» 
Jesús les respondió: «Id a anunciar a Juan lo que estáis viendo y oyendo: los ciegos ven, y los inválidos andan; los leprosos quedan limpios, y los sordos oyen; los muertos resucitan, y a los pobres se les anuncia el Evangelio. ¡Y dichoso el que no se escandalice de mí!» 
Al irse ellos, Jesús se puso a hablar a la gente sobre Juan: «¿Qué salisteis a contemplar en el desierto, una caña sacudida por el viento? ¿O qué fuisteis a ver, un hombre vestido con lujo? Los que visten con lujo habitan en los palacios. Entonces, ¿a qué salisteis?, ¿a ver a un profeta? Sí, os digo, y más que profeta; él es de quien está escrito: "Yo envío mi mensajero delante de ti, para que prepare el camino ante ti." Os aseguro que no ha nacido de mujer uno más grande que Juan, el Bautista; aunque el más pequeño en el reino de los cielos es más grande que él.»






Homilías
 
(A)
 
Ser cristiano no consiste en hablar. Al hombre no se le mide por lo que habla, sino por lo que hace. Hay quienes hablan mucho y no hacen nada. Hay quienes hacen mucho y hablan poco. Vale más un corazón sin palabras que palabras sin corazón.
Hablar es fácil, prometer es fácil. Al naranjo, sin hablar, se le conoce por su madera, sus hojas, sus flores y sus frutos.
Al buen carpintero lo conozco no por lo que dice, sino por sus obras. Igualmente a la buena modista.
Ser cristiano no es saber mucho de la Biblia, saber mucho de Dios, etc. Hay analfabetos que son unos verdaderos santos y hay sabios que son unos verdaderos canallas.
Cuentan que un hombre, ya mayor, casado, se convirtió y se bautizó. Por lo visto, todavía no estaba bautizado.
Un compañero de trabajo, también sin bautizar, un día le preguntó, en tono de burla: «Si te hiciste cristiano, dime quién es Cristo, dónde nació, dónde vivió, dónde murió».
El pobre convertido era analfabeto y no podía responder a tantas preguntas, pero le contestó: «Mira, yo no tengo cabeza para aprender tantas cosas como tú me preguntas. Pero te puedo decir que, antes de bautizarme, yo era un borracho, maltrataba a mi mujer, los hijos me tenían mucho miedo; cuando llegaba a casa borracho, los hijos se echaban a llorar y se escondían. Desde que me convertí, no me he vuelto a emborrachar, no he vuelto a maltratar ni a insultar a mi mujer, y los hijos ya no me tienen miedo, sino que me quieren mucho».
Hermanas y hermanos: al cristiano se le conoce por su conducta, por su comportamiento.
Juan el Bautista estaba en la cárcel porque, cuando mandan los bandidos, los buenos tienen que ir a la cárcel. Desde allí envió a dos discípulos a Jesús para preguntarle si era él el Mesías, es decir, el Salvador que iba a venir al mundo y del que hablaban las páginas de la Biblia. Fue entonces cuando Jesús no les presentó palabras, les presentó obras: daba vista a los ciegos, daba oído a los sordos, hacía caminar a los tullidos, resucitaba a los muertos y todas sus preferencias eran por los pobres. ¡Y cuánto nos cuesta a nosotros darles preferencia a los pobres!
Cristo tuvo, sobre todo, obras en favor de los demás. Pasó por el mundo haciendo el bien.
Ser cristiano no es prometer, ni es protestar, ni es reclamar, aunque tenemos que protestar contra las injusticias y tenemos que reclamar lo que nos pertenece. Ser cristiano es, sobre todo, remediar; es tender una mano hacia aquel que nos necesita.
Cuentan que un hombre vio en la calle a una niña aterida de frío y hambrienta. Este hombre se enfadó con Dios, diciéndole: «¿Por qué permites estas cosas? ¿Por qué no haces nada para remediarlo?».
Durante un rato, Dios guardó silencio. Pero aquella noche aquel hombre oyó una voz que le decía: «Ciertamente he hecho algo. Te he hecho a ti para que socorrieras a la niña» .
Hermanas y hermanos: lo cristiano no es quejarse, sino remediar.
Decía Jesús: «Si no creéis mis palabras, creed a mis obras».
Es que son las obras las que indican si somos cristianos de verdad.
FERNANDO JÁUREGUI
 

Constantes en la esperanza


 
      ¿Vieron realmente los discípulos de Juan lo que Jesús les dice que están pasando? ¿Estaba pasando realmente? ¿Era verdad que los ciegos veían, los inválidos andaban, los leprosos quedaban limpios y los sordos oían? ¿Era verdad entonces que los muertos resucitaban y que a los pobres se les anunciaba el Evangelio? ¿Es verdad ahora? ¿Están ahí esos signos de la venida del Mesías?

      Tenemos muchas preguntas y pocas respuestas. Hoy no tenemos a nadie haciendo milagros por la calle pero con el esfuerzo de todos hemos construido hospitales en los que se ayuda a las personas, se curan muchas enfermedades y se palía el dolor y el sufrimiento de las personas. Hoy tenemos unas cuantas guerras en marcha a lo largo y a lo ancho de este mundo pero también tenemos unas fuerzas militares que con el casco azul de las Naciones Unidas tratan de ser agentes de paz en medio de los conflictos. Hoy hay muchos pobres pero también hay muchas organizaciones que se dedican a tratar de crear las condiciones que hagan posible el desarrollo de los pueblos más pobres, ayudando a la infancia, favoreciendo la educación, creando infraestructuras favoreciendo un comercio justo y defendiendo los derechos humanos. 
 
Ya se ven signos de esperanza
     

 Es verdad que no hay ningún problema que se haya solucionado del todo. La crisis económica actual ha empeorado algunos. Pero hay muchas personas que están más concienciadas que nunca, que apoyan con su tiempo (cientos de miles de voluntarios) y con su dinero todos esos esfuerzos. En ese sentido estamos en el mejor momento de la historia de la humanidad. Sin punto de comparación. 
     
 Esos son los signos que hoy proclaman, para el que lo quiera ver, que Dios sigue actuando en nuestra historia, que Dios no nos ha dejado abandonados. Y eso a pesar de que nosotros no siempre trabajamos por hacer las cosas bien. A veces, como los niños, destrozamos más que construimos. Pero Dios está ahí y lo podemos ver. Esa es nuestra fe. Como decía León Felipe: 

“Señor, yo te amo porque juegas limpio; 
sin trampas –sin milagros–; 
porque dejas que salga, 
paso a paso, 
sin trucos –sin utopías–, 
carta a carta, sin cambiazos, 
tu formidable 
solitario.”

      Lo que pasa en el mundo está ahí. Depende de nosotros si lo queremos ver con ojos de esperanza o si preferimos dejarnos llevar por lo de siempre. Los que salieron a contemplar a Juan, ¿fueron a ver un espectáculo o reconocieron al enviado de Dios que anunciaba la llegada de la gran esperanza, del Mesías? El asunto depende de nosotros. Es parte de nuestra apuesta personal, de nuestra capacidad de arriesgar. Pero si abrimos los ojos, veremos lo que Dios está haciendo en el mundo. 
 
Fuertes y pacientes

      Hay que ser fuertes para vivir en esta tensión. Lo que vemos, lo que experimentamos día a día, no ha llegado todavía a su plenitud. Nada es perfecto. Ni en nuestra vida personal, ni en nuestra familia, ni en la sociedad, ni en la Iglesia. En el mundo hay todavía demasiadas injusticias, demasiados marginados, demasiados excluidos. Los poderosos de cualquier tipo siguen mirando más por sus propios intereses que por los intereses de todos. Todo esto es cierto. Pero el discípulo de Jesús ve ya cómo se está anunciando a los pobres la buena nueva. Ve que los cojos andan y cómo nosotros mismos nos llenamos de una esperanza nueva. 
      Los que vacilan deberían escuchar con atención la palabra de Isaías: “Fortaleced las manos débiles, decid a los cobardes de corazón: ‘Sed fuertes, no temáis’.” Debemos dejar que esa palabra llegue a nuestro corazón para salir a la calle a proclamar la esperanza de que estamos convencidos de que Dios está de nuestra parte, de que no nos dejará de su mano, de que volverán los rescatados del Señor y “pena y aflicción se alejarán.”
      
Es tiempo de saber conjugar la esperanza con la paciencia y la constancia, el trabajo comprometido diario con las manos abiertas –y tantas veces vacías– vueltas al Señor de la historia. Y aguardar, como dice la segunda lectura, como el labrador, pacientemente, el fruto valioso del amor de Dios que se manifiesta hoy en nuestro mundo y que se manifestará algún día en toda su plenitud. Pero para eso no hay que olvidar de trabajar la tierra y dejarla preparada para acoger la semilla del Reino. 
FERNANDO TORRES PÉREZ cmf



MÁS CERCA DE LOS QUE SUFREN

         Encerrado en la fortaleza de Maqueronte, el Bautista vive anhelando la llegada del juicio terrible de Dios que extirpará de raíz el pecado del pueblo. Por eso, las noticias que le llegan hasta su prisión acerca de Jesús lo dejan desconcertado: ¿cuándo va a pasar a la acción? ¿cuándo va a mostrar su fuerza justiciera?
         Antes de ser ejecutado, Juan logra enviar hasta Jesús algunos discípulos para que le responda a la pregunta que lo atormenta por dentro: «¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro» ¿Es Jesús el verdadero Mesías o hay que esperar a alguien más poderoso y violento?
         Jesús no responde directamente. No se atribuye ningún título mesiánico. El camino para reconocer su verdadera identidad es más vivo y concreto. Decidle a Juan «lo que estáis viendo y oyendo». Para conocer cómo quiere Dios que sea su Enviado, hemos de observar bien cómo actúa Jesús y estar muy atentos a su mensaje. Ninguna confesión abstracta puede sustituir a este conocimiento concreto.
         Toda la actuación de Jesús está orientada a curar y liberar, no a juzgar ni condenar. Primero, le han de comunicar a Juan lo que ven: Jesús vive volcado hacia los que sufren, dedicado a liberarlos de lo que les impide vivir de manera sana, digna y dichosa. Este Mesías anuncia la salvación curando.
         Luego, le han de decir lo que oyen a Jesús: un mensaje de esperanza dirigido precisamente a aquellos campesinos empobrecidos, víctimas de toda clase de abusos e injusticias. Este Mesías anuncia la Buena Noticia de Dios a los pobres.
         Si alguien nos pregunta si somos seguidores del Mesías Jesús o han de esperar a otros, ¿qué obras les podemos mostrar? ¿qué mensaje nos pueden escuchar? No tenemos que pensar mucho para saber cuáles son los dos rasgos que no han de faltar en una comunidad de Jesús.
         Primero, ir caminando hacia una comunidad curadora: un poco más cercana a los que sufren, más atenta a los enfermos más solos y desasistidos, más acogedora de los que necesitan ser escuchados y consolados, más presente en las desgracias de la gente.
         Segundo, no construir la comunidad de espaldas a los pobres: al contrario, conocer más de cerca sus problemas, atender sus necesidades, defender sus derechos, no dejarlos desamparados. Son ellos los primeros que han de escuchar y sentir la Buena Noticia de Dios.
         Una comunidad de Jesús no es sólo un lugar de iniciación a la fe ni un espacio de celebración. Ha de ser, de muchas maneras, fuente de vida más sana, lugar de acogida y casa para quien necesita hogar.



IDENTIDAD DE CRISTO

Hasta la prisión de Maqueronte donde está encerrado por Antipas, le llegan al Bautista noticias de Jesús. Lo que oye lo deja desconcertado. No responde a sus expectativas. El espera un Mesías que se imponga con la fuerza terrible del juicio de Dios, salvando a quienes han acogido su bautismo y condenando a quienes lo han rechazado. ¿Quién es Jesús?

Para salir de dudas, el Bautista encarga a dos discípulos que pregunten a Jesús sobre su verdadera identidad: «¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro?». La pregunta era decisiva en los primeros momentos del cristianismo.

La respuesta de Jesús no es teórica, sino muy concreta y precisa: comunicarle a Juan «lo que estáis viendo y oyendo». Le preguntan por su identidad, y Jesús les responde con su actuación curadora al servicio de los enfermos, los pobres y desgraciados que encuentra por las aldeas de Galilea, sin recursos ni esperanza para una vida mejor: «los ciegos ven y los inválidos andan; los leprosos quedan limpios y los sordos oyen; los muertos resucitan, y a los pobres se les anuncia la Buena Noticia».

Para conocer a Jesús, lo mejor es ver a quiénes se acerca y a qué se dedica. Para captar bien su identidad, no basta confesar teóricamente que es el Mesías, Hijo de Dios. Es necesario sintonizar con su modo de ser Mesías, que no es otro sino aliviar el sufrimiento, curar la vida y abrir un horizonte de esperanza a los pobres.

Jesús sabe que su respuesta puede decepcionar a quienes sueñan con un Mesías poderoso, juez y condenador de los humanos. Por eso añade: «Dichoso el que no se sienta defraudado por mí». Que nadie espere otro Mesías que realice otro tipo de «obras»; que nadie invente otro Cristo más a su gusto, pues el Hijo ha sido enviado para hacer la vida más digna y dichosa para todos hasta alcanzar su plenitud en la fiesta final del Padre.

¿A qué Mesías seguimos hoy los cristianos? ¿Nos dedicamos a hacer «las obras» que hacía Jesús? Y si no las hacemos, ¿qué estamos haciendo en medio del mundo? ¿Qué está «viendo y oyendo» la gente en la Iglesia de Jesús? ¿Qué ve en nuestras vidas? ¿Qué oye en nuestras palabras?

EL NUEVO COMIENZO

Juan no pretende hundir al pueblo en la desesperación. Al contrario, se siente llamado a invitar a todos a marchar al desierto para vivir una conversión radical, ser purificados en las aguas del Jordán y, una vez recibido el perdón, poder ingresar de nuevo en la tierra prometida para acoger la inminente llegada de Dios.

Dando ejemplo a todos, fue el primero en marchar al desierto. Deja su pequeña aldea y se dirige hacia una región deshabitada de la cuenca oriental del Jordán.

El lugar queda en la región de Perea, a las puertas de la tierra prometida, pero fuera de ella.
Al parecer, Juan había escogido cuidadosamente el lugar. Por una parte, se encontraba junto al río Jordán, donde había agua abundante para realizar el rito del «bautismo». Por lo demás, por aquella zona pasaba una importante vía comercial que iba desde Jerusalén a las regiones situadas al este del Jordán y por donde transitaba mucha gente a la que Juan podía gritar su mensaje. Hay, sin embargo, otra razón más profunda. El Bautista podía haber encontrado agua más abundante a orillas del lago de Genesaret. Se podía haber puesto en contacto con más gente en la ciudad de Jericó o en la misma Jerusalén, donde había pequeños estanques o miqwaot, tanto públicos como privados, para re alizar cómodamente el rito bautismal. Pero el «desierto» escogido se encontraba frente a Jericó, en el lugar preciso en que, según la tradición, el pueblo conducido por Josué había cruzado el río Jordán para entrar en la tierra prometida . La elección era intencionada.


Juan comienza a vivir allí como un «hombre del desierto». Lleva como vestido un manto de pelo de camello con un cinturón de cuero y se alimenta de langostas y miel silvestre . Esta forma elemental de vestir y alimentarse no se debe solo a su deseo de vivir una vida ascética y penitente. Apunta, más bien, al estilo de vida de un hombre que habita en el desierto y se alimenta de los productos espontáneos de una tierra no cultivada. Juan quiere recordar al pueblo la vida de Israel en el desierto, antes de su ingreso en la tierra que les iba a dar Dios en heredad.

Juan coloca de nuevo al pueblo «en el desierto». A las puertas de la tierra prometida, pero fuera de ella. La nueva liberación de Israel se tiene que iniciar allí donde había comenzado. El Bautista llama a la gente a situarse simbólicamente en el punto de partida, antes de cruzar el río. Lo mismo que la «primera generación del desierto», también ahora el pueblo ha de escuchar a Dios, purificarse en las aguas del Jordán y entrar renovado en el país de la paz y la salvación.

En este escenario evocador, Juan aparece como el profeta que llama a la conversión y ofrece el bautismo para el perdón de los pecados. Los evangelistas recurren a dos textos de la tradición bíblica para presentar su figura. Juan es la «voz que grita en el desierto: "Preparad el camino al Señor, allanad sus senderos"». Esta es su tarea: ayudar al pueblo a prepararle el camino a Dios, que ya llega. Dicho de otra manera, es «el mensajero» que de nuevo guía a Israel por el desierto y lo vuelve a introducir en la tierra prometida.

EL BAUTISMO DE JUAN

Cuando llega Juan a la región desértica del Jordán, están muy difundidos por todo el Oriente los baños sagrados y las purificaciones con agua. Muchos pueblos han atribuido al agua un significado simbólico de carácter sagrado, pues el agua lava, purifica, refresca y da vida. También el pueblo judío acudía a las abluciones y los baños para obtener la purificación ante Dios. Era uno de los medios más expresivos de renovación religiosa. Cuando más hundidos se encontraban en su pecado y su desgracia, más añoraban una purificación que los limpiara de toda maldad. Todavía se recordaba la conmovedora promesa hecha por Dios al profeta Ezequiel, hacia el año 587 a. C: «Os recogeré de todos los países y os llevaré a vuestra tierra. Os rociaré con agua pura y quedaréis purificados; de todas vuestras impurezas y basuras yo os purificaré. Y os daré un corazón nuevo, infundiré en vosotros un espíritu nuevo».
El deseo de purificación generó entre los judíos del siglo I una difusión sorprendente de la práctica de ritos purificatorios y la aparición de diversos movimientos bautistas. La conciencia de vivir alejados de Dios, la necesidad de conversión y la esperanza de salvarse en el «día final» llevaba a no pocos a buscar su purificación en el desierto. No era Juan el único. A menos de veinte kilómetros del lugar en que él bautizaba se levantaba el «monasterio» de Qumrán, donde una numerosa comunidad de «monjes» vestidos de blanco y obsesionados por la pureza ritual practicaban a lo largo del día baños y ritos de purificación en pequeñas piscinas dispuestas especialmente para ello.

La atracción del desierto como lugar de conversión y purificación debió de ser muy intensa. Flavio Josefo nos informa de que «un tal Banus, que vivía en el desierto, llevaba un vestido hecho de hojas, comía alimentos silvestres y se lavaba varias veces de día y de noche con agua fría para purificarse».

Sin embargo, el bautismo de Juan y, sobre todo, su significado eran absolutamente nuevos y originales. No es un rito practicado de cualquier manera. Para empezar, no lo realiza en estanques o piscinas, como se hace en el «monasterio» de Qumrán o en los alrededores del templo, sino en plena corriente del río Jordán. No es algo casual. Juan quiere purificar al pueblo de la impureza radical causada por su maldad y sabe que, cuando se trata de impurezas muy graves y contaminantes, la tradición judía exige emplear no agua estancada o «agua muerta», sino «agua viva», un agua que fluye y corre.

A quienes aceptan su bautismo, Juan los sumerge en las aguas del Jordán. Su bautismo es un baño completo del cuerpo, no una aspersión con agua ni un lavado parcial de las manos o los pies, como se acostumbraba en otras prácticas purificatorias de la época. Su nuevo bautismo apunta a una purificación total. Por eso mismo se realiza solo una vez, como un comienzo nuevo de la vida, y no como las inmersiones que practican los «monjes» de Qumrán varias veces al día para recuperar la pureza ritual perdida a lo largo de la jornada.

Hay algo todavía más original. Hasta la aparición de Juan no existía entre los judíos la costumbre de bautizar a otros. Se conocía gran número de ritos de purificación e inmersiones, pero los que buscaban purificarse siempre se lavaban a sí mismos. Juan es el primero en atribuirse la autoridad de bautizar a otros. Por eso precisamente lo empezaron a llamar el «bautizador» o «sumergidor». Esto le da a su bautismo un carácter singular. Por una parte, crea un vínculo estrecho entre los bautizados y Juan.

Las abluciones que se practicaban entre los judíos eran cosa de cada uno, ritos privados que se repetían siempre que se consideraba necesario. El bautismo del Jordán es diferente. La gente habla del «bautismo de Juan». Ser sumergidos por el Bautista en las aguas vivas del Jordán significa acoger su llamada e incorporarse a la renovación de Israel. Por otra parte, al ser realizado por Juan y no por cada uno, el bautismo aparece como un don de Dios. Es Dios mismo el que concede la purificación a Israel. Juan solo es su mediador.

El bautismo de Juan se convierte así en signo y compromiso de una conversión radical a Dios. El gesto expresa solemnemente el abandono del pecado en que está sumido el pueblo y la vuelta a la Alianza con Dios. Esta conversión ha de producirse en lo más profundo de la persona, pero ha de traducirse en un comportamiento digno de un pueblo fiel a Dios: el Bautista pide «frutos dignos de conversión». Esta «conversión» es absolutamente necesaria y ningún rito religioso puede sustituirla, ni siquiera el bautismo.

Sin embargo, este mismo rito crea el clima apropiado para despertar el deseo de una conversión radical. Hombres y mujeres, pertenecientes o no a la categoría de «pecadores», considerados puros o impuros, son bautizados por Juan en el río Jordán mientras confiesan en voz alta sus pecados. No es un bautismo colectivo, sino individual: cada uno asume su propia responsabilidad. Sin embargo, la confesión de los pecados no se limita al ámbito del comportamiento individual, sino que incluye también los pecados de todo Israel. Probablemente se asemejaba a la confesión pública de los pecados que hacía todo el pueblo cuando se reunía para la fiesta de la Expiación.

El «bautismo de Juan» es mucho más que un signo de conversión. Incluye el perdón de Dios. No basta el arrepentimiento para hacer desaparecer los pecados acumulados por Israel y para crear el pueblo renovado en el que piensa Juan. El proclama un bautismo de conversión «para el perdón de los pecados» . Este perdón concedido por Dios en la última hora a aquel pueblo completamente perdido es probablemente lo que más conmueve a muchos. A los sacerdotes de Jerusalén, por el contrario, los escandaliza: el Bautista está actuando al margen del templo, despreciando el único lugar donde es posible recibir el perdón de Dios. La pretensión de Juan es inaudita: ¡Dios ofrece su perdón al pueblo, pero lejos de aquel templo corrompido de Jerusalén!

Cuando se acercó al Jordán, Jesús se encontró con un espectáculo conmovedor: gentes venidas de todas partes se hacían bautizar por Juan, confesando sus pecados e invocando el perdón de Dios. No había entre aquella muchedumbre sacerdotes del templo ni escribas de Jerusalén. La mayoría era gente de las aldeas; también se ven entre ellos prostitutas, recaudadores y personas de conducta sospechosa. Se respira una actitud de «conversión». La purificación en las aguas vivas del Jordán significa el paso del desierto a la .tierra que Dios les ofrece de nuevo para disfrutarla de manera más digna y justa. Allí se está formando el nuevo pueblo de la Alianza.

Juan no está pensando en una comunidad «cerrada», como la de Qumrán; su bautismo no es un rito de iniciación para formar un grupo de elegidos. Juan lo ofrece a todos. En el Jordán se está iniciando la «restauración» de Israel. Los bautizados vuelven a sus casas para vivir de manera nueva, como miembros de un pueblo renovado, preparado para acoger la llegada ya inminente de Dios.


LAS EXPECTATIVAS DEL BAUTISTA

Juan no se consideró nunca el Mesías de los últimos tiempos. Él solo era el que iniciaba la preparación. Su visión era fascinante. Juan pensaba en un proceso dinámico con dos etapas bien diferenciadas. El primer momento sería el de la preparación. Su protagonista es el Bautista, y tendrá como escenario el desierto. Esta preparación gira en torno al bautismo en el Jordán: es el gran signo que expresa la conversión a Dios y la acogida de su perdón. Vendría enseguida una segunda etapa que tendría lugar ya dentro de la tierra prometida. No estará protagonizada por el Bautista, sino por una figura misteriosa que Juan designa como «el más fuerte». Al bautismo de agua le sucederá un «bautismo de fuego» que transformará al pueblo de forma definitiva y lo conducirá a una vida plena.

¿Quién va a venir exactamente después del Bautista? Juan no habla con claridad. Sin duda es el personaje central de los últimos tiempos, pero Juan no lo llama Mesías ni le da título alguno. Solo dice que es «el que ha de venir», el que es «más fuerte» que él.


¿Está pensando en Dios? En la tradición bíblica es muy corriente llamar a Dios «el fuerte»; además, Dios es el Juez de Israel, el único que puede juzgar a su pueblo o infundir su Espíritu sobre él. Sin embargo, resulta extraño oírle decir que Dios es «más fuerte» que él o que no es digno de «desatar sus correas». Probablemente Juan esperaba a un personaje aún por llegar, mediante el cual Dios realizaría su último designio. No tenía una idea clara de quién habría de ser, pero lo esperaba como el mediador definitivo. No vendrá ya a «preparar» el camino a Dios, como Juan. Llegará para hacer realidad su juicio y su salvación. Él llevará a su desenlace el proceso iniciado por el Bautista, conduciendo a todos al destino elegido por unos y otros con su reacción ante el bautismo de Juan: el juicio o la restauración.
Es difícil saber con precisión cómo imaginaba el Bautista lo que iba a suceder. Lo primero en esta etapa definitiva sería, sin duda, un gran juicio purificador, el tiempo de un «bautismo de fuego», que purificaría definitivamente al pueblo eliminando la maldad e implantando la justicia. El Bautista veía cómo se iban definiendo dos grandes grupos: los que, como Antipas y sus cortesanos, no escuchaban la llamada al arrepentimiento y los que, llegados de todas partes, habían recibido el bautismo iniciando una vida nueva. El «fuego» de Dios juzgaría definitivamente a su pueblo.
Juan utiliza imágenes agrícolas muy propias de un hombre de origen rural. Imágenes violentas que sin duda impactaban a los campesinos que lo escuchaban. Veía a Israel como la plantación de Dios que necesita una limpieza radical. Llega el momento de eliminar todo el boscaje inútil, talando y quemando los árboles que no dan frutos buenos. Solo permanecerán vivos y en pie los árboles fructuosos: la auténtica plantación de Dios, el verdadero Israel. Juan se vale también de otra imagen. Israel es como la era de un pueblo donde hay de todo: grano, polvo y paja. Se necesita una limpieza a fondo para separar el grano y almacenarlo en el granero, y para recoger la paja y quemarla en el fuego. Con su juicio, Dios eliminará todo lo inservible y recogerá limpia su cosecha.
El gran juicio purificador desembocará en una situación nueva de paz y de vida plena. Para ello no basta el «bautismo del fuego». Juan espera además un «bautismo con espíritu santo». Israel experimentará la fuerza transformadora de Dios, la efusión vivificante de su Espíritu. El pueblo conocerá por fin una vida digna y justa en una tierra transformada. Vivirán una Alianza nueva con su Dios.
12 de diciembre de 2010 / 3 Adviento (A) / Mateo 11,2-11
José Antonio Pagola



 (B)
 
El tiempo corre. Ya están cerca las fiestas navideñas. Respiramos “final”, “despedidas”, “reuniones”... que anticipan todo. La Navidad es tan familiar que no hay sitio ni tiempo para los que vivimos y trabajamos juntos todos los días. Tenemos que adelantar las celebraciones y casi ni días hay para “llegar a todos”.
Al reflexionar sobre el evangelio de hoy me ha venido a la mente esta expresión: todo al revés. Te adentras en Dios y descubres que Dios te da la vuelta a todo. Dios pone a los últimos en primera fila; a los que no valen para “modelos” los elige para realizar en ellos obras grandes. Dios se fija en todos los que los criterios del mundo desprecia.
Me encanta ver dudar y hacerse preguntas al profeta más grande. Juan Bautista. Me da mucha tranquilidad saber que él se planteó la pregunta ¿Será o no será el Mesías? Me han asustado más de una vez esas personas que lo tienen todo muy claro, esas personas que hablan muy bien de Dios y dicen cosas preciosas, pero después, cuando te detienes a ver su vida, te empiezas a preguntar: dicen una cosa, pero su vida no está todavía al revés, siguen buscando los puestos, siguen pidiendo que se les llame de manera diferente, siguen bien pegados a los que son ricos y tienen algo que dar, siguen mandando a distancia, siguen los mismos criterios que el mundo (aunque de forma un poco disimulada), siguen... sin que lo de Jesús les haya puesto al revés.

Y de este profeta que duda, de este profeta que está encarcelado por decir la verdad, de este profeta que ha honrado su alma en el silencio del desierto, de este profeta que ha dicho que él no es nada, ni digno de desatar las sandalias del Mesías, de este profeta buscador insaciable de la verdad, no de los primeros puestos, de este profeta que se llama Juan, el Mesías hace un gran elogio: es más que profeta. Y lo dice en el momento de duda del profeta, o mejor, en el momento de búsqueda de la verdad. Dudar y buscar es lo que hace grande a este pregonero del desierto. ¿Cómo se va a buscar si no se duda? ¿Cómo se va avanzar si ya crees haber llegado? Los grandes del mundo le han quitado todo y le quitarán la vida. Pero no le arrebatarán ni su palabra ni su mirada para descubrir a los ciegos que ven y a los que eran cojos recorriendo caminos impensados.
Todo lo de Dios es siempre al revés. Es mucho el cambio que se nos pide para ponernos en la buena dirección. El cimiento de nuestra vida no pueden ser los que los grandes de la tierra buscan. Ésa no es una buena base.
Me quedo en silencio ante la contestación que Jesús da a los discípulos de Juan: decid a Juan lo que oís y lo que veis: los cojos andan, los ciegos ven... ¿Dónde están los que ven y los que andan? ¿Dónde están los que tienen ganas de Dios y le buscan y tienen sed y hambre de Él? ¿Dónde están los pobres recibiendo la Buena Noticia? ¿Dónde? Confieso que me lleno de un cierto pesimismo y que mis ojos no son los ojos del profeta y, menos aún, los del Mesías... Mis ojos ven más lo que se ve. Mis ojos ven hoy mucho desinterés por Dios y por lo de Dios...
Estaba pensando todo esto y de pronto me viene a la imaginación el último cursillo de catequistas... Después de hablar con una catequista anciana, no pude por menos de expresar: Dios está aquí. Dios está con ella. En esta anciana Dios se palpa, Dios humilla mi sabiduría. No pasó por la universidad ni fue al extranjero a formarse. No salió prácticamente de su pueblo. Tuvo un sacerdote santo que le dio ilusión y fortaleció sus piernas vacilantes.
 Todo lo de Dios es al revés.
Y tú, ¿qué dices de todo esto?
Te dejo para que te digas algo. O para que mires dónde hay cojos que andan y ciegos que ven. Haberlos, los hay.
Ponte al revés.
Juan JÁUREGUI
 
(C)
 
Muchos hombres y mujeres viven con la oscura convicción de que Dios es una presencia opresiva y dañosa para el hombre. Pensar en él, les crea malestar. Están convencidos de que Dios no deja ser ni disfrutar. Y, naturalmente, han terminado por prescindir de él.
Son personas que, tal vez, durante años han acudido a misa domingo tras domingo, pero nunca “han celebrado la eucaristía” ni la vida. No han dado gracias a Dios por la existencia ni se han sentido alimentados interiormente.

Son hombres y mujeres que, quizás, se han confesado de sus pecados durante años, pero no han experimentado el gozo, la fuerza renovadora y la liberación que nace en la persona cuando se sabe perdonada en las mismas raíces de su ser. Les parecía un castigo horroroso acercarse a recibir el don que más debería apreciar el hombre.

La moral cristiana siempre les ha parecido una carga insoportable y un fastidio. La mejor manera de hacer la vida de las personas más dura, pesada y molesta de lo que ya es en realidad. Una imposición más o menos represiva. Nunca una liberación y crecimiento personal.

Su relación con Dios ha estado impregnada de un temor oscuro e inevitable. ¿Cómo acercarse gozosamente a Alguien que nos presiona con castigos infinitos e inexplicables?

Estas personas necesitan escuchar hoy una noticia importante. La mejor noticia que puedan escuchar si saben realmente entender lo que significa. Ese Dios al que tanto temen, NO EXISTE.

Sería monstruoso pensar en un Dios que se acerca a los hombres precisamente para agravar nuestra situación e impedir nuestra felicidad.

Dios no es carga, sino mano tendida. No es represión, sino expansión de nuestra verdadera libertad. Dios es ayuda, alivio, fuerza interior, luz.

Y todo lo que impida ver la religión como gracia, apoyo al hombre, alegría de vivir, alivio ante la dura tarea de la existencia, constituye sencillamente una deformación, una grave perversión o un inmenso malentendido, aunque lo hagamos con la mejor intención.
Cuando Jesús, encarnación del mismo Dios, se presenta al Bautista, viene a anunciarse como alguien que ayuda a ver, que ofrece apoyo para caminar, que limpia nuestra existencia, nos hace oír un mensaje nuevo, pone una buena noticia en nuestras vidas. “Dichoso el que no se siente defraudado por mí”.

Dentro y fuera de la Iglesia, para practicantes y alejados, para creyentes y para quienes dudan, Dios siempre es el mismo: perdón sin límite, comprensión en la debilidad, consuelo en la mediocridad, esperanza en la oscuridad, amistad en la soledad. JUAN JÁUREGUI
 
(D)
 
El Evangelio de este tercer domingo de Adviento puede resultarnos un tanto extraño y como fuera de contexto. Y sin embargo, yo lo vería como algo previo a la entrada de Jesús en nuestra historia. Porque en realidad aquí nos topamos con dos realidades:
 
La última tentación de Juan
No es fácil saber qué idea pudo tener Juan sobre Jesús.
Su predicación era anuncio del que ya estaba viniendo. Posiblemente él seguía con su mentalidad del Antiguo Testamento, pero en el fondo, sentía que la primavera estaba a punto de estallar. Se vio a sí mismo:
                como el que va por delante preparando caminos,
                como el que no es pro anuncia al que es,
                como el que sabe que las cosas tienen que cambiar..
                Sabe que su vida solo tiene sentido desde el que ya está pero a quien nadie conoce todavía. Y su vida entera fue una entrega a la causa del que está viniendo.
Pero ahora Juan está en la oscuridad de la cárcel.
¿Y dónde está El?
¿Qué está haciendo Jesús por él?
¿Dejarle que se pudra en la penumbra de un calabozo?
 
Sus discípulos le traen noticias de los comportamientos de Jesús. Pero Jesús no se deja ver por allí. Y las noticias que le cuentan no parecen coincidir del todo con la novedad que él esperaba.  Y comienzan las dudas.
                ¿Habré estado yo equivocado?
                ¿Será realmente Jesús el Mesías que él anunciaba?
                ¿Será realmente Jesús el verdadero Mesías?
                Yo lo he dado todo por él, pero él ni se acerca ni mueve un dedo por mi.
 
Es la última tentación de Juan. Es la tentación de todo creyente cuando siente que Dios no responde a la idea que nosotros nos habíamos hecho de él. O cuando Dios pareciera desentenderse de nosotros y nos deja solos y abandonados en la humedad y la oscuridad de la cárcel de nuestros problemas. O cuando no lo vemos y sentimos que tampoco nos escucha, ni nos hace caso.
JUAN JÁUREGUI 

El carné de identidad

Es entonces que Juan envía a sus discípulos a reclamarle a Jesús su identidad.  “¿Eres realmente tú el que ha de venir o tenemos que seguir esperando a otro?” “¿Eres tú el que yo anuncié como el Mesías prometido o realmente me equivoqué de persona y tendremos que seguir esperando?”
Juan estaba seguro de lo que proclamaba y anunciaba.
Juan estaba seguro de la mesianidad de Jesús.
Pero ahora que le cuentan lo que hace, comienza a entrar en dudas.
 
Y Jesús más que darles respuestas claras del sí o del no, sencillamente les presenta su carné de identidad. “Id a anunciar a Juan lo que estáis viendo: los ciegos ven, los inválidos andan; los leprosos quedan limpios, y los sordos oyen; los muertos resucitan, y a los pobres se les anuncia la buena noticia. ¡Y dichoso el que no se escandalice de mí!”
 
El carné de identidad de Jesús no son sus palabras, sino las actitudes y los hechos de vida. Su carné de identidad son los ciegos, los cojos, los leprosos, los sordos, los muertos y los pobres. Es el mismo carné que firmó Isaías en el capítulo 35,1-6.
 
Cuando uno viaja a otro país, tiene que pasar necesariamente primero por la Policía. Allí tiene que presentar su Pasaporte o su Carné de identidad. Solo entonces le permiten pasar. De lo contrario ni puede pasar ni entrar, ni siquiera a recoger sus maletas. Tiene que identificarse.
 
A Jesús, Juan le pide que se identifique. Y Jesús enseña su Carné de identidad: “se anuncia el Evangelio a los pobres”. Esa es su verdadera seña de identificación.
 
A Dios le pedimos que se identifique. Que nos muestre su Carné o Pasaporte de identificación. Para muchos resultan documentos poco válidos. Exigen documentos que respondan mejor a nuestras exigencias. “Anunciar el Evangelio a los pobres”, no es hoy un Pasaporte con demasiados éxitos de circulación por la vida.
 
También al cristiano y a la Iglesia se le pide hoy su “Carné de identidad”.

¿Podremos decir que nuestra predicación hoy es “buena noticia”, es “Evangelio para los pobres”, para los que sufren, para los marginados, para los que no tienen voz, para los que socialmente no son?
 
Cuando llegó por primera vez a Belén, llegó de noche. La policía ya dormía y nadie le pidió documentación. Sin embargo, los documentos de Jesús estaban claros: un establo, unos animales, unos pastores. Jesús entró a nuestro país que es el mundo, con el “carné de Evangelio de los pobres”.

Nosotros ¿no tendremos caducado nuestro Carné de identidad? ¿No tendremos que renovarlo para que se nos reconozca como seguidores de Jesús?.
 JUAN JÁUREGUI


ORACION DE ACCION DE GRACIAS

Te glorificamos, Cristo Redentor,

porque eres nuestra única esperanza y salvación en este bajo mundo. 
¿A quién iremos? Sólo tú tienes palabras de vida eterna.

Somos dichosos porque no nos sentimos defraudados por ti.
Haznos, Señor, creyentes invulnerables al desencanto:

 de fe robusta, esperanza alegre y caridad ardiente,
 siempre en camino, que no se duermen ni se venden,
 ardiendo como lámpara inagotable al servicio de la vida,
 del amor, de los derechos humanos y de los pobres,
 con la vista fija en el reino de Dios que apunta en Adviento
 como fermento de conversión personal y cambio estructural.
 Amén.