viernes, 13 de agosto de 2010

MARÍA OFRECE A LA HUMANIDAD TODA LA TERNURA DE SU HIJO

Oración: LA ASUNCIÓN DE MARÍA

Introducción

Sí, María, sigue siendo hoy una persona controvertida.
Revoluciona nuestros valores.
Tan solo con cantar u orar con el Magnificat
a diario
algo se nos tendría que pegar...
¡Digo yo!
Dios hace grandes cosas en su pequeñez
porque se fió de él.

Dios hace grandes cosas en nosotros
cuando actuamos escuchando al Espíritu
que habita en lo más profundo nuestro
y que salta de gozo
cuando se ve sorprendido por esa Presencia.
Como María reconocemos
que “el Señor hace grandes cosas en la pequeñez de su esclava”.
Dios hace grandes cosas en nosotros
cuando soltamos nuestros miedos paralizantes
y nos podemos en actitud de servicio humilde y sencillo,
como María en la boda de Cana,
que supo percibir lo que se necesitaba..
Dios hace grandes cosas en nosotros
cuando reconocemos la verdadera esencial del evangelio:
Que todos somos HERMANOS y HERMANAS
que sólo HAY UN PADRE para todos,
ese que derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes.
Gracias, María,
por tener tu mirada puesta en Dios
y tu corazón en los hermanos.
¡Es lo mismo! ¿verdad?
Por eso eres Bienaventurada.
Eres FELIZ.
¡BENDITA ERES!
mlred-en
Cantos: Aquí tienes para escoger:
p.e.
K.35  JUNTO A TI, MARÍA
D.116 MAGNIFICAT
I.21  MAGNIFICAT ANIMA MEA o cualquier otro MAGNIFICAT.

CONDICIONES PARA ORAR I:

-FE

El que tiene fe vive en el amor.
La que ama es como una flecha... Siempre mira hacia adelante.
Cuando juzgamos matamos la vida.
La verdadera vida es la fe.
Cuando vivo la fe no puedo dejar de celebrar la Eucaristía,
la Acción de Gracias al Padre.

Otras condiciones que cada semana iré explicitando:
-DESEO
-LIMPIEZA DE CORAZÓN
-DISPONIBILIDAD
-DESPRENDIMIENTO
-ESCUCHA
-ATENCIÓN
-CONSTANCIA
-COMPROMISO CON EL ENTORNO O REALIDAD

                                                       ----------------------

Amor de mi corazón, ¿cómo podré darte gracias?
¡Ay amor mío! Me pierdo en este mar de grandeza de tu amor inmenso, oh pan de sinceridad y de verdad que con tu solo poder me transformas en Dios vivo... 
M. Celeste Crostarosa – Florilegio p 85 Ejercicio de amor



Lecturas Asunción de la Virgen María

Lectura del libro del Apocalipsis (11,19a;12,1.3-6a.10ab):

Se abrió en el cielo el santuario de Dios y en su santuario apareció el arca de su alianza. Después apareció una figura portentosa en el cielo: Una mujer vestida de sol, la luna por pedestal, coronada con doce estrellas. Apareció otra señal en el cielo: Un enorme dragón rojo, con siete cabezas y diez cuernos y siete diademas en las cabezas. Con la cola barrió del cielo un tercio de las estrellas, arrojándolas a la tierra. El dragón estaba enfrente de la mujer que iba a dar a luz, dispuesto a tragarse el niño en cuanto naciera. Dio a luz un varón, destinado a gobernar con vara de hierro a los pueblos. Arrebataron al niño y lo llevaron junto al trono de Dios. La mujer huyó al desierto, donde tiene un lugar reservado por Dios. 
Se oyó una gran voz en el cielo: «Ahora se estableció la salud y el poderío, y el reinado de nuestro Dios, y la potestad de su Cristo.»

Salmo  Sal 44,10bc.11-12ab.16

R/. De pie a tu derecha está la reina, enjoyada con oro de Ofir

Hijas de reyes salen a tu encuentro, 
de pie a tu derecha está la reina, 
enjoyada con oro de Ofir.  
Escucha, hija, mira: inclina el oído, 
olvida tu pueblo y la casa paterna; 
prendado está el rey de tu belleza: 
póstrate ante él, que él es tu señor.  
Las traen entre alegría y algazara, 
van entrando en el palacio real. 

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios (15,20-27a):

Cristo resucitó de entre los muertos: el primero de todos. Si por un hombre vino la muerte, por un hombre ha venido la resurrección. Si por Adán murieron todos, por Cristo todos volverán a la vida. Pero cada uno en su puesto: primero Cristo, como primicia; después, cuando él vuelva, todos los que son de Cristo; después los últimos, cuando Cristo devuelva a Dios Padre su reino, una vez aniquilado todo principado, poder y fuerza. Cristo tiene que reinar hasta que Dios haga de sus enemigos estrado de sus pies. El último enemigo aniquilado será la muerte. Porque Dios ha sometido todo bajo sus pies.

Lectura del santo evangelio según san Lucas (1,39-56):

En aquellos días, Maria se puso en camino y fue aprisa a la montaña, a un pueblo de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. En cuanto Isabel oyó el saludo de Maria, saltó la criatura en su vientre. Se llenó Isabel del Espíritu Santo y dijo a voz en grito: «¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? En cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. Dichosa tú, que has creído, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá.» 
María dijo: «Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; porque ha mirado la humillación de su esclava. Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mi: su nombre es santo, y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación. Él hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos. Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia –como lo había prometido a nuestros padres– en favor de Abrahán y su descendencia por siempre.» 
María se quedó con Isabel unos tres meses y después volvió a su casa.

Reflexiones: 
Por Fernando Torres Pérez cmf

El sueño de Dios, el sueño de María

Llega agosto y celebramos la asunción de la virgen María. Sí, de aquélla humilde doncella nazarena. La que se esposó con José y tuvo un hijo, de nombre Jesús, que salió por los caminos predicando del Reino de Dios, alimentando la esperanza de los pobres, acompañando a los enfermos, enfrentándose a los poderosos. Su hijo, de nombre Jesús, murió en la cruz, ajusticiado por las autoridades religiosas y políticas de su tiempo. Se mensaje era demasiado revolucionario. En nombre de la paz, en nombre de la estabilidad, en nombre del bien común, se tomaron decisiones difíciles: eliminarlo. Luego, salieron los discípulos de Jesús –primero las discípulas– y dijeron que había resucitado. Y aquel fuego de esperanza y de vida siguió alentando por todo el mundo.
Hoy celebramos a María, la madre de Jesús. Las lecturas nos traen los ecos de aquel sueño de liberación y de esperanza que, acumulado durante años, encontró su expresión en la devoción cristiana a María. La lectura del Apocalipsis sitúa a María, a la mujer, en un escenario cósmico. En la batalla entre el bien y el mal Dios está representado por una mujer vestida de sol, con la luna a sus pies y coronada por doce estrellas –¿alguien pensó que las doce estrellas de la bandera de la Unión Europea simbolizaban a las naciones miembro? Pues se equivocó–. Es María, es la madre que da a luz un hijo, es la que alumbra la esperanza, la fuerza de Dios que barrerá el poder del dragón. Con él se establecerá el reinado de Dios, se vencerá a la muerte, se terminará con la opresión y la injusticia.

Un canto de esperanza
Todo esto no es muy diferente de lo que dice el cántico que el evangelista Lucas puso en labios de María. Ese cántico, denominado su primera palabra en latín: “Magnificat”, es parte de la oración diaria de la Iglesia Católica. Para entenderlo bien hay que ponerlo en su contexto. Ahí resalta más la fuerza de la fe y de la esperanza que se expresa en ese cántico. El evangelista no lo sitúa en un momento de exaltación litúrgica. Forma parte de la oración de dos mujeres que se encuentran y que se saben embarazadas. Para las dos ha sido un pequeño-gran milagro esa presencia de nueva vida en sus vientres. Lo que era estéril ha quedado preñado de vida. Donde no había nada ahora hay esperanza. Por eso canta María y, podemos suponer, canta Isabel con ella: “Proclama mi alma la grandeza del Señor”.
Pero no se queda el cántico en un himno de alabanza a Dios. Se habla de la acción de Dios en la historia. Las dos mujeres están llenas de fe y convencidas de que sus hijos, ese torrente de vida en medio de la esterilidad, van a suponer un salto en la historia, el comienzo de una nueva etapa, marcada para la presencia y la acción salvadora y liberadora de Dios.
Es una acción que tiene resultados concretos: dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos. Vale la pena repetirlo para recordar y tener muy presente que la salvación de Dios no sólo tiene consecuencias para la intimidad de la persona. También tiene consecuencias para las relaciones sociales y económicas. La salvación de Dios restablece la justicia en las relaciones humanas.


Un canto revolucionario
Quizá esa sea la razón por la que en los años 60-70 hubo algún país muy católico él donde las autoridades censuraron una canción que tenía por letra el texto del “Magnificat”. Aquella gente entendió que el texto era verdaderamente revolucionario, desestabilizador, provocador. Por eso lo censuraron. No se podía permitir que aquello se dijese ni cantase so pena de poner en peligro el orden social –ese orden social donde los de siempre estaban arriba y los de abajo deberían seguir, como siempre, abajo–.
Hoy no estamos para muchas revoluciones. Pero el Magnificat sigue ahí. Dos mil años después sigue expresando el viejo sueño de la humanidad. Es también, aunque a veces nos cueste reconocerlo, el sueño de Dios. Fue el sueño de María. Hoy debería ser nuestro sueño, nuestro ideal. Alabamos a Dios y creamos fraternidad. Rompemos distancias en la sociedad y creamos una sociedad igualitaria donde los poderosos se caen de sus tronos y quedan a la misma altura que los de abajo, donde a los hambrientos se les colma de bienes y a los ricos se les despide vacíos –aunque sólo sea por un poco de dieta les hará bien para su salud–.
Hoy celebramos la esperanza con María. Nos alegramos. Todavía no es realidad todo lo que dice el Magnificat pero estamos trabajando en ello. Y Dios está con nosotros. Y no dejará de estar con nosotros. Estamos llenos de esperanza, de vida y de sueños. Porque el Poderoso va a hacer obras grandes por nosotros. Como lo hizo con María.


MARÍA NOS ABRE EL CAMINO HACIA DIOS.
Marie Leconte

María responde al amor del sagrado corazón de Jesús con su amor maternal de corazón inmaculado.

El concierto espiritual de estos dos elegidos desde la eternidad, se hace eco musical para tocar con su música celestial el corazón de los hombres.

Madre de Dios a la sombra de su hijo discreta, humilde y confiada en la misión de Jesús. Ella que ha recibido personalmente este magnífico don al experimentar en su carne humana la vida de Jesús. Madre carnal del niño Jesús e hija espiritual del Espíritu Santo.

A la ósmosis de su maternidad une la de su divinidad. Es la misma carne la que lleva el soplo divino en su alma. María ofrece a la humanidad toda la clemencia -, compasión, ternura, misericordia- de su Hijo. Intercede vela y consuela por todos los que sufren en todo momento. Percibe en el corazón de cada uno el deseo de amar y de ser amado, arropándonos con su sombra llena de una ternura infinita.

Ella misma, olvidada de sí y don total, está presente al pie de la cruz, atravesándole una espada su corazón de madre. Sufriendo al ver a su Hijo crucificado la separación por su muerte.

María,
antes de partir y de reencontrar
al que te dio vida en la tierra,
viviste una larga espera,
la vida nueva que te dio a conocer,
esa vida espiritual
que durará toda la eternidad
en el amor de Dios.
Ya experimentaste esta verdadera vida
en el momento de la Anunciación.
Este es el camino real
que nos abres a todos
aceptando ser madre de Dios,
e impregnada de la fe
en la infinita bondad de Dios,
priorizas en tu vida
el compartir y la compasión.
Por todos aquellos que no comprendieron
que devolver mal por bien
no es defenderse
sino seguir la ley del talión,
Cuánto agradecemos, María,
tu dulzura, tu fidelidad,
tu perseverancia y tu esperanza.

María nos recuerda, aún hoy que hay tanta violencia verbal y física para hacer hombres “fuertes”, que no hay más sendero que el camino estrecho y que no somos quien para juzgar a nadie.

Es el grano de arena pasajero en medio de una eternidad que no ha desvelado todavía todos sus secretos, el ser humano camina continuamento en busca de su identidad, buscando la luz que ilumine el camino de su existencia.

Tú nos abres los brazos
hasta el final de este camino,
esperándonos como Jesús te esperó
en el momento de tu Asunción.
Eres llevada,
con la ligereza de un soplo allí,
como una estrella fugaz
que encuentra a Dios
en su universo de Amor.
Este amor único y absoluto
que tú recibiste en la tierra,
allí donde tus ojos miran al mundo
con muchísima comprensión y dulzura,
y no constatas
más que la ignorancia de los hombres.
Estos ojos que se cerrarán en tu dormición,
permanecen a la escucha
en un diálogo eterno con los seres humanos.
Fuiste y eres mujer intemporal,
porque en ti toda mujer puede reencontrarse.
Tu feminidad refleja el amor divino
que permanece en tu corazón.
Se parecen a ti aquellas mujeres
que hoy se comprometen
por defender los valores humanos,
luchando en contra de confrontaciones inútiles,
en las que ciertos hombres
sedientos de poder
muestran su ignorancia de la Verdad
y de la Sabiduría
actuando con una fuerza atroz
y con una absoluta intolerancia,
ante esas madres
que no creen jamás
en la necesidad de estas guerras
que destruyen las vidas
que ellas mismas han llevado,
y que con ánimo luchan
por crear algo más de justicia.
Estás presente en ellas, (María).
Gracias a ti y a tu hijo
podemos abrir nuestros ojos
a esta sabiduría divina.
Tú eres y permanecerás
nuestra Guía hacia la verdadera vida,
la que sea el que sea nuestro recorrido temporal,
sembrado de dificultades
y de alegrías,
nos haces para siempre tus hijos,
los hijos de Dios, María,
tú que san Bernardo llamaba “la madre del Amor”.
              
    
                     Marie nous ouvre la voie divine
 Marie Leconte

  L'amour maternel du  cœur  immaculé de Marie répond à l'amour filial  du cœur sacré de Jésus.

Le concerto spirituel de ces deux élus de toute éternité par  Dieu le Père, se fait écho musical pour toucher de  sa céleste  musique le cœur de tous les hommes.

Mère divine dans l'ombre de son fils, discrète, humble et  confiante en la mission de Jésus.

La seule qui ait  reçu  de Dieu ce magnifique don de ressentir dans sa chair  la vie humaine de Jésus. Mère charnelle de l'enfant- Jésus et fille spirituelle de  son Saint Esprit.

A l'osmose de la maternité elle joint l'osmose de la divinité. Même chair, même souffle divin dans son âme. Marie offre à l'humanité toute entière  la clémence de son Fils. Elle  intercède à chaque instant, veille et console  tous ceux qui souffrent. Comme une ombre  d'une douceur infinie, elle perçoit dans  le cœur de chacun le désir d'aimer et d'être aimé.

Oublie de soi  et don total d'elle même, elle est  présente là, au pied de la croix,  avec un glaive qui transperce son cœur de mère, souffrant de voir son Fils crucifié, souffrant d'en être séparée, ici-bas, par la mort.

Comme elle a dû être longue cette attente,

Marie,
avant de  partir  retrouve(r)
celui à qui tu avais  donné la vie sur terre,
et qui t'avait  fait connaître
une vie nouvelle,
la vie  spirituelle qui dure  l'éternité
dans l'amour de Dieu.
Déjà cette vraie Vie,
tu l'as pressentie au moment de l'annonciation. 
Voie royale que tu ouvris  à  tous les hommes
en acceptant de devenir la mère de Dieu,
pour qu' imprégnés  de la foi
en l'infinie bonté divine,
ils mettent  en priorité dans leur vie,
le partage et la compassion.

A tous ceux qui n'auront  pas compris que rendre le mal pour le mal, ce n'est pas se défendre, c'est suivre la loi du talion, combien  nous est précieuse Marie ta douceur, ta fidélité, ta persévérance et ton espérance.

Encore aujourd'hui où l'on emploi tant de violence verbale et physique  pour  façonner des hommes «  forts », Marie nous  rappelle qu'il n'y a qu'un  sentier, que la voie est étroite, qu'il ne faut juger personne.

Grain de sable passager au milieu  d'une éternité qui n'a pas encore dévoilé tous ses secrets, l'être humain  marche dans une continuelle quête d'identité, cherchant la  lumière qui éclairerait l' énigme de son existence. Tu nous ouvres les bras au bout de ce chemin, nous attendant comme Jésus t'attendait lors de ton Assomption.

Dans la légèreté d'un souffle te voilà emportée, telle  une étoile  filante pour rejoindre Dieu dans son univers d'Amour. Cet amour total que tu avais reçu sur terre, là où tes yeux regardant le monde avec beaucoup de mansuétude ne pouvaient que constater l'ignorance des hommes. Ces yeux qui se sont fermés lors de ta dormition, restant à  l'écoute dans un dialogue éternel avec tous les êtres humains. Femme  intemporelle tu fus et tu es, car  en toi, toute femme peut se retrouver.

Ta féminité reflète l'amour divin qui demeure en ton cœur.

Comme elles te ressemblent ces femmes qui s'engagent de nos jours pour défendre des valeurs  humaines, luttant contre ces affrontements inutiles dans lesquels certains  hommes assoiffés de puissance  trahissent leur ignorance de la Vérité et de la Sagesse en agissant avec une force brutale et une complète intolérance.   A ces   mères qui ne  croiront jamais en la nécessité de ces guerres  qui détruisent les vies qu'elles ont portées, et qui, avec courage se battent pour instaurer plus de justice. C'est toi que l'on retrouve à travers elles, dans tous ces combats qu'elles mènent  pour  la paix et la justice.

On te sent présente en elles. Grâce à toi et à ton Fils, nous pouvons  ouvrir nos  yeux à cette sagesse divine. Tu es, et resteras, notre  guide vers la vraie Vie, celle qui,  quelque soit notre  parcours temporel semé d'embûches ou de joies, nous  a fait pour  toujours tes enfants, les enfants de Dieu, Marie, toi que Saint Bernard appelait «  Mère de l'Amour ».