sábado, 28 de agosto de 2010

SAN AGUSTÍN



Nos has hecho para ti,
 Señor,

y nuestro corazón estará insatisfecho
 hasta que descanse en ti.
Señor, que todo mi corazón se inflame con amor por ti;
Haz que nada en mi me pertenezca y que no piense en mi;
Que yo arda y sea totalmente consumido en Ti;
Que te ame con todo mi ser, como incendiado por ti”.

(San Agustín)


Este gran santo nos enseña la importancia del don de Dios, de la conversión y de la libertad que tenemos para decidir nuestro camino.¡Me fascina su lenguaje tan actual y su amor tan grande!

viernes, 27 de agosto de 2010

Ayúdanos a prepararnos para encontrarle en los acontecimientos de la vida diaria

Domingo 22º del Tiempo Ordinario - Ciclo C
29 de Agosto del 2010





Como otras semanas  "cuelgo" homilías y comentarios a la Palabra de Dios del Domingo y un texto de M. Celeste Crostarosa. Puedo elegir la lectura que me llegue al corazón, después de haber leído la Palabra de Dios. Eso es lo más importante. Después, puedos pasar por el corazón   lo leído y en tercer lugar quedarme como acunando

la Palabra... 

Así entraré en la oración contemplativa y silenciosa. 

¡Permanezco en ella y dejo que el Señor me instruya internamente" como ora el salmista (Salmo 138)

Una vez más te invito a respirar hondo y cantar algo que sepas que te ayude a silenciar el corazón... Si se te hace largo, ese mismo canto o antífona, a modo de mantra, lo vas repitiendo hasta que entres en el silencio.

Si veo que me distraigo vuelvo otra vez a ese lugar donde la Palabra me ha dialogado conmigo, donde me ha tocado el corazón. 

Podrá haber algún día que esté más seco, más despistado o más "no sé qué"... Entonces PERMANEZCO... En esos momentos puede venir de un modo inesperado el encuentro con el Señor, me puede llegar una iluminación a mi vida y si he dejado la oración ¡me lo he perdido!




Oración Colecta

Señor Dios nuestro, fuente de toda sabiduría:
Tú nos invitas a ser sabios y previsores
y a encontrar a tu Hijo
con lámparas encendidas en nuestras manos.

Ayúdanos a prepararnos para encontrarle
en los acontecimientos de la vida diaria
y en la gente que nos rodea,

para que podamos entrar con él
en tu fiesta celestial, que es eterna,
y se prolongará por los siglos de los siglos.


Primera lectura
Lectura del libro del Eclesiástico (3,17-18.20.28-29):

Hijo mío, en tus asuntos procede con humildad y te querrán más que al hombre generoso. Hazte pequeño en las grandezas humanas, y alcanzarás el favor de Dios; porque es grande la misericordia de Dios, y revela sus secretos a los humildes. No corras a curar la herida del cínico, pues no tiene cura, es brote de mala planta. El sabio aprecia las sentencias de los sabios, el oído atento a la sabiduría se alegrará. 


Salmo
Sal 67,4-5ac.6-7ab.10-11

R/.
 Preparaste, oh Dios, casa para los pobres

Los justos se alegran,
gozan en la presencia de Dios,
rebosando de alegría.
Cantad a Dios, tocad en su honor;
su nombre es el Señor. R/.

Padre de huérfanos, protector de viudas,
Dios vive en su santa morada.
Dios prepara casa a los desvalidos,
libera a los cautivos y los enriquece. R/.

Derramaste en tu heredad, oh Dios, una lluvia copiosa,
aliviaste la tierra extenuada;
y tu rebaño habitó en la tierra
que tu bondad, oh Dios, preparó para los pobres. R/.

Segunda lectura
Lectura de la carta a los Hebreos (12,18-19.22-24a):

Vosotros no os habéis acercado a un monte tangible, a un fuego encendido, a densos nubarrones, a la tormenta, al sonido de la trompeta; ni habéis oído aquella voz que el pueblo, al oírla, pidió que no les siguiera hablando. Vosotros os habéis acercado al monte de Sión, ciudad del Dios vivo, Jerusalén del cielo, a millares de ángeles en fiesta, a la asamblea de los primogénitos inscritos en el cielo, a Dios, juez de todos, a las almas de los justos que han llegado a su destino y al Mediador de la nueva alianza, Jesús.


Evangelio
Lectura del santo evangelio según san Lucas (14,1.7-14):

Un sábado, entró Jesús en casa de uno de los principales fariseos para comer, y ellos le estaban espiando. Notando que los convidados escogían los primeros puestos, les propuso esta parábola: «Cuando te conviden a una boda, no te sientes en el puesto principal, no sea que hayan convidado a otro de más categoría que tú; y vendrá el que os convidó a ti y al otro y te dirá: "Cédele el puesto a éste." Entonces, avergonzado, irás a ocupar el último puesto. Al revés,
cuando te conviden, vete a sentarte en el último puesto, para que, cuando venga el que te convidó, te diga: "Amigo, sube más arriba." Entonces quedarás muy bien ante todos los comensales. Porque todo el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido.»
Y dijo al que lo había invitado: «Cuando des una comida o una cena, no invites a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a los vecinos ricos; porque corresponderán invitándote, y quedarás pagado. Cuando des un banquete, invita a pobres, lisiados, cojos y ciegos; dichoso tú, porque no pueden pagarte; te pagarán cuando resuciten los justos.»

Comentarios  al Evangelio del Domingo 29 de Agosto del 2010

El Reino y la escala jerárquica

  
      Verdaderamente las personas tenemos una gran capacidad para complicar hasta lo más sencillo. Y el Reino de Dios es algo muy sencillo. Por eso, a Jesús le gustaba expresarlo con ideas y comparaciones muy sencillas, que todo el mundo podía entender. Jesús no recurrió a complicados tratados ni teologías difíciles para explicar su mensaje. Su vida estuvo siempre marcada por la sencillez y la transparencia. Su forma de actuar era ya explicación de su mensaje. 
      Digo esto porque algo tan sencillo como una comida lo hemos terminado convirtiendo en un momento de protocolo donde hay que respetar los diversos niveles sociales. Las personas sienten que tienen derecho a un puesto u otro de acuerdo con su condición social, su nivel económico o su poder en la escala jerárquica social. No concederles ese puesto puede suponer graves afrentes, que en más de una ocasión han dado lugar a riñas y conflictos irresolubles.

El Reino es una comida compartida
      Precisamente una de las comparaciones preferidas de Jesús para hablar del Reino es la comida compartida. Sentarse en torno a la mesa es una forma de expresar la fraternidad, el hecho de que todos somos hermanos y hermanas, que Dios es el padre común. Compartir la comida es un momento sagrado porque tiene mucha relación con compartir la vida y nuestro Dios es el Dios de la Vida. Tanto le gustaba a Jesús esa comparación que, al final de su vida, cuando sabía que su muerte era inminente, nos regaló la Eucaristía, una comida ritual en la que él mismo se hace presente como alimento de vida que todos compartimos. 
      Por eso le costaba a Jesús entender lo de las jerarquías, esa necesidad que tenemos las personas de poner a las demás personas en una escala de arriba abajo y, por supuesto, dando siempre más importancia a los de arriba que a los de abajo. No entendía Jesús esa pasión por estar entre los de arriba, por ser importante. En su perspectiva no entraban esas diferencias sino más bien lo contrario: la cercanía, la fraternidad, la igualdad, el movernos todos al mismo nivel, sin tener en cuenta ninguna de las diferencias –siempre accidentales– que nosotros solemos señalar para establecer la escala social. Los que se sientan a la misma mesa son hermanos y hermanas, iguales. De escoger un puesto se trata de escoger el último para servir a los más pobres, a los más abandonados. Ese es el mayor privilegio al que se puede aspirar: construir la fraternidad acercando a los que están lejos a la mesa familiar. 
      En el Evangelio de hoy, Jesús participa en un banquete y, como es natural, no entiende la lucha de los convidados por ocupar los primeros puestos. Le resulta una pasión inútil. Está convencido de que los que hacen eso se olvidan de lo más importante, pierden el tiempo y no gozan verdaderamente del banquete de la fraternidad –mucho más importante sin punto de comparación que lo que se come materialmente–. Pero este mensaje, como dice la primera lectura, se ha revelado a los humildes. Es el mensaje del amor y la misericordia de Dios que no deja a nadie fuera de su mesa, que no excluye a nadie del banquete de la vida. Conocer ese mensaje es la más alta sabiduría a la que se puede aspirar. 
Aprender la verdadera sabiduría
      Ese mensaje se nos ha revelado en el mismo Jesús, en su vida y en su testimonio, en sus palabras y en sus acciones. A través suyo hemos podido entrever que nuestro Dios no es un Dios de terror ni de poder ni de furia. Con Jesús nos hemos acercado al monte Sión y hemos descubierto que el Reino es un fiesta, la fiesta de la vida y de la fraternidad y que en medio de la fiesta, como el que acoge, como padre de misericordia, está Dios mismo, el creador y mantenedor de nuestra vida. 
      Desgraciadamente seguimos creyendo en las categorías, en las jerarquías. Hasta en la iglesia hemos marcado diferencias entre las personas. Hay puestos reservados, autoridades y tantas otras cosas. Y a veces se nos olvida que el servicio fraterno es lo que da sentido a lo que hacemos en la Iglesia y en la sociedad, que si no servimos a los hermanos y hermanas perdemos miserablemente el tiempo y la vida que se nos ha regalado. Nos despistamos y pensamos que el objetivo de nuestra vida es ser importante, tener cargos y que nos terminen cediendo los primeros puestos y haciéndonos homenajes. ¡Necio! Cuando te mueras no te llevarás nada de eso consigo. Y lo único que te salvará será el amor que hayas compartido gratuitamente en tu vida, el amor de Dios
Fernando Torres Pérez cmf


Sí, ahora, parece que en algunos sitios se intentan resucitar liturgias de casi antes del Concilio, con capisayos y vestimentas propias del siglo "menos uno"... 

Pero yo tengo experiencia de la Eucaristía como expresas. No está en el ideal sino en la realidad. Eso ha creado unos lazos muy fuertes en las personas que la hemos celebrado durante años...

Creo que como comunidad cristiana tenemos que tender hacia ello y si no es posible vivirla en comunidad pequeña acercar las celebraciones a la vida y entre nosotros ir viviendo cada vez más el ser pan compartido y entregado para los demás...
http://www.ciudadredonda.org/lectura/comentario/?f=2010-08-29




Un lugar en el mundo
 La Palabra de Dios de este domingo nos interroga sobre el lugar del cristiano y de la Iglesia en el mundo. La Iglesia, la comunidad de seguidores de Jesús, es para mucha gente referencia de compromiso y atención a las grandes carencias de millones de personas. Para otros, es un gran invento humano fuera de lugar por formar parte de una historia pasada.
Creo que la Iglesia hoy se encuentra de nuevo junto a Jesús, y escucha la invitación a ocupar los últimos puestos, a ser humilde, a hacer calladamente su tarea, que proclama a gritos la misericordia de Dios.
Es cierto que el Evangelio parece que nos da unas pistas para no "quedar mal en reuniones sociales". Pero en realidad, el texto nos llega como un interrogante sobre nuestro lugar en dos ámbitos fundamentales en los que se mueve nuestra vida: la misma comunidad cristiana, y nuestro mundo.
Ocupar los últimos lugares implica dar más importancia a lo que se es, y no tanta a lo que se hace. La publicidad y la propaganda, que hoy 'garantizan' la existencia (si no te anuncias o sales en la tele, si no estás en Internet o no tienes facebook, no existes), no es imprescindible para que la Buena Noticia del Reino llegue a los hombres.
Necesitamos más humildad, más sencillez, quizás para poder estar con los que no tienen puestos de importancia, con los últimos. La sencillez y la humildad son caminos de encuentro con los hermanos menos desfavorecidos: y ahí está la novedad de la Palabra de Dios de hoy.
Laureano Del Otero Sevillano CSSR


FUE LA OPCIÓN DE JESÚS

En los años posteriores al Concilio se hablaba mucho de la «opción preferencial por los pobres». La teología de la liberación estaba viva. Se percibía una nueva sensibilidad en la Iglesia. Parecía que los cristianos queríamos escuchar de verdad la llamada del Evangelio a vivir al servicio de los más desheredados del mundo.

Desgraciadamente, las cosas han ido cambiando. Algunos piensan que la «opción por los pobres» es un lenguaje peligroso inventado por los teólogos de la liberación y condenado justamente por Roma. No es así. La opción preferencial por los pobres es una consigna que le salió desde muy dentro a Jesús.

Según Lucas, éstas fueron sus palabras: «Cuando des una comida o una cena, no invites a tus amigos ni a tus hermanos ni a tus parientes ni a los vecinos ricos; porque corresponderán invitándote y quedaras pagado. Cuando des un banquete, invita a pobres, lisiados, cojos y ciegos; dichoso tú, porque no pueden pagarte; ya te pagarán cuando resuciten los justos».

¿Se pueden tomar en serio estas palabras provocativas de Jesús? ¿Lo dice en serio o es una manera de impactar a sus oyentes? Jesús habla de invitar a los excluidos, marginados y desamparados. Son precisamente los desdichados a los que él se está dedicando en cuerpo y alma por las aldeas de Galilea.

Sabe bien que esto no es lo habitual. Los «pobres» no tienen medios para corresponder con cierta dignidad. Los «lisiados, cojos y ciegos» sencillamente no pueden. En Qumrán son precisamente los que están excluidos de la comida comunitaria.

Jesús habla en serio. Lo prioritario para quien sigue de cerca a Jesús no es privilegiar la relación con los ricos, ni atender las obligaciones familiares o los convencionalismos sociales, olvidando a los pobres. Quien escucha el corazón de Dios, comienza a privilegiar en su vida a los más necesitados.

Una vez de escuchar de labios de Jesús su opción preferencial por los pobres, no es posible evitar nuestra responsabilidad. En su Iglesia hemos de tomar una decisión: o no la tenemos en cuenta para nada, o buscamos seriamente cómo darle una aplicación generosa.
José Antonio Pagola



El amor desinteresado
Jesús va de camino. Recibe la invitación de un fariseo, de los principales, y acepta ir a comer con él. Hay expectación en torno a Jesús. Le observan detenidamente. ¿Qué hará? ¿Qué dirá? Con Jesús creen tener el espectáculo asegurado. Pero Jesús aprovecha el momento de la comida, que es tiempo de intimidad y amistad, para dar mensajes sorprendentes.
El primero va dirigido a todos los comensales: Ha observado Jesús que buscan los primeros puestos, las reverencias, la gloria humana. Y les invita a cambiar radicalmente el modo de obrar, a ponerse en los últimos puestos. ¡Es tan hermoso, lo dice él por experiencia, mirar la vida y a las gentes desde abajo! ¡Es tan grande que uno, allí donde esté, se coloque en el grupo como quien sirve! Hay mucho amor, y mucho reino, y mucho Dios en esas actitudes.
El segundo mensaje va dirigido al fariseo que lo ha invitado. Ha observado entre los invitados a amigos, hermanos, parientes, vecinos ricos... Y le pone delante otro estilo de vida: el amor desinteresado, la bienaventuranza que se experimenta cuando el amor sale de forma gratuita y generosa del corazón.
Orar también en verano:
Vete al encuentro amistoso con Jesús, una alternativa difícil pero gozosa de vida. Y ponte a su disposición. Dile que te enseñe alternativas de vida.
Deja que el Espíritu te ensanche el corazón y lo llene de nombres, de rostros, de hermanas y hermanos.
En tu oración siempre se te pide algo. Apoyo, iniciativas que contribuyen al bien de los hombres y de los pueblos. Que todo lo que hagas o proyectes esté tocado por la gratuidad. Está será tu forma de sentarte a la mesa de los pecadores.

UN ASIENTO DE PRIMERA



En un vuelo de British Airways, una señora blanca y rica se encontró sentada junto a un hombre negro. Ésta llamó a la azafata para exponerle sus quejas y su disgusto.
“Me han sentado junto a este negro y no puedo viajar así. Búsqueme otro asiento”.
“Cálmese señora”, le dijo la azafata, “el avión está lleno, pero miraré a ver si queda algún asiento libre”.
Minutos más tarde, la azafata sonriente volvió con la buena noticia. “Señora, sólo queda un asiento en primera clase”.
“Hacer un cambio de asiento es algo extraordinario, pero dadas las circunstancias, el capitán ha concluido que sería una grave desconsideración hacia el pasajero tener que volar junto a una persona tan desagradable”.
Y dirigiéndose hacia el hombre negro le dijo: “Señor, recoja sus cosas y sígame, tengo un asiento preparado para usted en primera clase”.

El resto de los pasajeros respondió con una fuerte ovación.

En algunas iglesias de Nueva York aún se pueden leer los nombres de la gente importante: Cornelius Vanderbilt, el hombre más rico de su tiempo, John Rockefeller, el hombre que desde su primer sueldo hasta el final de su vida siempre dio el diezmo a su iglesia. Éstos compraban su banco en las primeras filas y en su ausencia nadie los ocupaba.

Las listas humanas y el protocolo de los hombres no se parecen en nada a las listas de Dios.

El primer banco de nuestras iglesias está siempre vacío, excepto el día en que, por razones ajenas al culto, acuden las autoridades civiles y militares que, con mucha solemnidad y todo derecho, ocupan el primer banco.

Dios, asombro y alegría, no mide la categoría de las personas por los cargos que ostentamos, por los títulos conseguidos o por la riqueza acumulada.

En las iglesias, en torno a la mesa de Jesús, todos somos ilegales, porque todos somos pecadores, todos los bautizados tenemos la misma dignidad porque todos ostentamos el único título de hijos de Dios. Todos somos miembros de la misma familia de Dios.

La sociedad de ahí afuera es muy imperfecta. Aquí adentro todos somos importantes pero yo no soy más importante que el que está a mi lado o el que está detrás o delante. Todos participamos de la misma mesa y recibimos al mismo Jesús.

Todos invitados como en la parábola: “amigo, sube más arriba”.

La cercanía con Dios no es cuestión de lugar ni de geografía, es cercanía que sintoniza con Jesús, el que nos enseña a eliminar barreras y a valorar a todos, especialmente a los más desfavorecidos de la sociedad, los que nadie invita.

Los no invitados son los preferidos de Jesús y debieran ser también los nuestros.

Los judíos, los primeros invitados a la nueva fiesta inaugurada por Jesús, despreciaban a los extranjeros y no querían que se sentaran junto a ellos ni viajaran con ellos.

Jesús, en cuyo nombre nos reunimos, nuestro anfitrión, invita a todos a su mesa, a esta conversación dominical a esta tertulia de amigos entorno a la Palabra de Dios y las historias que Jesús nos cuenta para mostrarnos su corazón e infundirnos su espíritu.

Hoy, Jesús, el hombre humilde, nos exige ser humildes. ¿Somos humildes ante Dios? Dios mira con agrado la humildad de sus siervos ¿Se lo ha preguntado alguna vez?

No me diga que se sienta en el último banco por humildad. Se sienta ahí por miedo o para salir de la iglesia el primero.

Jesús nos exhorta también a ser comunidades de acogida donde nadie se sienta extranjero, desconocido o no querido.

Félix Tutor, escolapio

LA HOMILÍA MÁS JOVEN: HOSPITALIDAD

1.- Si un día vais, mis queridos jóvenes lectores, a la famosa ciudad de Petra, en el reino de Jordania, no os limitéis a recorrer los fresados caminos por los que se desplazan tantos turistas. No ignoro que son impresionantes las edificaciones, fruto de los grandes cinceles que descomponiendo las rocas, rompiéndolas a pedazos sin disponer de la maquinaria que hoy poseemos, nos permiten ver estas impresionantes edificaciones. No os digo que las despreciéis, pero sí que no os contentéis mirándolas. Por aquellos valles hasta hace poco, vivían beduinos, descendientes del pueblo nabateo y de otras culturas que también han dejado su huella. A mi lo que me ha gustado visitar las dos veces que he ido, ha sido un “templo” cananeo, situado a algo más de media hora de empinada subida. Los dos monolitos, divinidades masculina y femenina, también del mismo bloque que forma la montaña y el grandioso altar de ella sacado, nos hablan en silencio del gran respeto y del sentido de la grandiosidad que tenían de lo sagrado, los que lo hicieron. Hay otros por aquellas tierras. Algunos están también en elevados lugares, estoy pensando en Dan, próximo a las fuentes del Jordán. Estaba muy presente en la memoria del israelita la montaña del Sinaí, lugar donde al pueblo se le dio la Ley, se encontró a sí mismo, reconociéndose como pueblo escogido y descubrió el sentido que debía dar a su historia. Ahora bien, lo que la gente conocía mejor era el de Jerusalén, también elevado y de grandiosas proporciones. Pues bien, el autor de la Carta a los Hebreos, de la que leemos este domingo un fragmento, recuerda a los primeros destinatarios y a nosotros, que se nos ha dado la posibilidad de acercarnos y situarnos dentro de algo superior, la Jerusalén celestial, lugar de encuentro con los justos y con el mismo mediador de la nueva alianza: Jesús.

Podrán los cambios climáticos alterar nuestro estado de ánimo, pero nuestras convicciones deben mantenernos en Esperanza, es el mensaje de optimismo que se desprende de la Carta a los Hebreos. Nunca debemos olvidar estas realidades, por ocultas que estén a las mentes de hoy. Que no porque no aparezcan en las noticias de nuestros medios de difusión de hoy, dejan de existir.
2.- Me he referido en otras ocasiones a la hospitalidad. La entendemos siempre como una actitud de acogida, la respuesta generosa a la manifestación de una necesidad. Pero hay algo más positivo, algo mejor, es el adelantarse y ofrecer, cosa que cualquier persona agradece. Cuando hablamos de hospitalidad nos referimos casi siempre a aquellos que acogen en su domicilio a gente que carece de él y no nos equivocamos. Pero este sentido no es único. El que invita se adelanta. El invitado que acude, en principio, lo hace como una muestra de satisfacción por la distinción que con él han tenido.
3.- Convidar es un gesto de humanidad, ningún animal es capaz de hacerlo. Acudir a una recepción es una forma de incorporarse a la comunidad. Escoger un lugar es manifestación de cómo nos consideramos a nosotros mismos. Y algunos se apresuran en cualquier ocasión que se presente en colocarse cerca del que es importante, en salir en la foto cerca de él. Se quieren acaparar trofeos, de la clase que sea, para satisfacer el orgullo, o simplemente la vanidad. Observaréis que si un autor pretencioso, o un artista, no ha podido lograr un premio, para presumir, se anuncia: nominado para… o finalista de… Recuerdo una viñeta cómica vista hace muchísimos años. Un hombre había logrado ser jefe en su ámbito y se encargó de inmediato una gorra que lucía en grandes letras la palabra JEFE, con mayúsculas. Se molestaron los compañeros, pues en la empresa nadie llevaba signos distintivos y lo echaron del despacho. Al día siguiente llegó con una nueva gorra donde ponía: ex-jefe. La cosa era figurar. (Os he puesto este ejemplo ya que, por lo menos en mi entorno y por lo que me explican, en los banquetes de bodas ya de antemano un letrerito dice que lugar debe ocupar cada comensal)
4.- La segunda parte de la enseñanza del Maestro, con pequeño retoque a la figura, sí que os interroga. Pienso yo que os diría, mis queridos jóvenes lectores, cuando organices una fiesta de cumpleaños, o de fin de carrera, no te limites a tus más íntimos amigos, invita a los olvidados, a los que tal vez últimamente se han incorporado al curso o que ocasionalmente han acudido como simples compañeros y nadie les ha hecho caso, a aquel hijo de emigrante que le toca volver a su lugar de origen y no volverás a ver, a aquel o aquella que venido de lejos, ni siquiera ha aprendido a expresarse ya que desconoce la lengua, a aquel o aquella que ni es atractivo, ni molesta su apariencia, pero que todos ignoran. Deja tu cámara fotográfica a quien no tiene y arriésgate a enseñarle el funcionamiento y que la use. Si eres rico y tienes piscina, invita a bañarse al que tal vez no pueda ir a otra, pues, hasta vive realquilado. Piensa en los olvidados o ignorados, en los que nunca te invitaron a ti, en aquellos que ni siquiera sabes donde viven, ni conoces su nombre con exactitud. Serás así fiel a las enseñanzas del Señor y además, “dentro” de este invitado anónimo, está Cristo, no lo olvides.
Pedro José Ynaraja


Que mi gusto sea tu gusto orando o trabajando; que mi gusto sea tu descanso, tu alimento, tu celda, tu vida, tu espíritu, tu deseo, tu esperanza, tu seguridad. De los Diálogos de Jesús con M. Celeste, D.5º p 69
Si quieres más comentarios:
Bendición

Hermanos:
Prepárense y estén listos para la venida del Señor, siempre. 
Sabemos muy bien lo que esperamos:
al Señor, y con él vida plena,
gran alegría y felicidad eternas.
Entonces... no hay nada que temer.
Que la bendición de Dios todopoderoso,
Padre, Hijo y Espíritu Santo descienda sobre ustedes.

ENTREVISTA A JOSÉ IGNACIO GLEZ.FAUS

viernes, 20 de agosto de 2010

ESCUCHA EL SILENCIO - APRENDE A MIRAR



No es una broma verbal; tampoco un aforismo teológico. Es sencillamente la formulación de un modelo nuevo de estar con las cosas. Tal vez el modelo único. Desde la poesía, es captar el instante ‘al vivirlo’ y dejarlo donde está. Es como un Haiku, que capta simplemente lo que está sucediendo ‘ahora’ y ‘aquí’; es el momento sorprendido.

‘Hacer un haiku
es mirar callado
algo sin tiempo’.
 
Todo momento es silencio. Y meditar es la expresión de nuestro misterio personal. Escuchar el silencio es meditar; meditar-‘aprender a mirar en silencio’- facilita el ‘escuchar el Silencio, que es Dios’. Somos un haiku; algo que somos y que permanece sin tiempo, siendo nosotros mismos. Meditar es la capacidad de ‘ver eso’ sin entorpecimiento de palabras. Que la manera más fácil de entrar en estado medita tivo es ponerse a escuchar.
 
Cierra los ojos y oye todos los ruidos en torno; escucha el bullicio o el murmullo general de todo, como estuvieras escuchando música. Te podrá parecer estúpido, pero estás asistiendo a otra versión de las cosas y a otra manera de ‘estar presente’. No intentes identificar los ruidos, no les pongas nombre (…). Deja que te lleguen y deja que se vayan. No hay ruidos adecuados o inadecuados, ni tampoco importa si alguien estornuda o se le cae alguna cosa; todo es simplemente ruido o soni do’1.
 
Escuchar el silencio’ tiene la solemnidad de ser una ‘contracultura’; algo que rompe los moldes que nos aprisionan y que condicionan, incluso, nuestra manera de relacionarnos con Dios. Nuestra relación ruidosa con Dios-a nuestro modo-es desde el ‘hacer y tener’; desde la contracultura del silencio, es desde el ‘ser y estar’.
 
Cometer la aparente ‘estupidez’ de detenerse ante lo que nos llega, es cambiar los modelos de pensar y de sentir con que afrontamos la vida: ordinariamente desde la utilidad o desde la repercusión afectiva que nos produce; desde la ‘lógica’ del hacer y del tener. ¡Qué bien, aunque de forma mordaz, Mariano José de Larra decía que algunos ‘no saben existir’.
 
Hace tiempo que confundo, no la clásica ‘esencia o existencia’ sino la ‘presencia y la existencia’. Ordinariamente, se nos escapa nuestra propia presencia; se nos escapa que somos un ‘acontecimiento’ y una consistencia. Y mientras no nos identifiquemos como ‘acontecimiento’ se nos escapa el hecho, el acontecimiento que nos funda: ‘En Dios vivimos nos movemos y existimos’.
 
Y, aún más. Nuestro entrenamiento para una relación profunda-sólo con Dios-llega a ‘escuchar el silencio en silencio’. Y no es fácil. En el alarde y ostentación, al parecer, sólo literario de ‘escuchar el silencio’, se afrontan las seguridades neuróticas de nuestra mente habladora que nos corren como sangre no oxigenada por los capilares de la mente, del cuerpo y hasta del alma.
 
Invitar a ‘escuchar el silencio’, es invitación a resolver el koan de cómo se oye el ruido de una sola mano que aplaude. Es ‘la extraña lógica’ oriental en el intento por quebrar la lógica de la mente superficial. Es comenzar a entender de otra manera-‘sin manera’-dicen los místicos- lo que se refiere el Silencio invasor de Dios.
 
Cerremos los ojos para escuchar y oiremos el silen cio, y después los ruidos y sonidos que emergen de ese silencio’2. La excelencia de este proceder es un modelo válido y reconocido como un ejercicio ‘iniciático’: ‘iniciación a la experiencia del misterio’. No tiene la validez de lo útil, pero tiene la esencial realidad de ‘saber existir’. Y, cuando lo aplique a Dios, la gran validez de existir en Dios. ¡Es todo!
 
En la ‘nueva’ ‘lógica’ de esta relación también el cuerpo ‘es’. Ahora, por su cauce, corre todo el caudal de la mente. Al mirar en silencio, el nuevo cuerpo, ‘reconstruido’ por nuestra ‘afonía mental’, encontraremos la base primera para la paz mental.
 
Obsérvalo todo como un espectador distante, que deja pasar las nubes. Deja que atraviesen lentas o rápidas tu espacio corporal; es tu meteorología personal. ‘Contempla... la sensación de tu cuerpo, sin formula ción. Déjala vivir y desplegarse con sus matices de calor, de frío, contracción, agita ción’3. Es seductor el llegar a la meditación- a la conciencia silenciosa- contemplando el cuerpo, recorriéndo lo... Se refuerza nuestro esquema corporal: la manera de vivir nuestro cuerpo, de vivirnos en él y de vivirnos desde él. Un milagro ocurrido en la cercanía de quien ‘se encuentra, con un equilibrio de que no dispone [ahora]’4.
 
La 'mirada silenciosa-siempre pobre- es la eficaz aproximación a un tipo de conciencia equilibrada y más revolucionaria desde su quietud. Una constatación final significativa: ‘Si tomas tu cerebro como objeto de contemplación5 [en este caso de tu mirada silenciosa], pronto lo sentirás de forma diferente. Ya no estará apretado, cargado, agobiado. Percibirás sus oscilaciones y un inmenso ensanchamiento, que tranquiliza. Nace un cuerpo ‘elaborado’ desde el silencio; otro cuerpo. Tu cabeza [tu mente, el fondo] dejará de tener un lugar privilegiado y sus ruidos dejarán de ser parte de tu agobio. Después de un tiempo ‘... oirás cómo, del ‘agujero’ del silencio’, nacen los sonidos, sin causa, sin origen6. Y, paradójicamente, podrás hablar con las cosas y con todo, sin palabras… No es poesía; es un modelo contemplativo; a tu alcance. La mente silenciada, deja un espacio para la revelación, y si eres un creyente en Dios y en Jesús, estarás facilitando la revelación de una Presencia en la que la vida se resuelve y descansa.
 
Oír el silencio es una pedagogía de la escucha, al servicio de la fe, que nos permite ‘oír a Dios’. Es otra manera de explicar la petición del profeta: ‘Dame oído de discípulo’ (Is 50,4). ¡Y pensar que uno puede ensayar algo que se le parezca, oyendo en silencio los ruidos de fuera y los murmullos de propia mente! Esto no es para teólogos; es para mendigos que están en la calle y duermen a la intemperie. Y de puro sencillo, no se entiende…

Nicolás de Ma. Caballero, cmf. -  



1 A. WATTS, Nueve meditaciones, p. 33.
2 A. WATTS, Nueve meditaciones, Barcelona, Kairós, 19812, p. 19.
3 JEAN KLEIN, La mirada inocente, p. 45s.
4 M. GUIRAO, Anatomía de la conciencia-Anatomía sofrológi ca, p. 242.
5 De tu mirada atenta, no analítica, de tu 'mirada pobre', se entiende.
6 A. WATTS, Memorias, p. 257.

jueves, 19 de agosto de 2010

JESUCRISTO ES UNA PUERTA SIEMPRE ABIERTA PERO NO TODO VA. SALVACIÓN ES VIDA CON DIOS.




 Domingo 22 de agosto de 2010
 21º domingo de tiempo ordinario

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Is 66, 18-21: De todos los países traerán a todos sus hermanos       



Así dice el Señor: «Yo vendré para reunir a las naciones de toda lengua: vendrán para ver mí gloria, les daré una señal, y de entre ellos despacharé supervivientes a las naciones: a Tarsis, Etiopía, Libia, Masac, Tubal y Grecia, a las costas lejanas que nunca oyeron mi fama ni vieron mi gloria; y anunciarán mi gloria a las naciones. Y de todos los países, como ofrenda al Señor, traerán a todos vuestros hermanos a caballo y en carros y en literas, en mulos y dromedarios, hasta mi monte santo de Jerusalén -dice el Señor-, como los israelitas, en vasijas puras, traen ofrendas al templo del Señor. De entre ellos escogeré sacerdotes y levitas» -dice el Señor-.
Salmo 116: Vayan al mundo entero y proclamen el Evangelio 

        Alabad al Señor, todas las naciones,
Aclamadlo, todos los pueblos.

Firme es su misericordia con nosotros,





su fidelidad dura por siempre.

Heb 12, 5-7.11-13: El Señor reprende a los que ama 
Hermanos: Habéis olvidado la exhortación paternal que os dieron: «Hijo mío, no rechaces la corrección del Señor, no te enfades por su reprensión; porque el Señor reprende a los que ama y castiga a sus hijos preferidos.» Aceptad la corrección, porque Dios os trata como a hijos, pues, ¿qué padre no corrige a sus hijos? Ninguna corrección nos gusta cuando la recibimos, sino que nos duele; pero, después de pasar por ella, nos da como fruto una vida honrada y en paz. Por eso, fortaleced las manos débiles, robusteced las rodillas vacilantes, y caminad por una senda llana: así el pie cojo, en vez de retorcerse, se curará.

               Lc 13, 22-30: Muchos intentarán entrar y no podrán

 
                     
En aquel tiempo, Jesús, de camino hacia Jerusalén, recorría ciudades y aldeas enseñando. 
Uno le preguntó: - Señor, ¿serán pocos los que se salven? 
Jesús les dijo: - Esforzaos en entrar por la puerta estrecha. Os digo que muchos intentarán entrar y no podrán. Cuando el amo de la casa se levante y cierre la puerta, os quedaréis fuera y llamaréis a la puerta diciendo. «Señor, ábrenos» y él os replicará: «No sé quiénes sois». Entonces comenzaréis a decir: «Hemos comido y bebido contigo y tú has enseñado en nuestras plazas». Pero él os replicará: «No sé quiénes sois. Alejaos de mí, malvados». 
Entonces será el llanto y el rechinar de dientes, cuando veáis a Abrahán, Isaac y Jacob y a todos los profetas en el Reino de Dios y vosotros os veáis echados fuera. Y vendrán de Oriente y Occidente, del Norte y del Sur, y se sentarán a la mesa en el Reino de Dios. 
Mirad: hay últimos que serán primeros y primeros que serán últimos. 
Jesús continua su viaje a Jerusalén hacia la cruz, pasando por pueblos y aldeas en los que enseñaba. En este contexto uno pregunta a Jesús: Señor, ¿son pocos aquellos que se salvaran? La pregunta como se ve, apunta al número: ¿Cuántos vamos a salvarnos, pocos o muchos? La respuesta de Jesús traslada la atención del "cuántos" al " Cómo" nos salvamos.
Es la misma actitud que notamos a propósito de la parusía: los discípulos preguntan "cuando" se producirá el retorno del Hijo del hombre y Jesús responde indicando "cómo" prepararse para ese retorno, qué hacer durante la espera (Mt 24,3-4). Esta forma de actuar de Jesús no es extraña ni poco cortés; es la forma de actuar de alguien que quiere educar a los discípulos y pasar del plano de la curiosidad al de la sabiduría, de las preguntas ociosas que apasionan a la gente a los verdaderos problemas que sirven para el Reino. Entonces Jesús aprovecha la oportunidad, en este evangelio, para instruir a los discípulos sobre los requisitos de la salvación. La cosa nos interesa naturalmente en sumo grado también a nosotros, discípulos de hoy que estamos frente al mismo problema. Pues bien, ¿qué dice Jesús respecto del modo de salvarnos? Dos cosas: una negativa, una positiva; primero, lo que no sirve y no basta, después lo que sí sirve para salvarse. No sirve, o en todo caso no basta, para salvarse el hecho de pertenecer a determinado pueblo, a determinada raza o tradición, institución, aunque fuera el pueblo elegido del que proviene el Salvador: "Hemos comido y bebido contigo, y tú enseñaste en nuestras plazas... No sé de donde son ustedes" en el relato de Lucas, es evidente que los que hablan y reivindican privilegios son los judíos; en el relato de Mateo, el panorama se amplía: estamos ahora en un contexto de Iglesia; aquí oímos a cristianos que presentan el mismo tipo de pretensiones: " Profetizamos en tu nombre (o sea en el nombre de Jesús), hicimos milagros... pero la respuesta de Señor es la misma: ¡ no los conozco, apártense de mí! (Mt 7, 22-23). Por lo tanto, para salvarse no basta ni siquiera el simple hecho de haber conocido a Jesús y pertenecer a la Iglesia; hace falta otra cosa.
Justamente esta "otra cosa" es la que Jesús pretende revelar con las palabras sobre la "puerta estrecha". Estamos en la respuesta positiva, en lo que verdaderamente asegura la salvación. Lo que pone en el camino de la salvación no es un título de propiedad (no hay títulos de propiedad para un don como es la salvación), sino una decisión personal. Esto es más claro todavía en el texto de Mateo que contrapone dos caminos y dos puertas - una estrecha y otra ancha - que conducen respectivamente una al vida y una a la muerte: esta imagen de los dos caminos Jesús la toma de (Deut 30,15ss) y de los profetas (Jer 21,8); fue para los primeros cristianos,una especie de código moral . Hay dos caminos - leemos en la Didaché - uno de la vida y otro de la muerte; pero la diferencia entre los dos caminos es grande. Al camino de la vida le corresponden el amor a Dios y al prójimo, el bendecir a quien maldice, el mantenerse alejado de los deseos carnales, perdonar a quien te ofende, ser sincero, pobre; en suma; los mandamientos de Dios y las bienaventuranzas de Jesús. Al camino de la muerte le corresponden, por el contrario, la violencia la hipocresía, la opresión del pobre, la mentira; en otras palabras lo opuesto, a los mandamientos y a las bienaventuranzas.
La enseñanza sobre el camino estrecho encuentra un desarrollo muy pertinente en la segunda lectura de hoy: "El Señor corrige al que ama... " el camino estrecho no es estrecho por algún motivo incomprensible o por un capricho de Dios que se divierte haciéndolo de esa manera, sino que se puesto por medio el pecado, porque ha habido una rebelión, se salió por una puerta; el conflicto de la cruz es el medio predicado por Jesús e inaugurado por él mismo para remontar esa pendiente, revertir esa rebelión y "volver a entrar"
Pero ¿porqué camino "ancho" y camino " estrecho"? ¿acaso el camino del mal es siempre fácil y agradable de recorrer y el camino del bien siempre du ro y cansador? Aquí es importante obrar con discernimiento para no caer en la misma tentación del autor del salmo 73. También a este creyente del antiguo testamento le había parecido que no hay sufrimiento para los impíos, que su cuerpo esta siempre sano y satisfecho, que no se ven golpeados por los demás hombres, sino que están siempre tranquilos amasando riquezas, como si Dios tuviera, además, preferencia por ellos; el salmista se escandalizó por esto, al punto de sentirse tentado de abandonar su camino de inocencia para hacer como los demás. En este estado de agitación, entro en el templo y se puso a orar, y de repente vio con toda claridad; comprendió "cuál es su fin" o sea el fin de los impíos, empezó a albar a Dios y darle gracias con alegría porque todavía estaba con él. Por consiguiente, la luz se hace orando y considerando las cosas desde el fin, o sea, desde su desenlace.
Volvamos al hilo del discurso; Jesús rompe el esquema y lleva el tema al plano personal y cualitativo no solo es necesario pertenecer a una determinada "comunidad" ligada a una serie de practicas religiosas que nos dan la garantía de la salvación. Lo importante es atravesar la puerta estrecha es decir el empeño serio y personal por la búsqueda del reino de Dios, esta es la única garantía que nos da la certeza que se está en el camino que nos conduce a la luz de la salvación. Jesús ha repetido muchas veces este concepto "no todos los que me dicen Señor, Señor entraran en el Reino de los cielos, sino aquel que hace la voluntad de mi Padre que esta en los cielos".
Comer y beber el cuerpo y la sangre de Señor, escuchar su Palabra, multiplicar las oraciones es importante pero no es suficiente para alcanzar la Salvación, porque como afirma Dios por boca del profeta Isaías "no puedo soportar falsedad y solemnidad" (1,13) al rito se debe unir la vida, la religión debe impregnar toda la vida la oración, debe orientarse a la practica de la caridad, la liturgia debe abrirse a la justicia y al bien de otra manera como han dicho los profetas el culto es hipócrita y es incapaz de llevarnos a la salvación, y escucharemos las palabras de Jesús "aléjense de mi operarios de iniquidad", el acento esta en las obras, expresión de una vida coherente con la fe que profesamos.
La imagen que Jesús usa inicialmente es aquella de la "puerta estrecha" ella representa muy bien el empeño que es necesario para alcanzar la meta de la salvación, el verbo griego usado por Lucas agonizesthe es traducido por "esforzarse" indica una lucha, una especie de "agonía " incluye fatiga y sufrimiento, que envuelve a toda la persona en el camino de fidelidad a Dios.
La vida Cristiana es una vida de lucha diaria por elevarse a un nivel espiritual superior; es erróneo cruzarse de brazos y relajarse después de haber hecho un compromiso personal con Cristo. No podemos quedarnos estancados en nuestra fidelidad al reino de Dios.
Creer es una actitud seria y radical y no solo se reduce a ciertos actos de devoción, estos pueden ser signos de una adhesión radical; finalmente al Reino de Dios son admitidos todos los justos de la tierra que han luchado, amado y se han esforzado por su fe con sinceridad de corazón, esto significa que el cristianismo se abre a todas las razas, a todas las culturas, a todas las expresiones sociales y personales sin ninguna restricción.
El evangelio de hoy no está recogido en la serie «Un tal Jesús», pero en ella puede encontrarse varios episodios relacionados con el contenido de ese evangelio: www.untaljesus.net.
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UNA NOTICIA DIFERENTE
 NO TODO VALE
José Antonio Pagola
 Jesús va caminando hacia Jerusalén. Su marcha no es la de un peregrino que sube al templo para cumplir sus deberes religiosos. Según Lucas, Jesús recorre ciudades y aldeas “enseñando”. Hay algo que necesita comunicar a aquellas gentes: Dios es un Padre bueno que ofrece a todos su salvación. Todos son invitados a acoger su perdón.
Su mensaje sorprende a todos. Los pecadores se llenan de alegría al oírle hablar de la bondad insondable de Dios: también ellos pueden esperar la salvación. En los sectores fariseos, sin embargo, critican su mensaje y también su acogida a recaudadores, prostitutas y pecadores: ¿no está Jesús abriendo el camino hacia una relajación religiosa y moral inaceptable?
Según Lucas, un desconocido interrumpe su marcha y le pregunta por el número de los que se salvarán: ¿serán pocos?, ¿serán muchos?, ¿se salvarán todos?, ¿sólo los justos?. Jesús no responde directamente a su pregunta. Lo importante no es saber cuántos se salvarán. Lo decisivo es vivir con actitud lúcida y responsable para acoger la salvación de ese Dios Bueno. Jesús se lo recuerda a todos: «Esforzaos por entrar por la puerta estrecha».
De esta manera, corta de raíz la reacción de quienes entienden su mensaje como una invitación al laxismo. Sería burlarse del Padre. La salvación no es algo que se recibe de manera irresponsable de un Dios permisivo. No es tampoco el privilegio de algunos elegidos. No basta ser hijos de Abrahán. No es suficiente haber conocido al Mesías.
Para acoger la salvación de Dios es necesario esforzarnos, luchar, imitar al Padre, confiar en su perdón. Jesús no rebaja sus exigencias: «Sed misericordiosos como vuestro Padre es misericordioso»«No juzguéis y no seréis juzgados»«Perdonad setenta veces siete» como vuestro Padre; «Buscad el reino de Dios y su justicia».
Para entender correctamente la invitación «entrar por la puerta estrecha», hemos de recordar las palabras de Jesús que podemos leer en el evangelio de Juan: «Yo soy la puerta; si uno entra por mí será salvo» (Juan 10,9). Entrar por la puerta estrecha es «seguir a Jesús»; aprender a vivir como él; tomar su cruz y confiar en el Padre que lo ha resucitado.
En este seguimiento a Jesús, no todo vale, no todo da igual; hemos de responder al amor de Padre con fidelidad. Lo que Jesús pide no es rigorismo legalista, sino amor radical a Dios y al hermano. Por eso, su llamada es fuente de exigencia, pero no de angustia. Jesucristo es una puerta siempre abierta. Nadie la puede cerrar. Sólo nosotros si nos cerramos a su perdón.
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La pregunta del evangelio de hoy es muy contundente: ¿Serán pocos los que se salven? Pero la pregunta para nosotros yo creo que es distinta: ¿Nos preocupa la salvación? Es decir, a los cristianos de hoy en día, ¿realmente nos preocupa la salvación? Por que, ¿qué es salvarse?
Si salvarse es librarse de no se qué castigos, o llevar una vida cargada de esfuerzos inútiles que no sabemos qué recompensa van a recibir, de nada nos sirve la salvación. Sin embargo, salvación es vida con Dios. ¿Sólo vivimos con Dios en el cielo? Pues no, también aquí en la tierra.
Por tanto, la salvación es algo actual, presente, de hoy, y entonces la pregunta tiene sentido. Señor, ¿serán muchos los que vivan una comunión intensa contigo? ¿Serán muchos los que puedan disfrutar cada día de sentirse amados y convocados a mejorar este mundo?
Jesús nos da un consejo para salvarnos, para vivir cada día una estrecha relación con él: entrad por la puerta estrecha. En esto de la fe, nos van las “puertas grandes”. Somos como toreros que desean siempre el triunfo: que mi relación con Dios sea espectacular, llamativa, muy sensible. Y Jesús nos invita a entrar por la puerta estrecha: es la puerta por la que sólo podemos entrar uno a uno, la puerta de la confianza cotidiana y del esfuerzo que colabora con el plan de Dios.
Por eso, no es que Jesús nos invite a un sacrificio enorme cada día, ni tampoco ir al extremo contrario, que es abandonarse en una confianza en la cual todo lo espero de él y yo nada aporto. Ahí es donde tiene su importancia la segunda lectura: la Palabra del Señor es alimento de nuestra vida, y también correctivo. Ella nos descubre cómo llevar una vida honrada y en paz. Y en ocasiones seleccionamos lo fácil y lo asequible, y nos olvidamos que Dios nos hizo a medias, para que la otra mitad se completara con nuestras opciones, decisiones y esfuerzos. Por eso hay muchos primeros que serán últimos.
Laureano Del Otero Sevillano CSSR





Mi alma toda se abraza a ti, 
Señor mío, jurándote fidelidad;
 y no hay en ella nada que quiera separarse de ti,
 mi sumo e infinito bien.
 Pero ¿de qué serviría este deseo si tú,
 Señor mío, 
no protegieras mi pobreza 
 con tu misericordia?
M. Celeste Crostarosa
D.9,137



Para la revisión de vida 
"Al final, el que se salva sabe y el que no, no sabe nada", decía el adagio clásico. Las verdades eternas pueden requerir mucha relectura y actualización, pero en su sustancia siguen siendo verdaderas. ¿Cómo voy caminando hacia el más allá de esta vida? Auscultar en mi corazón la presencia de la salvación.
¿De qué sirve al ser humano ganar todo el mundo si al final se malogra a sí mismo?
Para la reunión de grupo
- El tema de la "salvación eterna" fue en otros tiempos el tema clave de la vida cristiana. ¿Cómo está ese tema hoy entre nosotros: un tema extraño, obsesionante, frecuente, descuidado, mágico...? Pedir la ayuda de alguien experto.
- ¿Tenemos preguntas "curiosas" sobre la salvación, o son las nuestras una preguntas vivas y existenciales".
- "El camino ordinario [por mayoritario] de salvación son las religiones no cristianas", decía Karl Rahner. Comentar y debatir.
Para la oración de los fieles
 - Para que el Señor nos dé una visión confiada y optimista en el triunfo de la salvación en el mundo, más allá de toda frontera religiosa o eclesiástica, roguemos al Señor.
- Por todos los teólogos de las diferentes religiones, para que ayuden a las comunidades religiosas universales a dialogar y a acercarse, sabiendo que el "Dios de todos los nombres" nos amó primero y sin división...
- Para que el ecumenismo se realice no sólo en las cúpulas teológicas o jerárquicas, sino en el "diálogo de vida" entre las comunidades religiosas...
- Por todos los que encaran su vida pensando simplemente en este mundo anterior a la muerte personal, para no dejen de escuchar la voz de Dios que les llama desde lo hondo de su corazón a vivir en plenitud de vida y de respeto a la vida...
- Para que cada uno de nosotros recuerde que es más importante no malograrse a sí mismo, que conquistar todo el mundo...
Oración comunitaria
Oh Dios que quieres que todos los hombres y mujeres se salven y lleguen al conocimiento de la Verdad, inspíranos también el convencimiento de que tu Verdad es más amplia que la nuestra, y enséñanos tu paciencia pedagógica, para que nuestro testimonio de ti sea siempre amoroso, paciente, dialogante y dispuesto a la escucha y a aprender. 
Por J.N.S.