jueves, 11 de noviembre de 2010

EL VERDADERO LIDERAZGO

La consecuencia del auténtico servicio.

Comentario a la Palabra DE HOY: Lucas 17,20-25:
 
  Mario Vargas Llosa, recién premio Nóbel de Literatura, escribió una novela con el título La guerra del fin del mundo, donde recogía una historia real de un movimiento apocalíptico-social que tuvo lugar en el nordeste de Brasil a finales del siglo XIX. Antonio, el Consejero, fue el líder de ese movimiento, seguido por muchos de los campesinos de la región y finalmente aplastado violentamente por el ejército brasileño. Para muchos Antonio fue en aquel momento la encarnación del mesías salvador. El líder que iba a liberar a todos de la opresión, de la pobreza, de la secular miseria que inunda aquellas regiones. El movimiento terminó en desastre.
      Parece una constante en la historia de la humanidad: confiar ciegamente en un líder y pensar y esperar que él nos va a llevar a la salvación. Las personas entran una suerte de pasividad absoluta porque todo se espera del líder. Los fallos, que puede haberlos, no son culpa del líder, que es perfecto, sino como mucho de los que le rodean. Hasta se tiene la sensación de que el líder es el que hace posible todo lo bueno que hay en nuestras vidas. En la época de Franco muchos españoles hablaban de “lo que Franco ha hecho por nosotros” y se olvidaban de lo mucho que ellos habían trabajado, de lo mal que lo habían pasado. En definitiva, que si había algo bueno en aquella sociedad era fruto del trabajo y del esfuerzo de todos. 
      Algo así es lo que dice Jesús cuando habla del Reino y nos dice que está dentro de nosotros. El Reino no va a venir a través de un líder al que debamos seguir ciegamente. Esos líderes no terminan liberando sino oprimiendo. El Reino lo tenemos dentro de nosotros y lo hacemos real cuando nos encontramos con los hermanos y juntos nos esforzamos por hacer un mundo mejor, cuando dialogamos y discutimos y llegamos a acuerdos que nos permiten avanzar hacia una mayor justicia y solidaridad. El camino no es fácil. Tampoco lo fue para Jesús. Pero no hay otra forma de construir el Reino, de hacer la voluntad de Dios.