Domingo
II de Pascua
ORAR
CON LA PALABRA
Tiempo de
pascua,
Tiempo de
alegría.
Tiempo de
parresía,
De valentía,
De compromiso
con el hermano,
Con la
fraternidad.
Tiempo de
acrecentar la fe.
Déjate amar
por Cristo Resucitado.
Deja que
Jesús ponga la mano en tus heridas.
Experimenta
cómo tu vida se va transformando cuando vas siendo más creyente, más humano y
más cristiano.
Oración colecta
Oh
Dios de la vida y Padre nuestro de amor:
Nosotros
no hemos visto con nuestros propios ojos
a
tu Hijo Jesucristo,
ni
hemos tocado con nuestros dedos
las
señales de sus heridas,
sin
embargo creemos en él
y
hemos venido aquí juntos en su nombre.
Otórganos
una fe en Jesús
profunda,
firme, duradera,
para
que el Espíritu del mismo Jesús
aliente nueva vida en nosotros
y
nos haga mirar con nuevos ojos
a
nuestro mundo y a los hombres,
de
forma que podamos llevarles
su
paz, su justicia y su amor.
Que
la gente que nos rodea vea
y
saboree por medio de nosotros
que
Jesús está vivo
como
nuestro Señor Resucitado,
ahora
y por los siglos de los siglos.
Primera lectura
Lectura
del libro de los Hechos de los apóstoles (5,12-16):
Los
apóstoles hacían muchos signos y prodigios en medio del pueblo. Los fieles se
reunían de común acuerdo en el pórtico de Salomón; los demás no se atrevían a
juntárseles, aunque la gente se hacia lenguas de ellos; más aún, crecía el
número de los creyentes, hombres y mujeres, que se adherían al Señor. La gente
sacaba los enfermos a la calle, y los ponía en catres y camillas, para que, al
pasar Pedro, su sombra, por lo menos, cayera sobre alguno. Mucha gente de los
alrededores acudía a Jerusalén, llevando a enfermos y poseídos de espíritu
inmundo, y todos se curaban.
Salmo
Sal
117,2-4.22-24.25-27a
Dad gracias al Señor porque es bueno,
porque
es eterna su misericordia
Diga
la casa de Israel:
eterna
es su misericordia.
Diga
la casa de Aarón:
eterna
es su misericordia.
Digan
los fieles del Señor:
eterna
es su misericordia.
La
piedra que desecharon los arquitectos
es
ahora la piedra angular
Es
el Señor quien lo ha hecho,
ha
sido un milagro patente.
Éste
es el día en que actuó el Señor:
sea
nuestra alegría y nuestro gozo.
Señor,
danos la salvación;
Señor,
danos prosperidad.
Bendito
el que viene en nombre del Señor,
os
bendecimos desde la casa del Señor;
el
Señor es Dios, él nos ilumina.
Segunda
lectura
Lectura
del libro del Apocalipsis (1,9-11a.12-13.17-19):
Yo,
Juan, vuestro hermano y compañero en la tribulación, en el reino y en la
constancia en Jesús, estaba desterrado en la isla de Patmos, por haber
predicado la palabra, Dios, y haber dado testimonio de Jesús. Un domingo caí en
éxtasis y oí a mis espaldas una voz potente que decía: «Lo que veas escríbelo
en un libro, y envíaselo a las siete Iglesias de Asia.» Me volví a ver quién me
hablaba, y, al volverme, vi siete candelabros de oro, y en medio de ellos una
figura humana, vestida de larga túnica, con un cinturón de oro a la altura del
pecho. Al verlo, caí a sus pies como muerto. Él puso la mano derecha sobre mí y
dijo: «No temas: Yo soy el primero y el último, yo soy el que vive. Estaba
muerto y, ya ves, vivo por los siglos de los siglos, y tengo las llaves de la
muerte y del abismo. Escribe, pues, lo que veas: lo que está sucediendo y lo
que ha de suceder más tarde.»
Evangelio
Lectura
del santo evangelio según san Juan (20,19-31):
Al
anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una
casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos.
Y
en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo: «Paz a vosotros.»

Jesús
repitió: «Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío
yo.»
Y,
dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo: «Recibid el Espíritu
Santo; a quienes les perdonéis los pecados! quedan perdonados; a quienes se los
retengáis, les quedan retenidos.»
Tomás,
uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Y
los otros discípulos le decían: «Hemos visto al Señor.»
Pero
él les contestó: «Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el
dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo.»
A
los ocho días, estaban otra vez dentro los discípulos y Tomás con ellos. Llegó
Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio y dijo: «Paz a vosotros.»
Luego
dijo a Tomás: «Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi
costado; y no seas incrédulo, sino creyente.»
Contestó
Tomás: «¡Señor Mío y Dios Mío!»
Jesús
le dijo: «¿Porque me has visto has creído? Dichosos los que crean sin haber
visto.»
Muchos
otros signos, que no están escritos en este libro, hizo Jesús a la vista de los
discípulos. Éstos se han escrito para que creáis que Jesús es el Mesías, el
Hijo de Dios, y para que, creyendo tengáis vida en su nombre.
Mª Celeste nos deja hoy este texto:
