domingo, 4 de marzo de 2012

QUISIERA VERTE POR DENTRO PARA CONTEMPLAR TU CORAZÓN


HOY. DESPUÉS DE PREPARARME AL ENCUENTRO CON JESÚS EN LA LECTURA MEDITATIVA DE  LA PALABRA Y EL COMENTARIO DE ALLÁ ABAJO, ME QUEDO EN SILENCIO, DEJANDO QUE JESÚS VIVA EN MÍ Y ME TRANSFIGURE Y TRANSFORME.
NO TE DIGO MÁS. DEJA LAS IDEAS, LOS SENTIMIENTOS, TODO LO QUE NO TE DEJE LIBRE PARA ESCUCHAR AL CREADOR.  
Oración Colecta
Oremos al Padre
que la luz de Cristo resplandezca sobre nosotros.

Oh Padre amoroso:
Durante un breve tiempo
transfiguraste y glorificaste a tu Hijo en el monte Tabor
para animarle a llevar a cabo su misión 
y para fortalecer a sus discípulos.
Que la presencia de Jesús aquí con nosotros,
en esta nuestra eucaristía,
y las palabras que él nos dirige 
nos transformen y nos den luz y fuerza
para tomar con responsabilidad nuestra misión en la vida
y para aliviar la carga de nuestros hermanos y hermanas, 
hasta que nos transformes a imagen y semejanza suya
en la luz eterna de tu gloria.
Te lo pedimos en el nombre de Jesús, el Señor.



Primera lectura
Lectura del libro del Génesis (22,1-2.9-13.15-18):

En aquellos días, Dios puso a prueba a Abrahán, llamándole: «¡Abrahán!»
Él respondió: «Aquí me tienes.»
Dios le dijo: «Toma a tu hijo único, al que quieres, a Isaac, y vete al país de Moria y ofrécemelo allí en sacrificio, en uno de los montes que yo te indicaré.»
Cuando llegaron al sitio que le había dicho Dios, Abrahán levantó allí el altar y apiló la leña, luego ató a su hijo Isaac y lo puso sobre el altar, encima de la leña. 
Entonces Abrahán tomó el cuchillo para degollar a su hijo; pero el ángel del Señor le gritó desde el cielo «¡Abrahán, Abrahán!»
Él contestó: «Aquí me tienes.»
El ángel le ordenó: «No alargues la mano contra tu hijo ni le hagas nada. Ahora sé que temes a Dios, porque no te has reservado a tu hijo, tu único hijo.»
Abrahán levantó los ojos y vio un carnero enredado por los cuernos en la maleza. Se acercó, tomó el carnero y lo ofreció en sacrificio en lugar de su hijo.
El ángel del Señor volvió a gritar a Abrahán desde el cielo: «Juro por mí mismo –oráculo del Señor–: Por haber hecho esto, por no haberte reservado tu hijo único, te bendeciré, multiplicaré a tus descendientes como las estrellas del cielo y como la arena de la playa. Tus descendientes conquistarán las puertas de las ciudades enemigas. Todos los pueblos del mundo se bendecirán con tu descendencia, porque me has obedecido.»



Salmo
Sal 115,10.15.16-17.18-19

R/.
 Caminaré en presencia del Señor en el país de la vida

Tenía fe, aun cuando dije: 
«¡Qué desgraciado soy!»
Mucho le cuesta al Señor 
la muerte de sus fieles. R/.

Señor, yo soy tu siervo,
siervo tuyo, hijo de tu esclava:
rompiste mis cadenas.
Te ofreceré un sacrificio de alabanza,
invocando tu nombre, Señor. R/.

Cumpliré al Señor mis votos
en presencia de todo el pueblo,
en el atrio de la casa del Señor,
en medio de ti, Jerusalén. R/.



Segunda lectura
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos (8,31b-34):

Si Dios está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros? El que no perdonó a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará todo con él? ¿Quién acusará a los elegidos de Dios? ¿Dios, el que justifica? ¿Quién condenará? ¿Será acaso Cristo, que murió, más aún, resucitó y está a la derecha de Dios, y que intercede por nosotros?


Evangelio
Lectura del santo evangelio según san Marcos (9,2-10):

En aquel tiempo, Jesús se llevó a Pedro, a Santiago y a Juan, subió con ellos solos a una montaña alta, y se transfiguró delante de ellos. Sus vestidos se volvieron de un blanco deslumbrador, como no puede dejarlos ningún batanero del mundo. Se les aparecieron Elías y Moisés, conversando con Jesús. 
Entonces Pedro tomó la palabra y le dijo a Jesús: «Maestro, ¡qué bien se está aquí! Vamos a hacer tres tiendas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías.»
Estaban asustados, y no sabía lo que decía.
Se formó una nube que los cubrió, y salió una voz de la nube: «Este es mi Hijo amado; escuchadlo.»
De pronto, al mirar alrededor, no vieron a nadie más que a Jesús, solo con ellos.
Cuando bajaban de la montaña, Jesús les mandó: «No contéis a nadie lo que habéis visto, hasta que el Hijo del hombre resucite de entre los muertos.»
Esto se les quedó grabado, y discutían qué querría decir aquello de «resucitar de entre los muertos».

Comentario:

Cada año el segundo domingo de Cuaresma nos invita a mirar por dentro.
Es una invitación a dejar que Jesús se nos diga por dentro.
Es una invitación a mirar al otro lado de la cáscara de la humanidad.
Es una invitación a mirar la belleza interior que no se ve en el espejo sino en la experiencia de la interioridad.
Es una invitación a que Jesús se nos transforme y se deje mirar en la belleza de su corazón.
Y es una invitación a que podamos transformarnos a nosotros mismos y transformar a los demás para poder contemplar la belleza que se esconde en cada uno de otros, muchas veces escondida y por unas apariencias un tanto oscuras.

Estoy seguro de que muchos quisieran verte al desnudo, para contemplar tu cuerpo.
Yo quisiera verte por dentro para contemplar tu corazón.
Muchos quisieran ver tu cuerpo entero.
Yo quisiera ver entero tu corazón.
Ver tu cuerpo es posible que tenga ya poco de novedad.
Pero ver tu corazón es posible nos dé muchas sorpresas.

Quisiera ver cómo late tu corazón de amor.
Quisiera sentir tus propios sentimientos.
Quisiera compartir contigo tus penas.
Quisiera compartir contigo tus alegrías.
Quisiera ser testigo de tus sueños.
Quisiera ser testigo de tus esperanzas.

Quisiera ser testigo de cómo sientes ahí dentro a Dios.
Quisiera ser testigo de cómo hablas cada día con El.
Quisiera ser testigo de cómo Dios se revela en tu corazón.

Quisiera ser testigo de tu amor de esposo.
Quisiera ser testigo de tu amor de esposa.
Quisiera ser testigo de tu amor de padre.
Quisiera ser testigo de tu amor de hijo.
Quisiera ser testigo de tu amor de hermano.
Quisiera ser testigo de tu corazón cuando comulgas.
Quisiera ser testigo de tu corazón cuando perdonas.

Quisiera ser testigo de tus vacíos y desencantos.
Quisiera ser testigo de cuando tu corazón sonríe por dentro.
Quisiera ser testigo de cuando tu corazón llora por dentro.
Quisiera verte por dentro, ahí donde estás tú mismo.

Quisiera verte por dentro, ahí donde estás tú lleno de Dios y lleno de todos tus hermanos.
Quisiera verte por dentro, ahí donde “Dios hace su morada con el Hijo y el Espíritu Santo” y verte así de lleno hasta los bordes.
Estoy seguro que me sentaría al borde del camino de tu vida y me dedicaría a contemplar el variado jardín de tu corazón donde florecen las rosas grandes y las florecillas pequeñas.
¿Crees que habrá mejor espectáculo?

Sería como una especie de transfiguración de ti mismo.
Y ciertamente me llevaría la misma impresión y experiencia que los tres del Monte Tabor se llevaron con Jesús.

La belleza de cada uno la llevamos por dentro, por más que nosotros nos empeñemos en maquillarnos por fuera.
No dudo que dentro llevamos muchas basuras.
Pero tampoco dudo que dentro llevamos mucho más de bondad que de maldad.
Por dentro llevamos mucho más de bueno que de malo.
Por dentro llevamos mucho más de verdad que de mentira.
No dudo de la belleza que exhibimos por fuera.
Pero estoy seguro de que cada uno de nosotros somos mucho más bellos por dentro.
¿Por qué tanto empeño en mirarnos por fuera y tanto olvido de la verdad que esconde nuestro corazón?

Pensamiento: La belleza del alma es mucho más bella que la belleza del cuerpo por muchos maquillajes que le pongamos.

Por Clemente Sobrado C. P.



 Misioneros Redentoristas: La Palabra 

Canal de Reginagoberna  

Tú me enseñas la nada que son todas las cosas que están por debajo de tu ser, descubriéndome la sabiduría infinita... Y, con una comunicación secreta, me haces ver el amor con el que dispones todo para mi mayor bien, ordenando estas cosas para hacerme subir por encima de todas las cosas creadas, UNIÉNDOME A MI CENTRO
AMOR MÍO Y CORAZÓN MÍO, 
¿Cómo podré alabarte por tantas misericordias que sin número me concedes?
Que te alaban por mí todas las criaturas por los siglos eternos. 
M. Celeste CROSTAROSA - Diálogos 1 6