sábado, 31 de marzo de 2012

ORACIÓN SABER DECIR AL ABATIDO UNA PALABRA DE ALIENTO


Domingo de Pasión - Ciclo B

Domingo 01 de Abril del 2012

HOY entramos en la Gran Semana. Semana de silencio y contemplación por excelencia. Si te cuesta el silencio haz algún ejercicio pequeñito en la vida diaria. Cuando lo descubras verás cuánto te enseña a descubrir dónde brota la fuente que no cesa, el torrente de la vida...  


HOY, vamos dejar vivir a JESÚS EN NOSOTROS, más que nunca desde el silencio y la contemplación. HOY ACOGEMOS A LA VIDA ENTRANDO EN HUMILDAD EN NOSOTROS. No juzga nuestras posturas. Sí, nos interpela. Sí, nos enseña el verdadero amor. 

¿Con qué actitud le acojo? 

HOY ESCUCHO EN MI CORAZÓN ESA RESPUESTA QUE ME DA JESÚS PERSONALMENTE. 


Le pregunto ¿Qué quieres que haga por ti? Y esa pregunta se la hago durante toda la semana...

Voy a dejarme mirar por Jesús en su radical debilidad y en la debilidad de millones de personas que mueren injustamente.
Esa va a ser mi oración, si lo deseo, en esta semana.
.



Laudate omnes gentes 
Alabad al Señor todas las naciones
ORACIÓN COLECTAo
Señor, Dios nuestro:
Tú eres un Padre generoso, 
que nos das lo que es bueno para nosotros
simplemente porque nos amas.
Danos un corazón agradecido, Señor, 
para que aprendamos de ti
a dar y compartir sin condición alguna,
sino sencillamente con amor y alegría,
como Jesús hizo entre nosotros, 
tu Hijo, que vive contigo y con nosotros
por los siglos de los siglos.


Primera lectura
Lectura del libro de Isaías (50,4-7):


Mi Señor me ha dado una lengua de iniciado, para saber decir al abatido una palabra de aliento. Cada mañana me espabila el oído, para que escuche como los iniciados. El Señor me abrió el oído; y yo no resistí ni me eché atrás: ofrecí la espalda a los que me apaleaban, las mejillas a los que mesaban mi barba; no me tapé el rostro ante ultrajes ni salivazos. El Señor me ayuda, por eso no sentía los ultrajes; por eso endurecí el rostro como pedernal, sabiendo que no quedaría defraudado.




Salmo

Sal 21,8-9.17-18a.19-20.23-24

R/. Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?

Al verme, se burlan de mí, hacen visajes,
menean la cabeza: «Acudió al Señor, 
que lo ponga a salvo;
que lo libre, si tanto lo quiere.» R/.

Me acorrala una jauría de mastines,
me cerca una banda de malhechores;
me taladran las manos y los pies,
puedo contar mis huesos. R/.

Se reparten mi ropa,
echan a suertes mi túnica.
Pero tú, Señor, no te quedes lejos;
fuerza mía, ven corriendo a ayudarme. R/.

Contaré tu fama a mis hermanos,
en medio de la asamblea te alabaré.
Fieles del Señor, alabadlo;
linaje de Jacob, glorificadlo;
temedlo, linaje de Israel. R/.


Segunda lectura

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Filipenses (2,6-11):


Cristo, a pesar de su 


condición divina, no 


hizo alarde de su 


categoría de Dios; al 


contrario, se despojó de 


su rango y tomó la condición de esclavo, pasando 


por uno de tantos. Y así, actuando como un 


hombre cualquiera, se rebajó hasta someterse 


incluso a la muerte, y una muerte de cruz. Por eso 


Dios lo levantó sobre todo y le concedió el 


«Nombre-sobre-todo-nombre»; de modo que al 


nombre de Jesús toda rodilla se doble en el cielo, en 


la tierra, en el abismo, y toda lengua proclame: 


Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre.




 Evangelio
Pasión de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos (15,1-39):

C. Apenas se hizo de día, los sumos sacerdotes, con los ancianos, los escribas y el Sanedrín en pleno, se reunieron, y, atando a jesús, lo llevaron y lo entregaron a Pilato. Pilato le preguntó:


S. «¿Eres tú el rey de los judíos?»


C. Él respondió:


+ «Tú lo dices.»
C. Y los sumos sacerdotes lo acusaban de muchas cosas. Pilato le preguntó de nuevo:


S. «¿No contestas nada? Mira cuántos cargos presentan contra ti.»


C. Jesús no contestó más; de modo que Pilato estaba muy extrañado. Por la fiesta solía soltarse un preso, el que le pidieran. Estaba en la cárcel un tal Barrabás, con los revoltosos que habían cometido un homicidio en la revuelta. La gente subió y empezó a pedir el indulto de costumbre. Pilato les contestó:


S. «¿Queréis que os suelte al rey de los judíos?»


C. Pues sabía que los sumos sacerdotes se lo habían entregado por envidia. Pero los sumos sacerdotes soliviantaron a la gente para que pidieran la libertad de Barrabás. Pilato tomó de nuevo la palabra y les preguntó:


S. «¿Qué hago con el que llamáis rey de los judíos?»


C. Ellos gritaron de nuevo:


S. «¡Crucifícalo!»


C. Pilato les dijo:


S. «Pues ¿qué mal ha hecho?»


C. Ellos gritaron más fuerte:


S. «¡Crucifícalo!»


C. Y Pilato, queriendo dar gusto a la gente, les soltó a Barrabás; y a Jesús, después de azotarlo, lo entregó para que lo crucificaran. Los soldados se lo llevaron al interior del palacio –al pretorio– y reunieron a toda la compañía. Lo vistieron de púrpura, le pusieron una corona de espinas, que habían trenzado, y comenzaron a hacerle el saludo:


S. «¡Salve, rey de los judíos!»


C. Le golpearon la cabeza con una caña, le escupieron; y, doblando las rodillas, se postraban ante él. Terminada la burla, le quitaron la púrpura y le pusieron su ropa. Y lo sacaron para crucificarlo. Y a uno que pasaba, de vuelta del campo, a Simón de Cirene, el padre de Alejandro y de Rufo, lo forzaron a llevar la cruz. Y llevaron a Jesús al Gólgota (que quiere decir lugar de «la Calavera»), y le ofrecieron vino con mirra; pero él no lo aceptó. Lo crucificaron y se repartieron sus ropas, echándolas a suerte, para ver lo que se llevaba cada uno. Era media mañana cuando lo crucificaron. En el letrero de la acusación estaba escrito: «El rey de los judíos.» Crucificaron con él a dos bandidos, uno a su derecha y otro a su izquierda. Así se cumplió la Escritura que dice: «Lo consideraron como un malhechor.» Los que pasaban lo injuriaban, meneando la cabeza y diciendo:


S. «¡Anda!, tú que destruías el templo y lo reconstruías en tres días, sálvate a ti mismo bajando de la cruz.»


C. Los sumos sacerdotes con los escribas se burlaban también de él, diciendo:


S. «A otros ha salvado, y a sí mismo no se puede salvar. Que el Mesías, el rey de Israel, baje ahora de la cruz, para que lo veamos y creamos.»


C. También los que estaban crucificados con él lo insultaban. Al llegar el mediodía, toda la región quedó en tinieblas hasta la media tarde. Y, a la media tarde, jesús clamó con voz potente:


+ «Eloí, Eloí, lamá sabaktaní.»


C. Que significa:


+ «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?»


C. Algunos de los presentes, al oírlo, decían:


S. «Mira, está llamando a Elías.»


C. Y uno echó a correr y, empapando una esponja en vinagre, la sujetó a una caña, y le daba de beber, diciendo:


S. «Dejad, a ver si viene Elías a bajarlo.»


C. Y Jesús, dando un fuerte grito, expiró. El velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo. El centurión, que estaba enfrente, al ver cómo había expirado, dijo:


S. «Realmente este hombre era Hijo de Dios.»


Mª Celeste nos dice hoy:

¡Hosanna al Hijo de David!¡Bendito el que viene en el nombre del Señor! Mt 21 9

Ven en mi amor y en mi seguimiento glorioso y mira todo lo que me complazco obrar en ti en este día: Deseo entrar en tu alma como entré en la ciudad de Jerusalén para el triunfo de mi HUMILDAD cabalgando como rey de paz en un asnillo. En el pan eucarístico caminaré sobre tu fe. VENGO A TI EN SON DE PAZ. Y tú, a las puertas de esta ciudad me prepararás el camino, poniendo en la tierra tus vestidos, es decir, tus pasiones y sentidos. Y cortarás también las ramas de los árboles que son tus seducciones,  de suerte que todos tus inclinaciones estén dirigidas a mi gloria. M. Celeste - Meditaciones de cuaresma 2