sábado, 16 de marzo de 2013

HAZ EN TI LA VERDAD


0RANDO CON LA PALABRA DE DIOS

Domingo 5º de Cuaresma - Ciclo C







HOY te propongo, como siempre, que releas varias veces la Palabra de Dios, que cojas el Evangelio y lo leas en clave de mujer. 



Que te dejes llevar por los silencios del mismo evangelio: 
de Jesús, de la mujer.



Que te sitúes en tu verdad, que dejes que la mirada de amor de Dios te provoque conversión, cambio de actitud, cambio de mirada. 


La semana pasada experimentábamos la alegría del

 ENCUENTRO CON JESÚS. HOY de nuevo nos sale 

al encuentro.

Haz silencio, acalla tus ruidos exteriores e interiores. 

Déjate conducir por la mirada: JESÚS HOY HACE ALGO NUEVO EN TI, EN MI, EN LA 
IGLESIA... TODOS nos podemos poner en el lugar de la pecadora y también Jesús nos llama a ponernos en su lugar. Hay pecados más sutiles. Nuestra hipocresía es muy grande. SOMOS DE VERDAD UNA COMUNIDAD DE PECADORES CONTINUAMENTE SALVADOS. 


El viernes santo cantamos: "En Él está nuestra salvación, vida y resurrección. Él nos ha salvado y liberado. Nuestra gloria es la cruz del Señor".

Te sugiero que te dejes interpelar por JESÚS. QUE NO DIGAS NADA. QUE TE DEJES ENVOLVER POR SU AMOR. ÉL TE DIRÁ LO QUE TU CORAZÓN DESEA. 


"EN ADELANTE, NO PEQUES MÁS".



ORACIÓN  COLECTA


Oh Dios de vida:

Ésta es la Buena Noticia de salvación,

que nos proclamas hoy

por  medio de tu imagen viviente, 

Jesucristo:

El amor es más fuerte que la muerte;

tú quieres que el pecador viva

y que llegue a ser totalmente nuevo.

Haz que no vivamos por más tiempo

en el pasado del pecado,

sino que seamos libres para dar vida y para amar.

Danos un corazón tan compasivo para con los hermanos

como el tuyo, siempre indulgente y cariñoso para con nosotros.

Te lo pedimos por el mismo Jesucristo nuestro Señor.


Primera lectura
Lectura del libro de Isaías (43,16-21):
Así dice el Señor, que abrió camino en el mar y senda en las aguas impetuosas; que sacó a batalla carros y caballos, tropa con sus valientes; caían para no levantarse, se apagaron como mecha que se extingue. No recordéis lo de antaño, no penséis en lo antiguo; mirad que realizo algo nuevo; ya está brotando, ¿no lo notáis? Abriré un camino por el desierto, ríos en el yermo. Me glorificarán las bestias del campo, chacales y avestruces, porque ofreceré agua en el desierto, ríos en el yermo, para apagar la sed de mi pueblo, de mi escogido, el pueblo que yo formé, para que proclamara mi alabanza.

Salmo

Sal 125,1-2ab.2cd-3.4-5.6

R/. El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres

Cuando el Señor cambió la suerte de Sión,
nos parecía soñar:
la boca se nos llenaba de risas,
la lengua de cantares. R/.
Hasta los gentiles decían:
«El Señor ha estado grande con ellos.»
El Señor ha estado grande con nosotros,
y estamos alegres. R/.

Que el Señor cambie nuestra suerte,
como los torrentes del Negueb.
Los que sembraban con lágrimas
cosechan entre cantares. R/..

Al ir, iba llorando, llevando la semilla;
al volver, vuelve cantando,
trayendo sus gavillas. R/.


Segunda lectura
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Filipenses (3,8-14):
Todo lo estimo pérdida comparado con la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor. Por él lo perdí todo, y todo lo estimo basura con tal de ganar a Cristo y existir en él, no con una justicia mía, la de la Ley, sino con la que viene de la fe de Cristo, la justicia que viene de Dios y se apoya en la fe. Para conocerlo a él, y la fuerza de su resurrección, y la comunión con sus padecimientos, muriendo su misma muerte, para llegar un día a la resurrección de entre los muertos. No es que ya haya conseguido el premio, o que ya esté en la meta: yo sigo corriendo a ver si lo obtengo, pues Cristo Jesús lo obtuvo para mí. Hermanos, yo no pienso haber conseguido el premio. Sólo busco una cosa: olvidándome de lo que queda atrás y lanzándome hacia lo que está por delante, corro hacia la meta, para ganar el premio, al que Dios desde arriba llama en Cristo Jesús.

Evangelio
Lectura del santo evangelio según san Juan (8,1-11):
En aquel tiempo, Jesús se retiró al monte de los Olivos. Al amanecer se presentó de nuevo en el templo, y todo el pueblo acudía a él, y, sentándose, les enseñaba.

Los escribas y los fariseos le traen una mujer sorprendida en adulterio, y, colocándola en medio, le dijeron: «Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. La ley de Moisés nos manda apedrear a las adúlteras; tú, ¿qué dices?»

Le preguntaban esto para comprometerlo y poder acusarlo. Pero Jesús, inclinándose, escribía con el dedo en el suelo.

Como insistían en preguntarle, se incorporó y les dijo: «El que esté sin pecado, que le tire la primera piedra.»

E inclinándose otra vez, siguió escribiendo. Ellos, al oírlo, se fueron escabullendo uno a uno, empezando por los más viejos. Y quedó solo Jesús, con la mujer, en medio, que seguía allí delante.

Jesús se incorporó y le preguntó: «Mujer, ¿dónde están tus acusadores?, ¿ninguno te ha condenado?» Ella contestó: «Ninguno, Señor.»

Jesús dijo: «Tampoco yo te condeno. Anda, y en adelante no peques más.»

COMENTARIO: AMIGO DE LA MUJER

Sorprende ver a Jesús rodeado de tantas mujeres: amigas entrañables como María Magdalena o las hermanas Marta y María de Betania. Seguidoras fieles como Salomé, madre de una familia de pescadores. Mujeres enfermas, prostitutas de aldea... De ningún profeta se dice algo parecido.
¿Qué encontraban en él las mujeres?, ¿por qué las atraía tanto? La respuesta que ofrecen los relatos evangélicos es clara. Jesús las mira con ojos diferentes. Las trata con una ternura desconocida, defiende su dignidad, las acoge como discípulas. Nadie las había tratado así.
La gente las veía como fuente de impureza ritual. Rompiendo tabúes y prejuicios, Jesús se acerca a ellas sin temor alguno, las acepta a su mesa y hasta se deja acariciar por una prostituta agradecida.

Los hombres las consideraban como ocasión y fuente de pecado. Desde niños se les advertía para no caer en sus artes de seducción. Jesús, sin embargo, pone el acento en la responsabilidad de los varones: «Todo el que mira a una mujer deseándola, ya ha cometido adulterio en su corazón».

Se entiende la reacción de Jesús cuando le presentan a una mujer sorprendida en adulterio, con intención de lapidarla. Nadie habla del varón. Es lo que ocurría siempre en aquella sociedad machista. Se condena a la mujer porque ha deshonrado a la familia y se disculpa con facilidad al varón.

Jesús no soporta la hipocresía social construida por el dominio de los hombres. Con sencillez y valentía admirables, pone verdad, justicia y compasión: «el que esté sin pecado que arroje la primera piedra». Los acusadores se retiran avergonzados. Saben que ellos son los más responsables de los adulterios que se cometen en aquella sociedad.

Jesús se dirige a aquella mujer humillada con ternura y respeto: «Tampoco yo te condeno». Vete, sigue caminando en tu vida y, «en adelante, no peques más». Jesús confía en ella, le desea lo mejor y le anima a no pecar. Pero, de sus labios no saldrá condena alguna.

¿Quién nos enseñará a mirar hoy a la mujer con los ojos de Jesús?, ¿quién introducirá en la Iglesia y en la sociedad la verdad, la justicia y la defensa de la mujer al estilo de Jesús?                            
 José Antonio Pagola


... Ahí se ve claro que ellos lo que desean es condenar a JESÚS y buscar una excusa que a ellos no les traiga complicaciones, por eso han traído a la mujer, la parte más débil, la que no tiene derecho a defenderse, eso es lo más fácil para ellos, pues no intentará salvarla nadie, ni su propia familia, ya que ellos la repudiarán. ...


A Jesús le gusta encontrarse con los  pobres y marginados,  con los que "no cuentan", y esa mujer "utilizada" por los jerarcas religiosos como pretexto para condenar a Jesús, va a tener la dicha de encontrarse con la mirada misericordiosa del Maestro, del Señor. ...


«Mujer, ¿dónde están tus acusadores?, ¿ninguno te ha condenado?» Ella contestó: «Ninguno, Señor.»


Guardad un momento de silencio y contemplad la escena: Jesús frente a la mujer, mirándola cara a cara, yo diría de igual a igual, devolviéndola con esa mirada suya la dignidad arrebatada por los que se creían "superiores", jueces y quizás verdugos. Ella, la mujer,  era la víctima en sus manos, que llevaban y traían a su antojo, para conseguir sus fines, que era ir a por Jesús. Ella, la mujer, en su cruce de miradas con Jesús, recobra su dignidad y encuentra su verdadera dimensión de hija de Dios, perdonada, abrazada, querida, levantada por el mismo Dios a través de Jesús. Ahora ya que ha conocido el verdadero amor al lado de Jesús,  no desea otra cosa que continuar en su cercanía, en esa amistad, en esa gracia, lejos del pecado.   Por eso hará suyas esas palabras de Jesús, dichas con todo el cariño: "En adelante no peques más". (De unos apuntes de Mª Cruz, Viaceli)



Dice Mª Celeste:

Tú, Verbo (JESÚS, la Palabra en acción), Sabiduría eterna,  compadecido de esta pobre mujer, te inclinaste, te abajaste, te humillaste hasta la tierra y, tomando carne humana, con el dedo de tu eterna sabiduría, sobre la tierra de tu sagrada humanidad, todos los pecados de la naturaleza humana, los pecados de todos los hombres, con caracteres de sangre, con las llagas sagradas de tu sagrado cuerpo.  Oh escritura tremenda en la que el pecador lee todos sus pecados y ve su eterna condenación.  Allí está su sentencia de muerte eterna.  
...
Entonces el alma hace justicia a su Dios, espera de él su salvación, porque Él, el HOMBRE DIOS, ESTÁ SENTADO EN EL TRONO DE SUS pobrezas y desprecios, Y ALLÍ HACE JUSTICIA AL PADRE DIOS EN LUGAR DEL ALMA AMANTE FIEL. (Del Jardín Interior 226-227.  Comentario a Jn 8 1-11)