viernes, 8 de marzo de 2013

HOY: ENCUENTRO SORPRENDENTE



HOY TE PROPONGO, COMO SIEMPRE, QUE PREPARES TU ORACIÓN LEYENDO ALGÚN COMENTARIO DEL EVANGELIO O LOS TEXTOS DEL DOMINGO.

AQUÍ TE DEJO ESTE DE JOSÉ ANTONIO PAGOLA QUE INCIDE BASTANTE EN LA PERSONA. Y TE PROPONGO QUE RELEAS EL EVANGELIO EN LA CLAVE DEL PADRE. PONTE EN SU LUGAR. ¿LO HAS HECHO ALGUNA VEZ? QUIZÁS ESTÉS LLAMADA/O A  CONVERTIR TU CORAZÓN AL AMOR INCONDICIONAL. 

DEJA QUE DIOS ACTÚE EN TI POR LA FUERZA DEL ESPÍRITU.

NO TENGAS MIEDO AL SILENCIO.
ENFRENTATE A ÉL CON PAZ, CON ALEGRÍA; ALLÍ EN LO MÁS PROFUNDO, EN TU CENTRO, DIOS QUIERE VENIR A HABITAR ... EL CÓMO SERÁ UNA SORPRESA. SÓLO ES NECESARIO PERMANECER, DEJARTE TOCAR Y  ABRAZAR  POR ÉL.

SI LLORAS DE ALEGRÍA NO TENGAS MIEDO DE TUS SENTIMIENTOS. DÉJALOS ESTAR Y VE A RECONCILIARTE CONTIGO MISMO Y CON TU HERMANO.  

música clásica: 
http://www.youtube.com/watch?v=EXui1fXb5Mw


LECTURAS Domingo 4º de Cuaresma C


Primera lectura

Lectura del libro de Josué (5,9a.10-12):
En aquellos días, el Señor dijo a Josué: «Hoy os he despojado del oprobio de Egipto.»
Los israelitas acamparon en Guilgal y celebraron la Pascua al atardecer del día catorce del mes, en la estepa de Jericó. El día siguiente a la Pascua, ese mismo día, comieron del fruto de la tierra: panes ázimos y espigas fritas. Cuando comenzaron a comer del fruto de la tierra, cesó el maná. Los israelitas ya no tuvieron maná, sino que aquel año comieron de la cosecha de la tierra de Canaán.


Salmo

Sal 33,2-3.4-5.6-7

R/. Gustad y ved qué bueno es el Señor
Bendigo al Señor en todo momento,
su alabanza está siempre en mi boca;
mi alma se gloría en el Señor:
que los humildes lo escuchen y se alegren. R/.
Proclamad conmigo la grandeza del Señor,
ensalcemos juntos su nombre.
Yo consulté al Señor, y me respondió,
me libró de todas mis ansias. R/.
Contempladlo, y quedaréis radiantes,
vuestro rostro no se avergonzará.
Si el afligido invoca al Señor,
él lo escucha y lo salva de sus angustias. R/.

http://www.youtube.com/watch?v=Joginn7G0ew


Segunda lectura

Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a los Corintios (5,17-21):
El que es de Cristo es una criatura nueva. Lo antiguo ha pasado, lo nuevo ha comenzado. Todo esto viene de Dios, que por medio de Cristo nos reconcilió consigo y nos encargó el ministerio de la reconciliación. Es decir, Dios mismo estaba en Cristo reconciliando al mundo consigo, sin pedirle cuentas de sus pecados, y a nosotros nos ha confiado la palabra de la reconciliación. Por eso, nosotros actuamos como enviados de Cristo, y es como si Dios mismo os exhortara por nuestro medio. En nombre de Cristo os pedimos que os reconciliéis con Dios. Al que no había pecado Dios lo hizo expiación por nuestro pecado, para que nosotros, unidos a él, recibamos la justificación de Dios.


Evangelio

Lectura del santo evangelio según san Lucas (15, 1-3.11-32):
En aquel tiempo, solían acercarse a Jesús los publicanos y los pecadores a escucharle. Y los fariseos y los escribas murmuraban entre ellos: «Ése acoge a los pecadores y come con ellos.»
Jesús les dijo esta parábola: «Un hombre tenía dos hijos; el menor de ellos dijo a su padre: "Padre, dame la parte que me toca de la fortuna." El padre les repartió los bienes. No muchos días después, el hijo menor, juntando todo lo suyo, emigró a un país lejano, y allí derrochó su fortuna viviendo perdidamente. Cuando lo había gastado todo, vino por aquella tierra un hambre terrible, y empezó él a pasar necesidad. Fue entonces y tanto le insistió a un habitante de aquel país que lo mandó a sus campos a guardar cerdos. Le entraban ganas de llenarse el estómago de las algarrobas que comían los cerdos; y nadie le daba de comer. Recapacitando entonces, se dijo: "Cuántos jornaleros de mi padre tienen abundancia de pan, mientras yo aquí me muero de hambre. Me pondré en camino adonde está mi padre, y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo: trátame como a uno de tus jornaleros." Se puso en camino adónde estaba su padre; cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y se conmovió; y, echando a correr, se le echó al cuello y se puso a besarlo. Su hijo le dijo: "Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo." Pero el padre dijo a sus criados: "Sacad en seguida el mejor traje y vestidlo; ponedle un anillo en la mano y sandalias en los pies; traed el ternero cebado y matadlo; celebremos un banquete, porque este hijo mío estaba muerto y ha revivido; estaba perdido, y lo hemos encontrado." Y empezaron el banquete. Su hijo mayor estaba en el campo. Cuando al volver se acercaba a la casa, oyó la música y el baile, y llamando a uno de los mozos, le preguntó qué pasaba. Éste le contestó: "Ha vuelto tu hermano; y tu padre ha matado el ternero cebado, porque lo ha recobrado con salud." Él se indignó y se negaba a entrar; pero su padre salió e intentaba persuadirlo. Y él replicó a su padre: "Mira: en tantos años como te sirvo, sin desobedecer nunca una orden tuya, a mí nunca me has dado un cabrito para tener un banquete con mis amigos; y cuando ha venido ese hijo tuyo que se ha comido tus bienes con malas mujeres, le matas el ternero cebado." El padre le dijo: "Hijo, tú siempre estás conmigo, y todo lo mío es tuyo: deberías alegrarte, porque este hermano tuyo estaba muerto y ha revivido; estaba perdido, y lo hemos encontrado."»


CON LOS BRAZOS SIEMPRE ABIERTOS 

Para no pocos, Dios es cualquier cosa menos alguien capaz de poner alegría en su vida. Pensar en él les trae malos recuerdos: en su interior se despierta la idea de un ser amenazador y exigente, que hace la vida más fastidiosa, incómoda y peligrosa.

Poco a poco han prescindido de él. La fe ha quedado "reprimida" en su interior. Hoy no saben si creen o no creen. Se han quedado sin caminos hacia Dios. Algunos recuerdan todavía "la parábola del hijo pródigo", pero nunca la han escuchado en su corazón.

El verdadero protagonista de esa parábola es el padre. Por dos veces repite el mismo grito de alegría: "Este hijo mío estaba muerto y ha vuelto a la vida; estaba perdido y lo hemos encontrado". Este grito revela lo que hay en su corazón de padre.

A este padre no le preocupa su honor, sus intereses, ni el trato que le dan sus hijos. No emplea nunca un lenguaje moral. Solo piensa en la vida de su hijo: que no quede destruido, que no siga muerto, que no viva perdido sin conocer la alegría de la vida.

El relato describe con todo detalle el encuentro sorprendente del padre con el hijo que abandonó el hogar. Estando todavía lejos, el padre "lo vio" venir hambriento y humillado, y "se conmovió" hasta las entrañas. Esta mirada buena, llena de bondad y compasión es la que nos salva. Solo Dios nos mira así.

Enseguida "echa a correr". No es el hijo quien vuelve a casa. Es el padre el que sale corriendo y busca el abrazo con más ardor que su mismo hijo. "Se le echó al cuello y se puso a besarlo". Así está siempre Dios. Corriendo con los brazos abiertos hacia quienes vuelven a él.

El hijo comienza su confesión: la ha preparado largamente en su interior. El padre le interrumpe para ahorrarle más humillaciones. No le impone castigo alguno, no le exige ningún rito de expiación; no le pone condición alguna para acogerlo en casa. Sólo Dios acoge y protege así a los pecadores.

El padre solo piensa en la dignidad de su hijo. Hay que actuar de prisa. Manda traer el mejor vestido, el anillo de hijo y las sandalias para entrar en casa. Así será recibido en un banquete que se celebra en su honor. El hijo ha de conocer junto a su padre la vida digna y dichosa que no ha podido disfrutar lejos de él.

Quien oiga esta parábola desde fuera, no entenderá nada. Seguirá caminando por la vida sin Dios. Quien la escuche en su corazón, tal vez llorará de alegría y agradecimiento. Sentirá por vez primera que en el misterio último de la vida hay Alguien que nos acoge y nos perdona porque solo quiere nuestra alegría.  José Antonio Pagola en  eclesalia.


TAMBIÉN TE PROPONGO LEER,   SIN PRISAS   Y 

DURANTE EL TIEMPO QUE QUEDA DE CUARESMA

EL LIBRO: "EL REGRESO DEL HIJO PRÓDIGO" DE 

HENRI NOUWEN. 



Mª Celeste Crostarosa nos dice HOY:





Poseerás mi GOZO 
por PARTICIPACIÓN DE AMOR.

Diálogos 5,6









Oh Dios, Padre de corazón grande:

Cuando nos descarriamos,
cuando buscamos la falsa felicidad 
en la tierra oscura del pecado,
tú envías a tu Hijo a buscarnos
y a llevarnos de vuelta a tu casa.
Que sintamos profundamente  
tu vehemente anhelo
de acogernos con alegría
y restaurarnos en tu vida y en tu amor.
Danos el valor humilde de volver a ti,  
nuestro Dios y Padre         
por Jesucristo nuestro Señor.
(DE LA LITURGIA)