miércoles, 24 de agosto de 2011

AMAR Y PADECER CON JESÚS Y LOS ÚLTIMOS DE LA TIERRA.


Domingo 22º del Tiempo Ordinario - Ciclo A













Oración colecta

Oh Dios nuestro,
Hoy te ofrecemos el culto perfecto  e tu hijo Jesucristo.

Con él te alabamos y damos gracias
ofreciéndonos a nosotros mismos con él.
Que esta ofrenda no se vea limitada
al momento fugaz de esta eucaristía,
sino que irrumpa en la vida de cada día
por medio de nuestro amor a ti
y de nuestro servicio generoso
al pueblo que se nos ha confiado
para amarlo y para compartir con él
todo lo que somos y tenemos.
Te lo pedimos en nombre de Jesús, el Señor.


Primera lectura


Lectura del libro de Jeremías (20,7-9):





Me sedujiste, Señor, y me dejé seducir.

Me sedujiste, Señor, y me dejé seducir; me forzaste y me pudiste. Yo era el hazmerreir todo el día, todos se burlaban de mí. Siempre que hablo tengo que gritar: «Violencia», proclamando: «Destrucción.» La palabra del Señor se volvió para mí oprobio y desprecio todo el día. Me dije: «No me acordaré de él, no hablaré más en su nombre»; pero ella era en mis entrañas fuego ardiente, encerrado en los huesos; intentaba contenerlo, y no podía.


Salmo

Sal 62,2.3-4.5-6.8-9


R/. Mi alma está sedienta de ti, Señor, Dios mío



Oh Dios, tú eres mi Dios, por ti madrugo,

mi alma está sedienta de ti;

mi carne tiene ansia de ti,

como tierra reseca, agostada, sin agua. R/.


¡Cómo te contemplaba en el santuario
viendo tu fuerza y tu gloria!
Tu gracia vale más que la vida,
te alabarán mis labios. R/.

Toda mi vida te bendeciré 
y alzaré las manos invocándote.
Me saciaré como de enjundia y de manteca,
y mis labios te alabarán jubilosos. R/.

Porque fuiste mi auxilio,
y a la sombra de tus alas canto con júbilo;
mi alma está unida a ti,
y tu diestra me sostiene. R/. 




Segunda Lectura 





Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos (12,1-2):



Presentar vuestros cuerpos como hostia viva

Os exhorto, hermanos, por la misericordia de Dios, a presentar vuestros cuerpos como hostia viva, santa, agradable a Dios; éste es vuestro culto razonable. Y no os ajustéis a este mundo, sino transformáos por la renovación de la mente, para que sepáis discernir lo que es la voluntad de Dios, lo bueno, lo que le agrada, lo perfecto.



Evangelio

Lectura del santo evangelio según san Mateo (16,21-27):
¿De qué le sirve a un hombre ganar el mundo entero, si arruina su vida?



En aquel tiempo, empezó Jesús a explicar a sus discípulos que tenía que ir a Jerusalén y padecer allí mucho por parte de los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, y que tenía que ser ejecutado y resucitar al tercer día. Pedro se lo llevó aparte y se puso a increparlo: «¡No lo permita Dios, Señor! Eso no puede pasarte.»Jesús se volvió y dijo a Pedro: «Quítate de mi vista, Satanás, que me haces tropezar; tú piensas corno los hombres, no como Dios.»Entonces dijo Jesús a sus discípulos: «El que quiera venirse conmigo, que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga. Si uno quiere salvar su vida, la perderá; pero el que la pierda por mí la encontrará. ¿De qué le sirve a un hombre ganar el mundo entero, si arruina su vida? ¿O qué podrá dar para recobrarla? Porque el Hijo del hombre vendrá entre sus ángeles, con la gloria de su Padre, y entonces pagará a cada uno según su conducta.»



Puedo meditar así:

  • Me imagino un lugar de paz, por ejemplo, como el de la transfiguración.
Veo a Jesús en su gloria, y en lugar de Santiago, Pedro y Juan, me sitúo yo con varios amigos más de Jesús que  conozca que le son muy queridos.

  • Trato de descubrir lo que experimento sabiéndome amado y transformado en Él.
Me veo radiante y feliz. “Me sedujiste, Señor, y me dejé seducir; me forzaste y me pudiste”.

  • En mí surge una respuesta posible: “presentar vuestros cuerpos como hostia viva, santa, agradable a Dios; éste es vuestro culto razonable. Y no os ajustéis a este mundo, sino transformaos por la renovación de la mente, para que sepáis discernir lo que es la voluntad de Dios, lo bueno, lo que le agrada, lo perfecto.”
  • Trato de estar ahí hasta que escuche la Palabra de Hoy: “Tenía que ir a Jerusalén y padecer allí mucho por parte de los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, y que tenía que ser ejecutado y resucitar al tercer día. “...«El que quiera venirse conmigo, que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga. Si uno quiere salvar su vida, la perderá; pero el que la pierda por mí la encontrará. ¿De qué le sirve a un hombre ganar el mundo entero, si arruina su vida? ¿O qué podrá dar para recobrarla? Porque el Hijo del hombre vendrá entre sus ángeles, con la gloria de su Padre, y entonces pagará a cada uno según su conducta.»
Termino la oración dejándome mirar por Jesús en la cruz, Él que me amó y se entregó por mí.

O puedo:

Sencillamente mirar al crucificado y dejar que me mire y me hable al corazón, acrecentando en mí el deseo de vivir, amar y padecer como Él.


M.ª Celeste nos dice hoy:

Se me despertó un deseo de amar y de padecer por quien tanto me amó.
Autobiografía 102