viernes, 27 de agosto de 2010

Ayúdanos a prepararnos para encontrarle en los acontecimientos de la vida diaria

Domingo 22º del Tiempo Ordinario - Ciclo C
29 de Agosto del 2010





Como otras semanas  "cuelgo" homilías y comentarios a la Palabra de Dios del Domingo y un texto de M. Celeste Crostarosa. Puedo elegir la lectura que me llegue al corazón, después de haber leído la Palabra de Dios. Eso es lo más importante. Después, puedos pasar por el corazón   lo leído y en tercer lugar quedarme como acunando

la Palabra... 

Así entraré en la oración contemplativa y silenciosa. 

¡Permanezco en ella y dejo que el Señor me instruya internamente" como ora el salmista (Salmo 138)

Una vez más te invito a respirar hondo y cantar algo que sepas que te ayude a silenciar el corazón... Si se te hace largo, ese mismo canto o antífona, a modo de mantra, lo vas repitiendo hasta que entres en el silencio.

Si veo que me distraigo vuelvo otra vez a ese lugar donde la Palabra me ha dialogado conmigo, donde me ha tocado el corazón. 

Podrá haber algún día que esté más seco, más despistado o más "no sé qué"... Entonces PERMANEZCO... En esos momentos puede venir de un modo inesperado el encuentro con el Señor, me puede llegar una iluminación a mi vida y si he dejado la oración ¡me lo he perdido!




Oración Colecta

Señor Dios nuestro, fuente de toda sabiduría:
Tú nos invitas a ser sabios y previsores
y a encontrar a tu Hijo
con lámparas encendidas en nuestras manos.

Ayúdanos a prepararnos para encontrarle
en los acontecimientos de la vida diaria
y en la gente que nos rodea,

para que podamos entrar con él
en tu fiesta celestial, que es eterna,
y se prolongará por los siglos de los siglos.


Primera lectura
Lectura del libro del Eclesiástico (3,17-18.20.28-29):

Hijo mío, en tus asuntos procede con humildad y te querrán más que al hombre generoso. Hazte pequeño en las grandezas humanas, y alcanzarás el favor de Dios; porque es grande la misericordia de Dios, y revela sus secretos a los humildes. No corras a curar la herida del cínico, pues no tiene cura, es brote de mala planta. El sabio aprecia las sentencias de los sabios, el oído atento a la sabiduría se alegrará. 


Salmo
Sal 67,4-5ac.6-7ab.10-11

R/.
 Preparaste, oh Dios, casa para los pobres

Los justos se alegran,
gozan en la presencia de Dios,
rebosando de alegría.
Cantad a Dios, tocad en su honor;
su nombre es el Señor. R/.

Padre de huérfanos, protector de viudas,
Dios vive en su santa morada.
Dios prepara casa a los desvalidos,
libera a los cautivos y los enriquece. R/.

Derramaste en tu heredad, oh Dios, una lluvia copiosa,
aliviaste la tierra extenuada;
y tu rebaño habitó en la tierra
que tu bondad, oh Dios, preparó para los pobres. R/.

Segunda lectura
Lectura de la carta a los Hebreos (12,18-19.22-24a):

Vosotros no os habéis acercado a un monte tangible, a un fuego encendido, a densos nubarrones, a la tormenta, al sonido de la trompeta; ni habéis oído aquella voz que el pueblo, al oírla, pidió que no les siguiera hablando. Vosotros os habéis acercado al monte de Sión, ciudad del Dios vivo, Jerusalén del cielo, a millares de ángeles en fiesta, a la asamblea de los primogénitos inscritos en el cielo, a Dios, juez de todos, a las almas de los justos que han llegado a su destino y al Mediador de la nueva alianza, Jesús.


Evangelio
Lectura del santo evangelio según san Lucas (14,1.7-14):

Un sábado, entró Jesús en casa de uno de los principales fariseos para comer, y ellos le estaban espiando. Notando que los convidados escogían los primeros puestos, les propuso esta parábola: «Cuando te conviden a una boda, no te sientes en el puesto principal, no sea que hayan convidado a otro de más categoría que tú; y vendrá el que os convidó a ti y al otro y te dirá: "Cédele el puesto a éste." Entonces, avergonzado, irás a ocupar el último puesto. Al revés,
cuando te conviden, vete a sentarte en el último puesto, para que, cuando venga el que te convidó, te diga: "Amigo, sube más arriba." Entonces quedarás muy bien ante todos los comensales. Porque todo el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido.»
Y dijo al que lo había invitado: «Cuando des una comida o una cena, no invites a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a los vecinos ricos; porque corresponderán invitándote, y quedarás pagado. Cuando des un banquete, invita a pobres, lisiados, cojos y ciegos; dichoso tú, porque no pueden pagarte; te pagarán cuando resuciten los justos.»

Comentarios  al Evangelio del Domingo 29 de Agosto del 2010

El Reino y la escala jerárquica

  
      Verdaderamente las personas tenemos una gran capacidad para complicar hasta lo más sencillo. Y el Reino de Dios es algo muy sencillo. Por eso, a Jesús le gustaba expresarlo con ideas y comparaciones muy sencillas, que todo el mundo podía entender. Jesús no recurrió a complicados tratados ni teologías difíciles para explicar su mensaje. Su vida estuvo siempre marcada por la sencillez y la transparencia. Su forma de actuar era ya explicación de su mensaje. 
      Digo esto porque algo tan sencillo como una comida lo hemos terminado convirtiendo en un momento de protocolo donde hay que respetar los diversos niveles sociales. Las personas sienten que tienen derecho a un puesto u otro de acuerdo con su condición social, su nivel económico o su poder en la escala jerárquica social. No concederles ese puesto puede suponer graves afrentes, que en más de una ocasión han dado lugar a riñas y conflictos irresolubles.

El Reino es una comida compartida
      Precisamente una de las comparaciones preferidas de Jesús para hablar del Reino es la comida compartida. Sentarse en torno a la mesa es una forma de expresar la fraternidad, el hecho de que todos somos hermanos y hermanas, que Dios es el padre común. Compartir la comida es un momento sagrado porque tiene mucha relación con compartir la vida y nuestro Dios es el Dios de la Vida. Tanto le gustaba a Jesús esa comparación que, al final de su vida, cuando sabía que su muerte era inminente, nos regaló la Eucaristía, una comida ritual en la que él mismo se hace presente como alimento de vida que todos compartimos. 
      Por eso le costaba a Jesús entender lo de las jerarquías, esa necesidad que tenemos las personas de poner a las demás personas en una escala de arriba abajo y, por supuesto, dando siempre más importancia a los de arriba que a los de abajo. No entendía Jesús esa pasión por estar entre los de arriba, por ser importante. En su perspectiva no entraban esas diferencias sino más bien lo contrario: la cercanía, la fraternidad, la igualdad, el movernos todos al mismo nivel, sin tener en cuenta ninguna de las diferencias –siempre accidentales– que nosotros solemos señalar para establecer la escala social. Los que se sientan a la misma mesa son hermanos y hermanas, iguales. De escoger un puesto se trata de escoger el último para servir a los más pobres, a los más abandonados. Ese es el mayor privilegio al que se puede aspirar: construir la fraternidad acercando a los que están lejos a la mesa familiar. 
      En el Evangelio de hoy, Jesús participa en un banquete y, como es natural, no entiende la lucha de los convidados por ocupar los primeros puestos. Le resulta una pasión inútil. Está convencido de que los que hacen eso se olvidan de lo más importante, pierden el tiempo y no gozan verdaderamente del banquete de la fraternidad –mucho más importante sin punto de comparación que lo que se come materialmente–. Pero este mensaje, como dice la primera lectura, se ha revelado a los humildes. Es el mensaje del amor y la misericordia de Dios que no deja a nadie fuera de su mesa, que no excluye a nadie del banquete de la vida. Conocer ese mensaje es la más alta sabiduría a la que se puede aspirar. 
Aprender la verdadera sabiduría
      Ese mensaje se nos ha revelado en el mismo Jesús, en su vida y en su testimonio, en sus palabras y en sus acciones. A través suyo hemos podido entrever que nuestro Dios no es un Dios de terror ni de poder ni de furia. Con Jesús nos hemos acercado al monte Sión y hemos descubierto que el Reino es un fiesta, la fiesta de la vida y de la fraternidad y que en medio de la fiesta, como el que acoge, como padre de misericordia, está Dios mismo, el creador y mantenedor de nuestra vida. 
      Desgraciadamente seguimos creyendo en las categorías, en las jerarquías. Hasta en la iglesia hemos marcado diferencias entre las personas. Hay puestos reservados, autoridades y tantas otras cosas. Y a veces se nos olvida que el servicio fraterno es lo que da sentido a lo que hacemos en la Iglesia y en la sociedad, que si no servimos a los hermanos y hermanas perdemos miserablemente el tiempo y la vida que se nos ha regalado. Nos despistamos y pensamos que el objetivo de nuestra vida es ser importante, tener cargos y que nos terminen cediendo los primeros puestos y haciéndonos homenajes. ¡Necio! Cuando te mueras no te llevarás nada de eso consigo. Y lo único que te salvará será el amor que hayas compartido gratuitamente en tu vida, el amor de Dios
Fernando Torres Pérez cmf


Sí, ahora, parece que en algunos sitios se intentan resucitar liturgias de casi antes del Concilio, con capisayos y vestimentas propias del siglo "menos uno"... 

Pero yo tengo experiencia de la Eucaristía como expresas. No está en el ideal sino en la realidad. Eso ha creado unos lazos muy fuertes en las personas que la hemos celebrado durante años...

Creo que como comunidad cristiana tenemos que tender hacia ello y si no es posible vivirla en comunidad pequeña acercar las celebraciones a la vida y entre nosotros ir viviendo cada vez más el ser pan compartido y entregado para los demás...
http://www.ciudadredonda.org/lectura/comentario/?f=2010-08-29




Un lugar en el mundo
 La Palabra de Dios de este domingo nos interroga sobre el lugar del cristiano y de la Iglesia en el mundo. La Iglesia, la comunidad de seguidores de Jesús, es para mucha gente referencia de compromiso y atención a las grandes carencias de millones de personas. Para otros, es un gran invento humano fuera de lugar por formar parte de una historia pasada.
Creo que la Iglesia hoy se encuentra de nuevo junto a Jesús, y escucha la invitación a ocupar los últimos puestos, a ser humilde, a hacer calladamente su tarea, que proclama a gritos la misericordia de Dios.
Es cierto que el Evangelio parece que nos da unas pistas para no "quedar mal en reuniones sociales". Pero en realidad, el texto nos llega como un interrogante sobre nuestro lugar en dos ámbitos fundamentales en los que se mueve nuestra vida: la misma comunidad cristiana, y nuestro mundo.
Ocupar los últimos lugares implica dar más importancia a lo que se es, y no tanta a lo que se hace. La publicidad y la propaganda, que hoy 'garantizan' la existencia (si no te anuncias o sales en la tele, si no estás en Internet o no tienes facebook, no existes), no es imprescindible para que la Buena Noticia del Reino llegue a los hombres.
Necesitamos más humildad, más sencillez, quizás para poder estar con los que no tienen puestos de importancia, con los últimos. La sencillez y la humildad son caminos de encuentro con los hermanos menos desfavorecidos: y ahí está la novedad de la Palabra de Dios de hoy.
Laureano Del Otero Sevillano CSSR


FUE LA OPCIÓN DE JESÚS

En los años posteriores al Concilio se hablaba mucho de la «opción preferencial por los pobres». La teología de la liberación estaba viva. Se percibía una nueva sensibilidad en la Iglesia. Parecía que los cristianos queríamos escuchar de verdad la llamada del Evangelio a vivir al servicio de los más desheredados del mundo.

Desgraciadamente, las cosas han ido cambiando. Algunos piensan que la «opción por los pobres» es un lenguaje peligroso inventado por los teólogos de la liberación y condenado justamente por Roma. No es así. La opción preferencial por los pobres es una consigna que le salió desde muy dentro a Jesús.

Según Lucas, éstas fueron sus palabras: «Cuando des una comida o una cena, no invites a tus amigos ni a tus hermanos ni a tus parientes ni a los vecinos ricos; porque corresponderán invitándote y quedaras pagado. Cuando des un banquete, invita a pobres, lisiados, cojos y ciegos; dichoso tú, porque no pueden pagarte; ya te pagarán cuando resuciten los justos».

¿Se pueden tomar en serio estas palabras provocativas de Jesús? ¿Lo dice en serio o es una manera de impactar a sus oyentes? Jesús habla de invitar a los excluidos, marginados y desamparados. Son precisamente los desdichados a los que él se está dedicando en cuerpo y alma por las aldeas de Galilea.

Sabe bien que esto no es lo habitual. Los «pobres» no tienen medios para corresponder con cierta dignidad. Los «lisiados, cojos y ciegos» sencillamente no pueden. En Qumrán son precisamente los que están excluidos de la comida comunitaria.

Jesús habla en serio. Lo prioritario para quien sigue de cerca a Jesús no es privilegiar la relación con los ricos, ni atender las obligaciones familiares o los convencionalismos sociales, olvidando a los pobres. Quien escucha el corazón de Dios, comienza a privilegiar en su vida a los más necesitados.

Una vez de escuchar de labios de Jesús su opción preferencial por los pobres, no es posible evitar nuestra responsabilidad. En su Iglesia hemos de tomar una decisión: o no la tenemos en cuenta para nada, o buscamos seriamente cómo darle una aplicación generosa.
José Antonio Pagola



El amor desinteresado
Jesús va de camino. Recibe la invitación de un fariseo, de los principales, y acepta ir a comer con él. Hay expectación en torno a Jesús. Le observan detenidamente. ¿Qué hará? ¿Qué dirá? Con Jesús creen tener el espectáculo asegurado. Pero Jesús aprovecha el momento de la comida, que es tiempo de intimidad y amistad, para dar mensajes sorprendentes.
El primero va dirigido a todos los comensales: Ha observado Jesús que buscan los primeros puestos, las reverencias, la gloria humana. Y les invita a cambiar radicalmente el modo de obrar, a ponerse en los últimos puestos. ¡Es tan hermoso, lo dice él por experiencia, mirar la vida y a las gentes desde abajo! ¡Es tan grande que uno, allí donde esté, se coloque en el grupo como quien sirve! Hay mucho amor, y mucho reino, y mucho Dios en esas actitudes.
El segundo mensaje va dirigido al fariseo que lo ha invitado. Ha observado entre los invitados a amigos, hermanos, parientes, vecinos ricos... Y le pone delante otro estilo de vida: el amor desinteresado, la bienaventuranza que se experimenta cuando el amor sale de forma gratuita y generosa del corazón.
Orar también en verano:
Vete al encuentro amistoso con Jesús, una alternativa difícil pero gozosa de vida. Y ponte a su disposición. Dile que te enseñe alternativas de vida.
Deja que el Espíritu te ensanche el corazón y lo llene de nombres, de rostros, de hermanas y hermanos.
En tu oración siempre se te pide algo. Apoyo, iniciativas que contribuyen al bien de los hombres y de los pueblos. Que todo lo que hagas o proyectes esté tocado por la gratuidad. Está será tu forma de sentarte a la mesa de los pecadores.

UN ASIENTO DE PRIMERA



En un vuelo de British Airways, una señora blanca y rica se encontró sentada junto a un hombre negro. Ésta llamó a la azafata para exponerle sus quejas y su disgusto.
“Me han sentado junto a este negro y no puedo viajar así. Búsqueme otro asiento”.
“Cálmese señora”, le dijo la azafata, “el avión está lleno, pero miraré a ver si queda algún asiento libre”.
Minutos más tarde, la azafata sonriente volvió con la buena noticia. “Señora, sólo queda un asiento en primera clase”.
“Hacer un cambio de asiento es algo extraordinario, pero dadas las circunstancias, el capitán ha concluido que sería una grave desconsideración hacia el pasajero tener que volar junto a una persona tan desagradable”.
Y dirigiéndose hacia el hombre negro le dijo: “Señor, recoja sus cosas y sígame, tengo un asiento preparado para usted en primera clase”.

El resto de los pasajeros respondió con una fuerte ovación.

En algunas iglesias de Nueva York aún se pueden leer los nombres de la gente importante: Cornelius Vanderbilt, el hombre más rico de su tiempo, John Rockefeller, el hombre que desde su primer sueldo hasta el final de su vida siempre dio el diezmo a su iglesia. Éstos compraban su banco en las primeras filas y en su ausencia nadie los ocupaba.

Las listas humanas y el protocolo de los hombres no se parecen en nada a las listas de Dios.

El primer banco de nuestras iglesias está siempre vacío, excepto el día en que, por razones ajenas al culto, acuden las autoridades civiles y militares que, con mucha solemnidad y todo derecho, ocupan el primer banco.

Dios, asombro y alegría, no mide la categoría de las personas por los cargos que ostentamos, por los títulos conseguidos o por la riqueza acumulada.

En las iglesias, en torno a la mesa de Jesús, todos somos ilegales, porque todos somos pecadores, todos los bautizados tenemos la misma dignidad porque todos ostentamos el único título de hijos de Dios. Todos somos miembros de la misma familia de Dios.

La sociedad de ahí afuera es muy imperfecta. Aquí adentro todos somos importantes pero yo no soy más importante que el que está a mi lado o el que está detrás o delante. Todos participamos de la misma mesa y recibimos al mismo Jesús.

Todos invitados como en la parábola: “amigo, sube más arriba”.

La cercanía con Dios no es cuestión de lugar ni de geografía, es cercanía que sintoniza con Jesús, el que nos enseña a eliminar barreras y a valorar a todos, especialmente a los más desfavorecidos de la sociedad, los que nadie invita.

Los no invitados son los preferidos de Jesús y debieran ser también los nuestros.

Los judíos, los primeros invitados a la nueva fiesta inaugurada por Jesús, despreciaban a los extranjeros y no querían que se sentaran junto a ellos ni viajaran con ellos.

Jesús, en cuyo nombre nos reunimos, nuestro anfitrión, invita a todos a su mesa, a esta conversación dominical a esta tertulia de amigos entorno a la Palabra de Dios y las historias que Jesús nos cuenta para mostrarnos su corazón e infundirnos su espíritu.

Hoy, Jesús, el hombre humilde, nos exige ser humildes. ¿Somos humildes ante Dios? Dios mira con agrado la humildad de sus siervos ¿Se lo ha preguntado alguna vez?

No me diga que se sienta en el último banco por humildad. Se sienta ahí por miedo o para salir de la iglesia el primero.

Jesús nos exhorta también a ser comunidades de acogida donde nadie se sienta extranjero, desconocido o no querido.

Félix Tutor, escolapio

LA HOMILÍA MÁS JOVEN: HOSPITALIDAD

1.- Si un día vais, mis queridos jóvenes lectores, a la famosa ciudad de Petra, en el reino de Jordania, no os limitéis a recorrer los fresados caminos por los que se desplazan tantos turistas. No ignoro que son impresionantes las edificaciones, fruto de los grandes cinceles que descomponiendo las rocas, rompiéndolas a pedazos sin disponer de la maquinaria que hoy poseemos, nos permiten ver estas impresionantes edificaciones. No os digo que las despreciéis, pero sí que no os contentéis mirándolas. Por aquellos valles hasta hace poco, vivían beduinos, descendientes del pueblo nabateo y de otras culturas que también han dejado su huella. A mi lo que me ha gustado visitar las dos veces que he ido, ha sido un “templo” cananeo, situado a algo más de media hora de empinada subida. Los dos monolitos, divinidades masculina y femenina, también del mismo bloque que forma la montaña y el grandioso altar de ella sacado, nos hablan en silencio del gran respeto y del sentido de la grandiosidad que tenían de lo sagrado, los que lo hicieron. Hay otros por aquellas tierras. Algunos están también en elevados lugares, estoy pensando en Dan, próximo a las fuentes del Jordán. Estaba muy presente en la memoria del israelita la montaña del Sinaí, lugar donde al pueblo se le dio la Ley, se encontró a sí mismo, reconociéndose como pueblo escogido y descubrió el sentido que debía dar a su historia. Ahora bien, lo que la gente conocía mejor era el de Jerusalén, también elevado y de grandiosas proporciones. Pues bien, el autor de la Carta a los Hebreos, de la que leemos este domingo un fragmento, recuerda a los primeros destinatarios y a nosotros, que se nos ha dado la posibilidad de acercarnos y situarnos dentro de algo superior, la Jerusalén celestial, lugar de encuentro con los justos y con el mismo mediador de la nueva alianza: Jesús.

Podrán los cambios climáticos alterar nuestro estado de ánimo, pero nuestras convicciones deben mantenernos en Esperanza, es el mensaje de optimismo que se desprende de la Carta a los Hebreos. Nunca debemos olvidar estas realidades, por ocultas que estén a las mentes de hoy. Que no porque no aparezcan en las noticias de nuestros medios de difusión de hoy, dejan de existir.
2.- Me he referido en otras ocasiones a la hospitalidad. La entendemos siempre como una actitud de acogida, la respuesta generosa a la manifestación de una necesidad. Pero hay algo más positivo, algo mejor, es el adelantarse y ofrecer, cosa que cualquier persona agradece. Cuando hablamos de hospitalidad nos referimos casi siempre a aquellos que acogen en su domicilio a gente que carece de él y no nos equivocamos. Pero este sentido no es único. El que invita se adelanta. El invitado que acude, en principio, lo hace como una muestra de satisfacción por la distinción que con él han tenido.
3.- Convidar es un gesto de humanidad, ningún animal es capaz de hacerlo. Acudir a una recepción es una forma de incorporarse a la comunidad. Escoger un lugar es manifestación de cómo nos consideramos a nosotros mismos. Y algunos se apresuran en cualquier ocasión que se presente en colocarse cerca del que es importante, en salir en la foto cerca de él. Se quieren acaparar trofeos, de la clase que sea, para satisfacer el orgullo, o simplemente la vanidad. Observaréis que si un autor pretencioso, o un artista, no ha podido lograr un premio, para presumir, se anuncia: nominado para… o finalista de… Recuerdo una viñeta cómica vista hace muchísimos años. Un hombre había logrado ser jefe en su ámbito y se encargó de inmediato una gorra que lucía en grandes letras la palabra JEFE, con mayúsculas. Se molestaron los compañeros, pues en la empresa nadie llevaba signos distintivos y lo echaron del despacho. Al día siguiente llegó con una nueva gorra donde ponía: ex-jefe. La cosa era figurar. (Os he puesto este ejemplo ya que, por lo menos en mi entorno y por lo que me explican, en los banquetes de bodas ya de antemano un letrerito dice que lugar debe ocupar cada comensal)
4.- La segunda parte de la enseñanza del Maestro, con pequeño retoque a la figura, sí que os interroga. Pienso yo que os diría, mis queridos jóvenes lectores, cuando organices una fiesta de cumpleaños, o de fin de carrera, no te limites a tus más íntimos amigos, invita a los olvidados, a los que tal vez últimamente se han incorporado al curso o que ocasionalmente han acudido como simples compañeros y nadie les ha hecho caso, a aquel hijo de emigrante que le toca volver a su lugar de origen y no volverás a ver, a aquel o aquella que venido de lejos, ni siquiera ha aprendido a expresarse ya que desconoce la lengua, a aquel o aquella que ni es atractivo, ni molesta su apariencia, pero que todos ignoran. Deja tu cámara fotográfica a quien no tiene y arriésgate a enseñarle el funcionamiento y que la use. Si eres rico y tienes piscina, invita a bañarse al que tal vez no pueda ir a otra, pues, hasta vive realquilado. Piensa en los olvidados o ignorados, en los que nunca te invitaron a ti, en aquellos que ni siquiera sabes donde viven, ni conoces su nombre con exactitud. Serás así fiel a las enseñanzas del Señor y además, “dentro” de este invitado anónimo, está Cristo, no lo olvides.
Pedro José Ynaraja


Que mi gusto sea tu gusto orando o trabajando; que mi gusto sea tu descanso, tu alimento, tu celda, tu vida, tu espíritu, tu deseo, tu esperanza, tu seguridad. De los Diálogos de Jesús con M. Celeste, D.5º p 69
Si quieres más comentarios:
Bendición

Hermanos:
Prepárense y estén listos para la venida del Señor, siempre. 
Sabemos muy bien lo que esperamos:
al Señor, y con él vida plena,
gran alegría y felicidad eternas.
Entonces... no hay nada que temer.
Que la bendición de Dios todopoderoso,
Padre, Hijo y Espíritu Santo descienda sobre ustedes.