jueves, 23 de septiembre de 2010

DE NOSOTROS DEPENDE SALVAR ESE ABISMO

Lecturas Domingo 26º del Tiempo Ordinario - Ciclo C
Primera lectura

Lectura de la profecía de Amós (6,1a.4-7):

Así dice el Señor todopoderoso: «¡Ay de los que se fían de Sión y confían en el monte de Samaría! Os acostáis en lechos de marfil; arrellenados en divanes, coméis carneros del rebaño y terneras del establo; canturreáis al son del arpa, inventáis, como David, instrumentos musicales; bebéis vino en copas, os ungís con perfumes exquisitos y no os doléis del desastre de José. Pues encabezarán la cuerda de cautivos y se acabará la orgía de los disolutos.»
Palabra de Dios

Salmo

Sal 145,7.8-9a.9bc-10

R/.Alaba, alma mía, al Señor

Él mantiene su fidelidad perpetuamente, 
él hace justicia a los oprimidos, 
él da pan a los hambrientos. 
El Señor liberta a los cautivos. R/. 

El Señor abre los ojos al ciego, 
el Señor endereza a los que ya se doblan, 
el Señor ama a los justos, 
el Señor guarda a los peregrinos. R/. 

Sustenta al huérfano y a la viuda 
y trastorna el camino de los malvados. 
El Señor reina eternamente, 
tu Dios, Sión, de edad en edad. R/.

Segunda lectura
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a Timoteo (6,11-16):
Hombre de Dios, practica la justicia, la piedad, la fe, el amor, la paciencia, la delicadeza. Combate el buen combate de la fe. Conquista la vida eterna a la que fuiste llamado, y de la que hiciste noble profesión ante muchos testigos. En presencia de Dios, que da la vida al universo, y de Cristo Jesús, que dio testimonio ante Poncio Pilato con tan noble profesión: te insisto en que guardes el mandamiento sin mancha ni reproche, hasta la manifestación de nuestro Señor Jesucristo, que en tiempo oportuno mostrará el bienaventurado y único Soberano, Rey de los reyes y Señor de los señores, el único poseedor de la inmortalidad, que habita en una luz inaccesible, a quien ningún hombre ha visto ni puede ver. A él honor e imperio eterno. Amén.
Palabra de Dios

Evangelio

Lectura del santo evangelio según san Lucas (16,19-31):

En aquel tiempo, dijo Jesús a los fariseos: «Había un hombre rico que se vestía de púrpura y de lino y banqueteaba espléndidamente cada día. Y un mendigo llamado Lázaro estaba echado en su portal, cubierto de llagas, y con ganas de saciarse de lo que tiraban de la mesa del rico. Y hasta los perros se le acercaban a lamerle las llagas. Sucedió que se murió el mendigo, y los ángeles lo llevaron al seno de Abrahán. Se murió también el rico, y lo enterraron. Y, estando en el infierno, en medio de los tormentos, levantando los ojos, vio de lejos a Abrahán, y a Lázaro en su seno, y gritó: "Padre Abrahán, ten piedad de mí y manda a Lázaro que moje en agua la punta del dedo y me refresque la lengua, porque me torturan estas llamas." Pero Abrahán le contestó: "Hijo, recuerda que recibiste tus bienes en vida, y Lázaro, a su vez, males: por eso encuentra aquí consuelo, mientras que tú padeces. Y además, entre nosotros y vosotros se abre un abismo inmenso, para que no puedan cruzar, aunque quieran, desde aquí hacia vosotros, ni puedan pasar de ahí hasta nosotros." El rico insistió: "Te ruego, entonces, padre, que mandes a Lázaro a casa de mi padre, porque tengo cinco hermanos, para que, con su testimonio, evites que vengan también ellos a este lugar de tormento." Abrahán le dice: "Tienen a Moisés y a los profetas; que los escuchen." El rico contestó: "No, padre Abrahán. Pero si un muerto va a verlos, se arrepentirán." Abrahán le dijo: "Si no escuchan a Moisés y a los profetas, no harán caso ni aunque resucite un muerto."»

Palabra del Señor



Comentarios:

Salvando distancias, uniendo personas 



    Los bienes de este mundo nos dan placer y gusto. Con ellos disfrutamos más. O eso nos parece. O de eso nos intenta convencer continuamente la publicidad que nos rodea por todas partes. Se nos asegura que usando el coche A o el perfume B o la ropa C vamos a ser más felices, los demás nos van a respetar más, etc. En definitiva, se supone que los bienes nos da la seguridad de que carecemos. Sentirnos respetados y admirados por los demás, tener un estatus en la sociedad, disponer de los recursos necesarios para satisfacer nuestras necesidades y deseos, todo eso nos hace sentirnos seguros y confiados. 

       Los pobres son los que carecen de todo eso. Tienen nada o muy poco. Carecen de seguridad y no disponen de los recursos que les permitirían labrarse un futuro mejor y más seguro. Entre los pobres y los ricos se abre una gran brecha. Aunque vivan en las mismas ciudades, unos y otros saben muy bien dónde está su lugar y entienden que es mejor que no frecuenten los lugares de los otros. Un rico en un barrio muy pobre se sentiría inseguro. Pero lo mismo sucedería con un pobre que se hubiera metido en una fiesta de los ricos. 



Los de arriba y los de abajo

       ¿Se recuerdan de la película “Titanic”? Allí se habla continuamente de arriba y abajo. Los de arriba viven en lujosos camarotes y reproducen en el barco la vida que hacen en sus magníficas mansiones de tierra firme. Pasean, toman el te, cantan himnos en la Iglesia y se tratan con toda educación. Los de abajo están hacinados en camarotes miserables, comen mal y hacen fiestas muy poco educadas. Cuando el protagonista, que pertenece abajo, es invitado a participar en la cena de los de arriba, se ve perfectamente que está fuera de lugar. De hecho, no se le deja volver. Cuando la protagonista, que es de arriba, baja a la fiesta de los de abajo también tarda en situarse y sentirse como en casa. 

       Se diría que entre arriba y abajo hay una gran distancia. Es lo mismo que se ve en la parábola. Pero es una distancia ampliada. Me explico. En la primera parte de la parábola se ve la distancia que hay entre el rico que banquetea todo el día espléndidamente y el mendigo que está echado en el portal, cubierto de llagas. Es ya una distancia casi insalvable. 

       Pero esa distancia se encuentra también en la segunda parte de la parábola. Ahí nos encontramos con que la suerte ha cambiado. Lázaro está en el seno de Abrahán. Ha ido al cielo. En ningún momento se ha dicho que fuera santo ni bueno ni virtuoso. Simplemente se dice que la suerte se invierte en el otro mundo. Al que le tocaron males en este, le tocan bienes allá. Y viceversa. Porque encontramos que el rico también ha muerto pero le ha tocado en suerte el descenso al infierno (de nuevo nos encontramos con un arriba y un abajo) con todos los padecimientos que eso comporta. 



Urgente, aquí y ahora

       La distancia sigue siendo grande pero no tanto que impida el diálogo entre el rico y Abrahán. El rico pide consuelo. En primer lugar, para él –una gota de agua que le refresque– pero sin obtenerlo. Abrahán es duro en su respuesta. No hay nada que recibir puesto que ya recibió todo en vida. Y además se nos aclara otra cuestión: la distancia en el más allá entre arriba y abajo, entre el cielo y el infierno, no es tanto como para impedir la comunidad verbal o visual pero si como para que nadie pueda cruzar el abismo inmenso que separa las dos partes. 

       Ahí es donde el rico empieza a pedir que se mande aviso a sus hermanos que llevan el mismo camino que él –también les había tocado arriba en el mundo–. Abrahán vuelve a ser duro en su respuesta: ya tienen a Moisés y a los profetas. Ni un muerto resucitado les haría cambiar de vida. 

       No hay mucho más que decir. Estamos aquí y ahora. Nos ha tocado arriba o abajo. Posiblemente eso no depende de nosotros. Pero de nosotros depende salvar ese abismo mientras que es franqueable. Hoy y aquí podemos dejar el banquete y acercarnos a los que les ha tocado la peor parte y comenzar una nueva historia en la que se difuminen las fronteras. Tenemos que preguntarnos en qué, dónde, hemos puesto nuestra confianza (primera lectura). Y aceptar el consejo de Pablo en la segunda lectura. Más nos vale practicar la justicia, la piedad, la fe, el amor, la paciencia, la delicadeza... Todo eso es lo que nos abre al hermano, lo que rompe las distancias. Esa es nuestra tarea aquí y ahora. Eso es el Reino de Dios. Y es urgente
Fernando Torres Pérez cmf

¿ESCUCHO LO QUE NO ME GUSTA?
Francisco Tejerizo CSsR


 DON MORCILLA
Por José María Maruri, SJ

1.- A primera vista esta parábola presenta una especie de ley de compensación: el que en esta vida recibe bienes en la otra lo pasará mal, y el que lo pasa mal en esta vida, en la otra lo pasará bien. Nada más lejos de la realidad. Ni el rico es malo por ser rico, ni el pobre es bueno por ser pobre. Cada uno labra su propio futuro.

Esta parábola presenta a dos personas. Una innominada, no tiene nombre, se llama “el rico”, o por su afán en la vida, la de comer bien: el Epulón, o Comilón; o mejor le vendría el sobrenombre de don Morcilla, como ya os he comentado alguna vez. El otro tiene nombre propio, Lázaro, que significa algo: como el ayudado de Dios, o Dios está contigo.

Del rico no se dice que trataba a patadas al pobre, que lo echa a patadas, que lo apalea. Nada de eso. Simplemente lo ignora, que no lo ve, que ni se da cuenta de que existe. Todo él está inmerso en los ricos manjares, en el maravilloso vino, en la música del banquete, ni de los hermanos que tiene se da cuenta. Sus perros tienen mejores ojos que él y reconocen en Lázaro un ser que necesita de ellos. Y le cuidan como hace un perro con otro perro, lamiendo sus heridas que saben que es la mejor cura. Esos perros son más compasivos que su amo.



2.- Don Morcilla en resumen no es más que uno de tantos egoístas de este mundo, que no vive más que para si, sin ojos para la necesidad de los demás. Y que triste es que una persona viva tan embebida en algo, tan olvidada de todo y de todos. A nadie le interesa quién es: sus problemas, sus enfermedades, que tuvo unos padres, que vivió en una familia, que tuvo hermanos… Se le deja solo, en la soledad que él eligió absorbido por el placer, el dinero o el poder.



3.- Don Morcilla vivió sólo para sí. Ni de sus hermanos se acuerda hasta después de muerto, menos se acuerda de a Abrahán, ni de Dios. Nada le importa hasta que se encuentra en la absoluta soledad de la muerte. Necios llama Dios a estos hombres, como llamó a aquel rico que quería acumular sus riquezas en nuevos graneros y que aquella misma noche murió.



Esta es la tremenda tragedia de nuestro don Morcilla de la parábola. El beber y el comer han cerrado sus ojos. Toda su preocupación es ese número de la pizarra que cree ser el número de platos que ha comido, el número de una cuenta corriente, el número de votos conseguidos y ese número no es más que entregar el examen y ya es tarde. Toda una vida, afanados por buscar una solución falsa, un número engañoso, toda una vida perdida…



4.- Al otro lado del abismo es tarde para darse cuenta de que necesitó de Lázaro, de Abrahán, de Dios, tarde para ocuparse de unos hermanos que banquetearon con él, que se sentaron en los mismos consejos de administración y, tal vez, tomaron medidas tremendas para los demás.



Si en vida ni los hombres, sus hermanos, ni dios y su Palabra, pudieron abrir los ojos cegados por los banquetes, el dinero, el poder, tampoco un muerto resucitado servirá para nada. Y es tarde… el examen ha terminado.


EL RECTO USO DE LOS BIENES QUE DIOS HA CREADO

VIDA DE LA IGLESIA

Queridos hermanos:

Como lo anunciamos, les invito a que toda la intención de esta misa y de todas las oraciones que se están haciendo en pequeñas o grandes comunidades unidas con esta reflexión a través de la radio, la orientemos a pedir por el Santo Padre. El Papa Pablo VI cumple mañana ochenta años. El Señor nos lo ha conservado en plena lucidez, con los naturales achaques de los ochenta años, pero con una lucidez de quien es verdadero instrumento del Espíritu Santo para guiar la Iglesia en estos tiempos tan difíciles. Por eso, como una demostración de comunión con el Papa, de adhesión filial, que nuestros pueblos se caracterizan por ese amor al Papa, orientemos nuestra plegaria de hoy, nuestra misa, nuestra comunión, para pedir al Señor como le sabe pedir la Iglesia, esta hermosa jaculatoria que ojalá todos la aprendieran: "Hagamos oración por nuestro Santo Padre, el Papa Pablo VI"- Y el pueblo contesta: "Que el Señor le conserve la vida, le haga feliz en la tierra y no lo deje caer en manos de sus enemigos". Una plegaria litúrgica muy hermosa, que a través de los siglos expresa la comunión del pueblo de Dios con aquél que ha sido puesto como cabeza visible de este mismo pueblo. Yo creo que le hacemos un homenaje al Santo Padre y estamos en plena sintonía con su corazón de pastor, cuando nosotros nos referimos a las realidades de nuestro pueblo.

Han pasado en esta semana cosas muy desagradables; por ejemplo, la toma de emisoras, la balacera en que aparecen heridos unos policías, manifestaciones universitarias de crítica contra el rector asesinado. Y sobre todo nos duele, que no aparecen los desaparecidos; la señora de Chiurato secuestrada aún en el misterio. De nuevo, en nombre de la caridad, pedimos a los responsables que negocien y que no abusen de la libertad de una persona.

Así, también, pedimos en nombre de la angustia de tantas madres reclamando hijos desaparecidos. Yo he recibido con la angustia, hasta las lágrimas, la visita de unas madres que van como mendigas de puerta en puerta a los centros de seguridad, preguntando por sus hijos. Y casi es una burla contra su dolor: "No está aquí, búsquelo en otra parte". Se trata de Amadeo Recinos Quintanilla, de Salomé Rodríguez Carrero, de Antonio Alvarez Rodríguez, jóvenes todos, catequistas nuestros. Se nos critica de que los llamamos humildes catequistas, y los llaman ellos criminales. Yo no estoy defendiendo la inocencia; lo que pido es que se dé cuenta de ellos. O están muertos o están vivos. Y si están vivos, que los sometan a los tribunales. Y si son criminales que los castiguen como la ley manda. Pero, que no se cometa ese crimen más horrendo de angustiar el corazón de tantas madres.

Están llegando, también, muchas notas de Amnistía Internacional en reclamo de la profesora Emma Rosales de Alegría, que fue capturada el 17 de julio cuando iba de su escuela de Soyapango con su hijita, a la que golpearon por no quererse separar de ella.

Y finalmente tengo que lamentar, hermanos, la publicación y difusión abundante de la hoja, que muchos de ustedes han visto, en que me colocan a la cabeza de la subversión. El pueblo sospecha de dónde proceden estas cosas, y hay indicios que, poco inteligentes, quiénes son los que informan de mis correrías por los cantones. Una verdad a medias es peor que una calumnia, es cierto que he andado yo por El Jicarón, por El Salitre y muchos otros cantones; y me glorío de estar en medio de mi pueblo y sentir el cariño de toda esa gente que mira en la Iglesia, a través de su Obispo, la esperanza. Pero jamás he hecho lo que en esa hoja se dice, de llamar a la subversión, de repartir hojas subversiva. Esa es la calumnia. Yo mismo les he dicho en esos lugares: "Y sé que aquí hay observación, hay vigilancia. Sean siquiera leales en informar lo que está sucediendo". Y ahí hay miles de personas que pueden dar testimonio de que todo lo que esa hoja dice, es pura calumnia. Lo que más nos angustia, a los sacerdotes que aparecemos en esa lista, es si esto sea ya el indicio de ir preparando nuevos crímenes. Pero, el pueblo sabe a quién le echará la culpa, pues al pueblo ya no se le engaña.

Tere Herrera, RA,
 misionera en Chalatenango en esos tiempos
 y testigo de la fe en situaciones límites.
Por otra parte, queridos hermanos, sentimos la alegría inmensa de la Iglesia que se va organizando cada vez más como pueblo de Dios. Yo quiero felicitar a Chalatenango y a su departamento; porque ayer dio una demostración preciosísima de la comunión con la Iglesia, cuando fui a darles posesión al Padre Fabián Amaya y al Padre Efraín López; como vicario episcopal, es decir, que la autoridad del Obispo se delega para que pueda ese departamento, tan fecundo en cristianismo, ser organizado con más cariño y más cuidado pastoral; y el Padre López como Párroco de la ciudad. Hay un entusiasmo de religiosas, de seglares, por hacer de Chalatenango lo que decimos en el acuerdo en que se nombra al vicario episcopal: "Una reserva moral de la Iglesia, una mina preciosa de vocaciones, un recodo de fe cristiana en tantos hogares que por allá abundan bien organizados". Desde aquí, queridos hijos de Chalatenango y de todo el departamento, mi felicitación más cordial y mi súplica de que colaboren con los nuevos pastores que, en comunión conmigo, vamos a tratar de darles la mejor vida de Iglesia que ustedes se merecen.

Hubo en Santa Tecla, también, el domingo pasado, una reunión muy consoladora, en que sacerdotes, religiosas y fieles quieren coordinar las admirables fuerzas que Santa Tecla tiene, no sólo para la ciudad sino para toda la diócesis. También un saludo y un agradecimiento a los católicos de Comasagua, que celebrando el 21 a su patrón, San Mateo, me dieron también una demostración de cariñosa comunión con todos sus sacerdotes. Son cosas que llenan el corazón.

También tuve un gran consuelo el martes, un grupo de jóvenes, estudiantes ya de bachillerato, preparados debidamente en el Externado San José, recibieron la Confirmación. Yo aprovecho esta circunstancia para decir a los padres de familia que la edad de la confirmación tenía que ser esa, la de la juventud. Es un sacramento de juventud. Que hermoso es oír después de la confirmación a unos jóvenes que me entregaron esta carta, jóvenes del Externado San José, para que miren pues, que el verdadero espíritu de la Iglesia es de todos los corazones nobles de cualquier categoría social, con tal que sean sinceros en escuchar el mensaje salvador de Cristo. Dicen los jóvenes: "Nosotros hemos estado muy contentos de haberle tenido entre nosotros este día, que es cuando realmente conscientes aceptamos nuestro compromiso con el Señor y con su pueblo".

También me dio mucho gusto recibir de la Colonia San Benito una carta. Al lado de cada firma dice: "Yo humilde cocinera, yo niñera, yo de adentro, yo lavandera", todas éstas expresando una comunión fervorosa, pues, con la Iglesia y agradeciendo la misión salvadora que la Iglesia desarrolla.


Quiero felicitar, también, a la comunidad de Zacamil y a la Colonia del Porvenir, donde tuve, también, la alegría de celebrar con ellos una reunión y una eucaristía, que nos da a conocer como va madurando de veras- en varias comunidades donde los sacerdotes trabajan con sentido de Iglesia- esta fe que nosotros profesamos.

Habría muchas otras cosas, queridos hermanos, pero siempre me gusta ilustrar, con estos hechos de la vida cívica y de la vida eclesial, la palabra de Dios. Entonces encuentra, como el sol, unos objetivos concretos; como el sol que se traduce en color de flores, en energía de vida y en todo lo que el sol significa para la naturaleza. Eso significa la palabra de Dios para mi vida, para tu vida, para tu sociedad. Procuremos que esta luz, que nos ilumina todos los domingos desde la sagrada Biblia, no la oigamos como libros que pasaron hace tiempos. Un profeta, Amós, que vivió siete siglos antes de Cristo, pero que se encuentra con una situación social muy parecida a la nuestra: su voz no pertenece a los siglos perdidos; su voz se hace actualidad para San Salvador de 1977. Un Cristo que nos cuenta una parábola tan terrible, de la suerte que se transforma del rico y el pobre en esta vida y en la otra; no es un cuentecito que Cristo contaba para endulzar los oídos de hace veinte siglos; es la amonestación seria de un Dios que nos dice para qué nos ha creado y cuál es el uso que hay que hacer de las cosas.

EL RECTO USO DE LOS BIENES

Y éste es precisamente el tema de esta Homilía de hoy: El recto uso de los bienes que Dios ha creado. Hay un mal uso, nos vamos a referir primero a este aspecto negativo, no porque sea lo principal. En el mensaje de Dios procuremos, hermanos, siempre buscar lo positivo. Pero al lado de lo positivo, que es la ley de Dios, el designio amoroso del Señor para con nosotros, los hombres entronizamos siempre un aspecto negativo, el pecado, la lucha contra el reino de Dios. Y esto durará a lo largo de los siglos. Y nadie se extrañe de que la Iglesia se llame perseguida. Si tiene que ser perseguida por el reino de las tinieblas. Si mientras la Iglesia proclame esta voluntad de Dios, siempre encontrará la voluntad del antidios, del anticristo, de las sombras del pecado, del misterio de la iniquidad que trata también de entronizarse. Aquí, el profeta Amós describe ese imperio de las tinieblas bajo el aspecto del lujo; esa vida muelle, qué bien la describe el profeta, a pesar de ser un pastor del desierto de Judea enviado contra su voluntad por el mismo Dios al reino del norte de Israel, donde bajo el imperio de Jerobam II, una sociedad en bonanza, en paz, no sabe aprovechar este signo de la paz para adorar a Dios y agradecérselo, sino para hacer una vida muy lujosa.

"Os acostáis en lechos de marfil, tumbados sobre las camas. Coméis los carneros del rebaño y las terneras del establo". Son esas terneras que se alimentan sólo de leche y naturalmente su carne es muy blandita y esto gusta a los sibaritas del norte; "Canturreáis al son del arpa, bebéis vinos generosos, os ungís con los mejores perfumes y no os doléis de los desastres de José".

PROPIEDAD PRIVADA
Y Cristo nuestro Señor en su parábola, como haciendo un eco a esa vida muelle: "Había un hombre rico que se vestía de púrpura y de lino, y banqueteaba espléndidamente cada día". Hermanos, ¿no les parece que no son rasgos escritos en 1977; pero son realidades de los siglos que, también, existen hoy en 1977, aquí entre nosotros?. Podrá preguntar el rico epulón y los ricos del norte de Galilea, y todos aquellos que se dan a la vida muelle, comodona: ¿Qué pecado hay en eso? Parece que no hay pecado. Y, el primero de los pecados es el haber subvertido el sentido de la propiedad. Como decían los paganos, definiendo la propiedad privada; "Jus utendi et abutendi", derecho de usar y de abusar; si es mío, ¿por qué no voy hacer lo que me da la gana? No, el derecho de propiedad tiene unos límites, los que señala aquí la lectura sagrada en San Pablo a Timoteo. Dios le da la vida a las cosas del mundo y tienes que ver para qué las ha creado Dios. Y si es cierto que la propiedad privada es un derecho, sin embargo tiene, como dice nuestra constitución muy bien, una función social. Una función social que no es precisamente, como se dijo cuando se defendían los intereses ante los peligros de la ley del ISTA, sólo para producir más. No es eso la función social: producir más. Producir más sí, pero para el bien común. Los bienes que Dios ha creado para todos tienen que canalizarse por estructuras hacia al bien, hacia la felicidad de todos, y que no se dé este terrible contraste señalado por las lecturas de hoy: mientras él se banqueteaba, un pobre ni siquiera comía las migajas que caían de su mesa.

LA INSENSIBILIDAD
Y aquí tenemos ya, hermanos, las consecuencias de esta vida muelle, los errores tremendos. Además de ese falso concepto de propiedad, lo más terrible es esto: metaliza, hace insensibles a los hombres. ¿Qué es lo que aquí denuncia Jesucristo -cuando dice- que mientras el rico se banqueteaba, Lázaro "estaba echado en su portal cubierto de llagas y con ganas de saciarse de lo que tiraban de la mesa del rico, pero nadie se la daba. Hasta los perros se acercaban a lamerle las llagas?" Tenían más dicha los perros, los cuales podían comer los mendrugos con que el rico se limpiaba sus manos o los platos y se los tira al perro, y el pobre siquiera eso quería y ni eso se le daba. O como dice la primera lectura, también, después de describir esas orgías; "Y no os doléis de los desastres de José". José era la tribu que se consideraba como más pobre, más necesitada; y los necesitados de José, pues eran como la expresión de la pobreza suma, de la miseria. Mientras unos, pues tienen abundancia, son insensibles.

Este es el pecado grave, la insensibilidad. Y aquí hermanos no lo estoy diciendo sólo de los grandes ricos, lo digo también de todos nosotros, que cuando tenemos algo que comer, un sorbete siquiera, una migaja, una tortilla, tal vez comiendo nosotros nos hacemos insensibles al pobre que no tiene ni eso. ¿Por qué no compartir, como dicen los profetas, hasta nuestras pobrezas? Es una traición, según el profeta Amós, contra la alianza con Yahvé. Si Dios había hecho una alianza con este pueblo, "seréis mi pueblo y yo seré vuestro Dios", pero con la condición de que se sintieran todos pueblo de Dios, hermanos unos de otros. Tanto era sí que leemos una ley en el Levítico, capítulo 25, dice: "La tierra no puede venderse para siempre, porque la tierra es mía, ya que vosotros sois para mí como forasteros y huéspedes". Era el concepto de los ricos de Israel de que ellos eran como renteros de Dios, como que Dios les había rentado unas tierras; la propiedad privada la consideraban a la luz de Dios y el pobre era el representante de Dios al que había que pagarle esa renta de la tierra. De allí que el rico y el pobre debían de sentarse a compartir juntos como dos limosneros. Dios le da limosna al rico y Dios, por el rico, le quiere dar limosna también al pobre.

COMPARTIR LOS BIENES
Qué hermoso sería este concepto bíblico de pobreza y riqueza. No es malo tener. Ojalá todos fuéramos ricos. Lo malo es la insensibilidad. Lo bello es que el que tiene dé, y comparta como hermano, como compañero de mendicidad con el pobre. Tu eres un mendigo. Yo también soy un mendigo; porque lo que tengo Dios me lo ha prestado, prestado. A la hora de la muerte tengo que devolvérselo todo. Compartamos pues, esto que es de mutuo regalo de Dios. Alabemos los dos al Señor. Como desaparecerían la violencia, los odios, las luchas de clase. Jamás, hermanos, desde mi posición de pastor, iluminado por una teología que, gracias a Dios, sigo estudiando, jamás predicaré la lucha de clases. Esas calumnias son para mí tanto más ofensivas, cuanto quieren criticarme de ignorante en mi misión sublime de predicar el amor y nunca la subversión.

Esto es lo que predica la Iglesia: Que Dios ha dado a todos para que todos hagamos del mundo, creado por Dios para felicidad de todos, una antesala de ese reino de los cielos. Yo digo en mi pastoral: La Iglesia está consciente de que en este mundo no tendremos un paraíso perfecto, pero sí, tenemos la obligación de reflejar en, este mundo imperfecto, algo del reflejo amoroso de la eternidad. Y los cristianos que de veras vivimos la esperanza de ese cielo, vivamos esperando ese más allá, tratando de ganárnoslo precisamente haciendo la justicia y el amor en esta tierra. Porque dice el Concilio, y lo he repetido ya muchas veces, contra la calumnia del marxismo, que quiere decir que la Iglesia es el opio del pueblo; porque predicando la eternidad se olvida de la tierra: ¡mentira! La Iglesia, predicando la eternidad, dice con el concilio, que el hombre que no trabaja los bienes temporales, ni los administra según el corazón de Dios, no colabora con Dios ni hace el bien a sus hermanos y pone en peligro su propia salvación. De modo que hay que una relación bien directa, entre la salvación de esperanza del más allá de mi muerte y el trabajo presente temporal, y que nadie que sea injusto en esta tierra tendrá parte en el reino de los cielos, donde reina la justicia y el amor.

INSENSIBILIDAD FRENTE A DIOS

Y estos dos episodios de Amós y de Jesucristo nos están diciendo, como los profetas, como la voz de Dios llegaba para anunciarles precisamente esa esperanza y para hacer a los hombres más justos, más humano, más comprensivos; porque además, queridos hermanos, y esto es más grave todavía, otra gran derivación del lujo, de ese abuso de propiedad privada, de ese afán de tener y de vivir cómodamente y no importarle nada el prójimo, esta otra insensibilidad mucho más horrorosa y trágica, la insensibilidad frente a Dios. Oyeron el final de la parábola, cuando el rico desde el infierno, le pide al Padre Abraham que mande un profeta, un mensajero a sus cinco hermanos que todavía están en la tierra abusando de sus propiedades, para que se conviertan y no vayan a caer en ese lugar donde él ha tenido la desgracia de caer. Y la respuesta de Abraham es terrible: "Allá tienen a Moisés y a los profetas" Allá tienen la Iglesia Católica que predica; allá tienen sus predicadores de la justicia social y del reino de Dios, que los oigan. "No, Padre Abraham" -dice aquél desde el infierno "si va un muerto, le atenderán mejor". Y la respuesta es tremenda, cuando dice, al terminar la parábola: "Si no escuchan a Moisés y a los profetas, no harán caso ni aunque resucite un muerto". Qué terrible sentencia.

No sé si ustedes han meditado alguna vez, hermanos, cuando Cristo, maniatado frente a Herodes, el lujoso, el sensual, el lujurioso, el adúltero, que quiere oír una palabra de Cristo para reírse de él, aunque sea, ¿cuál es la actitud de Cristo? El silencio; ni una palabra. Ay de aquellos corazones donde ya Cristo es mudo. Ay de aquellos hogares donde ya Cristo no se siente. Ay de los pecadores o criminales que ya no sienten el remordimiento de la conciencia. Aunque resucite un muerto, no le atenderán. Ya están petrificados. Qué tremenda sentencia, hermanos. Yo quisiera que grabáramos esto en nuestro corazón para no ser nunca insensibles a la caridad y al amor, y así poco a poco, haciéndonos insensibles hasta el mismo remordimiento de Dios que nos llama en la conciencia.

Cómo quisiera yo que mi humilde palabra, en vez de ser tan tergiversada por los intereses egoístas, por los que adulan para quedar bien, tomaran en serio que es palabra de Dios y que el desprecio de esas hojas volantes no es a mí ni a mis queridos sacerdotes. "El que a vosotros desprecia- me dice Cristo a mí y a mis sacerdotes- a mí me desprecia y el que me desprecia a mí, desprecia al Padre, que me envió". Es que yo, que estoy hablando en este momento soy la voz de Dios. Y si en vez de mi figura, estuviera aquí la figura de uno de estos muertos recientes, uno de estos asesinados; por ejemplo, uno de esos que ha muerto en las torturas y no se sabe de ellos, que se parara aquí en esta cátedra y hablara, creo que la situación no cambiara, porque los corazones no quieren oír ni aunque sea un muerto el que les venga a decir: estamos muy mal en El Salvador, que esta figura tan fea de nuestra patria no es necesario pintarla bonita allá afuera. Hay que hacerla bonita aquí dentro, para que resulte bonita allá afuera también. Pero mientras haya madres que lloran la desaparición de sus hijos, mientras haya torturas en nuestros centros de seguridad, mientras haya abuso de sibaritas en la propiedad privada, mientras haya este desorden espantoso, hermanos, no puede haber paz y se seguirán sucediendo los hechos de violencia y de sangre. con represión no se acaba nada. Es necesario hacerse racional y atender la voz de Dios y organizar una sociedad más justa, más según el corazón de Dios. Todo lo demás son parches. Todo lo demás son represiones de momento. Los nombres de los asesinados irán cambiando, pero siempre habrá asesinados. Las violencias seguirán cambiando de nombre, pero habrá siempre violencia, mientras no se cambie la raíz de donde están brotando, como de una fuente fecunda, todas estas cosas tan horrorosas de nuestro ambiente.

EL BUEN USO DE LOS BIENES
¿Cuál es el buen uso, pues, entonces, de las riquezas, de los bienes? ¡Ah!, si se tuviera en cuenta la palabra de Dios, que ilumina las sociedades, los pueblos, los hombres, las familias, cómo haríamos, de la tierra un paraíso. En la segunda lectura de hoy, tenemos unas normas preciosísimas que si fueran la inspiración de un cambio de estructuras en el Salvador, veríamos cómo desaparecen todas esas cosas que no quisiéramos que existieran. Le dice Pablo a Timoteo, su discípulo, en primer lugar: "Siervo de Dios". Tenemos que considerarnos así. Dios es el Señor y todas las cosas, dice San Pablo, han sido hechas por ese Dios que da la vida al mundo por medio de Jesucristo, que ha de volver a tomar cuenta a los hombres de cómo han manejado ese mundo creado por Dios. Es el "el único poseedor de la inmortalidad. Habita en una luz inaccesible y ningún hombre ha visto ni puede ver. A él, honor e imperio eterno".

Cuando nuestra vida sea así, teocéntrica, Dios en el centro de mi vida y desde Dios derivar mis relaciones con los prójimos, desde Dios derivar el uso de las cosas que Dios ha creado, desde Dios, centro que ilumina mi ética, sería honrado, honesto, no diría la mentira, no distorcionaría las noticias, no calumniaría; porque sé que Dios me va a pedir cuentas. Desde Dios, y luego, desde allí, San Pablo deriva: "Practica la justicia, la religión, la fe, el amor, la paciencia, la delicadeza. Combate el buen combate de la fe". Hermanos, es un combate en el cual estamos empeñados, combate de la fe: no de armas ni de violencias; sino de ideas, de convicciones, la violencia en primer lugar a nosotros mismos, bajo la inspiración de la fe, bajo las exigencias de ésto que San Pablo dice hermosamente: "Te insisto en que guardes el mandamiento sin mancha ni reproche". El mandamiento es el conjunto de las cosas que Dios ha revelado y ha mandado, y el hombre como siervo de Dios tiene obligación de obedecer. Pero cuando se ha sacudido el yugo de Dios, y Dios ya no se oye en la conciencia, entonces, tenemos nada más que cada uno quiere ser un Dios. Y sucede el cataclismo, como si el sol perdiera a su centro de gravedad y los planetas que giran alrededor de él, como locos se fuera cada uno a chocar contra el otro. Así está. El sol es Dios y mientras en torno de ese sol giren los hombres con una ética viendo a Dios, los hombres viviremos como hermanos.

Por eso decimos que la religión, predicando la paternidad divina, cumpliendo su misión estrictamente religiosa, es decir, orientando los hombres a Dios, desde allí está haciendo un gran bien a la sociedad, porque no hay hombre más honesto, más honrado, más digno de fe, que aquél que teme a Dios y pone como práctica central de su vida, una ética de respeto al mandamiento sin mancha ni reproche. Gracias a Dios, tenemos gente de ésta entre nosotros y no quisiéramos que se volvieran pesimistas. Oí muy triste la palabra de un sacerdote, en una de estas reuniones a que me he referido antes, y me decía: "Lástima que no creen en el amor". Le digo: "Pero no nos cansemos de predicar el amor. Si ésta es la fuerza que vencerá al mundo. No nos cansemos de predicar el amor. Aunque veamos que las olas de violencias vienen a inundar el fuego del amor cristiano, tiene que vencer el amor. Es lo único que puede vencer".

DIOS ES CENTRO DE LA VIDA
Queridos hermanos, tomemos como dirigida a cada uno de nosotros la amonestación de San Pablo a su discípulo Timoteo. Hagamos de nuestra vida un sistema solar, cuyo sol sea Dios, y hagamos de nuestra vida una vida teocéntrica y, finalmente, una vida con un profundo sentido escatológico. ¿Qué quiere decir? Ya lo hemos enseñado aquí: la escatología es lo final, la esperanza que nosotros esperamos, el más allá que en las lecturas de hoy queda bellamente iluminado. Como terminó la primera lectura de Amós, anunciando no un infierno del más allá, sino un infierno de esta tierra. Pocos años después de estas denuncias de Amós vino el imperio de Asiria y se cumplió esto que dice Amós en el último versículo de hoy: "Por eso irán al destierro a la cabeza de los cautivos. Se acabó la orgía de los disolutos". Si no ponemos paro con nuestra voluntad humana a este abuso, será Dios el que pone paro, valiéndose muchas veces de imperios de esta tierra. El anticomunismo con que muchos quieren defender su propiedad privada, no es un anticomunismo de amor a Dios, es un anticomunismo de amor a sus riquezas. Pero, del comunismo se puede valer Dios, como se valió del reino de Asiria para castigar el desorden de su reino de Israel. Dios nos libre que vaya a caer sobre nuestro pueblo el azote espantoso, más espantoso que la situación actual, de un Imperio sin Dios, sin ley, pero cobrándose los derechos que no supimos respetar para con Dios. Más tremendo Jesucristo cuando no habla de un castigo de un pueblo en esta tierra, sino cuando dice: murió el rico y murió el pobre, el uno fue sepultado en el infierno y el otro fue llevado al descanso, expresión bíblica, en el seno de Abraham, una comunión con el padre de la fe; y ya lo demás lo hemos oído en la lectura de hoy.

Pero es terrible hermanos, el desenlace de los desórdenes de la vida. De Dios nadie se ríe. Su ley imperará para siempre. Y este Dios, que es amor para nosotros, se convierte en justicia cuando no se ha sabido captar la invitación del amor. Por eso Dante, en la puerta del infierno, al describir en La Divina Comedia el infierno, dice esta palabra paradójica: "Amor mi fecce que mi fa parlare", me hizo el amor que me hace hablar. ¿Es posible que el amor de Dios haya hecho el infierno? Aquí lo tenemos en la lectura de hoy, el amor de un enamorado menospreciado. Creo que apelo a la experiencia de muchos de ustedes, quienes han estado enamorados y reciben el baldón del objeto de su amor. Los desprecian, no quieren más con ustedes. ¿No sienten que se troca como un infierno ya el corazón, y qué quisiera hacer con aquel que desdeñó tanta ternura? Este es Dios, que nos ama mientras vivimos, que está esperando la conversión. Aunque sea el más grande pecador, como lo hemos dicho en los domingos pasados, llamando a penitencia, Dios espera. Pero cuando ya la paciencia de Dios termina en el amor, comienza su justicia. Y entonces ni un dedo mojado en agua para calmar un poco el ardor de la lengua en el infierno le fue concedida; lo cual indica, según los comentaristas, que en el infierno no existe ningún consuelo. Hermanos, no es volver a la Edad Media al hablar del infierno. Es poner frente a los ojos la justicia infinita de Dios, de la cual nadie se ríe. Organicemos a tiempo nuestra patria. Organicemos los bienes que Dios nos ha dado para la felicidad de todos los salvadoreños. Hagamos de esta República, tan bella en dones naturales de Dios, una bella antesala del paraíso del Señor, y tendremos la dicha, entonces, de ser recibidos como el pobre Lázaro.

POBREZA INTERNA

Y cuando decimos pobre, hermanos, decimos la actitud interna del corazón. Grabémonos bien esta idea, que pobre no es todo aquel que carece de bienes materiales, así como rico no es todo aquel que está abundando en bienes materiales. Según la Biblia, rico y pobre obedece a dos actitudes internas del corazón. Es la única parábola que tiene nombre, el personaje protagonista, Lázaro; y Lázaro, en su raíz hebrea, quiere decir: "El que confía en Dios". Este es pobre, el que confía en Dios. Rico, en cambio, cuando Cristo se dirige a sus oyentes en esta parábola del rico epulón, dos versículos atrás de lo que hemos leído hoy, dice esto, refiriéndose a la parábola del administrador injusto: "Estaban oyendo todo esto los fariseos, que amaban las riquezas, y se burlaban de él. Y les dijo: Vosotros sois los que os dais de justos delante de los hombres, pero Dios conoce vuestros corazones; porque lo que es estimable para los hombres es abominable ante Dios". Aquí define Cristo qué es rico según la Biblia. El rico que Dios desprecia no es aquel que tiene bienes; es aquel que ama esos bienes hasta el punto de burlarse de Dios: "Si Dios no me socorre, mi dinero es mi Dios"; el que pone del ídolo, su corazón adorando ese dinero, el que sirve –como dice Cristo- no puede servir a Dios y al dinero. Pero una actitud como la de Lázaro, de no poner la confianza en las cosas de la tierra sino la confianza en Dios, ésa es actitud de pobreza. Y porque hay muchos pobres que no tienen materiales, pero no ponen su confianza en Dios, tampoco ellos son pobres. Y a éstos queremos promover; porque están perdiendo una situación que Dios les ofrece para hacerlos pobres de la Biblia, cuando cambien la actitud interna de su corazón. Que pongan en Dios su confianza. No un conformismo sin lucha para mejorar. Todos tienen que promoverse, y Dios no bendice la pereza ni el haragán, sino que Dios bendice el esfuerzo de aquellos que ponen su confianza en Él.

Queridos hermanos, escojamos esta mañana ser los pobres de Yahvé. No sé quienes están escuchando aquí y afuera de la Catedral, pero quienquiera que sea, tenga mucho o no tenga, lo que le pido es que convierta su corazón a Dios y que no ponga su confianza en las cosas de la tierra ni se resienta por no tener lo que otros tienen, sino que pongan su confianza en Dios. Y que nadie, por más lujos que tenga en su casa, piense que sea esa casa es inmortal. Todo eso se acaba, y solamente vale poner la confianza en el Dios que es el único inmortal, en el cual vamos a profesar ahora nuestro credo.

Lc 16, 19-31

(pinchar cita para leer evangelio)

AMOR SIN COMPASIÓN ES PURO INTERÉS

Por última vez, después de una insistencia machacona, nos habla Lucas de la riqueza. Yo también tengo claro, que en materia de dinero no haremos caso ni aunque resucite un muerto.

La parábola va dirigida a los fariseos. Acaba de decir el evangelista: “oyeron esto los fariseos, que son amigos del dinero, y se burlaban de él”. Jesús apoyándose en sus creencias, quiere hacerles ver que, si de verdad creyeran lo que predican, no estarían tan pegados a las riquezas.

Esta parábola nos dice lo mismo que (Mt 25,34-46) “Porque tuve hambre y no me disteis de comer, tuve sed y no me disteis de beber...” Las dos hay que entenderlas dentro de una visión mitológica del más allá: premio y el castigo más allá, como solución de las injusticias del más acá.

Utilizar estos textos para seguir hablando de un premio para los pobres y un castigo para los ricos en el más allá, no tiene sentido alguno; a no ser que se busque la resignación de los pobres para que no se revelen contra la injusticia y poder así seguir disfrutando los ricos de sus privilegios. Aunque haya que procurar superar el lenguaje de la época, el verdadero mensaje sigue siendo válido.

Para poder comprender por qué el rico, que se vestía y comía de lo suyo, es lanzado al “hades” (no nuestro infierno), debemos explicar primero el concepto de rico y pobre en la Biblia.

Para nosotros “rico” y “pobre” son conceptos que hacen referencia a una situación social. Rico es el que tiene más de lo necesario para vivir y puede acumular bienes. Pobre es el que no tiene lo necesario para vivir y pasa necesidades vitales.

En el AT, se elogia la riqueza como signo del favor de Dios, y se da gracias por ella. Fueron los profetas, sobre todo Amós, los que levantaron la liebre y denunciaron la maldad de la riqueza. Su razonamiento es el siguiente: La riqueza se amasa siempre a costa del pobre, esclavizándolo. El rico se erige en señor del pobre. Pero para un judío el único Señor es Dios, por lo tanto el rico usurpa el señorío de Dios y con ello está fallando religiosamente.

Pobres, en el AT, sobre todo a partir del destierro, eran aquellos que no tenían otro valedor que Dios. Se trataba de los desheredados de este mundo que no tenían nada en qué apoyar su existencia; no tenían a nadie en quien confiar, pero seguían confiando en Dios. Esta confianza era lo que les hacía agradables a Dios, que no les podía fallar (Lázaro, -el azar en hebreo- significa Dios ayuda).

No existe en el AT concepto puramente sociológico de rico y pobre, porque nada se podía desligar del aspecto religioso.

Ahora comprenderéis por qué el evangelio da por supuesto que las riquezas son malas sin más matizaciones. No se dice que fueran adquiridas injustamente ni que el rico hiciera mal uso de ellas, simplemente las utilizaba a su antojo. Si Lázaro no hubiera estado a la puerta, no habría nada que objetar. Pero es precisamente el pobre, el que con su sola presencia, llena de maldad el lujo y los banquetes del rico. Tampoco Lázaro se propone como ejemplo moral de pobre, sino como contrapunto a la opulencia del rico.

Para comprender que no es fácil descubrir el verdadero sentido del evangelio, basta ver el comportamiento de Jesús. Sin duda ninguna, Jesús manifiesta una predilección por todos los que necesitaban liberación, entre ellos los pobres; pero también admitió la visita de Nicodemo, era amigo de Lázaro, aceptó la invitación de Mateo, acogió con simpatía a Zaqueo, fue a comer a casa de un fariseo rico, etc. No es fácil descubrir las motivaciones profundas de la manera de actuar de Jesús. Jesús descubrió que la riqueza acumulada y no compartida, impide entrar en el Reino de los cielos; así lo predicó sin contemplaciones. Pero su actitud no fue excluyente, sino abierta y de acogida para con los ricos.

La clave de todo el relato es que el rico no descubrió a Lázaro que estaba a la puerta con los perros (animal impuro); aunque parece que después si lo reconoce cuando lo ve en el “seno de Abrahán”. Es aquí donde debemos ver el toque de atención de la parábola. Vivimos tan enfrascados en nuestro hedonismo, que no queremos ver la miseria que existe en el mundo. Y eso que hoy, ni siquiera tenemos que salir a la puerta para descubrirla, porque se está colando a todas horas, dentro de casa por la ventana de la televisión.

El mensaje del evangelio no está encaminado a solucionar un problema social, sino a denunciar una falsa actitud religiosa. La desaparición de la injusticia social, sería consecuencia inmediata de una correcta actitud ante Dios. El evangelio está a años luz del capitalismo, pero también del comunismo o cualquier clase de igualitarismo impuesto.

Jesús predica el “Reino de Dios”, que consiste en superar todo egoísmo y hacer de todos los hombres una comunidad de hermanos. La diferencia es sutil, pero sustancial.

El comunismo reparte los bienes, pero no elimina la tensión entre los seres humanos, de ahí que unos y otros se quedan sin motivación para seguir produciendo riqueza y al poco tiempo, no habrá nada que repartir.

Lo que Jesús propone es compartir como fruto del amor que nos une. La consecuencia sería la misma, que los ricos dejarían de acaparar y los pobres dejarían de serlo, pero el camino recorrido humanizaría tanto al rico como al pobre.

Con la palabra “amor” expresamos siempre una relación de amistad o cercanía a los demás, pero la mayoría de las veces esa atracción está motivada por la necesidad que tenemos de los demás y en vez de ser verdadero amor, no es más que un deseo profundo de que nos amen. Incluso podemos hacer un esfuerzo y dar pruebas de amor hacia el que esperamos que nos ame, para provocar que se fije en nosotros. Todo ello no es más que un refinado egoísmo que incluso se sirve de un falso amor para salirse con la suya.

Seguramente que el rico de hoy hacía favores e invitaría a comer a sus hermanos y a los amigos ricos como él. Está claro que esa actitud no cuenta para nada en orden a descubrir su verdadera actitud para con los demás. Un verdadero amor solo está garantizado cuando hago algo por aquel que no va a poder pagármelo de ninguna manera.

El amor que nos pide Jesús nunca se puede desligar de la compasión. Amor sin compasión es puro interés. Un niño no tiene compasión por su madre, por eso lo que siente por ella no es “amor” sino interés radical, porque en ello le va la vida. La inmensa mayoría de las relaciones que calificamos como amor, no superan el listón del interés egoísta. El rico demostró su egoísmo porque ignoró la presencia del pobre, del que nada podía esperar.

Ahora podemos entender por qué refugiarse en la incapacidad de cada uno para solucionar el hambre del mundo no puede ser excusa para no hacer nada.

Vuelvo a recordarlo, la denuncia no es de un problema social, sino religioso. Nuestra pasividad está demostrando que la religión no es más que una tapadera que intenta sumar alguna seguridad espiritual a las seguridades materiales que nos tranquilizan.

Jesús no te está pidiendo que soluciones el hambre del mundo, sino que salgas de tu error al confiar en la riqueza como salvación. No se te pide que salves el mundo, sino que te salves tú. Ahora bien, si los ricos dejásemos de acaparar bienes, terminarían por llegar a los pobres.

Me daría por satisfecho si todos nosotros saliéramos de aquí convencidos de que la pobreza no es un problema que alguien tiene que solucionar, sino un escándalo en el que todos participa mos y del que tenemos la obligación de salir.

No es suficiente que aceptemos teóricamente el planteamiento y nos dediquemos a criticar las injusticias que se están cometiendo hoy en el mundo. Es lo que hacemos todos. Se trata de descubrir que aunque yo esté dentro de la más estricta legalidad cuando acumulo bienes materiales, eso no garantiza que mi relación con los hombres, y por lo tanto con Dios sea la correcta.

La solución que propone Jesús no es simplemente externa. No basta con que los ricos sean despojados de su riqueza por la fuerza, porque los ahora pobres ocuparían inmediatamente su lugar. Eso ha pasado en todas las revoluciones sociales. La única solución es la que propone Jesús y pasa por superar todos, el egoísmo y hacer un mundo de hermanos.

Es verdad que los ricos no se consideran hermanos de los pobres, pero no es menos cierto que los pobres tampoco se consideran hermanos de los ricos. El evangelio va mucho más allá de la solución de unas desigualdades sociales. Pero también esas injusticias quedarían superadas con un verdadero amor-compasión.

Estamos engañados si creemos que podemos desarrollar nuestra humanidad o religiosidad sin contar con el pobre. Nuestra religión, olvidando el evangelio, ha desarrollado un individualismo absoluto. Lo que cada uno debe procurar es una relación intachable con Dios. La moral católica está encaminada a perfeccionar esta relación. Pecado es ofender a Dios y punto.

El evangelio nos dice algo muy distinto. El único pecado que existe es olvidarse del hombre que me necesita. Mi grado de acercamiento a Dios es el grado de acercamiento al otro. Todo lo demás es idolatría.

Meditación-contemplación

“Tienen a Moisés y a los profetas, que los escuchen”.
No hay peor sordo que el que no quiere oír.
Todos los que han tenido una gran experiencia de humanidad,
nos lo advierten;
Pero nosotros sólo escuchamos las sirenas del hedonismo.

Intenta ir un poco más allá de los sentidos.
Instintos, apetitos y pasiones no son malos, pero son insuficientes.
Sólo las exigencias de tu verdadero ser, te llevarán a la plenitud.
No tienes que renunciar a nada,
sino elegir lo mejor para ti, aquí y ahora.

Deja de orientar tu vida
bajo la perspectiva de un premio o de un castigo.
Dios te está dando unas posibilidades de plenitud aquí y ahora.
El no desarrollar esa potencialidad, es la verdadera condenación.
Tú solito has malogrado tu existencia.
F. Marcos


AQUÍ TIENES TAMBIÉN EL ENLACE DE LAS BENEDICTINAS CON SUS PPS:



http://es.catholic.net/sacerdotes/80/185/articulo.php?id=4282


NO PUEDE  AMAR EL MUNDO, PORQUE HA DESCUBIERTO SUS ENGAÑOS Y VANAS APARIENCIAS,  Y LAS MIRA COMO SOMBRAS DE MUERTE.  No puede deleitarse  en  los placeres del sentido, porque al morir una vez a sí misma, los ha sepultado en Cristo Crucificado. y así esos placeres llenos de impurezas,  huelen mal, como un muerto de cuatro días.el cual siendo devuelto a la vida, por el poder de Dios, VIVE LA VIDA EN DIOS MUERTO Y RESUCITADO.

M. Celeste Crostarosa - Jardín Interior 298  - p. 135