miércoles, 29 de septiembre de 2010

JESÚS SABÍA QUE ERA NOBLE Y SIN DOBLEZ

M. Ángeles, una buena amiga, me comparte este precioso comentario al evangelio de hoy. ¡MUCHÍSIMAS GRACIAS!


"Vio Jesús que se acercaba Natanael y dijo de él: «Ahí tenéis a un israelita de verdad, en quien no hay engaño».

Le dice Natanael: «¿De qué me conoces?» Le respondió Jesús: «Antes de que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera, te vi».

Le respondió Natanael: «Rabbí, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel". (Jn 1,47-49)
Escena misteriosa, enigmática, sobrecogedora. Siempre que la medito veo nuevas luces sobre Jesús-Dios. Natanael estaba rezando a la sombra de una higuera, un lugar tranquilo, sin distracciones, a solas con su Señor. Un acto de fe: "...creo Señor que estás aquí, que me ves y me oyes..." y le abría el corazón a Dios, y Dios entablaba con Natanael, a su lado, una conversación íntima.
 
Por eso Natanael se sorprende..., le vio bajo la higuera, pero allí no estaba nadie más que su Dios... Natanael se estremece, lo reconoce, al que conoce con los ojos del alma ahora le ve con los ojos de la carne y... la fe de un “israelita de verdad, en quien no hay engaño”, la valentía y el amor a su Señor, evitan que salga corriendo sin dar crédito a lo que ve y oye. Se postra ante Jesús... "Rabbí, tú eres el Hijo de Dios...".
 
Jesús había intimado con él en la oración, día a día, le conocía muy bien, sabía que era noble y sin doblez, le había preparado para ser su discípulo y la llamada de Jesús tuvo una respuesta inmediata.
 
La oración confiada y sincera tiene abundantes frutos, es el fundamento de nuestras elecciones en la vida, a solas `Dios y cada uno de nosotros’... nunca erraremos. Abrimos el corazón a Dios, y aunque Él todo lo sabe, se hace querer y nuestra libre voluntad reclama su ternura, como un recién nacido instintivamente reclama el calor y el alimento de su madre.
 
Ante esa actitud en la oración, Dios se vuelca, y nos lleva de la mano en nuestro camino terrenal, nos prepara y nos llama a seguir sus caminos. No nos quepa la menor duda, cuando decidimos dar un paso de mayor entrega a Dios, Él ya nos había llamado antes, esperaba nuestra respuesta... porque nos conoce íntimamente y conoce nuestros deseos de Amor y entrega.