jueves, 30 de septiembre de 2010

DIOS QUIERE PERSONAS LIBRES QUE SE MUEVEN DESDE DENTRO



Lecturas Domingo 27º del Tiempo Ordinario - Ciclo C

Primera lectura
Lectura de la profecía de Habacuc (1,2-3;2,2-4):

¿Hasta cuándo clamaré, Señor, sin que me escuches? ¿Te gritaré: «Violencia», sin que me salves? ¿Por qué me haces ver desgracias, me muestras trabajos, violencias y catástrofes, surgen luchas, se alzan contiendas?
El Señor me respondió así: «Escribe la visión, grábala en tablillas, de modo que se lea de corrido. La visión espera su momento, se acerca su término y no fallará; si tarda, espera, porque ha de llegar sin retrasarse. El injusto tiene el alma hinchada, pero el justo vivirá por su fe.»

Palabra de Dios

Salmo
Sal 94,1-2.6-7.8-9

R/.
 Ojalá escuchéis hoy la voz del Señor:
«No endurezcáis vuestro corazón»


Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos. R/.

Entrad, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo, el rebaño que él guía. R/.

Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masa en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y me tentaron, aunque habían visto mis obras.» R/.

Segunda lectura
Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a Timoteo (1,6-8.13-14):

Reaviva el don de Dios, que recibiste cuando te impuse las manos; porque Dios no nos ha dado un espíritu cobarde, sino un espíritu de energía, amor y buen juicio. No te avergüences de dar testimonio de nuestro Señor y de mí, su prisionero. Toma parte en los duros trabajos del Evangelio, según la fuerza de Dios. Ten delante la visión que yo te di con mis palabras sensatas y vive con fe y amor en Cristo Jesús. Guarda este precioso depósito con la ayuda del Espíritu Santo que habita en nosotros.
Palabra de Dios

Evangelio
Lectura del santo evangelio según san Lucas (17,5-10):

En aquel tiempo, los apóstoles le pidieron al Señor: «Auméntanos la fe
El Señor contestó: «Si tuvierais fe como un granito de mostaza, diríais a esa morera: "Arráncate de raíz y plántate en el mar." Y os obedecería. Suponed que un criado vuestro trabaja como labrador o como pastor; cuando vuelve del campo, ¿quién de vosotros le dice: "En seguida, ven y ponte a la mesa"? ¿No le diréis: "Prepárame de cenar, cíñete y sírveme mientras como y bebo, y después comerás y beberás tú"? ¿Tenéis que estar agradecidos al criado porque ha hecho lo mandado? Lo mismo vosotros: Cuando hayáis hecho todo lo mandado, decid: "Somos unos pobres siervos, hemos hecho lo que teníamos que hacer.

Palabra del Señor





      
 REAVIVA EL DON DE DIOS
   
 Al leer las lecturas de hoy, sobresale una reiteración en los tres textos que propone la Iglesia: en todos ellos hay una llamada a la fe.
    “El justo vivirá por su fe”
    “Vive con fe y amor en Cristo Jesús”
    “Si tuvierais fe como un grano de mostaza…”
    La fe es un don, y también una tarea. El don se puede acrecentar, como ocurre con la semilla, que si cae en buena tierra puede dar el ciento, el sesenta, el treinta por ciento de cosecha.
    El Espíritu Santo concede el don de Entendimiento, por el que se comprende todo desde la fe. Se puede pedir que Dios acreciente nuestra fe. “Los apóstoles le pidieron al Señor: «Auméntanos la fe».”
    La fe da capacidad de resistencia. Enraíza en la corriente de agua, que mana del costado de Cristo, en el agua viva que es el Señor, y como el árbol que crece junto a la corriente, no sufre el estío, siempre se mantiene frondoso y da fruto en su sazón. El Papa Benedicto, en la carta a los jóvenes, invitándoles a la JMJ, les explica lo que significa vivir enraizados, firmes y fieles, y evoca el texto del justo, que como el árbol junto al agua, crece y da fruto.
    Para mantenerse junto a la corriente, crecer, y no ser arrastrado por las aguas torrenciales, debe haber raíces profundas, y cimientos de piedra. Desde esta resonancia, se comprende la elección del salmo: “Venid, aclamemos al Señor, demos vítores a la Roca que nos salva”.
    La oración es la relación creyente. Gracias a la oración, se respira la fe. Porque creer no es aceptar una filosofía, ni un código de moral; es haberse encontrado con una persona, con Jesucristo, el Hijo de Dios, y haber quedado fascinados. El que desea permanecer con fe viva, deberá tratar con Jesucristo.
    Desde la experiencia que se tiene en el trato orante, se comprende la exigencia y la necesidad que recomienda San Pablo a Timoteo: “No te avergüences de dar testimonio de nuestro Señor”.
    Por la fe se mueven montañas, se resiste al Malo, se da testimonio, se permanece fiel en la hora recia, se saber leer todo acontecimiento en clave sapiencial, trascendente, se siente el acompañamiento de Dios, y en el límite de todos los caminos, en el creyente siempre se abre la posibilidad que le infunde la confianza que nace desde la fe.
    “Guarda este precioso depósito con la ayuda del Espíritu Santo que habita en nosotros”. ¡Ojala escuchéis hoy su voz; no endurezcáis el corazón!
Angel de Buenafuente


 

Vivir de la fe 

 

 
 
      Hace unos días hablaba con un amigo. Hacía poco había pasado por una experiencia complicada con respecto a su trabajo. Sencillamente le habían despedido. Según contaba, injustamente. Pero lo mejor de todo era que por una serie de razones y conocimientos, mi amigo había encontrado trabajo, un trabajo mejor que el anterior en cuanto a salario y tipo de trabajo casi sin solución de continuidad. Cuando me hablaba, mi amigo, profundamente creyente, me decía que estaba convencido de que todo había sido providencia de Dios, que había sido Dios mismo el que le había ayudado en ese momento difícil.
      Le escuché atentamente. Pensé en los cuatro millones largos de desempleados que hay en mi país. En las masas empobrecidas de África, Asia o América Latina. Pensé en tanta miseria como hay en el mundo. Y me pregunté dónde estaba Dios y su providencia para toda esa gente. Me pregunté por qué razón en especial Dios se había dignado mirar y atender especialmente a mi amigo en su necesidad concreta de encontrar un trabajo. Y me pregunté por qué había dejado abandonados a esos otros millones de personas que pasaban, pasan, mucha más necesidad de la que podía haber pasado mi amigo. 
 
No a las respuestas fáciles
      No es fácil dar respuestas cuando nos enfrentamos al dolor y al sufrimiento. No es una cuestión de fe ciega. Ninguno de nosotros tiene la experiencia de decirle a una morera que se arranque de raíz y se plante en el mar y que luego haya sucedido. Más bien tenemos la experiencia contraria. Dios no parece escuchar casi nunca nuestras oraciones. O, por lo menos, no de la forma que nosotros esperaríamos que las escuchase. ¿Es que nos falta la fe? ¿Es que somos malos y por eso Dios nos deja de lado? ¿Es que los pobres, los que viven en la miseria y sometidos a la injusticia o a la enfermedad son peores que nosotros y por eso Dios no atiende sus gritos de auxilio?
      Fe, decía el antiguo catecismo, es creer en lo que no se ve. Creer en Jesús no implica un poder añadido que nos va a traer la felicidad a nuestra vida. Creer en Jesús es establecer una relación con él, como persona con la que se dialoga. Esa relación no nos facilita la vida ni nos evita tomar decisiones complicadas. No nos libera de nuestras responsabilidades sino que nos invita a vivir en libertad, a explorar nuevos caminos, a tomar nuestras propias decisiones y a ser responsables por ellas. Esa relación potencia, no niega, nuestra libertad y nuestra madurez. Nos hace más capaces de relacionarnos con los demás en clima de diálogo y fraternidad. Creer en Jesús y en su mensaje es estar convencidos de que, a pesar de los pesares, aunque la realidad se muestra cruda y cruel, este mundo tiene sentido porque ha sido creado por Dios y es expresión de su amor. 
 
Más persona y más hermano
      No vemos a Jesús pero nuestra fe nos dice que él camina en medio de nosotros. La Eucaristía es el signo mayor de su presencia, en el momento en que se hace pan compartido para los hermanos. Dios potencia nuestra fe en la persona humana, en nosotros mismos y en los demás. Dios nos hace ser humildes y reconocer nuestras limitaciones pero al mismo tiempo saber que todo lo podemos en aquel que nos conforta. 
      Pero la fe no nos evita dar ni uno de los pasos que tenemos que dar en la vida. No nos libera del esfuerzo por crear un mundo mejor, más justo y solidario para todos. La providencia y la gracia de Dios no hace que yo, por las casualidades de la vida, encuentre un trabajo mejor que el que tenía o me salve de una enfermedad. La fe, más bien, me hace sentirme a mí mismo prolongación de la gracia y la presencia de Dios en nuestro mundo. Ahora soy yo el cuidador de mis hermanos y hermanas, el que debe atenderlos en sus necesidades. Yo, miembro de la familia de Dios, cuido y atiendo a mis hermanos. No lo hago como un trabajo sino como un servicio que se hace con amor y por amor. No lo hago para conquistar méritos y ascender o tener más salario sino porque me encanta sentirme en familia y hacer que todos nos sintamos hijos e hijas de Dios. 
      Reavivemos el don de Dios (segunda lectura) y la fe se convertirá en el núcleo de nuestra vida. Sentiremos la gracia que nos impulsa a vivir de una forma nueva, libres y responsables para amar y hacer realidad ya aquí y ahora la familia de Dios, una familia en la que nadie es excluido
Fernando Torres Pérez cm


CREER EN DIOS ES APOSTAR POR LA VIDA
 
 
El tema de este domingo prolonga el de muchos domingos anteriores. Sigue la pregunta: ¿En quién debemos poner la confianza? Hasta hoy nos había dicho de diversas maneras: no pongas tu confianza en las riquezas, pero hoy da un paso más y nos dice: no la pongas en tus “buenas obras”.
 
Confiar en Dios es también incompatible con la confianza en los propios méritos. Los que se pasan la vida acumulando méritos no confían en Dios sino en sí mismos. La salvación por puntos es lo más contrario al evangelio; ésta era la actitud de los fariseos que Jesús tanto criticó.
 
El cumplimiento de las normas por pura obligación no te enriquece como ser humano. Lo que haces por verdadero amor no te salva, sino que manifiesta que ya has hecho tuya la salvación de Dios.
 
Después de todas las enseñanzas de estos domingos, los apóstoles se dan cuenta de que les falta algo para poder comprender las exigencias de Jesús.
 
El evangelio de hoy tiene dos partes.
 
1) la petición de fe de los discípulos y la respuesta de Jesús con el ejemplo de la higuera trasplantada.
 
2) La parábola del simple siervo cuya única obligación es hacer lo mandado sin mérito alguno.
 
Se trata del eterno problema de la fe o las obras. Y es curioso que lo soluciona, antes incluso de haberse planteado en el cristianismo. ¡Cuántos problemas nos hubiéramos evitado si no nos hubiéramos olvidado del evangelio!
 
Ni Dios tiene que aumentarnos la fe, ni somos unos siervos inútiles. Descubrir lo que realmente somos sería la clave para una verdadera confianza en Dios, en la vida, en la persona humana…
 
Como tantas veces ha hecho en el evangelio de Lucas, Jesús no responde directamente a la petición de los apóstoles. Quiere dar a entender que la petición –auméntanos la fe- no está bien planteada. No se trata de cantidad, sino de autenticidad. Jesús no les podía aumentar la fe, porque aún no la tenían ni en la más mínima expresión.
 
Además la fe no se puede aumentar desde fuera, tiene que crecer desde dentro como el insignificante grano de mostaza. A pesar de ello, en la mayoría de las homilías que he leído antes de elaborar ésta, se termina pidiendo a Dios que nos aumente la fe.
 
Efectivamente, podemos decir que la fe es un don de Dios, pero un don que ya ha dado a todo el mundo. Viendo cada una de sus criaturas, podemos descubrir lo que Dios está haciendo en ellas en cada momento. No podemos pedir a Dios lo que nos está dado en todo instante sin posibilidad de fallar nunca.
 
Durante mucho tiempo se interpretó la respuesta de Jesús como una promesa de poderes mágicos para hacer obras portentosas. La imagen de la morera trasplantada en el mar es absurda. Lo mismo que la de la montaña que se mueve. Con esta hipérbole, lo que nos está diciendo el evangelio, es que toda la fuerza de Dios está ya en cada uno de nosotros. El que tiene confianza, podrá desplegar toda esa energía.
 
Pero del mismo modo que Dios no anda por ahí haciendo el ridículo con milagritos, tampoco a nosotros se nos debe ocurrir que podemos poner a Dios de nuestra parte para hacer nuestro capricho.
 
La fe no es un acto ni una serie de actos, sino una actitud personal fundamental y total que imprime una dirección definitiva a la existencia.
 
La fe es una vivencia de Dios, por eso no tiene nada que ver con la cantidad. El grano de mostaza, aunque diminuto, contiene vida exactamente igual que la mayor de las semillas. Esa vida es lo que de verdad importa. El tamaño da lo mismo. Eso no lo habían descubierto aún los apóstoles.
 
El Diccionario de la Lengua Española dice de la fe:
 
1)    “conocimiento espiritual con que, sin ver, se cree lo que Dios dice y la Iglesia propone”.
2)    “conjunto de creencias”.
 
Sólo en la quinta acepción habla de confianza, pero ya sin connotación religiosa alguna.
 
El diccionario no hace más que recoger el común sentir. Para la mayoría de los cristianos, creer es asentimiento a una serie de verdades teóricas, que no podemos comprender.
 
Esa idea de fe, como conjunto de doctrinas, es completamen te extraña tanto al Antiguo Testamento  como al Nuevo. En la Biblia, fe es equivalente aconfianza en una persona.
 
Pero incluso esta confianza se entendería mal si no añadimos que tiene que ir acompañada de la fidelidad. La fe-confianza bíblica supone la fe, supone laesperanza y supone el amor.
 
Tampoco podemos considerar cristiano el planteamiento de la primera lectura.El silencio de Dios nos desconcierta y nos deja sin argumentos para apuntalar nuestro afán de seguridades. Pero descubrir y aceptar ese Dios que no se va a manifestar de manera extraordinaria, nos tendría que obligar a descubrir su presencia en lo hondo de la realidad y no esperar descubrirla en la superficie.
 
El silencio de Dios nos obliga a tomar conciencia de nuestra condición de criaturas y valorar plenamente la creación como lugar donde debemos encontrarle, sin necesidad de cambiarla ni de salir a la estratosfera para descubrirle.
 
No se trata de tener paciencia y esperar que Dios haga finalmente lo que esperamos de Él. No se trata de esperar que Dios nos salve de las calamidades y limitaciones, sino de encontrar a Dios y su salvación a pesar de esas calamidades.
 
Nosotros tenemos que dar un paso más y asimilar que Dios no tiene que hacer nada para ser fiel. Esa confianza no la debemos proyectar sobre una Persona que está fuera de nosotros y del mundo, sino que debemos confiar en un Dios que está y forma parte de la creación y por lo tanto de nosotros mismos.
 
Si Dios está presente en cada criatura, creer en Dios es apostar por la creación, es confiar en las criaturas y en el hombre por lo que tienen de Dios. Es estar construyendo la realidad material, y no destruyéndola, es  estar por la vida y no por la muerte. Es estar por el amor y no por el odio, por la unidad y no por la división. Por la suma y no por la resta.
 
Tratemos de descubrir por qué tantas personas que no "creen" nos dan sopas con honda en la lucha por defender la naturaleza y la vida.
 
Superada la idea de la fe como creencia, y aceptado que es confianza en… nos queda mucho camino por andar para una recta comprensión del término.
 
La fe que nos pide el evangelio no es la confianza en un señor poderoso por encima y fuera del mundo, que nos puede sacar las castañas del fuego. Se trata más bien, de la confianza en el Dios inseparable de cada criatura, que las atraviesa y las sostiene en el ser.

 
El ser humano puede experimentar esa presencia como personal. En el resto de la creación se manifiesta como una energía que potencia y especifica cada ser en sus posibilidades. Creer en Dios es confiar en las posibilidades de cada criatura para alcanzar su plenitud propia. Creer en Dios es confiar en cada hombre y en sus posibilidades de alcanzar su plenitud humana.
 
La miniparábola del simple siervo (no inútil) nos tiene que llevar a una profunda reflexión. No quiere decirnos que tengamos que sentirnos siervos y menos aún, inútiles. La parábola no pretende decirnos que nuestra relación con Dios debe ser la de siervo sino todo lo contrario. Nos advierte que la relación con Dios como si fuésemos esclavos suyos, nos deteriora y no nos servirá de nada.
 
Es una crítica a la relación del pueblo judío con Dios que estaba basada en el estricto cumplimiento de la Ley, y en la creencia de que ese cumplimiento les salvaba. La parábola es un alegato contra la actitud farisaica que planteaba la relación con Dios como del esclavo frente a su señor. Si ellos cumplían, Dios tenía que cumplir. Porque cumplían escrupulosamente, se creían con derecho ante Dios
 
La tarea del discípulo es romper con la institución judía que produce esclavitud, pero no sirve de nada ante un Dios que no podemos entender como señor. Si seguimos siendo “esclavos” seguiremos siendo “inútiles”. Los discípulos todavía no se habían despegado de la institución judía, por eso Jesús les hace ver que aún no tienen fe ni como un grano de mostaza.
 
Jesús no nos pide que “sirvamos” a Dios, sino que sirvamos al hermano. Dios no quiere esclavos, sino personas libres que se mueven, desde dentro, por amor-compasión.
 
Las “obras buenas” no son un pagaré que podemos presentar a Dios. Son más bien la manifestación de que hemos acogido el amor de Dios y lo manifestamos ante los demás.
 
Con todo lo que hemos visto estos domingos pasados podemos descubrir que no se trata de buscar un Dios en quien creer, sino tomar conciencia de que aquello en lo que confías es tu dios efectivo. De aquí se desprende que lo opuesto a la fe no es el ateísmo, sino la idolatría. Hoy sería una buena ocasión para desenmascarar nuestros ídolos.
 
A continuación, recitaremos de memoria el credo. Compuesto por dogmas inconexos escritos en un lenguaje del pasado que los hace ininteligibles. ¿De que nos sirve? ¿Tiene alguna repercusión en nuestra vida real?
 
Las verdades de nuestro credo son como un marco; pero lo verdadera mente importante es el cuadro que personalmente debemos desplegar dentro. Podemos preocuparnos demasiado del marco y no colocar nada dentro; y puede haber una verdadera obra de arte sin marco o con un marco muy deficiente. ¿No será que hemos dado tanta importancia al marco porque no hay nada dentro de él?
 
 

Meditación-contemplación


 
Si tuvieras fe como un granito de mostaza...”
Si la confianza no es absoluta y total no es confianza.
El mayor enemigo de la fe-confianza son las creencias,
Porque exigen la confianza en ellas mismas,
y así asesinan la posibilidad de anclar tu ser en Dios.

Tener fe no es esperar que las cosas cambien.
Tener fe es encontrar a Dios en las peores circunstancias.
Tener fe es ser capaz de bajar lo suficiente al fondo de mí mismo,
para anular el efecto negativo de cualquier limitación.

Descubrir lo que es Dios es confiar absolutamente.
Es descubrir mi propio ser y también el ser de los demás.
Es valorar la Vida más allá de los límites de la vida.
Es desplegar lo más genuino de mí, conectado con Dios.
F. Marcos




MARÍA CELESTE NOS DICE HOY:

El alma amante jamás se aparta de la luz infinita 
que le ha hecho descubrir sus tinieblas. 
Ya no siente gusto en vivir en sí misma, 
sino que en pura sencillez, 
 sigue los reflejos de su amado,
y a la sombra de sus resplandores, 
como hija de luz y de bendición, 
el amado realiza en ella la semejanza de sí mismo. 

Así se cumple la palabra  de Dios:
CREED EN LA LUZ 
PARA QUE SEÁIS HIJOS DE LA LUZ.

En cambio, 
el Señor se esconde y no se deja encontrar, 
de aquellos espirituales que confían en si mismos
y se portan como maestros,
sin querer entrar en la cueva profunda
de la humildad de Dios.
Creen que saben mucho
y no conocen las tinieblas 
que tienen en el entendimiento;
siguen al Señor como dándole lecciones,
SIN LA SENCILLEZ DE LA FE,
queriendo especular y satisfacerse a si mismos,
más que seguirlo por el camino de la propia aniquilación y humillación. 
Y el Señor los deja quedar en sus propias tinieblas,
y se pierden de mala manera
por sendas alejadas  del propio camino:
se ocultó de ellos,
como hizo con la turba que lo seguía,
que se ocultó de ellos. 

Jardín Interior , 2 de sept. p 171 Medit. Jn 10,23-13,1

Webs:  
                fe adulta
                Ciudad redonda
                Buenafuente del Sistal



Para la revisión de vida

-El justo vivirá por la fe... ¿Puedo decir yo lo mismo de mí mismo? ¿Es la fe el principio que realmente orienta mi vida? ¿Soy en verdad una persona "de fe", de coraje, de valor?
-¿He hecho lo que tenía que hacer? ¿Se me debe agradecer lo que he hecho? ¿Tengo simplicidad de corazón, o necesito continuamente estar recibiendo alabanzas o gratitud de los demás?


Para la reunión de grupo

- Si el justo vivirá por la fe... analicemos: qué porcentaje de nuestra propia vida estamos conduciéndola así por una decisión personal ante el misterio de la existencia, de forma que si perdiéramos esa fe inmediatamente nos conduciríamos de otro modo? Si ese porcentaje es pequeño, significa que no es muy grande el coraje de mi fe.
- En qué situaciones del mundo de hoy el cristiano consecuente debería ir a contracorriente, fiado en su fe y no en lo que es usual en la sociedad actual?


Para la oración de los fieles

- Para que sea la fe el principio que organice, anime e impulse nuestra vida, roguemos al Señor.
- Para que vivamos nuestro cristianismo como un seguimiento de Jesús: creer como él, afrontar la vida y la historia como él, ser en verdad discípulos suyos...
- Para que demos nuestra contribución al Reino de Dios con entusiasmo, con pasión y, a la vez, con complicidad y humildad, conscientes de que ese trabajo es simplemente "lo que debemos hacer"...
- Para que el Señor nos dé la humildad de los que "hacen lo que deben" sin sentirse importantes ni dignos de agradecimiento...
- Para que sean muchos los jóvenes que, con simplicidad y humildad, se sientan llamados a un servicio total y desinteresado...


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ORAR CON LA TRINIDAD II